(diakrinein, dokimazein)
El verbo diakrinein se utiliza en griego clásico en el sentido de «distinguir, separar», y metafóricamente de «decidir, juzgar». En los Setenta, evoca en varias ocasiones el juicio de Dios. En el Nuevo Testamento, mantiene el sentido propio de «discernir, reconocer los signos característicos» (Mt 16,3), pero esencialmente es utilizado por Pablo en el sentido de «distinguir» (1 Cor 4,7), y luego de «discernir la calidad, la superioridad de», y por tanto de «arbitrar» (1 Cor 6,5).
En 1 Cor 12,10, el discernimiento (diakrisis) de los espíritus es un carisma indispensable en una comunidad que se dejaba fácilmente hechizar por los fenómenos espectaculares; la misma profecía debe ser «discernida» cuidadosamente (14,29) para que se construya la comunidad. El discernimiento, finalmente, adquiere una importancia decisiva cuando la cena eucarística: Quien come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación (1 Cor 11,29); se trata a la vez de reconocer la presencia sacramental de Cristo y de reconocer a la Iglesia como cuerpo en el vínculo de la agapé (amor).
El verbo dokimazein se utiliza a veces como equivalente de diakrinein (Le 12,56; cf. Mt 16,3). En sentido metafórico, Pablo lo emplea cuando se trata para el hombre de discernir la voluntad de Dios (Rom 1,28; 2,18; 12,2; cf. Flp 1,10 y Ef 5,10).
Pero Pablo lo empleó más bien en su sentido clásico, es decir, como término técnico de la verificación de una aptitud o de una eligibilidad (soldados, funcionarios, etc.); es entonces Dios el que prueba el corazón del hombre para confiarle el anuncio del evangelio (1 Tes 2,4); es el fuego el que probará la obra de cada uno (1 Cor 3,13); es el mismo hombre a quien se invita a probar la solidez de su obra para verificar la autenticidad de su fe, de su esperanza y de su amor (1 Cor 11,28; 2 Cor 8,8.22; Gal 6,4; Rom 14,22).
Se comprende entonces que Pablo prefiera usar el adjetivo poco corriente dokimos, no tanto en el sentido clásico de «estimado, apreciado», como en el sentido cristiano de «probado», para calificar al hombre que ha sufrido la prueba por la que Dios ha verificado su autenticidad (Rom 14,18; 16,10; 1 Cor 11,19; 2 Cor 10,18; 13,7). ¿No dio también sustituios de nobleza al substantivo dokimé, «el valor probado», fruto de la perseverancia (Rom 5,4; 2 Cor 2,9; 8,2; 9,13; 13,3; Flp 2,22)?
R. D.
AA. VV., Vocabulario de las epístolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas