La idea que la Biblia desarrolla acerca del llamamiento representa a Dios llamando al ser humano por medio de su palabra, asiéndolo con su poder, a fin de que tome parte y goce de los beneficios de su propósito redentivo de gracia. El concepto se deriva del significado ordinario secular de la palabra (LXX y NT, kaleō)—esto es, citar, invitar (véase Mt. 2:7; 22:3–9)—, por la adición de esa cualidad de efectividad soberana que la Escritura atribuye a la palabra de Dios. Las declaraciones de Dios son creativas, haciendo que exista el estado de cosas que declaran querer producir (cf. Is. 55:10s.; Gn. 1:3; Heb. 11:3).
En este caso, la idea señala la acción de llamar o citar, acción que eficazmente hace surgir en los llamados la respuesta que la invitación les requiere. El concepto pasó por varias etapas de desarrollo antes que llegara a su forma final en las Epístolas del NT.
A lo largo de todo el AT, Israel se ve a sí mismo como una familia que Dios llamó primero del paganismo en la persona de su antecesor (Is. 51:2), y, después, de la esclavitud de Egipto (Os. 11:1), para que fuera su pueblo (Is. 43:1) le sirviera, y gozara de su libre gracia por toda la eternidad. Esta convicción es plenamente declarada en Is. 40–55. Aquí, la idea principal (desarrollada en conexión con el regreso de la cautividad) es la de un llamamiento de gracia de parte de Dios hacia Israel, por el cual lo introducirá (a Israel) a una relación de un pacto inviolable con él, la que a su vez garantizará a la nación el goce eterno (manifestado a su tiempo) de todas las bondades que el amor omnipotente puede conferir (Is. 48:12ss.; 54:6ss.; etc.). El llamamiento de individuos sólo se menciona en conexión con el destino corporativo de Israel, sea como su prototipo (Abraham, Is. 51:2) o como un llamamiento para promoverlo y para que los gentiles participen de él (Ciro, Is. 46:11; 48:15; el Siervo 42:6; 49:1). La esencia del pensamiento aquí no es una de llamamiento verbal (por cierto, Ciro, aunque es llamado «por nombre»—anunciado como el «pastor» o «ungido» de Dios—, no conoce la voz de Dios, Is. 45:4; cf. 5:26ss.; 7:18ss.); «llamamiento» significa más bien una disposición de acontecimientos y destinos por medio de los cuales Dios ejecuta sus propósitos. El argumento del profeta descansa enteramente sobre la suposición que los llamamientos de Dios expresan determinaciones incondicionales, irreversibles y que no pueden ser frustradas de ninguna manera (cf. Ro. 11:29). Para él, los llamamientos de Dios son acciones soberanas, la ejecución de planes eternos dentro del tiempo de este mundo.
En el NT, el concepto «llamamiento» tiene que ver con la forma en que Dios se acerca al individuo. En los Evangelios Sinópticos y en Hechos, el término denota el llamamiento o citatorio verbal de Dios para llevar al hombre al arrepentimiento. Este requerimiento lo hace Cristo o lo hacen otros en su nombre. Se llama al hombre a arrepentirse, a creer, a la salvación y al servicio (Mr. 2:17 = Lc. 5:32; Mr. 1:20; Hch. 2:39). Los «llamados» (klētoi) de Mt. 22:14 son los recipientes de este llamado como tal; forman un grupo más amplio que los «elegidos» (eklektoi), que son aquellos que responden. Sin embargo, en las Epístolas y en Apocalipsis el concepto es ampliado, conforme al desarrollo que encontramos en Isaías, tal como lo vimos anteriormente, para abarcar la acción soberana de Dios en la que él asegura una respuesta positiva a su citación. El verbo «llamar» y el nombre «llamamiento» (klēsis) ahora se refieren a la acción de hacer surgir en una forma efectiva la fe por medio del evangelio y la operación secreta del Espíritu Santo, quien une a los hombres a Cristo según el propósito de la gracia de Dios en su elección (Ro. 8:30; 1 Co. 1:9; Gá. 1:15; 2 Ts. 2:13s.; 2 Ti. 1:9; Heb. 9:15; 1 P. 2:9; 2 P. 1:3, etc.). Los «llamados» son aquellos que han sido objetos de esta obra, o sea, creyentes elegidos (Ro. 1:6s.; 8:28; Jud. 1; Ap. 17:14, etc.). Éste es el «llamamiento eficaz» de la teología reformada clásica, el primer acto en el ordo salutis, por medio del cual se confieren los beneficios de la redención a aquellos para quienes estaba destinada (véase Ro. 9:23–26). Este llamamiento «supremo» y «celestial» a la libertad y la felicidad (Fil. 3:14; Heb. 3:1; Gá. 5:13; 1 Co. 7:22; 1 Ts. 2:12; 1 P. 5:10) tiene implicaciones éticas: demanda que caminemos como es digno (Ef. 4:1), en santidad, paciencia y paz (1 Ts. 4:7; 1 P. 1:15; 2:21; 1 Co. 7:15; Col. 3:15), y demanda que tengamos un ejercicio moral constante (Fil. 3:14; 1 Ti. 6:12).
La terminología del llamamiento tiene dos aplicaciones subordinadas en el NT: (1) se refiere al llamamiento y nombramiento que Dios hace a ciertos individuos para que desarrollen funciones y oficios particulares dentro de su plan redentivo (apostolado Ro. 1:1; predicación misionera Hch. 13:2; 16:10; sumo sacerdocio Heb. 5:4; cf. el llamamiento de Ciro mencionado arriba, y el de Bezaleel en Ex. 31:2); (2) se refiere a las circunstancias externas y a las condiciones de vida reinantes cuando se llevó a cabo el llamamiento eficaz del hombre (1 Co. 1:26; 7:20). El último versículo mencionado no se refiere, como pensaban los reformadores, a la «ocupación» o «comercio»; pero la forma en que ellos revaloraron el empleo secular como una verdadera «vocación» al servicio de Dios tiene un fundamento demasiado amplio para ser invalidado por sólo detectar está pequeña falta de precisión.
BIBLIOGRAFÍA
Arndt; Schmidt en TWNT; J.P Thornton-Duesbery en RTWB; R. Macpherson en HDCG; T. Nicol en HDAC; y las teologías sistemáticas de C. Hodge (II, pp. 639–732) y L. Berkhof, pp. 541–572.
James I. Packer
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TWNT Theologisches Woerterbuch zum Neuen Testament (Kittel)
RTWB Richardson’s Theological Word Book
HDCG Hastings’ Dictionary of Christ and the Gospels
HDAC Hastings’ Dictionary of the Apostolic Church
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (364). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología