APOCALIPTICA, LA (APOCALIPSIS)

  1. Definición. La palabra apokalupsis (acción de quitar el velo) se deriva de Ap. 1:1, donde señala a la revelación que el Jesús exaltado de la consumación de los siglos entregó a Juan. Los eruditos modernos han usado la palabra para referirse a un grupo de literatura judía que contiene características literarias y escatológicas similares, aunque no todos los libros de este grupo son en verdad apocalípticos. Un apocalipsis es, entonces, un libro que contiene revelaciones verdaderas o fraudulentas de secretos celestiales o de acontecimientos que acompañarán el fin del mundo y la inauguración del reino de Dios.
  2. Trasfondo histórico. Tratando de imitar al libro de Daniel, entre 200 a.C. y 100 d.C., autores judíos desconocidos produjeron muchos apocalipsis. (A menudo se describe a Daniel como el primero de estos apocalipsis, pero hay muchos rasgos que unen fuertemente a Daniel con el resto de los libros proféticos, lo cual hace que se tenga que concluir que Daniel se encuentra entre el tipo de literatura profética y apocalíptica. Existen también otras razones para fechar su composición como anterior al periodo macabeo.) Los apocalipsis surgieron de un medio ambiente histórico que envolvía un problema histórico-teológico que consistía en tres cosas:
  3. El surgimiento de un «remanente justo». En el período profético, Israel cayó una y otra vez en la idolatría, olvidándose de la ley de Dios. Después de la restauración, surgieron círculos de judíos fieles a la ley. Cuando en el año 168 a.C. Antíoco Epífanes trató por la fuerza de asimilar a los judíos a la religión y cultura griegas, estos justos (llamados ḥăsîḏîm o hasideos) se negaron a someterse, prefiriendo la muerte antes que la desobediencia a la ley. Sus sucesores, los fariseos, retuvieron este espíritu. Otro grupo, llamados «la comunidad de Qumrán», abandonó la corriente principal de vida que llevaban los judíos para buscar un retiro monástico en el desierto, entregándose por completo al estudio y la observancia de la ley.
  4. El problema del mal. Los profetas prometieron que un Israel arrepentido y restaurado heredaría el reino de Dios. Pues bien, Israel fue restaurado a su tierra y era fiel a la ley. Según la definición judía de la justicia, las condiciones exigidas por los profetas estaban satisfechas; pero el reino no llegaba. En lugar de eso vino un sufrimiento nunca visto. Antíoco Epífanes (168 a.C.) trató de destruir la fe judía, torturando e infligiendo el martirio sobre los fieles. Pero la libertad religiosa que ganaron los macabeos no trajo consigo el reino de Dios. En lugar del gobierno de Dios llegó el gobierno de los secularizados y mundanos asmoneos, y después de 63 a.C. los títeres y procuradores nativos que servían a Roma. Un Israel justo que merecía el reino sólo halló sufrimiento y esclavitud política.
  5. El cese de la profecía. A lo largo de todo este tiempo de sufrimiento sin paralelo, Dios no habló para explicar el enigma histórico. La voz de la profecía había sido callada. Ningún profeta apareció para anunciar «así dice el Señor»; y para interpretar a este pueblo de Dios que estaba en aflicción, el rompecabezas que implicaba el sufrimiento del justo.

Los apocalipsis se levantaron en este medio ambiente a fin de entregar una explicación de los sufrimientos del justo y la demora del reino de Dios.

III. Descripción. I de Enoc o Enoc etíope. Un libro compuesto en cinco partes, y que consiste en las visiones y viajes de Enoc por los cielos. La parte de los Símiles o Parábolas (capítulos 37–71, que contienen visiones, etc.) son de mucha importancia a causa de la figura del Hijo del Hombre celestial. Se fecha en el segundo siglo a.C.

Jubileos. Una revelación dada a Moisés que trata de la historia del mundo desde la creación hasta su propia época. La historia se divide en períodos de jubileos de cuarenta y nueve años cada uno. Sólo algunas secciones del libro tienen que ver con escatología. Segundo siglo a.C.

El testamento de los doce patriarcas. No es un apocalipsis, sino un libro que imita a los escritos proféticos. En él, cada patriarca bosqueja su vida y da exhortaciones morales y una profecía respecto al futuro de sus descendientes. De esta forma, el libro es escatológico pero no apocalíptico. Contiene muchas interpolaciones de escritores cristianos. Segundo siglo a.C.

Los Salmos de Salomón. Dieciocho Salmos escritos como imitación de los Salmos del AT. No son apocalipsis, pero los dos últimos Salmos contienen importante material escatológico. Primer siglo a.C.

Ascensión de Moisés. El libro presenta las últimas instrucciones que Moisés entrega a Josué, en las que traza el curso de la historia hasta la venida del reino. La historia puede seguirse hasta los días de Herodes el grande. Primer siglo d.C.

Oráculos Sibilinos. Una obra apologética compuesta de elementos cristianos y judíos. Los oráculos se colocan en la boca de una sibila lo que hace que el libro tenga la forma de una profecía pagana. Sólo unas pocas secciones contienen expectaciones escatológicas del tipo apocalíptico.

Libro I de Esdras (II de Esdras). Contiene siete visiones que Esdras vio en Babilonia, después de la caída de Jerusalén. El libro refleja la desesperación de un judío devoto después de la destrucción de Jerusalén en 70 d.C. Es el apocalipsis más profundo, contiene mucha teología como escatología apocalíptica. Al final del primer siglo d.C.

Apocalipsis de Baruc. Revelaciones dadas a Baruc en los días de Jeconías sobre la venida del reino de Dios. Importante para la teología. Final del primer siglo d.C.

Segundo de Enoc o Enoc Eslavo. Este es un apocalipsis, pero probablemente mucho más tardío en fecha.

  1. Características literarias.

La apocalíptica es un género de literatura que siguió después de la profética. En algunos puntos la apocalíptica es un desarrollo de elementos de la profecía; en otros puntos se aparta del carácter profético. No se puede trazar una línea de división muy rígida entre los dos tipos; y las caracterizaciones de la apocalíptica difieren considerablemente.

  1. Revelaciones. Los profetas a menudo recibieron sus mensajes por revelaciones, mas su interés principal estaba en la «palabra del Señor». Muy a menudo la palabra de Dios llegó a los profetas como una irresistible convicción interior sin tener nada que ver con visiones y sueños. En la apocalíptica la palabra del Señor dio paso a las revelaciones y las visiones. Dios no habla a sus siervos por su Espíritu. El vidente debe encontrar la solución a los problemas del mal y la venida del reino a través de sueños, visiones o viajes celestiales con ángeles como guías.
  2. Carácter literario imitativo. Los profetas anunciaban al pueblo lo que era la voluntad de Dios por experiencias en las que Dios manifestaba su voluntad. Los eruditos que rechazan cualquier elemento sobrenatural admiten que los profetas tuvieron experiencias psicológicas verdaderas. Es posible que IV de Esdras refleje una experiencia psicológica real, pero normalmente las revelaciones de los escritores apocalípticos son sólo formas literarias. Las visiones son ficciones literarias que imitan las visiones de los escritos proféticos. Por tanto, la profecía primero fue hablada, mientras que los apocalipsis primero fueron escritos.
  3. Pseudonimia. Los profetas hablaron en el nombre del Señor directamente al pueblo. Sin embargo, en el período macabeo la voz de la profecía fue callada y los escritores apocalípticos atribuyeron sus revelaciones a santos del AT como medio de hacer válido su mensaje a la gente de su propia generación. En todo esto, Daniel permanece solo, porque no se le conoce aparte de su aparición en el apocalipsis que se le atribuye como suyo.
  4. Simbolismo. A menudo los profetas usaban simbolismos para comunicar el mensaje divino. En los apocalipsis, los simbolismos llegan a ser el equipo principal, particularmente como una técnica para bosquejar el curso de la historia sin tener que usar nombres históricos. Esta técnica apareció por primera vez en Daniel y fue imitada con una proliferación grotesca en los apocalipsis que vinieron más tarde.
  5. Historia reescrita. Los profetas tomaron su punto de partida en su propia situación histórica y proclamaron la palabra de Dios a su propia generación en conformidad al trasfondo que tenían, esto es, el futuro reino de Dios. Los escritos apocalípticos algunas veces parten de algún punto en el pasado distante y reescriben la historia como si fuera profecía hasta llegar a su propio tiempo, en el cual se espera la venida del reino. En algunos casos los apocalipsis pueden ser fechados por los últimos eventos que narran en la supuesta profecía.
  6. Características religiosas.

El término apocalíptica también se usa para describir la escatología que se encuentra en los apocalipsis.

  1. Dualismo. La escatología apocalíptica hace un contraste tan radical entre el carácter del tiempo presente y el tiempo futuro de salvación que finalmente lo describe en términos de dos eras (o «siglos»): esta era y la era venidera. Esta era se caracteriza por el mal; el siglo venidero verá el reino de Dios. La transición desde este siglo hasta el siglo venidero sólo puede efectuarse por medio de la acción directa de Dios por la que él irrumpe sobrenaturalmente en la historia. Este dualismo no es metafísico ni cósmico, sino histórico y temporal. Aunque esta terminología aparece en el NT, sólo aparece en una forma totalmente desarrollada en IV de Esdras y en el Apocalipsis de Baruc.

Muchos críticos atribuyen este desarrollo a la influencia del dualismo persa; pero también puede ser explicado como el desarrollo histórico de ideas ya implícitas en los profetas del AT. La expectación profética del reino futuro incluye la redención de la tierra (Is. 32:15–18; 11:6–9; 65:17; 66:22). Esta transformación sólo podrá ser llevada a cabo por la visitación divina, cuando Dios sacuda el presente orden en su juicio (Is. 13:13; 34:4; 51:6; Hag. 2:7) y haga que del antiguo orden surja uno nuevo.

El dualismo apocalíptico es el desarrollo de este concepto básico del mundo y la redención. El nuevo orden usualmente es descrito con rasgos que pertenecen a la nueva tierra presentada por Isaías (Enoc 45:4s.; 51:1–5). La Asunción de Moisés 10:1 mira hacia la manifestación del reino de Dios «en toda su creación». Algunas veces se usan términos más transcendentales (Enoc. 62:16).

Algunos pasajes del AT describen el nuevo orden en términos muy similares al presente orden, mientras que otros (Is. 65, 66) ven una transformación completa que implica nuevos cielos y nueva tierra. Algunos apocalipsis colocan estas dos expectaciones a la vez, y anticipan un reino temporal en este siglo que es seguido por un reino eterno en el nuevo orden (IV de Esdras 7:28, 29). La era venidera Baruc la describe como la nueva tierra (32:6). El lenguaje de IV de Esdras es difícil de interpretar (7:36, 113).

  1. Perspectiva histórica. Los profetas se colocaron dentro de una situación específicamente histórica y dirigieron su mensaje a su medio ambiente. El reino de Dios estaba en el horizonte, y el futuro está en una tensión constante con el presente. Is. 13 describe el juicio histórico de Babilonia teniendo como trasfondo la visitación escatológica, como si éstas fueran una sola cosa y sucedieran el mismo día. Los juicios históricos se contemplan como escatología cumplida.

Los escritores apocalípticos perdieron esta tensión que hay entre lo histórico y lo escatológico. No consideran el presente teniendo como trasfondo el futuro, sino que su punto de vista abarca todo el curso de la historia a fin de interpretar la historia teológicamente. Los apocalipsis son tratados teológicos en lugar de documentos históricos legítimos.

  1. Pesimismo. En último análisis no es correcto tildar de pesimistas a los autores apocalípticos, porque ellos jamás pierden su confianza en que Dios finalmente triunfará y traerá su reino. Con todo, eran pesimistas en cuanto al presente siglo. El problema del sufrimiento del justo los llevó a concluir que Dios había retirado la ayuda a su pueblo en el presente siglo y que sólo se podía esperar la salvación en el siglo venidero (Enoc. 89:56–75). IV de Esdras considera el siglo presente como incurablemente malo, estando la solución totalmente en el futuro (4:26–32; 7:50; 8:1–3). Lo único que le queda al justo es sufrir pacientemente mientras espera la salvación futura.
  2. Determinismo. El curso de este siglo malo está predeterminado y debe seguir su curso. El reino no llega, aun cuando el justo lo merezca, porque antes de la consumación deben intervenir ciertos períodos fijos. El reino debe esperar su tiempo establecido. Dios mismo es representado como esperando que pasen los tiempos que decretó en vez de ayudar al justo (IV de Esdras 4:36, 37). Esta idea con frecuencia llevó a dividir el curso del tiempo en períodos determinados de semanas o años.
  3. Pasividad ética. Los apocalípticos carecen de una urgencia moral o evangélica. Su problema descansa en el hecho mismo de que hay un remanente fiel que es abrumado por un mal que no merece. Los profetas continuamente advirtieron a Israel sobre la pena o castigo por la infidelidad; los apocalípticos consolaban a los fieles que no necesitaban corrección. Por tanto, existe muy poca exhortación ética en los escritos apocalípticos. Libros como El testamento de los doce patriarcas y Enoc 92–105 que contienen una considerable cantidad de exhortación ética, son muy poco apocalípticos en carácter.
  4. El Apocalipsis del Nuevo Testamento.

El Apocalipsis de Juan comparte muchos rasgos con los apocalipsis judíos, pero en otros puntos de gran importancia se mantiene separado de ellos. Aunque usualmente se hace énfasis en las similitudes, aquí haremos énfasis en las diferencias.

Primero, el autor designa su libro como profecía (1:3; 22:7, 10, 18, 19). Los escritos apocalípticos perdieron esta consciencia de ser proféticos; por cierto, ellos fueron escritos para llenar el vacío causado por la ausencia de la profecía. El cristianismo primitivo fue testigo del avivamiento del movimiento profético cuando Dios otra vez habló directamente a través de los hombres. El Apocalipsis, junto con otros libros del NT, es el producto del avivamiento del espíritu profético. Las visiones dadas a Juan eran medios para comunicar la palabra de Dios (1:2).

Segundo, Juan no es un seudónimo. El autor simplemente firma con su nombre: «Juan, a las siete iglesias que están en Asia» (1:4). Juan no apela a ningún santo de la antigüedad para tener autoridad, sino que escribe basado en la autoridad que él mismo tiene del Espíritu de Dios.

Tercero, Juan difiere de la apocalíptica en su forma de tratar el futuro. Los apocalípticos vuelven a escribir la historia aparentando que es profecía. Juan se coloca en su propio medio ambiente, se dirige a sus contemporáneos, y mira proféticamente al futuro para describir la consumación final.

Cuarto, Juan mantiene la tensión profética entre historia y escatología. La bestia es Roma, pero al mismo tiempo un Anticristo escatológico que no puede ser igualado a la Roma histórica. Mientras que las iglesias de Asia sufrían persecución, no existe ninguna persecución conocida del primer siglo que concuerde con la que se describe en el Apocalipsis. La sombra de la Roma histórica es bosquejada teniendo como trasfondo la sombra aun más negra del Anticristo escatológico, y esto se hace de tal forma que es casi imposible distinguirlos. La historia es interpretada escatológicamente; el mal bajo Roma era escatología consumada.

Quinto, Juan comparte el optimismo del Evangelio en lugar del pesimismo del pensamiento apocalíptico. Aunque Juan profetiza de que el mal satánico de este siglo descenderá en una furia concentrada sobre el pueblo de Dios al fin del tiempo, él no ve una era abandonada al poder del mal. Por el contrario, la historia ha llegado a ser el escenario de la redención divina. Sólo el Cordero inmolado es capaz de abrir el libro y llevar la historia a su exitoso desenlace escatológico. La redención que será consumada apocalípticamente está enraizada en el acontecimiento del Gólgota. Además, es probable que el primer sello (6:2) esté representando la victoriosa misión de un evangelio conquistador en un mundo que también es el escenario de guerras, hambre, muerte y martirio. Dios no ha abandonado esta era ni se ha olvidado de su pueblo. Los santos vencen a la bestia aun en el martirio y adoran a aquel que es el rey de los siglos (15:2, 3). Finalmente, el Apocalipsis contiene una urgencia moral profética. Por cierto que promete una salvación futura, pero no una salvación que puede darse por sentada. Las siete cartas hacen repercutir una nota de advertencia y una demanda de arrepentimiento (2:5, 16, 21, 22; 3:3, 19). El derramamiento de la ira divina no es meramente punitiva, pero también encierra un bondadoso propósito, el cual es llevar a los hombres al arrepentimiento antes que sea demasiado tarde (9:20; 16:9, 11). El Apocalipsis termina con una invitación evangélica (22:17). De esta forma, el libro como un todo tiene un gran propósito moral: el juicio caerá sobre una iglesia adormecida y relajada, y la puerta está abierta para que los impios vuelvan a Dios.

En resumen, existe un tipo de apocalipsis profético y otros que no lo son, y el Apocalipsis del NT pertenece al primer tipo.

BIBLIOGRAFÍA

Una bibliografía completa se encontrará en H.H. Rowley, The Relevance of the Apocalyptic, pp. 179–195. Véase especialmente Wm. Bousset, SHERK. I, pp. 208–210; R.H. Charles, EB, I. pp. 213–250; también HDB, I, pp. 741–749; J.B. Frey en Pirot’s Supplement au Dictionnaire de la Bible, I, pp. 326–354; E. Lohmeyer en RGG (2 Aufl.), I, pp. 402–404.

George Eldon Ladd

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Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (41). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología