(kéryssein, kérygma, katangellein)
Kéryssein, «publicar por boca del heraldo» se traduce habitualmente por «proclamar»; katangellein tiene más bien el matiz de «anunciar», pero en su origen esta palabra implicaba la ¡dea de «hablar contra». De hecho, estos dos verbos alternan en el Nuevo Testamento y coinciden en su significado en Pablo. Por su etimología, uno se asocia con el evangelio y el otro con el kerigma. Con esta palabra castellana de origen griego se designa la proclamación inicial que los enviados del evangelio traen a la humanidad. En Rom 16,25 se encuentra el giro más denso, el kerigma de Jesucristo (donde Jesús es el sujeto y el objeto a la vez); en 2 Tim 4,17, el kerigma es más bien equivalente a la noción de evangelio del apóstol.
Este conjunto de palabras va estrechamente unido, por un lado, al «evangelio» (o a la «palabra»), y, por otro, al ministerio del apóstol (aunque sin exclusividad). En Rom 10,8-15 se juega con el escenario repetido continuamente: sin palabra, no hay fe; sin mensajero, no hay palabra; sin Señor, no hay mensajero.
El objeto de la proclamación / anuncio se expresa con estos términos casi equivalentes: evangelio, misterio. Cristo Jesús, fe o palabra de fe. Cristo crucificado, Resucitado, palabra. Al contrario, la proclamación falla en su objetivo cuando el mensajero se autoproclama (2 Cor 4,5) o no sirve ya al evangelio de Cristo. De este modo, el hecho de predicar la circuncisión es un anuncio que sigue estando en el marco de la ley (Gal 5,11).
El sujeto, aquel a quien se le confía el mensaje, es un «nosotros» repetido con frecuencia (1 Cor 1,23; 15,11; etc.) y a veces difícil de definir; son los predicadores del evangelio (1 Cor 9,14), los amigos de Pablo (2 Cor 1,19) o, por el contrario, sus rivales (Flp 1,15-18; 2 Cor 11,4); lo es también la comunidad cuando celebra la cena del señor (1 Cor 11,26); son finalmente los discípulos de Pablo como Timoteo (2 Tim 4,2). Son curiosos algunos giros pasivos: se les puede comparar con ese «pasivo divino» que designa en Dios al sujeto verdadero sin tener que pronunciar su nombre. Es el mismo Señor el que aplica el anuncio del evangelio al mundo y lo impulsa hasta sus confines (1 Cor 15,12; 2 Cor 1,19; Rom 1,8; Col 1,23). En el himno cristológico que se recoge en 1 Tim 3,16, la afirmación de la «proclamación» entre los paganos es el punto central en el anuncio de la fe: ¡ha sido proclamado entre las naciones!
M. B.
AA. VV., Vocabulario de las epístolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas