HUMILLACION DE CRISTO

En su vida terrenal, Jesús se vio constantemente sujeto a humillación. Nació en un establo en una familia en cuyo seno se familiarizó íntimamente con las circunstancias de la pobreza, y perteneció a una aldea poco notoria (Jn. 1:46). A través de la parte final de su ministerio carecía de hogar (Mt. 8:20), y dependía de la caridad de los demás (Lc. 8:3; 22:11; cf. Mt. 27:59–60).

La aceptación de su llamamiento a desarrollar su ministerio le causó malos entendidos con su familia (Jn. 7:3) y sus amigos que lo tomaron por loco (Mr. 3:21), el rechazo por los de su misma aldea (Mr. 6:3; Lc. 4:28), el que lo consideraran oficialmente un impostor fanático y blasfemo (Lc. 11:15; 15:2) y, finalmente, la deserción de sus discípulos, que constantemente lo malinterpretaron, y la traición de parte de uno de sus amigos más íntimos a cambio de una suma de dinero (Mt. 16:22; 26:14–16, 69–75; Mr. 14:50). El éxito o popularidad que tuvo también fue humillante, porque terminó pronto en el fracaso y la amarga decepción (Jn. 6:66; Mt. 27:31). Todo esto culminó en que fuera escarnecido, escupido, insultado (Mt. 26:67; Jn. 19:1–5) y que se le hiciera sufrir una muerte vergonzosa al ser crucificado, a lo cual su sepultura añadió el toque final.

Esta carrera terrenal de humillación (su tapeinōsis, Fil. 2:8) es considerada por Pablo como el resultado y consumación de su auto anonadamiento (kenōsis, Fil. 2:6–7) como Hijo de Dios al aceptar la encarnación y la forma de siervo de la carne. Su condescendencia a rendir un bajo servicio a sus discípulos y a todos los hombres, es un reflejo de su humillación al venir al mundo como Redentor (Mt. 20:28; Jn. 13:1–5). Tal humillación es un aspecto de su autoidentificación con los pecadores junto a los cuales tuvo que ponerse para salvarlos (nótese su bautismo).

Su despojamiento de sí mismo no incluyó el dejar su divinidad, sino más bien el velarla en forma tan completa que a muchos les pareció que nada divino había en él (Mt. 11:25–27). Sin embargo, es dentro de esta forma y a través de ella que se manifiesta su gloria (Jn. 12:23) de tal forma como para permitir que los hombres lleguen a la fe sin ser abrumados por la vista.

BIBLIOGRAFÍA

  1. Alexander en HDCG; A.B. Bruce, The Humiliation of Christ; K. Barth, Church Dogmatics, IV/1, pp. 157–211; H. Heppe, Reformed Dogmatics, cap. XIX.

Ronald S. Wallace

HDCG Hastings’ Dictionary of Christ and the Gospels

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (302). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología