Básicamente existen tres tipos de gobierno eclesiástico, el episcopal, el presbiteriano y el congregacionalista. Probablemente ninguno de estos existe en una forma totalmente pura sin mezcla con los otros. Por ejemplo, el episcopalismo da amplio lugar para los presbíteros en sus sínodos y otros lugares, y sus congregaciones tienen muchas funciones propias. Las congregaciones presbiterianas también hacen su papel, pues la existencia de moderadores indica una tendencia hacia la supervisión episcopal. La existencia misma de Uniones Congregacionales y Bautistas junto con sus presidentes, muestran que congregaciones con una política básicamente congregacional están, sin embargo, abiertas a dar lugar a otros elementos de la tradición cristiana. Con todo, la generalización que hemos indicado existe, y debemos ahora examinar estos sistemas.
- Episcopalismo. Es el sistema en el cual los ministros principales de la iglesia son los obispos, después vienen los presbíteros (o sacerdotes) y diáconos. El NT menciona a todos éstos, aunque parece que los obispos y presbíteros son una misma cosa (véase Episcopalismo). Aquellos que encuentran un sistema episcopal en el NT, señalan a la función de los apóstoles (que algunos creen fue transferida a los obispos que ordenaron), a la posición de Jacobo en Jerusalén (que no es muy distinta a la del obispo que vino más adelante), a la función de Timoteo y Tito tal como se revela en las Epístolas Pastorales (posición que parece indicar a una situación intermedia entre los apóstoles y los obispos de ese entonces). También está el hecho de que los apóstoles ordenaban colocando sus manos (Hch. 6:6; 1 Ti. 4:4), y que ellos ordenaban ancianos en las congregaciones que fundaron (Hch. 14:23), presumiblemente también con imposición de manos. Según este punto de vista, los apóstoles eran los ministros supremos de la iglesia antigua, y se preocuparon porque hombres idóneos fueran ordenados al ministerio. A algunos de ellos les entregaron el poder para ordenar, proveyendo así para que el ministerio continuase en las generaciones venideras.
Se argumenta además que la organización de la iglesia subsecuente a la del NT está a favor de este punto de vista. En el tiempo de Ignacio este triple ministerio existía claramente en Asia Menor. Y hay testimonio de esto en los escritos de Ireneo y Tertuliano sobre que era así en Galia y Africa a fines del segundo siglo. No hay evidencia de ninguna lucha violenta (que hubiera sido natural si se hubiese echado abajo un congregacionalismo o presbiterianismo divinamente ordenados), y otra vez aparece universalmente este triple ministerio. La conclusión que se saca es que el episcopado es la forma de gobierno eclesiástico más antiguo y correcto.
Pero también hay objeciones. Por ejemplo, no existe evidencia de que los obispos fuesen distintos a los presbíteros, en los días del NT. Afirmar que todos los ministerios de aquellos tiempos eran apostólicos en su origen es ir demasiado lejos. ¿Cuál era el caso con iglesias que no fueron fundadas por apóstoles como Colosas, por ejemplo? Otra vez, algunas formas de orden, como la Didaché, eran congregacionalistas. El caso no queda probado.
- Presbiterianismo. No siempre afirma que su política sólo se encuentra en el NT. En el tiempo de la Reforma los líderes presbiterianos pensaron que ellos estaban restaurando la forma original de gobierno de la iglesia, pero esto no es tan vigorosamente defendido por algunos presbiterianos hoy en día. Se admite que ha habido bastante desarrollo, pero se sostiene que esto se efectuó bajo la guía del Espíritu, y que la esencia del sistema presbiteriano es escritural. Está fuera de discusión que en el NT los presbíteros ocupaban un lugar de importancia. Son equivalentes a los obispos, y forman un ministerio local principal. En cada lugar parece que había un número de presbíteros que formaban una especie de colegio o comité que estaba a cargo de los asuntos de la iglesia local. Ésta es la conclusión natural a la que apuntan exhortaciones como las de Heb. 13:17; 1 Ts. 5:12s., etc. Del relato del Concilio de Jerusalén en Hch. 15 podemos ver que los presbíteros ocupaban un lugar importante en los niveles más altos de la iglesia primitiva. En la era subapostólica, el obispo comenzó a sobresalir a expensas de los presbíteros. Esto se debió a circunstancias como la necesidad de un líder fuerte en tiempos de persecución, en las controversias con los herejes, y quizá también jugó su parte el prestigio del ministro que regularmente dirigía el servicio de la Santa Cena.
Hasta aquí, mucho de lo expuesto es convincente. Como contraste, se encuentran las consideraciones señaladas en el episcopalismo con su propia comprensión del NT y de la iglesia neotestamentaria, así como tampoco podemos dejar de lado las que vienen a continuación.
III. Congregacionalismo. Como su nombre lo indica, pone el énfasis en el lugar que ocupa la congregación. Quizás no sea extraño afirmar que los postulados bíblicos principales de esta posición son que Cristo es la Cabeza de su iglesia (Col. 1:18, etc.), y que creen en el sacerdocio de todos los creyentes (1 P. 2:9). En la enseñanza del NT es fundamental el hecho de que Cristo no ha abandonado su iglesia. El es el Señor viviente en medio de su pueblo. Donde haya dos o tres reunidos en su nombre, él está en medio de ellos. No es menos fundamental el hecho de que lo más santo de todo está abierto al creyente sincero (Heb. 10:19ss.). Otras religiones del primer siglo requerían la mediación de una casta sacerdotal si es que un hombre quería acercarse a Dios, pero los cristianos no necesitaban de ello. La obra sacerdotal de Cristo eliminó la necesidad de un sacerdocio terrenal, si el hombre habrá de acercarse a Dios. Basado en lo anterior encontramos el énfasis en la congregación local en el NT. Allí encontramos congregaciones autónomas, no sujetas a un control episcopal o presbiteriano. Es indudable que los apóstoles ejercieron una cierta autoridad, pero es la autoridad de los fundadores de iglesias y de apóstoles del Señor. Después de la muerte de ellos, no se instituyó un apostolado que tomara su lugar. En lugar de eso, encontramos que las congregaciones locales se autogobernaban, como lo encontramos en algunas formas de orden como la Didaché. Se apela también al principio democrático. El NT enfatiza que los cristianos son uno en Cristo y no da lugar para una autoridad absoluta.
Una consideración de toda esta evidencia, desde luego, nos lleva a la conclusión que es imposible encontrar nuestros sistemas modernos en la edad apostólica. Si estamos dispuestos a cerrar nuestros ojos ante todo aquello que nos pone en conflicto con nuestro propio sistema, podemos hacerlo, pero no será fácil. Es mejor reconocer que en la iglesia del NT había elementos capaces de ser aplicados en los sistemas episcopales, presbiterianos y congregacionales y que de hecho así han sido. Pero, en tanto que no hay razón por la que un cristiano moderno no mantenga la política de su iglesia particular y se regocije en los valores que le son seguros, eso no le autoriza para no juntarse con aquellos cuya interpretación de la evidencia es diferente.
BIBLIOGRAFÍA
J.B. Lightfoot, Commentary on Phillippians, pp. 181–269; E. Hatch, The Organization of the Early Christian Churches; H.B. Swete, ed., Essays on the Early History of the Church and Ministry; B.H. Streeter, The Primitive Church; T.W. Manson, The Church’s Ministry; K.E. Kirk, ed., The Apostolic Ministry; R.W. Dale, Manual of Congregational Principles; J. Moffat, The Presbyterian Church.
Leon Morris
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (280). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología