(astheneia, dynatos, iskhyros)
Tres observaciones previas:
1. Es imposible separar en el texto «fuerza» y «debilidad». La una no aparece sin la otra.
2. Se da una conexión entre el poder del hombre y el que viene de Dios. Flp 4,13 desafía todo desnivel: De todo me siento capaz, pues Cristo me da la fuerza. Hay una interpenetración inevitable con los temas del poder de Dios y el de las potencias cósmicas.
3. Hay que evitar atenerse sólo al sentido corriente de las palabras. Según el contexto, se encuentra toda una gama de empleos de estos términos para designar la capacidad o la incapacidad de Dios, de la ley, del creyente, etc. (Ejemplos: Rom 4,21; 8,3; 12,18; 1 Cor 10,13; Gal 4,15; 5,6; Tit 1,9).
Señalemos igualmente que la palabra «debilidad» caracteriza a la condición humana entregada a sus propios recursos. En este estado es en donde Dios ha venido a nosotros para arrancarnos de la muerte (Rom 5,6). Debilidad designa nuestro cuerpo actual; fuerza, el cuero resucitado (1 Cor 15,43; cf. Flp 3,21). Y para los combates de la vida de fe, nos es indispensable la fuerza del Espíritu (Rom 8,26; 2 Tim 1,7; cf. la fuerza del Señor en 2 Tim 4,17).
Por otra parte, en el seno de la comunidad hay fuertes y débiles, como lo indica Pablo en Rom 14. Pablo adapta su enseñanza a la debilidad de sus oyentes (Rom 6,19); no pronuncia ningún juicio (Rom 14,1). El más fuerte tiene que sostener y respetar al más débil, rodeándolo de todo tipo de consideraciones (1 Cor 12,22).
Esto es lo que introduce el aspecto original de las cartas de Pablo que aparece en la Primera Carta a los Corintios. La crisis de esta Iglesia hizo que madurara en Pablo una reflexión en la que la relación dialéctica fuerza / debilidad desempeña un papel explosivo. En tres momentos, el apóstol lucha un combate análogo: a propósito de la predicación apostólica (1 Cor 1-4), de la libertad cristiana (1 Cor 6-10), de la autenticidad apostólica (1 Cor 4,6-13; 9; y 2 Cor); veamos estos tres puntos.
1. La predicación. La antítesis debilidad / fuerza se combina con la de locura / sabiduría (1 Cor 1,25.27). El Dios del Cristo crucificado es el Dios inimaginable, el más bajo, el más débil, el más loco, que clava en la cruz el ídolo instintivo que consiste en convertirlo en el más alto, en el más sabio, en el más fuerte: el hombre en su paroxismo. El Dios de Cristo es Otro, es El. De él atestigua el discurso balbuceante, el mensajero ridículo, la asamblea de los ignorantes. ívidos de poder, los corintios se ven enfrentados con el evangelio, con los apóstoles, con la basura del mundo (1 Cor 4,13). Y Pablo añade: ¡Nosotros somos débiles, vosotros fuertes! (1 Cor 4,10).
2. La libertad cristiana. La dialéctica cambia de plan. Todo está permitido para el que cree. Pero los «débiles» no se atreven a aventurarse por un espacio que no tiene puntos fijos de referencia. Lejos de rechazarlos, los fuertes deben renunciar a todo lo que pueda ser ocasión de caída para los débiles. Pablo es el primero en dar ejemplo (1 Cor 9). El evangelio es la preeminencia del amor (1 Cor 13).
3. ¿Qué es un apóstol auténtico? Comparado con otros, Pablo siente la tentación de celebrar sus cualidades. Luego prefiere hablar de su debilidad. En el despojo total (lo mismo que antes, en el desierto) se manifiesta la gracia de Dios. Cuando me siento débil, es cuando soy fuerte (2 Cor 12,10). El Mesías ha sido crucificado; ha muerto de agotamiento: ¡vive por la fuerza de Dios! Aquí es donde se encuentran los signos y los milagros: ¿Buscáis la prueba de mi fuerza ? ¡Sois vosotros!
B M. B.
AA. VV., Vocabulario de las epístolas paulinas, Verbo Divino, Navarra, 1996
Fuente: Vocabulario de las Epístolas Paulinas