(ioudaioi, ethné)
En el designio de salvación, tal como su carisma teológico le concede presentarlo, Pablo empieza dividiendo a los hombres en dos subconjuntos: los judíos y las naciones. Esta división procede de la «vocación» (Rom 11,29) por la que Dios separó a un pueblo de entre los pueblos para hacer nacer allí según la carne (Rom 9,5) al Salvador, anunciado por los oráculos de los profetas (Rom 3,2). La pareja judíos-naciones es sustituida a veces por la pareja judío(s)-griego(s), siendo griego la parte que designa al todo formado por las naciones: Rom 1,16; 2,9-10; 3,9; 9,24; 10,12; 1 Cor 1,22-24; 10,32; 12,13; Gal 3,28; Col 3,11.
En un pasaje de la Epístola a los Romanos, «judío» se convierte en una especie de categoría teológica capaz de tener dos valores: el que es «judío» según lo manifiesta y lo simboliza la circuncisión, y el que no es «judío» según lo que está oculto, el corazón, que vive según el Espíritu (Rom 2,28-29). Pablo tiene la certeza de que llegará el tiempo en que los judíos «manifiestos» que se han «endurecido» serán objeto de una «asunción» (proslémpsis: Rom 11,15) por la que Dios, toma consigo, en él, a su pueblo (cf. 1 Sm 12,22). De esta manera, todo Israel será salvado (Rom 11,26), recibiendo también el Israel según la carne la misericordia de Dios, una vez acabada la entrada de las naciones (Rom 11,25). En Pablo, «judíos» e «Israel» son unas categorías eclesiológicas que no puede comprenderse más que en función de la espera y de la esperanza, hasta la revelación del Señor Jesús (2 Tes 1,7).
M.G.
AA. VV., Vocabulario de las epístolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas