FIESTA DE AMOR

  1. En el NT. El amor de hermanos entre cristianos que fuera prescrito por Jesús (Jn. 13:34; griego agapē) se expresó en tres formas prácticas. Comúnmente se ejercía en la limosna; Por eso algunas versiones lo traducen varias veces por «caridad». En las reuniones de la iglesia y en el saludo cristiano se mostraba por un beso (1 P. 5:14; véase también Ro. 16:16; 1 Co. 16:20; 2 Co. 13:12; 1 Ts. 5:26). Y en forma gradual el término llegó a aplicarse a una comida en común que se compartía por los creyentes. Aunque estas comidas se llaman ágapes sólo en Judas 12 y posiblemente en 2 P. 2:13, donde hay una lectura variante que lee agapais en vez de apatais («errores»), existe un número considerable de otra evidencia que prueba su existencia en la iglesia primitiva.

En Hch. 2:42–47 tenemos un relato de la forma más antigua de «comunismo» practicado por los creyentes, lo que incluía el partimiento del pan de casa en casa, y el comer alimentos (trofē) con gozo y sencillez de corazón. La primera frase debe referirse a la Cena del Señor, pero la segunda obviamente indica a una comida completa. Una conducta «comunista» similar se menciona en Hch. 4:32. Por el tiempo de Hechos 6:1ss. el número crecido de discípulos en Jerusalén hizo que se eligiera a siete personas para que sirvieran las mesas, lo que presumiblemente se refiere a la responsabilidad de preparar estas comidas en comunidad. R.L. Cole (Love-Feast, A History of the Christian Agape, Kelly, London, 1916) sugiere que este número se eligió para que cada uno fuese responsable de un día de la semana. Este arreglo se produjo a causa de la queja de los helenistas (véase) que decían que sus viudas estaban siendo descuidadas, lo que indicaría que ya esas comidas se realizaban con propósitos de caridad, como fue la costumbre más adelante.

Cuando Pablo estuvo en Troas (Hch. 20:6–12), allí se celebró en el primer día de la semana tanto el «partimiento del pan» como una comida completa (idea contenida en el verbo geusamenos que aquí se usa para comer, cf. Hch. 10:10). Tanto aquí como en Hechos 2:42 es difícil de determinar si la frase «partimiento del pan» se refiere a una comida común o a su uso más restringido de la Cena del Señor: todas las veces que estas palabras aparecen juntas en los evangelios, describen una acción de Jesús (Mt. 26:26; Mr. 14:22; Lc. 22:19; 24:30, 35). Por cierto, en el tiempo en que Pablo escribió a los Corintios (c. 55 d.C.) es evidente que aquella iglesia observaba la práctica de reunirse para una comida en común antes de participar de la Cena del Señor (1 Co. 11:17–34). Sin embargo, parece que esta costumbre no siempre se realizó en el espíritu del agapē, ya que el apóstol se queja que algunos la hacen una excusa para la glotonería, mientras que otros se quedan sin comer: en el v. 21 to idion deipnon puede referirse al hecho de que se rehusaban a compartir su comida, o que tomaban de la olla común todo lo que podían para sí mismos. Sea como fuere, la situación que aquí se describe sólo es posible en un contexto de una comida más substancial que, y antecedente al pan y el vino de la Cena del Señor.

Se han ofrecido varias teorías en cuanto a que el agapē se desarrolló de comunidades paganas o comidas judías comunes, o que eran una necesidad por el deseo común de evitar la carne ofrecida a los ídolos. Dado que la mayor parte de las antiguas pinturas cristianas en las catacumbas que representan el agapē muestran a siete personas participando, Cole mantiene que la costumbre viene del incidente en la orilla del Tiberias donde Jesús compartió el desayuno con siete de sus discípulos (Jn. 21), y que la conversación con Pedro en aquella ocasión dio el título de agapē a la comida. Es igualmente posible que la comida viniera de un deseo de perpetuar la comunión de mesa que los apóstoles gozaron durante la vida terrenal de su Señor y que, después, a medida que la iglesia crecía y que la vida en comunidad era imposible se continuó la comida en común antes de celebrar la Cena del Señor, en un esfuerzo por colocar el recibimiento del sacramento en su contexto histórico. El hecho de que el relato juanino apunta al nuevo mandamiento de agapē mutuo entregado en aquella comida (Jn. 13:34), basta para que se aplique el nombre al rito.

  1. En la historia de la iglesia. Ignacio se refiere al agapē (ad Smyrnaeos viii. 2), al igual que la Didaché (x. 1 y xi 9), y este último documento sugiere que todavía precedía a la Eucaristía. Por el tiempo de Tertuliano (Apología xxxix; De Jejuniis xvii; De Corona Militis iii), la Eucaristía ya se celebraba primero y el agapē después como un servicio aparte, y puede que ésta sea la práctica a la que se refiere Plinio en su carta a Trajano (Epp. x. 96), aunque la información que da no es del todo clara. Clemente de Alejandría (Paedagogus ii. 1 y Stromata iii. 2) entrega evidencia de la separación de las dos observancias, y Crisóstomo (Homilía xxvii en 1 Co. 11:17) concuerda con el orden mencionado por Tertuliano; pero él llama el agapē «una costumbre de lo más hermosa y beneficiosa; ya que es un apoyo al amor, un solaz para la pobreza y una disciplina de humildad», añade que en su tiempo se había corrompido. En tiempos de persecución creció la costumbre de celebrar ágapes en las prisiones con los mártires condenados en la noche de su ejecución (véase La pasión de Perpetua y Felícita, xvii. 1, y Luciano, De Morte Peregrini, xii), de donde se desarrolló la práctica de realizar ágapes conmemorativos en los aniversarios de sus muertes, lo que dio ocasión para las fiestas y vigilias que ahora se observan. Los ágapes también se realizaron en ocasión de casamientos (Gregorio Nazianceno, Epp. i. 14) y funerales (La constitución apostólica, viii. 42).

Durante el siglo cuarto, el agapē vino a ser cada vez más el objeto de desagrado, aparentemente a causa de los desórdenes en su celebración y también por los problemas causados por la amplia membresía de la iglesia, y por el excesivo énfasis colocado en la Eucaristía. Agustín menciona que ya no estaba en uso (Ep. ad Aurelium, xxii. 4; véase también Confesiones vi. 2), y que las normas veintisiete y veintiocho del Concilio de Laodicea (363) restringieron sus abusos. El tercer Concilio de Cartago (393) y el segundo Concilio de Orleans (541) reiteraron esta legislación que prohibía hacer fiesta en iglesias, y el Concilio de Trulán (692) que no se debía ofrecer en el altar miel ni leche (canon 57), y que debían ser excomulgados aquellos que celebrasen fiestas en las iglesias (canon 74).

Hay evidencia que en diferentes ocasiones en los ágapes se consumió pan y vino (Didajé), vegetales y sal (Acta Thecla et Pauli, XXV), pescado (pinturas de catacumbas), carne, pollo, queso, miel y leche (Agustín, contra Faustum, xx. 20) y pultes «un potaje» (Agustín).

III. El agape en tiempos modernos. El rito se ha conservado en la Iglesia del Oriente, y todavía se observa en secciones de la Iglesia Ortodoxa donde precede a la Eucaristía, y también en la Iglesia de Santo Tomás en India. De la Iglesia del Oriente se continuó a través de la iglesia de Bohemia hasta John Hus y los Unitas Fratrum, cuando fue adoptado por los moravos. De ahí, John Wesley introdujo la práctica dentro del metodismo (véase referencias en su Journal); pero lo único que sobrevive en ese cuerpo hoy en día es el problema de un boleto de membresía por cuatro meses que antes lo calificaba a uno para ser admitido a la fiesta de amor. Un renuevo del metodismo en Inglaterra, conocido como el Pueblo Peculiar, todavía mantiene la fiesta de amor. En el Libro de Oración Anglicano de 1662 lo único que sobrevive es quizás la recolección de limosna para los pobres durante el Servicio de Comunión, pero la práctica de la distribución Soberana del dinero Santo es una reliquia del agapē, y en relación con esto es interesante que la Epístola designada para el Jueves Santo sea 1 Co. 11:17–34. Un intento moderno por revivir la costumbre puede verse en la práctica creciente de tener un «desayuno parroquial» después del servicio matutino de la Comunión, y Frank Baker, en Methodism and the Love-Feast (Epworth Press, London, 1957) describe el experimento de usar el agapē como una oportunidad para la comunión interdenominacional.

BIBLIOGRAFÍA

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David H. Wheaton

HERE Hastings’ Encyclopaedia of Religion and Ethics

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Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (266). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología