(paschein, pathéma)
El verbo clásico «sufrir» (paschein) se emplea esencialmente en los evangelios y en los hechos para hablar de los sufrimientos de Cristo (su «pasión») antes de su muerte. El substantivo pathéma sólo es utilizado (en plural) por Pablo, por la Carta a los Hebreos y por la Primera Carta de Pedro.
En Pablo, se trata sobre todo de una participación del apóstol en los sufrimientos de Cristo para conocerlo a él, experimentar el poder de su resurrección, compartir sus padecimientos y morir su muerte (Flp 3,10). Pablo evoca los sufrimientos ligados al apostolado en 2 Cor 6,4-10 y 11,23-30, así como los que padece por la incredulidad de los judíos (Rom 9,2-3). Al atravesar las pruebas de la persecución, las comunidades a su vez imitan al apóstol (véase Imitar) y, a través de él, a Cristo (1 Tes 2,14; 2 Cor 1,5-6); pero ellas se convierten entonces para Pablo en fuentes de aliento y de gozo (2 Cor 1,4-7; Flp 2,2). En efecto, estos sufrimientos no son vanos: son por Cristo (Gal 3,4); la extraordinaria expresión de Flp 1,29, sufrir por Cristo, invierte la fórmula del kerigma: Cristo sufrió y murió por nosotros, asociando a los filipenses al misterio redentor.
En los tiempos de la historia, ese sufrimiento se inscribe en la lucha contra las fuerzas del pecado y de la muerte que han afectado a la carne (Gal 5,24; Rom 7,5) y al mundo (Rom 8,18). De esta manera hace «crecer» a Cristo (Flp 1,20), anunciando el evangelio hasta su regreso y asegurando la unidad de ese Cuerpo de Cristo del que son miembros los fieles: Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él (1 Cor 12,26).
El autor de Colosenses lo dirá claramente: Ahora me alegro de padecer por vosotros, pues así voy completando en mi existencia mortal, y en favor del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, lo que falta al total de las tribulaciones de Cristo (1,24).
R. D.
AA. VV., Vocabulario de las epístolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas
El lenguaje hebreo comunica el hecho del sufrimiento por un número de palabras. Algunas de las más significativas son las siguientes: (a) yāsar, sugiere el propósito del sufrimiento, esto es, que sirve para «disciplinar» (Os. 10:10), «instruir» (Sal. 2:10) y «castigar» (Jer. 6:8); (b) ʾānāh denota la idea de «hacer violencia contra otro» (Gn. 15:13), «humillar» (Nm. 24:24), «ser afligidos» (Sal. 107:17); (c) ṣārar significa primeramente «atar» o «apretar fuertemente», de donde viene el sentido de «estar en apuros, en aflicción» (Je. 10:18).
La palabra «sufrir» aparece en la RV60 con el sentido de «permitir», «cargar con», o «soportar». Pero nosotros trataremos aquí su significado más común, esto es, el de soportar una experiencia desagradable o un sufrimiento.
El verbo que comúnmente significa «sufrir» en el NT es paschō, que aparece cuarenta y dos veces en el NT y ca. veinte veces en la LXX, incluyendo la Apócrifa. Su significado básico es el de experimentar, pero en la literatura griega vino a usarse casi exclusivamente para las experiencias desagradables y aflicciones.
El problema del sufrimiento y el dolor en toda época ha permanecido un reto para el pensamiento del hombre. Las siguientes palabras expresan bien el reto que presenta este viejo problema: «El dilema de Epicúreo está todavía con nosotros: si Dios desea evitar el sufrimiento pero no puede, entonces es impotente; si pudiera evitarlo, y no lo hace, entonces es malévolo; y si tiene ambas cosas, el deseo de evitarlo y el poder para hacerlo, ¿de dónde viene entonces el mal?» (The Elements of Pain and Conflict in Human Life, por W. R. Sorley y otros, p. 48. HERE Vol. XII:1).
Algunas de las preguntas que se levantan por el problema del dolor son: ¿Se está produciendo bien moral por medio del sufrimiento tal como se encuentra en la totalidad de la vida humana? Si es así, ¿existe un margen de sufrimiento que queda que no tiene relación alguna con el carácter, y que no puede relacionarse con el propósito principal de la creación?
Las respuestas filosóficas al problema se han centrado en el hedonismo, con la desilusión y pesimismo que resultan de ellos; la oposición obstinada estoica sin la victoria sobre el dolor; otros predican que el progreso irá eliminando el dolor y que es razonable esperar que finalmente se terminará con el sufrimiento; el optimismo proclama que el bien más alto es el bien moral, y que sólo puede el hombre obtenerlo mediante el proceso de disciplina que incluye trabajo, sufrimiento y tentación.
No importa cuán atractivas sean, las soluciones filosóficas al sufrimiento son nada más que especulaciones.
Jesús no nos dejó ninguna fórmula en cuanto al porqué y origen del sufrimiento. Él presentó un camino de victoria en frente del sufrimiento. Él vivió en triunfo en medio de él. El secreto de su triunfo fue su identificación con la voluntad del Padre en sufrimiento. Su identificación sumisa con la voluntad del Padre lo capacitó para tratar con el aguijón de la vida en forma triunfante en vez de suprimirlo. Jesús imparte el triunfo que logró sobre el aguijón de la vida a aquellos que se identifican con él en sumisión a la voluntad del Padre.
El problema del sufrimiento no puede divorciarse del problema más amplio y profundo del mal moral (véase). El hecho del mal físico, no importa lo espantoso que sea, es algo secundario e incidental comparado con el problema más grave del pecado (véase). Si la separación de Dios puede terminarse, entonces ninguna otra cosa puede permanecer finalmente sin solución. La solución final al misterio del dolor (véase), el cual resuena por todos los rincones del universo, es la reconciliación (véase) con Dios. El triunfo de esta reconciliación efectúa esto: «Todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios».
En el mensaje cristiano encontramos la revelación de un Dios sufriente. La cruz es la apologética cristiana, la visión sublime y majestuosa (Heb. 12:2).
En la reconciliación, los hombres se identifican con el Dios sufriente, por la que hay una transmutación de sus propios sufrimientos (Ro. 8:15–17), del pesimismo al optimismo, de la confusión y la inseguridad a la esperanza inmortal de la extinción del sufrimiento (Ap. 21:4).
BIBLIOGRAFÍA
- Stanley Jones, Suffering, Punishment, and Atonement; An Essay in Constructive Interpretation of Experience; C.S. Lewis, The Problem of Pain; E.F. Sutcliffe, Providence and Suffering in the Old and New Testaments; HERE, Vol. XII, pp. 1–9; I.J. Gerber, The Psychology of the Suffering Mind.
Julian C. Mcpheeters
RV60 Reina-Valera, Revisión 1960
LXX Septuagint
HERE Hastings’ Encyclopaedia of Religion and Ethics
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (586). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología