Neh 7:5 hallé el libro de la g de los que habían
1Ti 1:4 ni presten atención a fábulas y g
Heb 7:3 sin padre, sin madre, sin g; que ni tiene
Heb 7:6 pero aquel cuya g no es contada de entre
Genealogía (heb. yajas [como sustantivo, «genealogía»; como verbo, «considerar genealógicamente»]; también tôledôth; gr. guenealoguía). Registro de los antepasados de una persona. El «libro de las generaciones» (Gen 5:1) y el «libro de la genealogía» (Mat 1:1) eran listas genealógicas o registros de familia. La organización tribal de la sociedad hebrea, con su fuerte énfasis en las relaciones de familia, exigía listas genealógicas exactas (Num 1:2, 18). El estatus en la comunidad y ante la ley dependían de la identidad personal como perteneciente a cierta familia y tribu. La economía hebrea era eminentemente pastoril y agrícola, y cada tribu y familia tenía su porción de tierra asignada (Jos_13-19). Los derechos 485 legales de la herencia se basaban en el parentesco, y la tierra no debía pasar de una tribu a otra ni ser transferida en forma permanente de una familia a otra, con excepción de las propiedades en las ciudades (Num 36:7, 9; Lv 25:23, 28-31; Num 27:8-11). La posición de jefe o cabeza de una tribu o familia tribal y de una casa en particular, también era cuestión de linaje. El sumo sacerdocio, el sacerdocio, el servicio levítico y la sucesión real eran hereditarios. En una ocasión, la imposibilidad de demostrar que descendían de Aarón excluyó automáticamente a ciertas personas del sacerdocio (Ezr 2:62; Neh 7:64). Que el Mesías había de ser de la casa de David (Isa 9:6, 7; 11:1; cf Rom 1:3) dio a los componentes de esa familia un incentivo adicional para preservar un registro exacto de los miembros de su familia. Una genealogía válida era esencial para la estabilidad del trono, para la pureza del sacerdocio y para el estatus en la familia y en la tribu, y cada varón hebreo tenía razones étnicas, sociales, económicas, políticas y religiosas apremiantes para conservar la exactitud y prolijidad de los registros de familia. En el estudio de las listas genealógicas de la Biblia se deben tener en cuenta ciertas costumbres y modos de expresión judíos. Por ejemplo, el término «hijo»* también puede significar «nieto» o una descendencia aun más remota (cf 1Ki 19:16 con 2Ki 9:2, 14, 20; cf Mat 1:1, 8 con 1Ch 3:11, 12). Por ello, hay listas genealógicas muy escuetas, en las que sólo se mencionan los antepasados más importantes y en las que se cubre el vacío con la palabra «hijo», como si cada persona en la lista fuera el descendiente inmediato del anterior (cf Ezr 7:1-5 con 1Ch 6:7-9; cf Mat_1, 8,11 con 1Ch 3:10-12, 15, 16). Además, por la ley del levirato («hermano del esposo») el familiar más próximo se debía casar con la viuda del muerto y proporcionarle un sucesor y heredero (Deu 25:5-10; cf Rth 2:20; 4:5, 10, 13, 14; Mat 22:23-28). De este modo, una persona podía ser el hijo real de un hombre y, sin embargo, ser conocido como hijo de otro. Obviamente, se debe tener mucho cuidado al interpretar los datos genealógicos de la Biblia. Para los cristianos, la genealogía más importante de las Escrituras es la de Jesucristo. Las 2 versiones, dadas por Mateo (1:1-16) y Lucas (3:23-38), se diferencian en ciertos aspectos importantes, y cada una tiene sus propios problemas. La evidencia interna lleva a la conclusión de que Mateo compuso su informe de la vida de Jesús básicamente para lectores judíos de nacimiento. En su evangelio, Mateo enfatiza que Jesús de Nazaret fue, en realidad, Aquel de quien Moisés y los profetas dieron testimonio, y comienza su registro en la forma típicamente judía de dar el linaje de la familia de Jesús. Como el Mesías debía ser de la simiente de Abrahán (el padre de la nación judía; Gen 22:18; Gá. 3:16) y de David (el fundador de su familia real; Isa 9:6, 7; 11:1), Mateo presenta evidencias que demuestran que Jesús era el descendiente legal de estos 2 ilustres hombres. Si faltaba esa prueba, los judíos declararían inválida su pretensión de ser el Mesías y ni siquiera considerarían otras evidencias. Por otra parte, Lucas, al escribir para gentiles, lleva la lista de antepasados hasta Adán, para demostrar que Cristo era el Salvador tanto de judíos como de gentiles. Mateo da la descendencia directa, desde Abrahán hasta Jesús, mientras que Lucas la presenta en orden inverso, desde Jesús hasta Adán. Una característica digna de notar en Mateo es la división de los antepasados de Cristo en 3 grupos de 14 generaciones cada una: desde Abrahán hasta David: desde David hasta la cautividad; desde la cautividad hasta Cristo (Mat 1:17). Su omisión de Azarías, Joás y Amasías en el v 8 (cf 1Ch 3:11, 12) y de Joacim(1Ch 3:15, 16), indica que es una lista intencionalmente abreviada como la de Ezr 7:1-5 (cf 1Ch 6:7-9), tal vez como un ayuda memoria. Además, hay sólo 41 nombres en las 3 secciones, en vez de 42, lo que hace necesario contar a David o a Jeconías 2 veces, como el último miembro de uno de los grupos de 14 y el 1 del grupo siguiente. Las principales diferencias entre la genealogía de Mateo y la de Lucas son: 1. Lucas enumera 41 descendientes de David como antepasados de Jesús; Mateo da sólo 26. 2. Excepto Salatiel, Zorobabel y José, las 2 listas son totalmente diferentes entre David y Jesús. 3. Las 2 genealogías convergen brevemente con Salatiel y Zorobabel, pero Mateo identifica a Salatiel como el hijo de Jeconías (Mat 1:12) y Lucas lo incluye como hijo de Neri (Luk 3:27). 4. Mateo identifica a José como el hijo de Jacob (11:16) y Lucas como el hijo de Elí (3:23). La ausencia completa de información acerca de casi todas las 64 personas entre David y Jesús, enumerados en las 2 listas, hacen que una conciliación clara entre las 2 listas sea prácticamente imposible. Sin embargo, se sabe lo suficiente de las antiguas costumbres y modos de pensar y de expresarse de los judíos como para ofrecer una explicación enteramente plausible de las diferencias y considerar ambas listas como esencialmente correctas. 486 Estas discrepancias aparentes se explicarían del siguiente modo. 1. Las 41 generaciones de Lucas, que abarcan más de 900 años entre la muerte de David hasta el nacimiento de Cristo (c 5 a.C,), dan un promedio de 24 años para cada generación, en comparación con las 26 generaciones de Mateo con un promedio de 37 años cada una. La omisión intencional de por lo menos 4 nombres en Mateo sugiere la posibilidad de que aun otros más se omitieran en el período relativamente oscuro entre los 2 testamentos. Un tiempo de 24 años entre el nacimiento de una persona y el de su sucesor es mucho más probable que el de 37 años. 2. Mateo lleva el linaje de Jesús a través de la línea real desde David hasta el cautiverio, y sin duda lo sigue haciendo con los herederos potenciales después del cautiverio. Lucas sigue una rama no gobernante de la familia real hasta Natán, otro hijo de David con Betsabé (Luk 3:31; cf 1Ch 3:5). Los casamientos dentro de los límites de la familia real podrían fácilmente explicar la lista de antepasados de Cristo hasta David por medio de 2 líneas familiares totalmente diferentes. 3. Salatiel pudo haber sido un hijo literal de Neri como afirma Lucas (3:27) y un hijo adoptivo de Jeconías, o el sucesor legal de Jeconías por la extinción de la familia de Jeconías (Mat 1:12). 4. La ausencia de relaciones literales de sangre entre José y Jesús, el hecho de que los judíos nunca introducían a las mujeres en los eslabones genealógicos directos, y la forma amplia en que los escritores bíblicos usan la palabra «hijo» y «padre», son tal vez las causas de la aparente discrepancia por la que Mateo incluye a Jacob como padre de José y Lucas pone a Elí. Lucas, o tal vez más probablemente Mateo, usa la expresión «hijo de» (Luk 3:23) o «engendró» (Mat 1:16) en un sentido estrictamente legal y genealógico en vez de hacerlo en un sentido estrictamente literal, ya que José, el esposo de María, no podía ser el hijo literal tanto de Elí como de Jacob. Estas aparentes discrepancias han sido explicadas sobre la base de que Lucas presenta a Jesús como el descendiente de sangre de David por medio de María (cf Rom 1:3, 4), pero sin incluir en la lista a María como un eslabón en la cadena de progenitores; Mateo da la línea legal y real de antepasados por medio de José, quien era el padre de Jesús de acuerdo con la ley judía. José pudo haber sido el hijo literal de Jacob o de Elí y el hijo adoptivo de uno de ellos, ya sea por medio de un casamiento por levirato de cualquiera de los dos.
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico
serie de los ascendientes y progenitores de cada individuo.
Las genealogías establecen el parentesco entre familias clanes, tribus y naciones, y se encuentran desde el Génesis, en los libros históricos, Crónicas, Nehemías, Esdras, hasta los Evangelios. Mediante las genealogías era posible conocer los derechos herenciales de alguien, establecer los linajes reales y sacerdotales, la pertenencia al pueblo escogido. En los Evangelios encontramos dos genealogías de Jesús: la de Mateo, que relaciona a Cristo con los principales personajes depositarios de la promesa mesiánica, Abraham y David, y con la descendencia real de éste último, Mt 1, 2-17; y la de Lucas, más universalista, que remonta la g. de Jesús hasta Adán, Lc 3, 23-38, padre de la humanidad, como se dice en las Sagradas Escrituras. Ambas genealogías terminan con José, quien es el padre legal de Jesús, no biológico, y, como en este caso, según el derecho hebreo, la paternidad legal, fuera por adopción, por la ley del levirato, etc., confería todos los derechos hereditarios, como el linaje, en este caso el davídico. De María no se menciona el linaje, posiblemente el mismo del rey David.
Diccionario Bíblico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003
Fuente: Diccionario Bíblico Digital
(heb., yachas, gr., genea-logía). Una lista de antepasados o descendientes, la descendencia de un antepasado o el estudio de las líneas de descendencia. Se compilan las genealogías para mostrar la descendencia biológica, el derecho de herencia, la sucesión a un puesto, o relaciones etnológicas o geográficas. La palabra ocurre varias veces en las Escrituras (1Ch 4:33; 1Ch 5:1, 1Ch 5:7; 1Ch 7:5, 1Ch 7:7, 1Ch 7:9, 1Ch 7:40; 1Ch 9:22; 2Ch 12:15; 2Ch 31:16-19; Ezr 2:62; Ezr 8:1; Neh 7:5, Neh 7:64; 1Ti 1:4; Tit 3:9).
La primera genealogía (Gen 4:1-2, Gen 4:17-22), con su énfasis en los oficios, muestra el surgimiento de nuevas características en la cultura. Algunas genealogías abarcan largos períodos de la historia bíblica (Gen 5:1-32; Gen 11:10-22; 1 Crónicas 1—9; Mat 1:1-17; Luk 3:23-38). La genealogía en Lucas 3 incluye los antepasados de Jesús hasta Adán.
Ezr 2:1-63; Ezr 8:1-20 y Neh 7:7-63 nombran por familia a los que volvieron con Zorobabel del cautiverio babilónico. El NT muestra mucho menos interés en las genealogías que el AT. En el AT Dios estaba reuniendo a un pueblo escogido dedicado a preservar su revelación hasta que mandara a su Hijo, quien llamaría un nuevo pueblo, unido no por descendencia genealógica sino por un nacimiento nuevo y espiritual.
Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano
Serie de progenitores o ascendientes de cada individuo.
La Biblia le da mucha importancia a las genealogías, y da muchas: (Gen. 5,10,11,35,36,46, 1 Cr. l-9, Esd.2, 8, Neh.7.
Cada «generación» duraba 40 años: (Sal 95:10). Así, hay 10 generaciones desde Adán a Noé, y 10 desde Sem a Abraham: (Gen.S,Sal 11:10); y 14 desde Abraham a David: (Mat 1:17).
A veces se omitía el nombre del padre, y se daba el del abuelo o bisabuelo, porque eran famosos.
Había dos clases de generaciones
1- La natura: De padre a hijo.
2- La legal, de herencia: Porque cuando uno moría sin dejar hijos, el hermano o pariente soltero más cercano, debía tomar por mujer a la viuda, y procurarle hijos, los cuales se consideraban como hijos del difunto, para cuestiones de herencia y de ley, y de genealogías. Ese fue el caso de Rut, que fue la abuela de David: (Rut 4:2-10).
Genealogía de Jesucristo: La dan Mat 1:2-17, con 41 nombres; y Luc 3:23-38, con 77 nombres.
La de Mateo es «descendente», desde Abraham a Jesús, con 14 generaciones de Abraham a David, 14 desde David a la Cautividad de Babilonia: (Jeconías, que se da 2 veces), y 14 desde Jeconías a Jesús: (¡el múltiplo de 7 era muy importante para el pueblo judío!, símbolo de la perfección: (Ver «Siete»). Nombra 5 mujeres: (Lucas a ninguna), tres de ellas extranjeras, y tres mujeres malas: (Tamur, Rahab, las prostitutas, y Betsabé, la mujer de Urias que le quitó David), y Rut y María.
La de Lucas es «ascendente», desde Jesús hasta Adán, para mostrar que la «salvación» es universal.
Tienen en común que las dos demuestran que Jesús era descendiente de Abraham, Judá y David, como había sido profetizado: (Gen 15:18, Gen 49:812, 2 S.7-8).
Desde Abraham a David las dos son iguales. Desde David a Jesús son distintos nombres, porque Mateo da la genealogía a partir del padre de José, y Lucas a partir del suegro de José, de Helí: (o Eli), el padre de María. Así es que muestra que Jesús era descendiente de David y Abraham por parte de padre y de madre. Algunos piensan que la descendencia de Lucas seria la «legal» de José, y no la «natural»: (Ver anteriormente «Genealogía»).
Diccionario Bíblico Cristiano
Dr. J. Dominguez
http://biblia.com/diccionario/
Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano
Entre los hebreos, al igual que en otras naciones del Oriente Medio, se consideraba que los pueblos se desarrollaban como familias que iban creciendo, partiendo del padre, bajando luego a los hijos, los nietos, etcétera. Así, aparecen en la Biblia varias listas de nombres que informan del origen de naciones, tribus, familias e individuos. En Gen 5:1; Gen 6:9; Gen 10:1, y pasajes similares figuran los individuos y familias que dieron lugar al nacimiento de naciones enteras. Otras listas pertenecen a clanes o familias organizadas en tribus, como pueden verse en el libro de Números. También se presentan listas que detallan el origen de ciertas familias importantes, ya sea por razones religiosas, políticas o simplemente históricas. Así, aparecen las g. de la casa de David (1Cr 2:10-15; 1Cr 3:1-24), de la familia de Leví (1Cr 6:1-30), de la casa de Saúl (1Cr 8:1-33) etcétera.
Cuando se presentó el retorno del exilio babilónico, el asunto de los registros genealógicos tomó mayor importancia. Sobre todo había que definir quiénes pertenecían a la clase sacerdotal, a las familias de los levitas, etcétera. Algunas personas no pudieron probar su g. y fueron puestas aparte †œhasta que hubiese sacerdote para consultar con Urim y Tumim† (Esd 2:59-63; Neh 7:61-65). En 1Ti 1:4 y Tit 3:9 el apóstol Pablo menciona unas †œfábulas y g. sin término†. Lo más probable es que sea una referencia a enseñanzas gnósticas de la época que describen la creación como hecha a través de una gran cantidad de seres espirituales, llamados †œeones† ( †¢Gnosticismo). Los gnósticos creían, por ejemplo, que cada parte del cuerpo humano había sido creada por un †œeón† y decían los nombres de cada uno de ellos. Así, en uno de los documentos de †¢Nag Hammadi, se lee: †œEterafaope-abrón creó su cabeza, Menigestroez creó el cerebro; Asterecme el ojo derecho; Taspomoca el ojo izquierdo, y así sucesivamente†.
Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano
vet, Lista de antecesores de una persona o de una familia. La organización de Israel como nación hacía necesario guardarlas minuciosamente. El derecho a la sucesión al trono, al sumo sacerdocio, a la dirección de una tribu, de un clan, de una casa patriarcal, la misma pertenencia al pueblo escogido, dependían de las genealogías. Así, se hallan documentos genealógicos precisos desde el mismo origen de la nación judía (Gn. 35:22-26; cp. Gn. 35:36; 46:8-27; Ex. 6:14- 25; Nm. 1:2, 18; 1 Cr. 5:7, 17). En la época de Esdras, debido a la pérdida de algunos registros, hubo muchos que no pudieron demostrar su línea sacerdotal, y fueron por ello excluidos del sacerdocio (Esd. 2:61, 62; Neh. 7:63, 64). Las «genealogías interminables» contra las que advertía Pablo a Timoteo y a Tito parecen haber sido las genealogías gnósticas de eones y de otros seres imaginarios (1 Ti. 1:4; Tit. 3:9).
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado
[010]
Sucesión de figuras que configuran el mapa de una raza, especie o familia. El estudio de las genealogías es propio de todas las ciencias por diversos motivos: geográficas, biológicas, sobre todo históricas. Ha sido ciencia y arte muy cultivados por la curiosidad natural de conocer los ascendientes propios y ajenos.
En algunos grupos étnicos, como en los judíos y otros orientales, el conocer y conservar referencia de los propios ascendientes tuvo una importancia decisiva para la propia identificación.
En esa preferencia se enmarca el interés de los israelitas por los libros de familia, por las listas de ascendientes y descendientes que aparecen en la Escritura Sagrada y la conservación en la memoria de cada individuo del árbol genealógico personal.
Entre las diversas Genealogías que aparecen en la Sda. Escritura, la de Abrahán, la de Jacob, la de Moisés, la de Esaú (Edom), las de reyes como los asmoneos o de los herodianos, ninguna tan interesante como la del mismo Jesús.
Interesante es descubrir, explicar y comentar la doble referencia que aparecen en los sinópticos: la de Lucas (2. 23-38) con sus 56 nombres (8 grupos de 7 nombres, sin incluir a Jesús) presentada en orden ascendente; y la de Mateo (Mat. 2. 1-16) con sus 42 nombres en orden descendente (7 grupos por 6 incluyendo a Jesús).
En lo referente a la educación religiosa, interesan las genealogías bíblicas que hacen posible la mejor comprensión de la Historia de la salvación. Pero es evidente que ellas representan un simple elemento histórico y no un fundamento de la fe en sí misma.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
Los historiadores judíos y el judaísmo oficial apreciaban grandemente las genealogías. Los Libros Sagrados abundan en presentación de genealogías (cf. Libro de las Crónicas). Aparte de ofrecer un gran interés histórico, es bueno conocer la propia estirpe, los antepasados, el origen de la propia sangre; se solían elaborar de una manera ascendente y descendente; con frecuencia se introducen en su elaboración artificios literarios: se saltan eslabones, se esquematizan, se abrevian y se amplían. El verbo «engendrar» se puede referir a una descendencia directa o indirecta. En los evangelios tenemos dos genealogías distintas de Jesús (Mt 1,2-6 y Lc 3,23-38). La de Mateo es ascendente, parte de Jesús para llegar a Abrahán; la de Lucas es descendente y arranca desde el primer hombre para terminar en Jesús. Las dos presentan grandes lagunas y nombres diferentes. Al tratar de armonizarlas, hoy ya nadie dice, como antes se decía, que Mateo ofrece la genealogía de José, y Lucas la de María. Lo que se dice es que Mateo, clausurado en el coto cerrado de Israel, quiere probar la descendencia davídica de Jesús, y por eso, empezando por Jesús, termina en Abrahán. Lucas, más universalista, proclamador de la salvación de Jesucristo para el mundo entero, empieza por Dios, que creó a Adán, y termina en Jesús. Mateo enlaza la genealogía con el padre natural de José (Jacob), y Lucas con el padre legal (Helí).
E. M. N.
FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001
Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret
(-> padres, antepasados, familia). Los cristianos se hacen por el bautismo; los judíos lo son por nacimiento. Por eso, para los judíos resultan esenciales los padres*, patriarcas, elegidos por Dios, de quienes se sienten herederos (Gn 12,1-3). Dentro del contexto judío, pero en el paso al nuevo mesianismo de los cristianos, se entienden las dos genealogías de Jesús: la de Mateo y la de Lucas.
(1) Judaismo, un pueblo con genealogía. Ciertamente, los judíos se saben hijos de Adán (el ser humano) y se sienten vinculados en su origen con todos los restantes pueblos de la tierra (como supone Gn 1-11). Pero ellos tienen además unos padres especiales que definen su genealogía, desde el comienzo de su historia. Así dicen que el Dios universal de la tierra les ha llamado de un modo especial, porque él es Dios de Abrahán, Isaac y Jacob (cf. Gn 28,13; 31,42; Ex 3,6.15; Mc 12,26) y de sus doce hijos, progenitores de las doce tribus (Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín). En ese sentido, podemos decir que la Biblia es un «libro de genealogías» (un sefer toledot; cf. Gn 5,1; 6,9; 10,1.10; 11,27; 25,19; Nm 3,1). Las listas genealógicas constituyen un elemento central en la constitución del nuevo judaismo, tras el exilio, especialmente en la tradición de los libros de las Crónicas (cf. también Rut 4,18; Esd 8,1-14; 10,18-44; Neh 4,72; 12,1-27). Una figura genealógica especial para el judaismo es Abrahán*. Ciertamente, los judíos han vivido cerca de otros pueblos que también se dicen hijos de Abrahán e Isaac (ismaelitas, amalecitas, árabes). Pero sólo los Doce hijos de Jacob (= Israel), descendientes de Abrahán, han sido elegidos para dar un testimonio más intenso de Dios y así, de un modo especial, deben mantener su identidad y diferencia entre los pueblos de la tierra. La primera institución de Israel es, por tanto, la genealogía. Los judíos se sienten y saben elegidos por el mismo hecho de su nacimiento dentro del pueblo. Tomada como puro privilegio, esa identidad por nacimiento sería signo de orgullo y haría a los judíos una simple raza de este mundo, en línea de exclusivismo nacional. Pero ella puede entenderse y extenderse como institución de gratuidad, don y tarea creadora: Dios mismo distingue y separa a los judíos de las otras naciones, para hacerles pueblo santo, portadores de su Ley sobre la tierra (cf. Gn 12,1-3). En ese sentido, la Biblia actúa también como libro de genealogía, donde se cuentan y fijan los antepasados de las familias de todos los pueblos del mundo (Gn 5; 10; 11,10.32) y de un modo especial las familias de los israelitas, y, dentro de ellos, de los que pertenecen a estirpes sacerdotales (cf. Nm 1-4). Conforme a la visión de los libros de Esdras-Nehemías, el judaismo estricto está vinculado a las genealogías de los israelitas (judíos y levitas) puros que vuelven de Babilo nia (cf. Esd 8,1; Neh 7,6-71). Jesús de Nazaret fue crítico respecto a las tradiciones de los antepasados, vinculadas a las pretensiones genealógicas de las familias* puras (cf. Mc 7,1-13 par); desde esa base se entienden sus genealogías, tal como han sido transmitidas por los evangelios: Mt 1,1-17 incluye en ella varias mujeres irregulares; Lc 3,23-38 le vincula con el conjunto de la humanidad. Confirma esa crítica de Jesús, el cristianismo ha superado una visión genealógica de la religión, que se sigue conservando, al menos en principio, dentro del judaismo rabínico moderno. En ese sentido, podemos afirmar que el judaismo sigue siendo una religión de los antepasados (padres, patriarcas), que son fuente y signo de experiencia religiosa; de esa forma puede vincularse con experiencias religiosas de otros pueblos, especialmente de Africa y China, donde el reconocimiento de los antepasados constituye un momento de la vinculación sagrada del hombre.
(2) Genealogía de Jesús según Mateo. Introducción. (María*, madre de Jesús, Tamar*, Rajab*, Rut*, Urías*). Conforme a la tradición israelita, la identidad personal de un hombre o mujer no se define en clave de esencia (desde la pertenencia a la especie humana) o en línea existencial (por su conciencia particular como individuo), sino en perspectiva genealógica: Jesús es judío porque nace de una línea familiar judía. «Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán. Abrahán engendró a Isaac; Isaac engendró a Jacob; Jacob a Judá y a sus hermanos; Judá de Tamar a Fares y a Zéraj; Fares a Hesrón; Hesrón a Aram; Aram a Aminadab; Aminadab a Naasón; Naasón a Salmón; Salmón de Rajab a Boaz; Boaz de Rut a Obed; Obed a Jesé; Jesé al rey David. David a Salomón, de la mujer de Urías; Salomón engendró a Roboam; Roboam engendró a Abías; Abías engendró a Asa; Asa engendró a Josafat; Josafat engendró a Joram; Joram engendró a Ozías; Ozías engendró a Jotam; Jotam engendró a Acaz; Acaz engendró a Ezequías; Ezequías engendró a Manasés; Manasés engendró a Amón; Amón engendró a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos en el tiempo de la deportación a Babilonia. Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel; Salatiel engendró a Zorobabel; Zorobabel engendró a Abiud; Abiud engendró a Eliaquim; Eliaquim a Azor; Azor a Sadoc; Sadoc a Aquim; Aquim a Eliud; Eliud a Eleazar; Eleazar a Matán; Matan a Jacob. Jacob a José, esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo. De manera que todas las generaciones desde Abrahán hasta David son catorce generaciones, y desde David hasta la deportación a Babilonia son catorce generaciones, y desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo son catorce generaciones» (Mt 1,1-17). Mateo ha recogido (y elaborado) esta tabla de los antepasados israelitas de Jesús, organizándola sistemáticamente en tres conjuntos dobles de catorce generaciones cada uno. Según la visión septenaria de la cronología judía, esto significa que se han cumplido ya seis septenarios o semanas de la humanidad. Con Jesús empieza la séptima y última semana, el final o cumplimiento de la historia. De esa forma, Mateo comienza asumiendo la tradición israelita, empeñada en mantener la pureza de sangre como principio de genealogía nacional. Esa pureza define al pueblo de elegidos, herederos de Abrahán, frente a las restantes naciones de la tierra. Jesús se ha encarnado según eso en la tradición del pueblo limpio, como buen judío entre buenos judíos. Pero el conjunto del evangelio de Mateo destacará la crisis de esa visión de la identidad nacional: Jesús rechazará el principio judío de separación de los limpios (fundada en la sangre familiar pura, en los buenos ritos de comida…), ofreciendo el reino de Dios a los impuros y expulsados. Pues bien, la genealogía de Jesús ha querido situarnos en el lugar paradójico donde, por un lado, la Iglesia admite el buen origen de Jesús (nacido de limpia familia judía), pero, por otro, supera ese principio y norma de limpio origen, pues Jesús proviene también de cuatro mujeres que rompen la regla de pureza: Tamar, Rajab, Rut y la mujer de Urías. Así ha nacido por un lado de buena familia (en perspectiva israelita), naciendo, por otro, de una familia muy irregular, con elementos impuros. De esa forma ha podido superar toda norma de limpia familia, de tal manera que el mandato misionero de Mt 28,16-20 no distingue ya entre nacidos de buena y mala familia, ni encuentra ya separación entre los diver sos pueblos de la tierra. Desde esta base, el Evangelio puede interpretarse como proceso de universalización mesiánica (o supramesiánica) de la identidad judía.
(3) Genealogía de Jesús según Mateo. Rasgos distintivos. Sobre la base de lo anterior se entienden los dos rasgos cristológicos más significativos de la genealogía. (a) Por un lado, Jesús nace del mejor judaismo, de manera que puede llamarse Hijo de Abrahán (Mt 1,1-2: heredero de las promesas patriarcales) e Hijo de David (1,1.6: portador de la esperanza rnesiánica). Además, su nacimiento se encuentra vinculado al retorno de los exiliados de Babilonia (1,12), es decir, a la esperanza de restauración nacional del pueblo, que también ha destacado el mejor fariseísmo de su tiempo (el gran Hillel es también un retomado de Babilonia). Jesús asume de esta forma la perspectiva israelita más oficial de los varones, que aparecen como portadores de la acción positiva de Dios, en una línea genealógica bien codificada por la Ley. A partir de ahí, podemos llamarle Mesías de Israel, con todos los honores que ese nombre implica. Pero, al mismo tiempo, como estamos viendo, su misma genealogía y mensaje (que culmina en la cmz) nos hace superar ese nivel: Jesús no se limita a ampliar el mesianismo judío a todas las naciones, sino que supera ese nivel de mesianismo. (b) Jesús nace de cuatro mujeres que, en perspectiva judía, podemos llamar irregulares: Tamar, Rahab, Rut y la esposa de Urías (1,3-6). Este dato nos obliga a superar el principio de pureza nacional israelita, pues a través de esas mujeres Jesús se ha insertado en el ancho espacio de la historia universal de exclusión y sufrimiento humano, pues ellas han padecido como familiarmente rechazadas (Tamar), no integradas en el grupo dominante (Rahab), exiliadas (Rut) o adúlteras (mujer de Urías). Con su capacidad creadora o su opción en favor de la vida, más allá de sus diferencias nacionales, familiares o sociales, superando el nivel patriarcalista del buen Israel, estas mujeres muy poco legales han podido presentarse como verdadero espacio de surgimiento mesiánico universal. Por medio de ellas, Jesús empieza a presentarse desde ahora como Mesías de todas las naciones (de la plenitud y reconciliación humana). La historia de estas mujeres irregu lares nos sitúa en el centro de la humanidad, en el ancho lugar de las situaciones irregulares de los diversos pueblos de la tierra, a los que un judaismo nacional tendía a tomar como impuros o menos capacitados para recibir la elección de Dios. Por medio de ellas, Mt nos dice que el Espíritu de Dios actúa abriendo caminos que, en perspectiva israelita, pueden llamarse irregulares; los pueblos de la tierra aparecen así inscritos en el mesianismo de Jesús. Contra posibles purismos posteriores de una iglesia o teología empeñada en mantener la nueva identidad y pureza cristiana, estas mujeres expresan la apertura universal del Evangelio de Jesús, la más alta pureza de la humanidad.
(4) Genealogía de Jesús según Lucas. Introducción. Mateo había comenzado el evangelio de la infancia con la genealogía de Jesús. Lucas, en cambio, comienza con las anunciaciones y nacimientos de Juan Bautista y de Jesús (Lc 1-2); presenta luego el mensaje de Juan y el bautismo de Jesús (Lc 3,1-22), a quien el mismo Dios reconoce y da su nombre: «Tú eres mi Hijo querido» (Lc 3,22). Sólo entonces, una vez que conocemos ya a Jesús y sabemos que es Hijo de Dios, presenta Lucas su genealogía: «Este Jesús tenía al comenzar unos treinta años y era (según se creía) hijo de José, de Eli, de Matat, de Leví, de Melqui, de Jana, de José, de Matatías, de Amos, de Nahúm, de Esli, de Nagai, de Maat, de Matatías, de Semei, de José, de Judá, de Joanán, de Resa, de Zorobabel, de Salatiel, de Neri, de Melqui, de Adi, de Cosam, de Elmodam, de Er, de Josué, de Eliezer, de Jorim, de Matat, de Leví, de Simeón, de Judá, de José, de Jonán, de Eliaquim, de Melea, de Mainán, de Matata, de Natán, de David, de Isaí, de Obed, de Boaz, de Salá, de Naasón, de Aminadab, de Admín, de Amí, de Hesrón, de Fares, de Judá, de Jacob, de Isaac, de Abrahán, de Taré, de Nacor, de Serug, de Ragau, de Peleg, de Heber, de Sélaj, de Cainán, de Arfaxad, de Sem, de Noé, de Lamec, de Matusalén, de Henoc, de Yared, de Mahalaleel, de Cainán, de Enós, de Set, de Adán, de Dios» (Lc 3,23-37). Teniendo en cuenta la genealogía anterior de Mt 1,1-17, podemos destacar las particularidades de Lucas, para entender así mejor lo que uno y otro han querido decirnos al recoger en sus evangelios estas listas de los antepasados de Jesús.
(5) Particularidades de la genealogía de Lucas. De manera resumida, sus novedades son éstas. (1) Lucas, que sigue un orden ascendente, empieza con Adán (con Dios), poniendo así de relieve la identidad humana de Jesús, por encima de los cauces mesiánicos e israelitas de Mateo, que empezaba en Abrahán. (2) Lucas no cita a mujeres, ni siquiera a María, la madre de Jesús, sino que se limita a trazar una austerísima lista de hombres, donde parece que no existe ningún tipo de relieve ni diferencia que nos permita establecer comparaciones. (3) Lucas no sigue la lista de los reyes de Judá, que ofrecía Mateo, indicando de esa forma que Jesús es descendiente de David (y que asume sus promesas mesiánicas), pero no en la línea de los reyes (no es hijo de Salomón, ni de ninguno de sus descendientes). (4) Todo intento de compaginar las listas de Mateo y Lucas carece de sentido. Ni uno ni otro han querido ofrecer una genealogía crítica en línea biológica, sino trazar el sentido del origen mesiánico de Jesús. (5) La genealogía de Lucas tiene que provenir de círculos en los que se rechaza el mesianismo político e incluso la historia de los reyes de Judá, quizá en la línea de Esteban*, que había condenado la misma construcción del templo de Jerusalén por Salomón. (6) Todo nos permite suponer que los autores de esta genealogía han dado una importancia especial a los patriarcas prediluvianos, como se hacía en muchos círculos apocalípticos y sacerdotales de este tiempo, que especulaban especialmente con las figuras de Yared, Henoc, Matusalén, Lamec y Noé.
(6) Los períodos de la genealogía de Lucas. Parece que esta genealogía, que consta de once períodos, cada uno de ellos con siete generaciones, ha sido cuidadosamente construida para situar a Jesús en un contexto de mesianismo davídico y apocalíptico, pero no regio, que era muy importante para algunos grupos de judíos de aquel tiempo, entre los que podían encontrarse los parientes de Jesús, que serían los autores de esta genealogía, por la que querían mostrar que Jesús se hallaba en la línea divisoria de los tiempos, en el principio de la era final, inaugurando el décimo segundo período de la historia, es decir, la culminación del tiempo. Entre los que inauguraban cada uno de los períodos anteriores están el mismo Dios, con Henoc, Abrahán y David, lo cual no puede ser una casualidad, sino una indicación del sentido oculto de la historia de las genealogías. Pues bien, esa genealogía davídica, abrahámica y henóquica, que situaba a Jesús en el culmen de las generaciones de este mundo, venía a culminar y a expresarse humanamente por medio de José, de quien aparecía como hijo; pues bien, todo el evangelio de la infancia, centrado en el diálogo de María con Dios, muestra que ella, la genealogía humana, resulta insuficiente. En un cierto nivel, Jesús ha podido nacer de esa manera. Pero en un nivel más alto es hijo de Dios, como supone el final de la genealogía (cf. Lc 3,37) y como el mismo Dios lo había proclamado en el bautismo (Lc 3,22). Esto es algo que los lectores de Lucas ya sabían por la narración anterior (Lc 1-2). Eso significa que el nacimiento de Jesús desborda el nivel genealógico, introduciendo la novedad universal de Dios y su presencia inmediata en el mismo entramado de la historia israelita, como afirmaba de manera convergente Mt 1,1-17. Siendo distintas y encontrándose al servicio de objetivos diferentes, las dos genealogías tienen algo en común: asumen la historia mesiánica de Israel, centrándola en José, para superarla. Siendo israelita, María desborda la historia mesiánica de su pueblo, de manera que así puede presentarse como signo privilegiado de la acción de Dios para salvación de la humanidad.
Cf. R. BAUCKHAM, Jnde and the Relatives of Jesús en the Early Church, Clark, Edimburgo 1990); R. E. BROWN, El nacimiento del Mesías, Cristiandad, Madrid 1982; U. Luz, Mateo I, Sígueme, Salamanca 1993, 121135; S. MUí‘OZ IGLESIAS, Los Evangelios de la Infancia I-IV, BAC, Madrid 1987.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra
Serie de progenitores y ascendientes de una persona, así como el escrito que la contiene. Jehová Dios es el gran Genealogista, el que guarda los registros de la creación, así como de los orígenes, el nacimiento y la descendencia de sus criaturas. Es †œel Padre, a quien toda familia en el cielo y en la tierra debe su nombre†. (Ef 3:14, 15.) A él se le debe el que su Palabra, la Biblia, contenga un registro exacto de las genealogías que desempeñan un papel importante en su propósito.
El hombre tiene un deseo innato de conocer su ascendencia y perpetuar el nombre familiar. Fue común en muchas de las naciones antiguas guardar un minucioso registro genealógico, en particular del linaje real y del sacerdotal. Tanto los árabes como los egipcios tuvieron por costumbre llevar registro de sus genealogías. También se han encontrado tablillas con escritura cuneiforme en las que figuran las genealogías de los reyes de Babilonia y de Asiria. Más recientes son las listas genealógicas de los griegos, los celtas, los sajones y los romanos.
El verbo hebreo que se emplea para la acción de inscribir los nombres de descendientes legítimos es ya·jás, se traduce †˜registrar genealógicamente†™ (1Cr 5:17), mientras que la forma sustantiva es yá·jas, †œregistro genealógico†. (Ne 7:5.) En 1 Timoteo 1:4 y en Tito 3:9 se usa el término griego gue·ne·a·lo·guí·a con referencia a listas de ascendencia personales.
El apóstol Mateo inicia su evangelio con la siguiente introducción: †œEl libro de la historia [gue·né·se·os, una forma de gué·ne·sis] de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán†. (Mt 1:1.) La palabra griega gué·ne·sis tiene el sentido literal de †œlínea de descendencia; origen†. Con este término traduce la Septuaginta la palabra toh·le·dhóhth, vocablo hebreo que tiene el mismo significado primario que la voz griega, y que en el libro de Génesis se traduce †œhistoria† en las varias ocasiones en que aparece. (Compárese con Gé 2:4, nota.)
Después de presentar la genealogía de Cristo, Mateo ofrece en su evangelio una narración del nacimiento humano de Jesús, su ministerio, muerte y resurrección. Este tipo de exposición no era infrecuente en aquella época, pues las narraciones históricas griegas más antiguas se ajustaban a un contexto genealógico, y la narración se desarrollaba en torno a las personas referidas en la genealogía presentada en la obra. Por consiguiente, la genealogía era una parte fundamental de la narración y en muchos casos constituía la introducción a la misma. (Véase 1Cr 1-9.)
En el juicio celebrado en Edén, Dios dio la promesa de que una descendencia nacería de la †œmujer† y aplastaría la cabeza de la serpiente. (Gé 3:15.) Es posible que esta promesa haya hecho pensar a algunos que la descendencia prometida tendría ascendencia humana, pero solo se especificó que la descendencia vendría por un linaje humano cuando se le dijo a Abrahán que por medio de su descendencia se bendecirían todas las naciones de la Tierra. (Gé 22:17, 18.) Este anuncio le confirió a la genealogía de Abrahán una importancia primordial. La Biblia es el único libro que además de registrar la genealogía abrahámica, presenta la de todas las naciones, cuya ascendencia puede trazarse hasta los hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. (Gé 10:32.)
A este respecto, E. J. Hamlin comentó en The Interpreter†™s Dictionary of the Bible que la tabla del origen de las naciones que aparece en Génesis es una pieza †œúnica en la literatura antigua. […] No se puede encontrar un interés similar por la historia en ninguna otra literatura sagrada del mundo† (edición de G. A. Buttrick, 1962, vol. 3, pág. 515).
Propósito de los registros genealógicos. Aparte del hecho de que la genealogía tenga importancia para el hombre por su inclinación natural a guardar un registro familiar para la posteridad, este registro es más importante aún desde un punto de vista cronológico, en especial para trazar la historia más remota de la humanidad. Pero su importancia cobra un significado mayor cuando se tiene presente que un registro genealógico minucioso es esencial para entender las promesas de Dios, sus profecías y su relación con el hombre.
Después del Diluvio, Noé indicó mediante su bendición que los descendientes de Sem obtendrían el favor divino. (Gé 9:26, 27.) Más tarde, Dios le reveló a Abrahán que lo que sería llamado su †œdescendencia† sería por medio de Isaac. (Gé 17:19; Ro 9:7.) Por lo tanto, llegó a ser obvio que para identificar a la descendencia prometida, se requeriría un registro genealógico muy cuidadoso. Así pues, con el transcurso del tiempo se hizo un registro concienzudo de la línea de Judá, la tribu a la que se prometió la gobernación (Gé 49:10), y en particular de la familia de David, por ser esta la línea real. (2Sa 7:12-16.) Este registro contendría la genealogía del Mesías, la Descendencia, la línea más importante de todas. (Jn 7:42.)
Aparte de este registro, otro que se guardó con especial cuidado fue el de la tribu de Leví, particularmente el de la familia sacerdotal de Aarón. (Ex 28:1-3; Nú 3:5-10.)
Por otra parte, bajo la Ley se necesitaban los registros genealógicos a fin de determinar los parentescos tribales para la división de la tierra, y también el parentesco familiar para las herencias de tierra personales. Por medio de estos registros se podía identificar al go·´él, el pariente más cercano y cualificado para efectuar el matrimonio de cuñado (Dt 25:5, 6), recomprar a su pariente (Le 25:47-49) y actuar como vengador de la sangre contra un homicida (Nú 35:19). Además, el pacto de la Ley prohibía el matrimonio dentro de ciertos grados de consanguinidad o afinidad, así que para no violar ese mandato, se necesitaba conocer la genealogía de la familia. (Le 18:6-18.)
Los israelitas se aferraban estrictamente a estas genealogías, como se puede ver por lo que sucedió después del regreso de Babilonia, cuando algunos que creían que eran de la descendencia sacerdotal no pudieron hallar su registro. Nehemías les dijo que no comieran de las cosas santísimas provistas para el sacerdocio hasta que pudiesen establecer públicamente su genealogía. (Ne 7:63-65.) En el registro que Nehemías hizo del pueblo estaban incluidos los netineos, pues, aunque no eran israelitas, formaban un grupo dedicado oficialmente al servicio del templo. (Ne 7:46-56.)
En la mayoría de los casos, las listas genealógicas no tratan de suministrar todos los datos cronológicos. Sin embargo, sirven de ayuda para los estudios cronológicos, pues corroboran ciertos puntos o completan detalles importantes de la cronología. Las listas genealógicas tampoco suelen proporcionar el índice de aumento de la población, puesto que en muchos casos se omiten ciertos eslabones intermedios si no son necesarios para la genealogía en cuestión. Y puesto que las genealogías no suelen incluir los nombres de las mujeres, no se mencionan los nombres de las esposas y concubinas que un hombre pudiera haber tenido; de la misma manera, puede que tampoco se mencionen por nombre todos los hijos de estas esposas, y hasta en ciertos casos quizás se omitan algunos de los hijos de la esposa principal.
De Adán hasta el Diluvio. Hay en la Biblia indicios claros de la existencia de listas de parentescos familiares que se remontan hasta el origen del hombre. Cuando nació Set, el hijo de Adán, Eva dijo: †œDios ha nombrado otra descendencia en lugar de Abel, porque Caín lo mató†. (Gé 4:25.) Algunos descendientes de Set sobrevivieron al Diluvio. (Gé 5:3-29, 32; 8:18; 1Pe 3:19, 20.)
Desde el Diluvio hasta Abrahán. Noé bendijo a su hijo Sem, por medio de quien vendría Abrán (Abrahán), el †œamigo de Jehová†. (Snt 2:23.) Esta línea genealógica y la antediluviana, mencionada en el párrafo anterior, son suficientes para trazar el registro cronológico de la historia del hombre hasta Abrahán. En la lista antediluviana la línea se traza desde Set, y en la postdiluviana, desde Sem; en ambas se dan consecuentemente los años que transcurren entre el nacimiento de un hombre y el de su hijo. (Gé 11:10-24, 32; 12:4.) No existe otro registro genealógico tan completo de este período histórico, por lo que estas listas cumplen con un doble propósito: genealógico y cronológico. Hay algunos acontecimientos más cuya ubicación en el tiempo se determina por la información genealógica. (Véase CRONOLOGíA [Desde 2370 a. E.C. hasta el pacto abrahámico].)
Desde Abrahán hasta Cristo. Gracias a la intervención milagrosa de Dios, Abrahán y Sara tuvieron a Isaac, a través de quien vendría la †œdescendencia† prometida. (Gé 21:1-7; Heb 11:11, 12.) De un hijo de Isaac, Jacob (Israel), se originaron las doce tribus que constituyeron el pueblo judío. (Gé 35:22-26; Nú 1:20-50.) Judá sería la tribu de la realeza, un linaje real que luego se circunscribiría a la familia de David. Los descendientes de Leví constituyeron la tribu sacerdotal, aunque el sacerdocio se concretó al linaje aarónico. Para que el rey Jesucristo pudiese acreditar su derecho al trono, tenía que entroncar su ascendencia con el linaje davídico y dentro de la línea de Judá. Sin embargo, como su condición sacerdotal le correspondía por juramento de Dios, a la manera de Melquisedec, Jesús no necesitaba del linaje levítico. (Sl 110:1, 4; Heb 7:11-14.)
Otras listas genealógicas importantes. Además de la línea de descendencia de Adán a Jesucristo y de las extensas genealogías de los doce hijos de Jacob, también hay registros genealógicos de los orígenes de los pueblos emparentados con Israel. Entre estos están los hermanos de Abrahán (Gé 11:27-29; 22:20-24); los hijos de Ismael (Gé 25:13-18); los descendientes de Moab y Ammón, cuyo padre fue Lot, el sobrino de Abrahán (Gé 19:33-38); los hijos que Queturá le dio a luz a Abrahán y de quienes procedieron Madián y otras tribus (Gé 25:1-4), y la descendencia de Esaú (Edom) (Gé 36:1-19, 40-43).
Estas naciones son importantes debido a su parentesco con Israel, el pueblo escogido de Dios. Tanto Isaac como Jacob consiguieron esposas de la familia del hermano de Abrahán. (Gé 22:20-23; 24:4, 67; 28:1-4; 29:21-28.) Dios asignó territorios que lindaban con Israel a las naciones de Moab, Ammón y Edom, y a Israel se le dijo que no invadiese la herencia de territorio de estos pueblos ni los estorbase. (Dt 2:4, 5, 9, 19.)
Archivos oficiales. Parece ser que en Israel se guardaban registros nacionales de genealogías, además de los registros que mantenían las mismas familias. En el capítulo 46 de Génesis hallamos la relación de los miembros de la casa de Jacob hasta la muerte de este después de su entrada en Egipto. En Exodo 6:14-25 aparece una genealogía, principalmente de los descendientes de Leví, que debió copiarse de un registro anterior. El primer censo de la nación se efectuó en el desierto de Sinaí en 1512 a. E.C., al segundo año de su salida de Egipto, cuando se realizó †œel reconocimiento de su descendencia respecto a sus familias en la casa de sus padres†. (Nú 1:1, 18; véase también Nú 3.) El único otro censo nacional de Israel que Dios autorizó antes del exilio, y del que hay registro, es el que se efectuó unos treinta y nueve años más tarde en las llanuras de Moab. (Nú 26.)
Además de las genealogías registradas en los escritos de Moisés, están las listas hechas por otros cronistas oficiales, como por ejemplo: Samuel, que escribió Jueces, Rut y parte de Primero de Samuel; Esdras, que escribió Primero y Segundo de las Crónicas y el libro de Esdras, y Nehemías, el escritor del libro que lleva su nombre. En esos mismos escritos hay prueba de que otros mantuvieron registros genealógicos: Idó (2Cr 12:15) y Zorobabel; este último debió encargarse de que se hiciesen registros genealógicos entre los israelitas repatriados. (Esd 2.) Durante el reinado del justo rey Jotán, se hizo un registro genealógico de las tribus de Israel que vivían en la tierra de Galaad. (1Cr 5:1-17.)
Estas genealogías se conservaron con cuidado hasta el principio de la era común. Esto lo prueba el hecho de que cada familia de Israel pudo ir a censarse a la ciudad de la casa de su padre, en conformidad con el decreto de César Augusto promulgado poco antes del nacimiento de Jesús. (Lu 2:1-5.) Se sabe que Zacarías, el padre de Juan el Bautista, era de la división sacerdotal de Abías, y su esposa, Elisabet, de las hijas de Aarón. (Lu 1:5.) Se informa que Ana, la profetisa, era †œde la tribu de Aser†. (Lu 2:36.) Y, por supuesto, las extensas listas de los antepasados de Jesús que se encuentran en Mateo, capítulo 1, y Lucas, capítulo 3, muestran claramente que tales registros se guardaban en los archivos públicos y podían ser consultados.
El historiador Josefo da testimonio de que los judíos tenían registros genealógicos oficiales, pues dice: †œNo sólo soy oriundo de una línea de sacerdotes, sino de la primera de las veinticuatro líneas, y de la principal familia de mi línea†. Después de señalar que su madre era descendiente de los asmoneos, concluye: †œHe anotado la línea de descendencia de mi familia tal cual aparece asentada en los registros públicos, haciendo caso omiso de los que nos calumnian†. (Vida de Flavio Josefo, sec. 1.)
No fue Herodes el Grande quien destruyó las genealogías oficiales de los judíos, como sostuvo Africano a principios del siglo III, sino, al parecer, los romanos cuando Jerusalén fue desolada en el año 70 E.C. (Contra Apión, libro I, sec. 7; La Guerra de los Judíos, libro II, cap. XVII, sec. 6; libro VI, cap. VI, sec. 3.) Desde ese tiempo los judíos no han podido determinar su línea genealógica, y ni siquiera quedan registros de las dos líneas más importantes, la de David y la de Leví.
La identificación de parentescos. Para determinar los parentescos, suele ser necesario examinar el contexto o comparar listas paralelas o textos de diferentes partes de la Biblia. Por ejemplo, el término †œhijo† puede significar nieto o meramente un descendiente. (Mt 1:1.) También es posible que una lista de nombres parezca una relación de varios hermanos, hijos de un solo hombre. Sin embargo, al examinarla más detenidamente y compararla con otros textos, puede que resulte ser el registro de una línea genealógica, con los nombres de algunos hijos, así como de nietos o descendientes posteriores. Génesis 46:21 incluye tanto a hijos como a nietos de Benjamín bajo el término †œhijos†, según se deduce cuando se compara este texto con Números 26:38-40.
Casos como el que acabamos de referir se dan incluso en las genealogías de algunas de las familias más importantes. Por ejemplo, en 1 Crónicas 6:22-24 hay anotados diez †œhijos de Qohat†, pero en el versículo 18 del mismo capítulo y en Exodo 6:18, solo se atribuyen a Qohat cuatro hijos. Un estudio del contexto permite concluir que la lista de †œhijos de Qohat† que aparece en 1 Crónicas 6:22-24 es en realidad parte de una genealogía de familias de la línea qohatita, algunos de cuyos representantes David nombró para ciertos deberes del templo.
Por otra parte, †œpadre† puede significar †œabuelo† o hasta predecesor de linaje real. (Da 5:11, 18.) En muchos lugares, como en Deuteronomio 26:5; 1 Reyes 15:11, 24; y 2 Reyes 15:38, la palabra hebrea ´av (padre) también se usa en el sentido de †œascendiente† o †œantepasado†. De manera similar, las palabras hebreas ´em (madre) y bath (hija) se emplean en ciertas ocasiones para referirse a †œabuela† y †œnieta†, respectivamente. (1Re 15:10, 13.)
Ciudades; nombres en plural. Puede que en algunas listas se diga que un hombre es el †œpadre† de cierta ciudad, como en 1 Crónicas 2:50-54, donde a Salmá se le llama †œel padre de Belén† y a Sobal, †œel padre de Quiryat-jearim†. Probablemente se deba a que las ciudades de Belén y Quiryat-jearim fueron fundadas por estos hombres, o bien a que quizás las poblaron sus descendientes. La misma lista dice más adelante: †œLos hijos de Salmá fueron Belén y los netofatitas, Atrot-bet-joab y la mitad de los manahatitas, los zoritas†. (1Cr 2:54.) Los netofatitas, los manahatitas y los zoritas mencionados en este texto debieron ser familias.
En Génesis 10:13, 14, los nombres de los descendientes de Mizraim parecen estar en plural. Hay quien opina que representan los nombres de familias o tribus y no de individuos. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que hay otros nombres que están en número dual o plural, como Efraín, Apaim, Diblaim y Mizraim, el hijo de Cam mencionado antes, y todos ellos se refieren a una sola persona. (Gé 41:52; 1Cr 2:30, 31; Os 1:3; 2Cr 28:12.)
Listas abreviadas. A menudo los escritores bíblicos abreviaban mucho una lista genealógica, mencionando por nombre solo a los cabezas de familia de las casas más prominentes, a los personajes importantes o a los que más importancia tenían desde el punto de vista del registro histórico en cuestión. Según parece, a veces todo lo que el cronista estaba interesado en mostrar era la descendencia de cierto antepasado remoto, por lo que podía omitir muchos nombres intermedios.
La genealogía del propio Esdras es un ejemplo de esos compendios. (Esd 7:1-5.) Registra su linaje desde el sumo sacerdote Aarón, pero en la lista paralela de 1 Crónicas 6:3-14 aparecen varios nombres (en los vss. 7 al 10) que se omiten en Esdras 7:3. Probablemente Esdras quería evitar la repetición innecesaria y acortar la larga lista de nombres. Aun así, la lista era perfectamente adecuada para probar su linaje sacerdotal. Esdras dice que es el †œhijo† de Seraya, es decir, su descendiente (debió ser su bisnieto o quizás su tataranieto). El sumo sacerdote Seraya murió a manos de Nabucodonosor para el tiempo del exilio a Babilonia (607 a. E.C.), y su hijo Jehozadaq fue llevado cautivo. (2Re 25:18-21; 1Cr 6:14, 15.) El sumo sacerdote Josué (Jesúa), que regresó setenta años más tarde con Zorobabel, era hijo de Jehozadaq y, por lo tanto, nieto de Seraya. (Esd 5:2; Ag 1:1.) Sesenta y nueve años después, Esdras viajó a Jerusalén, de modo que es imposible que fuese hijo directo de Seraya y hermano de Jehozadaq.
Otra cosa que aprendemos al comparar estas genealogías es que aunque Esdras era descendiente de Aarón por medio de Seraya, no descendió de Jehozadaq, la línea de Seraya por la que se transmitía el sumo sacerdocio. La línea del sumo sacerdocio pasó por Josué (Jesúa), Joiaquim y Eliasib, siendo este último sumo sacerdote durante la gobernación de Nehemías. De modo que Esdras consiguió su objetivo con su genealogía abreviada, proporcionando solo los nombres suficientes para demostrar su posición en el linaje de Aarón. (Ne 3:1; 12:10.)
Algunas razones por las que las listas genealógicas varían. Si un hijo moría sin descendientes, no se le solía mencionar; a veces se daba el caso de que un hombre no tenía ningún hijo varón, de modo que la herencia posiblemente se transmitía por medio de una hija, que al casarse llegaba a estar bajo otro cabeza de familia de la misma tribu. (Nú 36:7, 8.) En algunos casos, la genealogía fusiona a una familia menos importante con otro cabeza de familia, y de este modo omite su nombre. Por lo tanto, el que alguien no tuviera descendencia, el que la herencia se transmitiera por medio de mujeres, la adopción o el que no se formase una casa ancestral separada eran razones por las que algunos nombres no figuraban en ciertas listas genealógicas. Por el contrario, con la formación de nuevas casas podían añadirse nuevos nombres a las genealogías. De modo que los nombres de una genealogía posterior podían diferir de los de una lista anterior.
Lo que pudiera parecer una lista de hermanos quizás incluya a varios cabezas de familia que en realidad son sobrinos, como en el caso de la †œadopción† de los hijos de José por parte de Jacob, cuando dijo: †œEfraín y Manasés llegarán a ser míos como Rubén y Simeón†. (Gé 48:5.) Por lo tanto, después se cuenta a Efraín y a Manasés junto con sus tíos como cabezas tribales. (Nú 2:18-21; Jos 17:17.)
El capítulo 10 de Nehemías presenta una serie de nombres que autenticaron con su sello un †œarreglo fidedigno† para cumplir los mandamientos de Dios. (Ne 9:38.) Los nombres que se dan en estas listas pueden referirse a las casas implicadas en los acuerdos, representadas por su cabeza ancestral, y no necesariamente a personas individuales. (Compárese con Esd 10:16.) Puede pensarse así porque muchos de los nombres que están en la lista corresponden a los de aquellos que regresaron de Babilonia junto con Zorobabel unos ochenta años antes. Por lo tanto, aunque algunos de los implicados tuvieran el mismo nombre que el cabeza ancestral, es posible que solo hayan sido representantes de esas casas ancestrales.
Repetición de nombres. Es bastante frecuente que en una lista genealógica aparezca el mismo nombre más de una vez. El que un descendiente llevase el mismo nombre que uno de sus antecesores le facilitaba seguir su linaje, aunque, por supuesto, a veces había personas con el mismo nombre en diferentes familias. Algunos de los muchos ejemplos de tales repeticiones en la misma línea ancestral son: Sadoc (1Cr 6:8, 12), Azarías (1Cr 6:9, 13, 14) y Elqaná. (1Cr 6:34-36.)
En muchos casos, los nombres que aparecen en listas paralelas difieren. Esto puede ser debido a que ciertas personas tenían más de un solo nombre, como, por ejemplo, Jacob, quien también se llamaba †œIsrael†. (Gé 32:28.) Por otro lado, también podía darse el caso de que hubiera una ligera alteración en el deletreo del nombre, con lo que a veces incluso adquiría un significado distinto. Algunos ejemplos son: Abrán (que significa †œPadre Es Alto [Ensalzado]†) y Abrahán (que significa †œPadre de una Muchedumbre [Multitud]†); Sarai (posiblemente, †œContenciosa†) y Sara (†œPrincesa†). Parece ser que a Elihú, el antepasado del profeta Samuel, también se le llamaba Eliab y Eliel. (1Sa 1:1; 1Cr 6:27, 34.)
En las Escrituras Griegas Cristianas se mencionan algunos sobrenombres, como en el caso de Simón Pedro, llamado también Cefas, que era el equivalente arameo del nombre griego †œPedro† (Lu 6:14; Jn 1:42), y †œMarcos†, sobrenombre de Juan. (Hch 12:12.) Estos nombres podían obedecer a algún rasgo característico. Simón †œel cananita† (también llamado †œel celoso†) distingue a este apóstol de Simón Pedro. (Mt 10:4; Lu 6:15.) La expresión †œSantiago hijo de Alfeo† distingue a este otro apóstol de Santiago hijo de Zebedeo y hermano del apóstol Juan. (Mt 10:2, 3.) Podía añadirse la ciudad, distrito o país de donde procedía la persona, como José de Arimatea y Judas el galileo. (Mr 15:43; Hch 5:37.) Se cree que el nombre Judas Iscariote tal vez significa Judas †œHombre de Queriyot†. (Mt 10:4.) En las Escrituras Hebreas también se emplearon estos métodos. (Gé 25:20; 1Sa 17:4, 58.) A veces se daba el nombre del hermano para aclarar la identidad de alguien. (Jn 1:40.) A las mujeres que tenían el mismo nombre se las distinguía de manera similar mencionando también al padre, la madre, el hermano, la hermana, el esposo o el hijo. (Gé 11:29; 28:9; 36:39; Jn 19:25; Hch 1:14; 12:12.)
Tanto en las Escrituras Hebreas como en las Escrituras Griegas Cristianas se usaban nombres de familia o títulos. La identidad de la persona se determinaba por su nombre personal o por la época y acontecimientos históricos con los que estaba relacionada. Por ejemplo, Abimélec debió ser un nombre personal de tres diferentes reyes filisteos, o bien un título comparable a †œFaraón† entre los egipcios. (Gé 20:2; 26:26; 40:2; Ex 1:22; 3:10.) Por lo tanto, cuando se habla de Abimélec o de Faraón, hay que identificarlos por la época y las circunstancias. Herodes era un nombre de familia; César también lo era, aunque más tarde llegó a ser un título. A fin de evitar el riesgo de ambigüedad, cuando se hablaba de uno de los Herodes, se podía usar el nombre personal solo —Agripa o Antipas— o con el patronímico, como, por ejemplo, Herodes Antipas y Herodes Agripa. En el caso de los césares se hacía algo similar: César Augusto y Tiberio César. (Lu 2:1; 3:1; Hch 25:13.)
Nombres de mujeres. En algunas ocasiones, los nombres de las mujeres se incluyeron ocasionalmente en los registros genealógicos en virtud de ciertas razones históricas. En Génesis 11:29, 30 se menciona a Sarai (Sara) debido a que la descendencia prometida tenía que venir por medio de ella, no por medio de otra esposa de Abrahán. Puede que se mencione a Milcá en el mismo pasaje debido a que era la abuela de Rebeca, la esposa de Isaac, y así se mostraba que el linaje de Rebeca provenía de los parientes de Abrahán, ya que Isaac no debía casarse con una mujer extranjera. (Gé 22:20-23; 24:2-4.) En Génesis 25:1 se da el nombre de la esposa posterior de Abrahán, Queturá. Esto muestra que Abrahán se casó de nuevo después de la muerte de Sara y que aún conservaba la facultad de la reproducción más de cuarenta años después de que Jehová la hubiera regenerado milagrosamente. (Ro 4:19; Gé 24:67; 25:20.) Además, de este modo se muestra la relación que Madián y otras tribus árabes tenían con Israel.
También se menciona a Lea, a Raquel y a las concubinas de Jacob junto con los hijos que ellas dieron a luz. (Gé 35:21-26.) Esto nos ayuda a entender la relación que posteriormente Dios tuvo con estos hijos. Por razones similares, hallamos los nombres de otras mujeres en los registros genealógicos. Cuando una herencia se transmitía por medio de una mujer, su nombre también podía ser incluido. (Nú 26:33.) Por supuesto, Tamar, Rahab y Rut son casos sobresalientes. En cada uno de ellos hay algo que destacar en cuanto a como llegaron a estar estas mujeres en la línea de antepasados del Mesías, Jesucristo. (Gé 38; Rut 1:3-5; 4:13-15; Mt 1:1-5.) Otros casos en que se menciona a mujeres en las listas genealógicas son: 1 Crónicas 2:35, 48, 49; 3:1-3, 5.
Genealogía y generaciones. En algunas genealogías hallamos los nombres de un hombre y sus descendientes hasta sus tataranietos, lo que podría contarse como cuatro o cinco generaciones. Sin embargo, si el hombre vivía para ver todas estas generaciones de descendientes, desde su punto de vista, una †œgeneración† podría significar el tiempo transcurrido desde su nacimiento hasta su muerte o hasta el último descendiente que naciera durante su vida. Este último concepto de †œgeneración† implicaría un período de tiempo mucho más largo que el primero.
Pongamos un ejemplo: Adán vivió novecientos treinta años, y tuvo hijos e hijas. Durante ese tiempo vio por lo menos ocho generaciones de descendientes. Sin embargo, su vida alcanzó la de Lamec, el padre de Noé. Así pues, desde este punto de vista, el Diluvio aconteció en la tercera generación de la historia humana. (Gé 5:3-32.)
En la Biblia hallamos algunos casos de esta última forma de calcular. Jehová le prometió a Abrahán que su descendencia llegaría a ser residente forastera en una tierra que no era suya y que regresaría a Canaán †œa la cuarta generación†. (Gé 15:13, 16.) El censo registrado en los capítulos 1 al 3 de Números indica que deben haberse sucedido muchas generaciones de padre a hijo durante los doscientos quince años de estancia en Egipto, siendo 603.550 el número total de hombres de veinte años de edad para arriba poco después del éxodo (sin contar a la tribu de Leví). Pero las †˜cuatro generaciones†™ de Génesis 15:16, calculadas desde el momento de la entrada en Egipto hasta el éxodo, podrían contarse así: 1) Leví, 2) Qohat, 3) Amram y 4) Moisés. (Ex 6:16, 18, 20.) Cada una de estas personas vivió como promedio más de cien años. Por lo tanto, cada una de estas cuatro †œgeneraciones† vió numerosos descendientes, posiblemente hasta los tataranietos o quizás más, dejando un lapso de veinte o incluso treinta años para el nacimiento de cada primer hijo. Esto explicaría cómo pudo crecer tanto la población en tan solo †˜cuatro generaciones†™ hasta el tiempo del éxodo. (Véase EXODO.)
Este mismo censo presenta otro problema a los doctos bíblicos. En Números 3:27, 28 se dice que de Qohat procedieron cuatro familias, y llegaron a sumar en el tiempo del éxodo la elevada cifra de 8.600 varones mayores de un mes (8.300 según algunos manuscritos de la Septuaginta), lo que significaría que para ese tiempo Moisés tendría miles de hermanos, primos y sobrinos. Por ello, algunos han llegado a la conclusión de que Moisés no era hijo de Amram, hijo de Qohat, sino de otro Amram que vivió varias generaciones después, a fin de permitir suficiente tiempo para que las cuatro familias de qohatitas llegaran a tener un número tan grande de varones para el tiempo del éxodo de Egipto.
Este problema podría resolverse de dos maneras. Primero: no siempre se mencionaban todos los hijos de un hombre, como ya se ha explicado con anterioridad. Por lo tanto, es posible que Qohat, Amram y los cuatro hijos de Amram mencionados, tuviesen más hijos que los que se nombran específicamente. Segundo: aunque Leví, Qohat, Amram y Moisés representan cuatro generaciones desde el punto de vista de lo que duró la vida de cada uno de ellos, también es posible que durante su vida hubieran visto varias generaciones. Así pues, aunque solo hubieran transcurrido sesenta años entre los nacimientos de Leví y Qohat, Qohat y Amram, y Amram y Moisés, podrían haber nacido muchas generaciones dentro de cada uno de esos períodos de sesenta años. Moisés pudo haber tenido sobrinos hasta la cuarta y quizás la quinta generación para el tiempo del éxodo. De modo que no es necesario que hubiera ningún otro Amram entre el hijo de Qohat y Moisés a fin de que para ese tiempo los descendientes de Qohat llegaran a 8.600 (o, posiblemente, 8.300).
Surge una cuestión relacionada con la línea genealógica de la Descendencia prometida, el Mesías, a partir de Nahsón, un principal de la tribu de Judá después del éxodo. Según Rut 4:20-22, Jesé, el padre de David, es el quinto eslabón a partir de Nahsón. Dado que el período de tiempo transcurrido desde el éxodo hasta David es de unos cuatrocientos años, el promedio de edad de cada uno de estos antepasados de David posiblemente fue de cien años (como en el caso de Abrahán) en el momento del nacimiento de su hijo, lo que no sería imposible, y puede que haya sido así. Estos hijos mencionados en el libro de Rut no tendrían que haber sido hijos primogénitos, así como David no era el primogénito, sino el más joven de los diversos hijos de Jesé. Por otra parte, Jehová podría haber desarrollado la línea de descendencia de este modo casi milagroso, a fin de que se pudiese ver en retrospección que en todo momento había estado dirigiendo los asuntos de la Descendencia prometida, como había hecho claramente en los casos de Isaac y Jacob.
Además, puede que hubiese omisiones deliberadas de nombres en este período de cuatrocientos años de la genealogía mesiánica, que está registrada también en 1 Crónicas 2:11-15; Mateo 1:4-6 y Lucas 3:31, 32. No obstante, el hecho de que todas las listas concuerden en esta sección de la genealogía podría significar que no se omitió ningún nombre. Ahora bien, aun en el caso de que los cronistas que recopilaron estas listas hubiesen omitido ciertos nombres que no consideraran importantes o necesarios, esto no presentaría ningún problema, ya que el hecho de que hubiera habido varias generaciones más no impugnaría otras declaraciones bíblicas ni la cronología.
La genealogía bíblica es confiable. Los estudiantes cuidadosos y sinceros de la genealogía bíblica no pueden acusar a los cronistas bíblicos de descuido, inexactitud o exageración por haber glorificado a su nación, a una tribu o a determinado personaje. Debe tenerse en cuenta que aquellos que registraron genealogías (como, por ejemplo, Esdras y Nehemías) se remitieron al archivo nacional y obtuvieron su información de las fuentes oficiales disponibles. (Véase CRí“NICAS, LIBROS DE LAS.) Después de hallar los datos necesarios, usaron estas listas para probar de manera satisfactoria lo que interesaba en aquel entonces. Sus contemporáneos, que conocían los hechos y podían acceder a los registros, aceptaron plenamente estas listas genealógicas. También debe tenerse presente el contexto histórico. Esdras y Nehemías vivieron en tiempos de reorganización, y las genealogías que compilaron eran esenciales para el funcionamiento de la nación.
Las listas genealógicas variarían de un período a otro, pues se añadían nuevos nombres y se quitaban otros, y a menudo solo se mencionaba a los cabezas de familia más importantes, especialmente en el caso de los más antiguos. En ciertas listas podían aparecer nombres menos importantes debido a que eran de interés en ese tiempo. Cabe la posibilidad de que las fuentes empleadas en ocasiones solo proporcionaran listas parciales. También es posible que faltaran algunas secciones, o que el mismo cronista las pasara por alto a propósito por considerarlas innecesarias. Y tampoco las necesitamos hoy.
Además, es posible que en algunos casos los copistas hayan incurrido en algún error, particularmente en el deletreo de los nombres. Pero esto no supone problema de importancia alguna para nuestro entendimiento de la Biblia y tampoco afecta el fundamento mismo del cristianismo verdadero.
Un examen sopesado de la Biblia borra por completo la falacia que algunos han divulgado de que las antiguas listas genealógicas de Génesis, capítulos 5 y 11, y de otros libros bíblicos, contienen nombres imaginarios o ficticios, introducidos con el fin de amañar el relato a voluntad del cronista. Los cronistas bíblicos fueron siervos dedicados de Jehová, sin ningún afán nacionalista, preocupados únicamente por la vindicación del nombre de Jehová y por los tratos de Dios con su pueblo. Además, tanto otros escritores de la Biblia como el propio Jesucristo se refirieron a muchos de los nombres mencionados por estos cronistas como personas reales. (Isa 54:9; Eze 14:14, 20; Mt 24:38; Jn 8:56; Ro 5:14; 1Co 15:22, 45; 1Ti 2:13, 14; Heb 11:4, 5, 7, 31; Snt 2:25; Jud 14.) Contradecir todo este testimonio equivaldría a acusar de mentiroso al Dios de la verdad o, cuando menos, de que ha tenido que valerse de engaños y artificios para conseguir que la gente crea en Su Palabra. Además, supondría negar la inspiración de la Biblia.
El apóstol escribe: †œToda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra†. (2Ti 3:16, 17.) Por lo tanto, podemos tener una confianza completa en las genealogías registradas en la Biblia. Suministraron información fundamental, no solo para cuando se escribieron, sino también para nosotros hoy. Por medio de ellas, podemos tener la seguridad, desde el punto de vista genealógico, de que Jesucristo es la Descendencia prometida de Abrahán por tanto tiempo esperada. Nos ayudan a determinar la cronología hasta Adán, una cronología que no puede hallarse en ningún otro lugar. La Biblia dice que Dios †œhizo de un solo hombre toda nación de hombres, para que moren sobre la entera superficie de la tierra† (Hch 17:26), y también que †œcuando el Altísimo dio a las naciones una herencia, cuando separó a los hijos de Adán unos de otros, procedió a fijar el límite de los pueblos con consideración para el número de los hijos de Israel† (Dt 32:8); y las genealogías bíblicas nos ayudan a comprender cómo están emparentadas todas las naciones.
Debido a que conocemos el origen de la humanidad, que Adán fue en un principio †œhijo de Dios† y que todos descendemos de Adán (Lu 3:38), podemos entender bien la declaración: †œAsí como por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado†. (Ro 5:12.) Ese conocimiento también explica cómo puede ser Jesucristo †œel último Adán† y el †œPadre Eterno†, y cómo es posible que †œasí como en Adán todos están muriendo, así también en el Cristo todos serán vivificados†. (Isa 9:6; 1Co 15:22, 45.) Podemos entender mejor el propósito de Dios de hacer que los hombres obedientes entren en una relación de †œhijos de Dios†. (Ro 8:20, 21.) Podemos observar que Jehová expresa bondad amorosa para con aquellos que lo aman y guardan sus mandamientos †œhasta mil generaciones†. (Dt 7:9.) Asimismo, nos damos cuenta de su apego a la verdad como el Dios que guarda los pactos y que además ha conservado cuidadosamente un registro histórico sobre el que podemos edificar nuestra fe con seguridad. La genealogía, así como otros rasgos de la Biblia, demuestra que Dios es el gran Registrador y Conservador de la historia. (Véase GENEALOGíA DE JESUCRISTO.)
El consejo de Pablo con respecto a las genealogías. Cuando el apóstol Pablo escribió a Timoteo entre los años 61-64 E.C., le dijo que no prestase atención a †œcuentos falsos ni a genealogías, que terminan en nada, pero que proporcionan cuestiones para investigación más bien que una dispensación de cosa alguna por Dios con relación a la fe†. (1Ti 1:4.) La fuerza de esta advertencia puede apreciarse mejor conociendo los extremos a los que posteriormente llegaron los judíos en la investigación de las genealogías, y la meticulosidad con que investigaban cualquier posible discrepancia. El Talmud Babilonio (Pesajim 62b) afirma que †œentre †˜Azel†™ y †˜Azel†™ [1 Crónicas 8:38–9:44, una de las listas genealógicas de la Biblia], la enorme cantidad de interpretaciones exegéticas equivalía a la carga de ¡cuatrocientos camellos!†. (Hebrew-English Edition of the Babylonian Talmud, traducción de H. Freedman, Londres, 1967.)
No tenía sentido el envolverse en un estudio y consideración de tales asuntos, y menos cuando Pablo escribió a Timoteo. En aquel entonces ya no importaban los registros genealógicos, pues Dios no reconocía ya ninguna distinción entre judíos y gentiles dentro de la congregación cristiana. (Gál 3:28.) Además, los registros genealógicos ya habían establecido el linaje de Cristo por medio de la línea de David. Por otra parte, Jerusalén iba a ser destruida en breve y junto con ella, los registros judíos. Dios no los conservó. Por consiguiente, Pablo no quería que Timoteo y las congregaciones se desviaran malgastando el tiempo en investigaciones y controversias acerca de asuntos de linaje personal que no contribuían nada a la fe cristiana. La genealogía provista por la Biblia es suficiente para probar que Cristo es el Mesías, y esta es la cuestión genealógica de mayor importancia para los cristianos. Las otras genealogías de las Escrituras permanecen como testimonio de la autenticidad e historicidad del registro bíblico.
Fuente: Diccionario de la Biblia
1. genealogia (genealogiva, 1076) se usa en 1Ti 1:4 y Tit 3:9, haciendo referencia a genealogías como las que se hallan en Filón, Josefo y el Libro de los Jubileos. Mediante ellas los judíos seguían su ascendencia hasta los patriarcas y sus familias. Posiblemente también es referencia a las genealogías gnósticas y órdenes de eones y de espíritus. Entre los griegos, así como entre otras naciones, se daban historias mitológicas acerca del nacimiento y genealogía de sus héroes. Es probable que se infiltraran leyendas judaicas acerca de genealogías en las comunidades cristianas. De ahí las advertencias a Timoteo y a Tito.¶ 2. genesis (gevnesi», 1078) denota origen, linaje, o nacimiento. Se traduce «libro de la genealogía» (RVR; RV: «libro de la generación»). Véase NATURAL. Nota: Para el verbo genealogeo, contar o seguir una genealogía, véase CONTAR, A, Nº 9.
Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento
I. En el Antiguo Testamento
a. General
Una genealogía, en el sentido veterotestamentario, es una lista de nombres que indican los antepasados, o los descendientes de uno o más individuos, o simplemente un registro de los nombres de las personas relacionadas con determinada situación. La palabra “genealogía” traduce el vocablo heb. yaḥaś, que aparece únicamente en Neh. 7.5, sēfer hayyaḥaś, ‘libro de la genealogía’, que se refiere a un registro de los que volvieron a Jerusalén con Sesbasar. Evidentemente aquí “genealogía” no se usa tan estrictamente como en la actualidad, o sea como una relación de la descendencia a partir de un antepasado y basada en la enumeración de las personas intermedias, aunque esto es frecuentemente lo que se propone. Las genealogías del
(i) Tipos de genealogías. Las genealogías que figuran en las Escrituras van desde una mera lista de nombres como en 1 Cr. 1.1, siguiendo con el tipo más común que vincula los nombres mediante una fórmula única e inserta información adicional en algunos casos pero no en todos (
Se encuentran genealogías de dos formas en el AT. Las genealogías “ascendentes” generalmente tienen una fórmula vinculadora, “x hijo (bēn) de y” (1 Cr. 6.33–43; Esd. 7.1–5); las genealogías “descendentes” a menudo tienen ”x engendró (yālaḏ) a y” (Gn. 5; Rt. 4.18–22). La genealogía de tipo descendente puede incluir bastante información sobre la edad y los actos de los eslabones individuales, mientras que el tipo ascendente se usa más comúnmente para trazar el parentesco de un individuo hasta alguna figura importante del pasado, cuando las acciones de las figuras intermedias no afectan la cuestión.
(ii) Las generaciones como fuentes para la cronología. Se puede demostrar que algunas genealogías omiten algunas generaciones (cf. Mt. 1.1 con 1.2–17). Por ejemplo, la lista de los descendientes de Aarón en Esd. 7.1–5 omite seis nombres que se dan en 1 Cr. 6.3–14. (Véase
(iii) La costumbre en el antiguo Cercano Oriente. Las genealogías constituían un rasgo normal de la tradición histórica antigua. Naturalmente, las genealogías de las familias reales ofrecen los ejemplos principales, pero los registros de juicios relacionados con la propiedad de la tierra demuestran que muchas otras personas conservaban información de este carácter. Los escribientes asirios del 1º milenio a.C. mantuvieron una lista de reyes de Asiria desde tiempos remotos, en forma casi ininterrumpida durante 1.000 años (
Algunas de las características particulares de las genealogías bíblicas pueden observarse también en estos textos. Las listas de nombres tienen intercaladas notas históricas y personales, comparables a las de Gn. 4.21, 23; 36.24; 1 Cr. 5.9–10, etc. La lista de reyes sumerios menciona a un tal Mes-kiaga-nuna, rey de Ur, como hijo de Mes-ane-pada, pero registros contemporáneos sugieren que en realidad se trataba del nieto de Mes-ane-pada, y que su padre era A-ane-pada. Algún escriba ha omitido el nombre del padre por error, porque era muy parecido al del abuelo, o “hijo” se usa en un sentido más amplio que el actual. El uso más amplio era común en Babilonia, como en todas las lenguas semíticas, para “miembro de un grupo específico”, y desde 1500 a.C. en adelante, māru (‘hijo’) se usó en el sentido de “descendiente de”. Encontramos un caso interesante en el obelisco negro de Salmanasar III que se refiere a *Jehú como “hijo (mār) de Omri”, cuando en realidad no estaba relacionado, sino que simplemente gobernaba el mismo estado. Un notable ejemplo egipcio es un breve texto en el que el rey Tirhaca (
Por lo tanto no hay razón para suponer que todas las genealogías en la Biblia pretenden ser completas, ya que su propósito era más el de establecer la descendencia a partir de algún antepasado o antepasados en particular (propósito que no se ve afectado por la omisión de nombres) que el de establecer cronologías exactas (* Cronología). No corresponde, tampoco, rechazar parte alguna de ellas como legendaria, personificación de tribus o deidades, o pura ficción, a la luz de las crecientes pruebas de que otros registros similares tienen bases objetivas.
b. Genealogías del Antiguo Testamento
Las principales listas genealógicas del AT son:
(i) Adán a Noé (Gn. 5; 1 Cr. 1.1–4). Diez nombres, cada uno con la fórmula “vivió A x años, y engendró (yāluḏ) a B. Vivió A después que engendró a B y años, y engendró hijos e hijas. Y fueron todos los días que vivió A z años; y murió”. Las cifras para x e y varían en alguna medida entre el
(ii) Los descendientes de Caín (Gn. 4.17–22).
(iii) Los descendientes de Noé (Gn. 10; 1 Cr. 1.1–23). La lista de naciones descendientes de Sem, Cam, y Jafet (* Naciones, Tabla de las).
(iv) Sem a Abraham (Gn. 11.10–26; 1 Cr. 1.24–27). Diez nombres. Genealogía enmarcada en los mismos términos que (i)
(v) Los descendientes de Abraham por Cetura (Gn. 25.1–4; 1 Cr. 1.32–33). (* Arabia )
(vi) Los descendientes de Nacor (Gn. 22.20–24).
(vii) Los descendientes de Lot (Gn. 19.37–38).
(viii) Los descendientes de Ismael (Gn. 25.12–18; 1 Cr. 1.29–31).
(ix) Los descendientes de Esaú (Gn. 36; 1 Cr. 1.35–54).
(x) Los descendientes de Israel (Jacob; Gn. 46), 1–6 por Lea; 7–8 por Bilha; 9–10 por Zilpa; y 11–12 por Raquel.
1. Rubén (Gn. 46.9; Ex. 6.14; Nm. 26.5–11; 1 Cr. 5.1–10).
2. Simeón (Gn. 46.10; Ex. 6.15; Nm. 26.12–14; 1 Cr. 4.24–43).
3. Leví (Gn. 46.11; Ex. 6.16–26; 1 Cr. 6.1–53). Esta es una genealogía importante, ya que el sacerdocio hereditario residía en este linaje, y los sumos sacerdotes descendían de Aarón, cuya genealogía propia se da en forma condensada en Ex. 6.16–22. La descendencia de Samuel a partir de Leví se da en 1 Cr. 6 y la de Esdras a partir de Aarón en Esd. 7.1–5. Véase tamb. (xi)
4. Judá (Gn. 46.12; Nm. 26.19–22; 1 Cr. 23–4.22; 9.4). Este era el linaje de David (1 Cr. 2–3), del cual descendía la línea de reyes desde Salomón hasta Josías (1 Cr. 3.10–15).
5. Isacar (Gn. 46.13; Nm. 26.23–25; 1 Cr. 7.1–5).
6. Zabulón (Gn. 46.14; Nm. 26.26–27).
7. Dan (Gn. 46.23; Nm. 26.42–43).
8. Neftalí (Gn. 46.24; Nm. 26.48–50; 1 Cr. 7.13).
9. Gad (Gn. 46.16; Nm. 26.15–18; 1 Cr. 5.11–17).
10. Aser (Gn. 46.17; Nm. 26.44–47; 1 Cr. 7.30–40).
11. José (Gn. 46.20; Nm. 26.28–37; 1 Cr. 7.14–27), a través de sus dos hijos, Efraín y Manasés, quienes fueron aceptados por Jacob como equivalentes a sus propios hijos (Gn. 48.5, 12; * Adopción).
12. Benjamín (Gn. 46.21; Nm. 26.38–41; 1 Cr. 7.6–12; 8.1–40; 9.7, 35–44). Este es el linaje de Saúl (1 Cr. 8–9).
Además de estas listas, que establecen relaciones genealógicas, hay una cantidad de registros adicionales correspondientes a otros individuos, en un contexto u otro, mencionados en relación con ciertos períodos de la historia del AT.
(xi) registros de levitas (véase tamb. (x) 3 sup.). De la época de David (1 Cr. 15.5–24), Josafat (2 Cr. 17.8), Ezequías (2 Cr. 29.12–14; 31.12–17), Josías (2 Cr. 34.8–13; 35.8–9), Zorobabel y Joiacim (Neh. 12.1–24), Nehemías (Neh. 10.2–13).
(xii) Registros del reinado de David. Los que reclutó en Siclag (1 Cr. 12.3–13, 20), sus valientes (2 S. 23.8–39; 1 Cr. 11.11–47), los oficiales sobre las tribus (1 Cr. 27.16–22) y otros funcionarios administrativos (1 Cr. 27.25–31).
(xiii) Registros de familias e individuos de la época del retorno y de las obras de Esdras y Nehemías. Los que volvieron con Zorobabel (Neh. 7.7–63; Esd. 2.2–61), los que volvieron con Esdras (Esd. 8.2–14), los edificadores del muro de Jerusalén (Neh. 3.1–32), los que tenían esposas extranjeras (Esd. 10.18–43), los que firmaron el pacto (Neh. 10.1–27), los que residían en Jerusalén (Neh. 11.4–19; 1 Cr. 9.3–17).
II. En el Nuevo Testamento
Hay dos genealogías en el
Aparte del término genesis en Mt. 1.1, que °vrv2 traduce “genealogía”, este último término, del
Bibliografía. J. Liver, ”Genealogía”, °EBDM, t(t). III, cols. 749–753; R. Morgenthaler, “Linaje”,
E. L. Curtis,
Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.
Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico