HACER MORIR, MORTIFICAR

El término aparece dos veces en el NT. En Ro. 8:13 se usa por el verbo zanatoō, lo que sugiere la acción de matar, mientras que en Col. 3:5 es la traducción de nekrō, lo que sugiere el resultado de la acción de matar (hacer un cadáver). El uso es paulino y se deriva de su doctrina de la expiación, esto es, que Cristo que vino «en semejanza de carne de pecado» se identificó tanto con los pecadores que en la cruz murió por ellos y la naturaleza pecaminosa de ellos fue también muerta con él (2 Co. 5:14, 15; Ro. 6:6–8; Col. 2:20; 3:3). Se le llama al creyente a que en fe reconozca esto como un hecho. Ha sido crucificado con Cristo (Gá. 2:20), y por eso puede tomar la actitud decisiva y definitiva de crucificar la carne (Gá. 5:24) y hacer morir los miembros pecaminosos (Col. 3:5). La fuerza del aoristo es aquí paralela a la de «consideraos» en Ro. 6:11. Pero en Ro. 8:13, el tiempo presente apunta a una acción continua en virtud del poder del Espíritu Santo. El resultado de la decisión de Col. 3:5 es hacer morir constantemente el pecado.

Lo que se hace morir son los hábitos, hechos y deseos pecaminosos (Col. 3:5–6) de la carne o naturaleza pecaminosa. Pero el cuerpo y sus miembros son agentes del pecado, y aunque Pablo tiene una mala opinión sobre las actitudes austeras en el trato del cuerpo (Col. 2:23), él muestra en 1 Co. 9:26–27 que el cuerpo debe ser disciplinado en nuestra batalla contra el pecado. De todas formas, la mortificación no funciona sola, es el anverso de vivir para Dios por medio de presentarse a sí mismo para su servicio (Ro. 6:12–19; Fil. 1:20).

George J.C. Marchant

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (287). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología