EZEQUIAS

2Ki 16:20-21:3


Ezequí­as (heb. Jizqiyyâh [û], «Yahweh ha fortalecido [da fuerzas, fortalece]» o «Yahweh es fuerza»; en registros cun. el nombre del rey de Judá está escrito como Hazaqi(i)au ; gr. He5ekí­as). 1. Hijo de Acaz y 13er rey del reino sureño de Judá. Reinó 29 años (según 2Ki 18:2; 2Ch 29:1); quizá se comenzó a contar desde la muerte de su padre (c 715 a.C.). Tal vez su hijo Manasés fue su corregente durante 10 años de los 29. Pero, aparentemente, Ezequí­as habrí­a gobernado junto con su padre unos 14 años antes de eso, de modo que estuvo en el trono un total de 43 años (c 729-c 686 a.C., de acuerdo con los sincronismos de la Biblia y la cronologí­a asiria). Ezequí­as fue un buen gobernante y rompió con las malas prácticas de su padre tan pronto como tuvo libertad para hacerlo. Reparó y limpió el templo, reorganizó los cultos religiosos y celebró una gran Pascua a la cual invitó a las 10 tribus del norte. Quitó los lugares altos, destruyó los í­dolos y aun la serpiente de bronce del tiempo de Moisés, por cuanto se la habí­a usado con propósitos idolátricos (2Ki 18:3-6; 2Ch 29:1-31;21). También coleccionó proverbios de Salomón no publicados y los registró (Pro 25:1). En tiempos de Ezequí­as, además de Isaí­as actuaron los profetas Oseas y Miqueas (Hos 1:1; Mic 1:1). Cuando Ezequí­as murió (c 686 a.C.), su hijo Manasés, que habrí­a estado asociado con él por algunos años en el trono, llegó a ser el gobernante único. El reinado de Ezequí­as estuvo marcado por una prosperidad notable. Obtuvo el control de la llanura filistea (2Ki 18:8), construyó ciudades (para usar como depósitos) con establos (2Ch 32:27-29) y fortificó los muros de Jerusalén (Isa 22:10). Pero su máxima realización técnica fue llevar el agua hasta dentro de Jerusalén. El túnel de Siloé* que mandó hacer, labrado en la roca, de unos 533 m de largo, conectaba un antiguo túnel, desde el manantial de Gihón, en el valle del Cedrón, con un estanque nuevo, más bajo, dentro de la ciudad (2Ki 20:20; 2Ch 32:4, 30; cf Eclo. 48:17). Ezequí­as es mejor conocido por su valiente lucha contra el poderoso Imperio Asirio, y por su fe en Dios durante una de las invasiones de Senaquerib; fe que fue recompensada por la destrucción milagrosa de un gran ejército del enemigo. En el 6º año de Ezequí­as (evidentemente de su corregencia con su padre) fue testigo de la destrucción de Samaria y del fin del reino del norte (2Ki 18:10). Su padre Acaz se habí­a convertido en un vasallo de Asiria (16:7-18). Como detestara esta situación, Ezequí­as decidió sacudirse el yugo extranjero. Parece haber hecho una alianza con Egipto a pesar de la oposición del profeta Isaí­as a tan imprudente decisión (Isa 30:1-5; 31:1-3). No es seguro si ya habí­a cortado su relación con Asiria en tiempos de Sargón. Una inscripción cuneiforme quebrada menciona una campaña asiria dirigida por el comandante del ejército de este rey contra la ciudad filistea de Asdod en el 711 a.C., registrada también en Isa 20:1 La inscripción dice que se habí­an hecho intentos de incitar a Judá, a Edom y a Moab a rebelarse contra Asiria. Sin embargo, el texto está roto y la referencia a Judá es un tanto vaga. Es posible que Ezequí­as ya habí­a chocado con Sargón, porque en una inscripción en Nimrud, el rey asirio se llama «dominador del paí­s de Judá que está lejos». 432 Un momento decisivo ocurrió en el 701 a.C. cuando Senaquerib, que habí­a sucedido a Sargón II en el trono de Asiria en 705 a.C., realizó una campaña exitosa contra Palestina en general y contra Ezequí­as en particular. Tenemos registros de esta campaña tanto en la Biblia como en textos cuneiformes. El informe bí­blico (2Ki 18:13-19:36; 2Ch 32:1-21; Isa_36 y 37) combina 2 invasiones de Senaquerib, de modo que es difí­cil saber dónde termina el informe de la campaña del 701 a.C. y cuándo comienza la 2ª (que ocurrió después del 690 a.C.). El registro de Senaquerib de su 1ª invasión, está grabado en prismas de arcilla bien conservados (fig 216). La campaña también fue registrada en relieves de piedra en el palacio de Senaquerib en Ní­nive (fig 308). Ezequí­as tení­a aliados débiles. Isaí­as habí­a advertido a la nación a no poner sus esperanzas en Egipto o en Etiopí­a, ya que el profeta habí­a predicho la conquista de esos paí­ses por Asiria (Isa 20:2-6). Egipto, gobernada en ese entonces por reyes nubios, era tan impotente que el general de Senaquerib estuvo plenamente justificado al describir la nación como un «báculo de caña cascada… en el cual si alguno se apoyare, se le entrará por la mano y la traspasará» (2Ki 18:21). Otro ineficaz apoyo de Ezequí­as fue Merodac-baladán (Mar-duk-apal-iddin), un caldeo que fue rey de Babilonia 2 veces (del 722/21 al 710/09 a.C., y por varios meses del año 703/02 a.C.); las 2 veces fue expulsado de su trono y de su reino por un ejército asirio. Aparentemente fue por el tiempo de la 1a invasión de Senaquerib a Judá cuando Ezequí­as se recuperó milagrosamente de una enfermedad mortal, lo que indujo a Merodac-baladán a enviarle embajadores (2Ki 20:12, 13). Sin embargo, el lí­der caldeo en ese momento no estaba en condiciones de ayudar a Ezequí­as en su lucha por liberarse del yugo asirio. El informe bí­blico dice que Senaquerib tomó todas las ciudades fortificadas de Judá, y luego amenazó Jerusalén con un gran ejército dirigido por algunos de sus más altos oficiales. Entretanto, el rey sitió y tomó la fortaleza de Laquis, y después la de Libna. Ezequí­as pagó un enorme tributo a Senaquerib, que consistió en 300 talentos de plata y 30 talentos de oro (2Ki 18:13-19:8; Isa 36:1-37:8). Un examen cuidadoso muestra que los registros asirios concuerdan en todos los puntos principales con la narración bí­blica, aunque hay algunas diferencias de detalles. Senaquerib pretende no haber encontrado oposición en Siria ni en Fenicia, y que muchos reyes, incluso los vecinos de Judá como los reyes de Amón, de Moab y de Edom, pagaron tributos y se inclinaron para aceptar su yugo. Los únicos opositores habrí­an sido Sidqia de Ascalón, la población de Ecrón y Ezequias. Senaquerib primero capturó Ascalón y deportó a Sidqia y a su familia a Asiria; luego peleó una batalla en Elteque contra el ejército de Ecrón, y castigó a los nobles de Ecrón en forma cruel. Luego atacó Judá, donde sitió y tomó 46 ciudades fortificadas e innumerables aldeas, y capturó en total 200.150 ciudadanos de Judá. Afirma que convirtió a Ezequí­as en «un prisionero en Jerusalén, su residencia real, como un pájaro en su jaula», pero no dice que conquistó la ciudad. Senaquerib también menciona el tributo que pagó Ezequí­as, aunque 433 hay discrepancias en las cifras, siendo más altas las de Senaquerib. Esto se puede explicar si suponemos que el rey asirio dio una cifra exagerada, o incluyó pagos posteriores que no se mencionan en la Biblia. 216. Prisma de arcilla del rey Senaquerib con inscripciones que relatan la campaña asiria contra Ezequí­as de Judá. Más tarde, después que Tirhaca (Taharka), el rey nubio, hubo ascendido al trono (c 690 a.C.), Senaquerib habrí­a intentado de nuevo dominar a Ezequí­as. Le envió una carta blasfema exigiéndole la rendición de la ciudad, pero el rey de Judá, confiando en las palabras de Isaí­as de que Dios salvarí­a a Jerusalén, rehusó rendirse. Su confianza fue recompensada cuando por intervención divina el ejército asirio fue destruido de noche con la muerte de 185.00 hombres (2Ki 19:9-36; 2Ch 32:21; Isa 37:9-37). Los cronistas de Senaquerib no registraron este desastre, porque por lo general los historiadores asirios silenciaban las derrotas o catástrofes. Sin embargo, el desastre asirio no fue olvidado muy rápidamente por otras naciones. De acuerdo con Herodoto, el ejército de «Senaquerib, rey de los árabes y asirios», sufrió grandes bajas durante una campaña contra Egipto. Atribuye el desastre a un ataque de ratones que le produjo graves pérdidas. Los eruditos piensan que el relato de Herodoto se refiere a una epidemia de peste bubónica que atacó al ejército asirio. En 1973, el Museo de Israel en Jerusalén obtuvo un sello de arcilla («bulla») con la inscripción hebrea que dice: «Yehozara’, hijo de Jilqiyâhû siervo de Jizqiyâhû». No hay duda que Jehozara era un ministro del rey Ezequí­as, porque en los sellos el heb. ebed (aquí­ traducida como «siervo») siempre se refiere a ministros del rey. Bib.: R. Hestrin y M. Dayagi, IEJ 24 (1974):27-29; ANET 287, 288; Herodoto ii.141. 2. Hijo de Nearí­as y descendiente postexí­lico de los reyes de Judá (1Ch 3:23). 3. Jefe de la tribu de Efraí­n bajo el rey Peka de Israel. Junto con otros, tuvo éxito en liberar a los cautivos que se habí­an traí­do de Judá (2Ch 28:12-15). 4. Antepasado de un grupo de exiliados que regresaron con Zorobabel (Ezr 2:16; Neh 7:21). 5. Hombre influyente de Judá que puso su sello en el pacto de Nehemí­as (Neh, 10:17). 6. Antepasado del profeta Sofoní­as. Como el Ezequí­as que se menciona entre sus ancestros era una persona ilustre, probablemente fue Ezequí­as 1 (Sof. 1:1).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

hebreo Jizquiyá, Yahvéh fortalece. Rey de Judá 716-687 a. C., hijo y sucesor de su padre Ajaz, 2 R 16, 20; 18, 1-2; su madre se llamaba Abí­a, hija de Zacarí­as, 2 Cro 29, 1. E. es elogiado en las Escrituras pues llevó a cabo una reforma religiosa centralizadora y nacionalista, acabó con los santuarios, derribó las estelas y cortó los cipos idolátricos, hizo pedazos a Nejustán, la serpiente de bronce que habí­a hecho fundir Moisés en el desierto, a la que los israelitas le quemaban incienso y le rendí­an culto idolátrico, como se dice en Sb 16, 6-7. E. restauró el culto a Yahvéh, 2 R 18, 3-6; en el primer mes de su reinado abrió y restauró las puertas del Templo, que habí­a cerrado su padre, el rey Ajaz, 2 Cro 28, 24, y los sacerdotes lo purificaron sacando las inmundicias, que los levitas llevaron al torrente del Cedrón, tras lo cual se ofrecieron sacrificios a Yahvéh, 2 Cro 29, 3-36.

Después de la purificación el rey E., sus jefes y la asamblea de Jerusalén convocaron a todo el pueblo de Israel para celebrar la Pascua, en el segundo mes, pues no se habí­a hecho en el primero, en Nisán, como era debido, para lo cual envió mensajeros a todo el paí­s. Esta Pascua se celebró con tal pompa y solemnidad, que el texto sagrado dice que no se habí­a visto cosa semejante en Jerusalén desde la dedicación del Templo del rey Salomón, 2 Cro 30.

Terminada la solemnidad pascual los israelitas recorrieron Judá destruyendo los lugares altos, los altares y objetos idolátricos, 2 Cro 31, 1. E. reorganizó el clero, volvió al orden establecido por el rey Salomón, según las normas impartidas por su padre David, 2 Cro 31, 21. En cuanto a sus acciones militares, E. venció a los filisteos y recuperó las ciudades que éstos le habí­an arrebatado a su padre Ajaz, 2 R 18, 8. Muerto Sargón II, cuando su hijo Senaquerib lo sucedió en el trono asirio, en el 705 a. C., el rey Ezequí­as se rebeló contra Asiria y le negó el vasallaje, 2 R 18, 7, y se sumó a la coalición egipcia formada para desafiar el poder del Imperio asirio, la cual fue vencida en el año 701 a. C., por Senaquerib, quien le impuso a E. un tributo de trescientos talentos de plata y treinta de oro, 2 R 18, 13-16; el soberano asirio volvió contra Judá, en el 690 a. C., pero, antes del ataque, su ejército sufrió una catástrofe, según el texto sagrado, un ángel exterminó 185.000 hombres del campamento, 2 R 19, 35; Is 37, 36; cumpliéndose así­ el oráculo del profeta, Is 37, 33-35.Heródoto, historiador griego, dice que una invasión de ratones de campo produjo la peste, causa de estas muertes; u otra plaga, según otros historiadores. Senaquerib, después de este fracaso, volvió a Ní­nive, donde fue asesinado por sus hijos Adrammélek y Saréser, en el templo del dios Nisrok; su hijo Asarjaddón tomó el trono, 2 R 19, 36-37; 2 Cro 32, 20-21; Is 37, 37-38. E. enfermó gravemente, y Yahvéh le dijo por medio del profeta Isaí­as que pusiera sus cosas en orden, que hiciera su testamento, pues era hombre muerto. E. lloró y oró a Yahvéh, quien, de nuevo, por el profeta, le concedió quince años más de vida, 2 R 20, 1-11; 2 Cro 32, 24; Is 38, 1-8.

Merodac Baladán rey de Babilonia, enterado de la novedad de E., le envió mensajeros con cartas y presentes, a quienes el rey mostró todos los tesoros y arsenales del reino. Isaí­as recriminó al rey por este comportamiento y predijo el saqueo de Jerusalén y la deportación a Babilonia, lo que sucedió en tiempos de Nabucodonosor, 2 R 20, 12-19; 2 Cro 32, 23. En su reinado, E. reparó la muralla de Jerusalén y fortificó la ciudad, 2 Cro 32, 5; construyó un nuevo canal para llevar agua a la ciudad, 2 R 20-20; Si 48, 17; Is 22, 11. También, en tiempos de E. se compilaron obras literarias antiguas, entre ellas, proverbios del rey Salomón, Pr 25, 1. El rey E. figura en la genealogí­a de Jesús, Mt 1, 9-10.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

(heb., hizqiyah, Jehovah ha fortalecido).
1. Rey de Judá desde aprox. 724 a 695 a. de J.C. El registro de su vida se encuentra en 2 Reyes 18—20, 2 Crónicas 29—32, e Isaí­as 36—39. El vivió durante uno de los grandes perí­odos de la historia humana. Las primeras Olimpiadas, desde donde los griegos fechan su historia, ocurrieron en 776; se estimaba que Roma habí­a sido fundada en 753; Asiria, aunque se acercaba a su fin, todaví­a era una potencia; y Egipto, aunque débil, todaví­a era lo suficientemente fuerte como para resistir a Asiria.

Por un tiempo Ezequí­as estuvo asociado en el gobierno con su padre, pero a causa de la incapacidad de su padre él fue considerado el gobernante activo.

Comenzó su reinando a la edad de 25 años, en tiempos problemáticos y amenazantes. Algunos le aconsejaron aliarse con Egipto en contra de Asiria; otros favorecí­an el rendirse a Asiria para librarse de Egipto. Isaí­as le previno en contra de confiar en alianzas extranjeras. Uno de los primeros hechos de Ezequí­as fue la limpieza y reapertura del templo, el cual su padre habí­a dejado cerrado y profanado. Después de que esto se habí­a logrado, se celebró la fiesta de la Pascua (2 Crónicas 30). Los altares idólatras y los lugares altos fueron destruidos.

El reino del norte se vió en problemas desde el cuarto hasta el sexto años del reinado de Ezequí­as. Finalmente Sargón destruyó Samaria y deportó a la gente a Asiria. Ezequí­as se enfermó, probablemente de un carbunco, y casi murió; pero Dios le permitió 15 años más de vida (2Ki 20:1-11). Después de que Ezequí­as se recuperó, Merodac-baladán de Babilonia envió una embajada supuestamente para felicitarlo, pero realmente era para persuadirlo a unirse en una conferación secreta en contra del poder asirio. El Señor habí­a prometido que librarí­a a Jerusalén del poder de los asirios (Isa 38:6-7). Pero en vez de confiar en las promesas de Dios, Ezequí­as prestó oí­dos a la propuesta de los embajadores babilonios en cuanto a una alianza militar. Cuando Isaí­as supo que Ezequí­as habí­a recibido a esos embajadores y aceptado su propuesta, se dio cuenta que todo habí­a terminado para Judá e inmediatamente predijo la cautividad babilonica (Isa 39:5-7). Ezequí­as pagó un precio muy alto por haberse prestado a la rebelión. Asiria obligó a Judá a pagar fuertes tributos, pero más tarde decidió destruir a Jerusalén. Dios libró a Jerusalén enviando una plaga repentina que en una sola noche mató a 185.000 soldados. Después de la muerte de Ezequí­as, su hijo Manasés le sucedió en el trono (2Ki 20:21).
2. Uno de los que firmaron el pacto con Nehemí­as (Neh 10:17; En heb., el deletreo de 2, 3 y 4 es distinto al de arriba: hiz-ki†™a, o hiz-ki†™ja, pero RVA lo traduce igual).
3. El tatarabuelo de Sofoní­as (Zep 1:1).
4. Un hijo de Nearí­as; de los descendientes postexí­licos de corte real (1Ch 3:23).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(Jehová es mi fuerza). Nombre de personas del AT.:

1. Rey de Judá. †œHizo lo recto ante los ojos de Jehovᆝ (2Re 18:3). Era hijo de †¢Acaz. Reinó durante veintinueve años. En 2Re 18:9-10 dice que en el año sexto de su reinado se produjo la toma de Samaria por parte de los asirios. Por lo tanto, debió ascender al trono en el año 727 a.C. †œA los catorce años del rey E., subió †¢Senaquerib rey de Asiria contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó† (2Re 18:13). Desde que E. subió al trono propulsó una reforma religiosa muy eficaz. †œAbrió las puertas de la casa de Jehová, y las reparó† (2Cr 29:3). †œQuitó los lugares altos, y quebró las imágenes, y cortó los sí­mbolos de Asera, e hizo pedazos la serpiente de metal que habí­a hecho Moisés† (2Re 18:4). Convocó a los sacerdotes y levitas y les dijo que habí­a †œdeterminado hacer pacto con Jehová Dios de Israel†, animándoles a renovar el culto (2Cr 29:4-11). El †¢templo fue limpiado, se reinstalaron los sacrificios y se organizó el ministerio de los levitas †œconforme al mandamiento de David, de Gad vidente del rey, y del profeta Natán† (2Cr 29:12-25).

E. quiso utilizar la renovación del culto en Jerusalén para incorporar a los que habí­an quedado en el territorio del Reino del Norte, especialmente de Efraí­n y Manasés, después de la victoria asiria, para lo cual les escribió cartas (2Cr 30:1). Convocó también para la celebración solemne de la Pascua †œporque en mucho tiempo no la habí­an celebrado al modo que está escrito† (2Cr 30:5). La fiesta fue un éxito †œy oyó Jehová a Ezequí­as, y sanó al pueblo† (2Cr 30:6-27). Como resultado de la reforma religiosa el pueblo ofrendó voluntariamente, de manera que sobró alimento para los sacerdotes y levitas (2Cr 31:1-21).

En tiempos de E. el reino de Judá era de menor importancia que el Reino del Norte (Israel). En la primera parte de su reinado E. desarrolló una polí­tica discreta y sumisa frente a este último y los asirios. Tras la caí­da de Samaria en manos de Salmanasar, E. siguió con esa actitud, pagando tributo a Asiria, pero llevando a cabo una ingente obra de gobierno que evidentemente preparaba su paí­s para un posible enfrentamiento con aquel imperio. La paz relativa que obtuvo con su sumisión le produjo gran prosperidad y riqueza. En su época se realizó una compilación de los Proverbios de Salomón (Pro 25:1).

E. tuvo una grave enfermedad, pero pidió a Dios misericordia y le fue concedida, alargándose su vida en quince años más. Dios, además, le prometió: †œTe liberaré a ti y a esta ciudad, de mano del rey de Asiria; y a esta ciudad amparar醝 (Isa 38:1-22). La reforma religiosa puede ser vista también como un esfuerzo de carácter polí­tico. Con el retorno al culto de los padres producí­a entusiasmos patrióticos. La centralización del culto en el †¢templo en Jerusalén reafirmaba la lealtad hacia la dinastí­a daví­dica. La invitación a otras tribus aumentaba sus recursos humanos. Además, E. se dedicó a buscar alianzas con otros paí­ses, que le sirvieran de ayuda ante un posible enfrentamiento con los asirios. Por ello hizo tratos con Egipto (2Re 18:21; Isa 36:6), a pesar de la oposición del profeta Isaí­as (Isa 30:1-2). Más tarde tendrí­a relaciones con †¢Merodac-baladán, rey de Babilonia, la potencia que competí­a con Asiria. Por el lado del O, E. ensanchó sus fronteras a costa de los filisteos (2Re 18:8). Preparándose para la posibilidad de un sitio de Jerusalén, E. †œhizo el estanque y el conducto, y metió las aguas en la ciudad† (2Re 20:20; 2Cr 32:30; Isa 22:9-11). El muro de Jerusalén, que habí­a sido en parte destruido por el rey israelita †¢Joás, fue reconstruido, para lo cual fue necesario destruir edificios en la ciudad para utilizar los materiales (Isa 22:10). Construyó por todo el paí­s †œdepósitos para las rentas del grano, del vino y del aceite, establos para toda clase de bestias, y apriscos para los ganados† (2Cr 32:28).
se sintió fortalecido, E. †œse rebeló contra el rey de Asiria, y no le sirvió† (2Re 18:7). Entonces Senaquerib †œsubió … contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó† (2Re 18:13). Estando †¢Senaquerib en †¢Laquis, E. envió a decirle que se rendí­a, †œy el rey de Asiria impuso a E. rey de Judá trescientos talentos de plata, y treinta talentos de oro†, lo cual el rey judí­o pagó. Senaquerib recibió el tributo, pero a pesar de eso envió una fuerza a sitiar a Jerusalén, bajo el mando de Tartán, Rabsaris y Rabsaces. Este último dio un discurso blasfemo ante los muros de Jerusalén (2Re 18:13-37). Consultado el profeta Isaí­as, éste anunció acerca del rey de Asiria: †œNo entrará en esta ciudad…. por el mismo camino que vino, volverá, y no entrará en esta ciudad† (2Re 19:1-33). †œAquella misma noche salió el ángel de Jehová, y mató en el campamento de los asirios a ciento ochenta y cinco mil…. Entonces Senaquerib rey de Asiria se fue, y volvió a Ní­nive†. Allí­ lo mataron dos de sus hijos (2Re 19:34-37).
los archivos asirios esta campaña de Senaquerib aparece como terminada con gran éxito, pero sin mencionar a Jerusalén, como es natural. Sólo nombran las victorias que incluí­an a las ciudades filisteas y a las de Judá. El incidente final ante los muros de Jerusalén aparece mencionado en los escritos de historiadores antiguos. Herodoto dice que lo que les atacó fue una legión de ratas que comieron las correas del ejército asirio, mientras que el historiador caldeo Berosio alega que fue una enfermedad pestilencial.

2. Personaje en la descendencia de Salomón (1Cr 3:23).

. Uno de los †œvarones de los principales de los hijos de Efraí­n† que se opusieron a que Israel (Reino del Norte) mantuviera como prisioneros a una gran cantidad de sus hermanos de Judá tras la derrota que infligió el rey †¢Peka a †¢Acaz (2Cr 28:8-15).

. En la lista de los que †œvolvieron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad† (Esd 2:1) figuran nombres que unas veces aluden a una localidad y otras a una familia. Noventa y ocho †œhijos de Ater, de E.† regresaron del exilio (Esd 2:16; Neh 7:21).

. Personaje en la ascendencia del profeta †¢Sofoní­as (Sof 1:1).

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, BIOG REYE HOMB HOAT

vet, «Jehová fortalece» Hijo de Acaz, rey de Judá (719-691 a.C.). Estuvo asociado con su padre en el gobierno desde el año 728 a.C. Era un siervo devoto de Jehová; comenzó su reinado reparando y limpiando el Templo, reorganizando los servicios religiosos con sus funcionarios y celebrando una gran pascua a la cual invitó solamente a las tribus de Judá y Benjamí­n (2 Cr. 29:1-30:13). Quitó los lugares altos, derribó las imágenes e hizo pedazos la serpiente de metal que Moisés habí­a hecho, pero que se habí­a convertido en objeto de adoración. En el cuarto año de su reinado (724 a.C.), Salmanasar comenzó, y en el año 722 a.C. Sargón completó, el sitio de Samaria, llevando a las diez tribus en cautividad (2 Cr. 18:9, 10). En el año 714 a.C. comenzó la serie de invasiones asirias que distinguieron el reino de Ezequí­as y terminaron desastrosamente para Asiria. Parece que fue inmediatamente después de comenzar estas invasiones, en el año 714, cuando Ezequí­as estuvo enfermo, casi a la muerte, pero le fueron concedidos 15 años más de vida (2 R. 20:1-11; Is. 38). Ezequí­as murió en el año 691 y ascendió al trono su hijo Manasés (2 R. 20:21; 2 Cr. 32:33).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

[012]
Rey de Judá que gobernó entre 721 y el 693. Su reinado fue especialmente movido en lo religioso: 2 Rey. 18 a 21; Is. 36-39; Ecclo. 48. En lo polí­tico tuvo un reinado azaroso por la amenaza de Asiria, de quien tuvo que declararse tributario.

Organizó una reforma religiosa amplia en Jerusalén y por eso tiene cierto eco en la Biblia, además de haber coincidido con muchas de las profecí­as del más significativo de los profetas, el Primer Isaí­as.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(Jehová Fortalece).

1. Rey de Judá que gobernó de 745 a 717 a. E.C. Llegó a ser rey cuando murió su padre Acaz, en el †œtercer año de Hosea†, rey de Israel (tercer año tal vez desde que Hosea llegó a ser rey tributario de Tiglat-piléser III), aunque su reinado empezó a contar oficialmente desde el mes de Nisán del año siguiente, es decir, 745 a. E.C. (2Re 18:1.) Los profetas Isaí­as, Oseas y Miqueas fueron contemporáneos del reinado de Ezequí­as. (Isa 1:1; Os 1:1; Miq 1:1.) Ezequí­as se destacó por ser un rey que †œsiguió adhiriéndose a Jehovᆝ, haciendo lo que era recto a Sus ojos y siguiendo Sus mandamientos. Desde el principio de su reinado demostró su celo en promover la adoración verdadera, no solo en Judá, sino en todo el territorio de Israel. Debido a que siguió los caminos de Jehová tal como su antepasado David, se pudo decir que †œdespués de él resultó que no hubo nadie como él entre todos los reyes de Judá, aún los que habí­an sido antes de él†. Por ello, †œJehová resultó estar con él†. (2Re 18:3-7.)

Contribuciones literarias. A Ezequí­as también se le conoce por su interés en compilar algunos de los Proverbios de Salomón, tal como dice la introducción a la sección de los capí­tulos 25 al 29 de Proverbios: †œTambién estos son los proverbios de Salomón que transcribieron los hombres de Ezequí­as, rey de Judᆝ. (Pr 25:1.) Escribió la canción de acción de gracias registrada en Isaí­as 38:10-20 después que Jehová lo curó de su enfermedad mortal. En ella menciona sus †œpiezas selectas para las cuerdas† (vs. 20), y se ha dicho que Ezequí­as también escribió el Salmo 119. De ser así­, quizás lo escribiera cuando todaví­a no era rey, sino solo un prí­ncipe.

La situación existente al subir al trono Ezequí­as. Cuando Ezequí­as ascendió al trono, el reino de Judá no tení­a el favor de Dios, puesto que Acaz, su padre, habí­a cometido muchos actos detestables a los ojos de Jehová y habí­a dejado que Judá se entregase a un culto desenfrenado de deidades falsas. Por esa razón Jehová habí­a permitido que el paí­s sufriese a manos de sus enemigos, en particular de Asiria, la segunda potencia mundial. Acaz habí­a despojado el templo y el palacio de su plata y oro para enviarle un soborno al rey de Asiria. Y peor aún, hizo pedazos los utensilios del templo, cerró sus puertas e hizo altares para sí­ mismo †œen todo rincón de Jerusalén†, ofreciendo sacrificios a otros dioses. Durante su reinado, se alió con el rey de Asiria, y así­ se convirtió en su protegido. (2Re 16:7-9; 2Cr 28:24, 25.) Pero Ezequí­as †œprocedió a rebelarse contra el rey de Asiria† poco después de empezar a reinar. (2Re 18:7.)
Cuando Ezequí­as ascendió al trono de Judá, el reino norteño de diez tribus de Israel estaba todaví­a en peor situación. Debido a sus graves pecados, Jehová habí­a permitido que se viesen en grandes aprietos y llegasen a ser tributarios de Asiria. Al poco tiempo, Asiria conquistó Israel y se llevó al pueblo al exilio. (2Re 17:5-23.)

Su celo por la adoración verdadera. Ezequí­as demostró su celo por la adoración de Jehová tan pronto como ascendió al trono, a la edad de veinticinco años. Su primera acción fue abrir de nuevo el templo y repararlo. Luego reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo: †œEstá junto a mi corazón el celebrar un pacto con Jehová el Dios de Israel†. Este fue un pacto de fidelidad, como si se inaugurase de nuevo en Judá el pacto de la Ley, que se habí­a pasado por alto aunque todaví­a estaba en vigor. Con gran tesón, procedió a organizar a los levitas en sus servicios, y restableció las disposiciones para los instrumentos musicales y el canto de alabanzas. Era el mes de Nisán, cuando se celebraba la Pascua, pero tanto el templo como los sacerdotes y los levitas estaban en una condición inmunda. Sin embargo, para el dí­a 16 de Nisán se habí­a limpiado el templo y restaurado sus utensilios. Entonces tení­a que hacerse una expiación especial por todo Israel. En primer lugar, los prí­ncipes llevaron sacrificios, ofrendas por el pecado a favor del reino, el santuario y el pueblo. Después, el pueblo presentó miles de ofrendas quemadas. (2Cr 29:1-36.)
Puesto que la inmundicia del pueblo impidió que se observase la Pascua en la fecha habitual, Ezequí­as se valió de la ley que permití­a que los que estaban inmundos la celebrasen un mes más tarde. De manera que no solo convocó a Judá, sino también a Israel, enviando cartas mediante correos a todo el paí­s, desde Beer-seba hasta Dan. Muchos se mofaron de los correos, pero algunas personas, en especial de Aser, Manasés, Zabulón, Efraí­n e Isacar, se humillaron y asistieron. Además, también estuvieron presentes muchos otros adoradores de Jehová que no eran israelitas. Es probable que los residentes del reino norteño que estuviesen a favor de la adoración verdadera tuvieran dificultades para asistir, pues, al igual que los mensajeros, se enfrentarí­an a la oposición y burla del reino de diez tribus, ya decadente, sumido en la adoración falsa y hostigado por la amenaza asiria. (2Cr 30:1-20; Nú 9:10-13.)
Después de la Pascua se observó la fiesta de las tortas no fermentadas durante siete dí­as, y el gozo fue tan grande que la entera congregación decidió prolongarla siete dí­as más. Jehová bendijo al pueblo aun en esos tiempos de amenaza, de manera que †œllegó a haber gran regocijo en Jerusalén, porque desde los dí­as de Salomón hijo de David el rey de Israel no hubo ninguna como esta en Jerusalén†. (2Cr 30:21-27.)
Lo que aconteció después prueba que hubo una verdadera restauración y revivificación de la adoración verdadera y no una mera reunión emocional de efectos transitorios. Antes de regresar a sus casas, los que habí­an participado en la celebración salieron y destruyeron las columnas sagradas, derribaron los lugares altos y los altares, y cortaron los postes sagrados que habí­a en todo Judá y Benjamí­n, así­ como en Efraí­n y Manasés. (2Cr 31:1.) Ezequí­as puso el ejemplo machacando y reduciendo a pedazos la serpiente de cobre que habí­a hecho Moisés, ya que el pueblo la habí­a convertido en un í­dolo y le hací­a humo de sacrificio. (2Re 18:4.) Después de aquella gran fiesta, Ezequí­as aseguró la continuación de la adoración verdadera al organizar las divisiones de los sacerdotes y apoyar los servicios del templo poniendo en vigor la ley referente a las décimas partes y las contribuciones de las primicias destinadas a los levitas y los sacerdotes. A todo esto el pueblo respondió de buena gana. (2Cr 31:2-12.)

Aumenta la presión asiria. En esos tiempos difí­ciles, cuando Asiria barrí­a todo lo que encontraba a su paso, Ezequí­as depositó su confianza en Jehová el Dios de Israel. Se rebeló en contra del rey de Asiria y derribó las ciudades filisteas, probablemente aliadas de Asiria. (2Re 18:7, 8.)
En el año cuarto de Ezequí­as (742 a. E.C.), Salmanasar, el rey de Asiria, puso sitio a Samaria, y en el sexto año de Ezequí­as (740 a. E.C.), fue tomada. Se deportó a los habitantes del reino de diez tribus y los asirios repoblaron aquella tierra con otros grupos. (2Re 18:9-12.) Esto dejó al reino de Judá, representante del gobierno teocrático de Dios y de la adoración verdadera, aislado y rodeado de enemigos hostiles.
Senaquerib, hijo de Sargón II, ambicionaba añadir la conquista de Jerusalén a sus trofeos de guerra, sobre todo en vista de que Ezequí­as habí­a roto la alianza que su padre, el rey Acaz, habí­a hecho con Asiria. En el año decimocuarto del reinado de Ezequí­as (732 a. E.C.), Senaquerib †œsubió contra todas las ciudades fortificadas de Judá y procedió a apoderarse de ellas†. Ezequí­as le ofreció pagarle lo que le impusiera con tal de salvar la ciudad de Jerusalén, ante lo cual Senaquerib pidió la enorme suma de 300 talentos de plata (c. 1.982.000 dólares [E.U.A.]) y 30 talentos de oro (c. 11.560.000 dólares [E.U.A.]). Para poder pagar esta cantidad, Ezequí­as se vio obligado a darle toda la plata que se hallaba en el templo y en el tesoro real, además de los metales preciosos con los que él mismo habí­a hecho revestir las puertas del templo y las columnas, lo que satisfizo al rey de Asiria, aunque solo por un tiempo. (2Re 18:13-16.)

Obras de construcción e ingenierí­a. Frente al inminente ataque del codicioso Senaquerib, Ezequí­as mostró sabidurí­a y estrategia militar. Cegó todos los manantiales y fuentes que habí­a fuera de la ciudad de Jerusalén, de manera que, en caso de sitio, los asirios dispondrí­an de un escaso suministro de agua. Reforzó las fortificaciones de la ciudad e †œhizo proyectiles en abundancia, y escudos†. No obstante, su confianza no descansaba en este equipo militar, pues cuando reunió a los jefes militares y el pueblo, los animó con estas palabras: †œSean animosos y fuertes. No tengan miedo ni se aterroricen a causa del rey de Asiria ni debido a toda la muchedumbre que está con él; porque con nosotros hay más que los que hay con él. Con él está un brazo de carne, pero con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y para pelear nuestras batallas†. (2Cr 32:1-8.)
Una de las sobresalientes hazañas de ingenierí­a de tiempos antiguos fue el acueducto de Ezequí­as. Iba desde el pozo de Guihón, al E. de la parte septentrional de la Ciudad de David, y seguí­a un curso en zigzag de 533 m. hasta el estanque de Siloam, en el valle de Tiropeón, al O. de la parte meridional de la Ciudad de David, pero dentro de un nuevo muro que se habí­a añadido. (2Re 20:20; 2Cr 32:30.) Los arqueólogos encontraron una inscripción en caracteres hebreos antiguos en la pared del estrecho túnel, cuya altura media era de 1,8 m. La inscripción lee en parte: †œY éste fue el modo como se ejecutó: —Mientras […] (estaban) aún […] hacha(s), cada hombre hacia su prójimo, y mientras habí­a todaví­a tres codos que horadar, [se oyó] la voz de un hombre llamando a su prójimo, porque habí­a un mampuesto en la roca a la derecha [y a la izquierda]. Y cuando el túnel fue perforado, los pedreros tajaron (la roca), cada hombre hacia su prójimo, hacha contra hacha; y el agua manaba de la fuente hacia la alberca durante 1200 codos, y la altura de la roca sobre las cabeza(s) de los pedreros era 100 codos†. (La Sabidurí­a del Antiguo Oriente, edición de J. B. Pritchard, 1966, pág. 251.) De modo que el túnel se cavó en la roca desde ambos extremos, hasta encontrarse en el medio: una verdadera hazaña de ingenierí­a.

Fracaso de Senaquerib en Jerusalén. Tal como Ezequí­as habí­a previsto, Senaquerib decidió atacar Jerusalén. Durante el sitio de Lakí­s, ciudad bien fortificada, Senaquerib envió parte de su ejército con una delegación de jefes militares para pedir la capitulación de Jerusalén. El vocero del grupo era Rabsaqué (tí­tulo militar, no nombre propio), que hablaba hebreo con soltura. A voz en cuello, ridiculizó a Ezequí­as y desafió a Jehová, jactándose de que El no podrí­a librar a Jerusalén, tal como los dioses de otras naciones no habí­an podido salvar la tierra de sus adoradores del rey de Asiria. (2Re 18:13-35; 2Cr 32:9-15; Isa 36:2-20.)
Ezequí­as estaba muy angustiado, pero mantuvo su confianza en Jehová y le hizo ruegos en el templo, enviando además a algunos de los cabezas del pueblo al profeta Isaí­as. La respuesta que dio Isaí­as de parte de Jehová fue que Senaquerib oirí­a un informe y regresarí­a a su propia tierra, donde sufrirí­a una muerte violenta. (2Re 19:1-7; Isa 37:1-7.) Para entonces Senaquerib habí­a partido de Lakí­s en dirección a Libná, donde oyó que Tirhaqá, el rey de Etiopí­a, habí­a salido para luchar contra él. No obstante, Senaquerib envió cartas a Ezequí­as por medio de un mensajero en las que repetí­a sus amenazas y escarnecí­a a Jehová el Dios de Israel. Cuando Ezequí­as recibió estas cartas con tantas injurias, †œextendió aquello delante de Jehovᆝ, quien de nuevo contestó por medio de Isaí­as desafiando a Senaquerib y asegurándole que los asirios no entrarí­an en Jerusalén. Jehová dijo: †œCiertamente defenderé esta ciudad para salvarla por causa de mí­ mismo y por causa de David mi siervo†. (2Re 19:8-34; Isa 37:8-35.)
Durante la noche, Jehová envió a su ángel, quien dio muerte a 185.000 de los mejores hombres de las tropas de Senaquerib, †œa todo hombre valiente, poderoso, y a caudillo y jefe en el campamento del rey de Asiria, de manera que este se volvió con rostro avergonzado a su propio paí­s†. Así­ quedó eliminada para siempre la amenaza de Senaquerib contra Jerusalén. Más adelante, †œaconteció que, mientras se inclinaba en la casa de Nisroc su dios, Adramélec y Sarézer, sus propios hijos, lo derribaron a espada†. (2Cr 32:21; Isa 37:36-38.)
Se han encontrado inscripciones relativas a la derrota que Senaquerib infligió a las fuerzas etí­opes. En estas también se dice: †œEn cuanto a Ezequí­as el Judí­o, no se sometió a mi yugo. Puse sitio a 46 de sus ciudades fuertes […] y (las) conquisté […]. A él mismo hice prisionero en Jerusalén, su residencia real, como a un pájaro en una jaula†. (La Sabidurí­a del Antiguo Oriente, págs. 236, 237.) No dice que tomó la ciudad. Esta inscripción apoya el relato de la Biblia sobre la sublevación de Ezequí­as y el fracaso de Senaquerib en el sitio de Jerusalén. Según la costumbre de los reyes paganos de vanagloriarse en sus inscripciones, Senaquerib exagera la cantidad de talentos de plata que Ezequí­as pagó, 800, en vez de los 300 que dice la Biblia.

Prolongación milagrosa de la vida de Ezequí­as. Cuando Senaquerib amenazaba a Jerusalén, Ezequí­as se vio aquejado de un divieso maligno. El profeta Isaí­as le dijo que dispusiese sus asuntos en preparación para su muerte. Pero Ezequí­as todaví­a no habí­a tenido ningún hijo que le sucediera en el trono, de modo que parecí­a que la lí­nea real daví­dica iba a interrumpirse. Ezequí­as oró fervientemente a Jehová con lágrimas, ante lo cual Jehová envió a Isaí­as para informarle que le añadirí­a quince años a su vida. Iba a recibir una señal milagrosa: la sombra del sol sobre †œla escalera de Acaz† retrocederí­a diez gradas. (Véase SOL.) Tres años después de esto, Ezequí­as tuvo un hijo llamado Manasés, que con el tiempo le sucedió en el trono. (2Re 20:1-11, 21; 21:1; Isa 38:1-8, 21.)

Error de Ezequí­as y su arrepentimiento. El registro de las Escrituras dice que †œEzequí­as no correspondió según el beneficio que se le habí­a hecho, porque su corazón se hizo altivo, y vino a haber indignación contra él y contra Judá y Jerusalén†. (2Cr 32:25.) La Biblia no especifica si esta altivez tuvo relación con la imprudencia que cometió al mostrar todo el tesoro de su casa y todos sus dominios a los mensajeros que el rey babilonio Berodac-baladán (Merodac-baladán) habí­a enviado a Ezequí­as cuando se recuperó de su enfermedad. Tal vez Ezequí­as exhibiera toda aquella riqueza para impresionar al rey de Babilonia como posible aliado contra el rey de Asiria. Por supuesto, esta acción pudo haber despertado la codicia de los babilonios. El profeta Isaí­as estaba en contra de toda alianza o dependencia de Babilonia, que por tanto tiempo habí­a sido enemiga de Dios, por eso, cuando oyó cómo Ezequí­as habí­a tratado a los mensajeros babilonios, pronunció la profecí­a inspirada por Jehová de que con el tiempo los babilonios se llevarí­an todo, incluso a algunos de los descendientes de Ezequí­as, a su tierra. Ezequí­as, sin embargo, se humilló, y Dios fue bondadoso al permitir que dicha calamidad no aconteciese en sus dí­as. (2Re 20:12-19; 2Cr 32:26, 31; Isa 39:1-8.)
En los dí­as del profeta Jeremí­as, algunos de los cabezas del pueblo que estaban en Jerusalén hablaron favorablemente de Ezequí­as por haber sido humilde al prestar atención a Miqueas de Moréset, profeta de Jehová. (Jer 26:17-19.)

2. Antepasado del profeta Sofoní­as, quizás el rey Ezequí­as. (Sof 1:1.)

3. Un hombre de Israel cuyos descendientes regresaron con Zorobabel del exilio babilonio. Probablemente no era el rey Ezequí­as. (Esd 2:1, 2, 16; Ne 7:6, 7, 21.) Puede que uno de los cabezas del pueblo que autenticaron por sello el †œarreglo fidedigno† en tiempo de Nehemí­as fuera descendiente de este Ezequí­as. (Ne 9:38; 10:1, 14, 17.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

(heb. ḥizqı̂yâ o ḥizqı̂yāhû, ‘Yahvéh es [mi] fortaleza’).

1. El 14º rey de Judá. Era hijo de Acaz, tenía 25 años cuando comenzó a reinar, y reinó durante 29 (2 R. 18.2; 2 Cr. 29.1). Se destacó por su propia piedad (2 R. 18.5), y también se preocupó por las tradiciones y las enseñanzas de épocas anteriores (Pr. 25.1). Su importancia se refleja en los tres relatos de su reinado (2 R. 17–20; Is. 36–39; 2 Cr. 29–32).

Existen algunas dificultades con respecto a la cronología del reinado de Ezequías, pero aparentemente asumió como corregente con Acaz ca. 729 a.C., y se convirtió en rey ca. 716 a.C. La caída de Samaria (722 a.C.), en consecuencia, ocurrió en el sexto año de su reinado (como corregente; 2 R. 18.10), mientras que Senaquerib invadió Judá (701 a.C.) en el 14º año de su reinado (como único monarca; 2 R. 18.13). Aparentemente la enfermedad de este rey, y su recuperación, tuvieron lugar poco antes de la invasión de Senaquerib, cuando se le prometió a Ezequías quince años más de reinado (2 R. 20) (* Grados).

Después de las prácticas paganas introducidas durante el período de sumisión de Acaz a los asirios (cf. Is. 2.6ss; 8.16ss), Ezequías llevó a cabo una importante reforma de las prácticas religiosas, en el primer año de su gobierno como único rey (2 Cr. 29.3ss). Restableció el verdadero culto a Yahvéh en el templo purificado y renovado, reafirmó el pacto entre Yahvéh y su pueblo, y volvió a instituir la pascua en forma imponente (2 Cr. 30.26), invitando incluso a los israelitas del N a que participasen (2 Cr. 30.5ss). También destruyó los *lugares altos en la zona vecina (2 R. 18.4; 2 Cr. 31.1), y rompió la *serpiente de bronce que había fabricado Moisés en el desierto, pero que había llevado a convertirse en ídolo (2 R. 18.4).

Políticamente Ezequías estuvo intranquilo durante la dominación asiria, y vinculó a Judá con una revuelta antiasiria instigada por Egipto y dirigida por *Asdod. Judá debe haber escuchado las advertencias de Isaías (Is. 20), porque si bien Sargón II afirmaba haber subyugado a ia-u-di, ‘Judá’ (cf. DOTT, pp. 61; tamb. N. Na’aman, BASOR 214, 1974, pp. 27), el AT no registra invasión alguna en esta época. A la muerte de Sargón (705 a.C.), Ezequías consideró oportuno rebelarse contra su hijo, Senaquerib, y agasajó a emisarios del caldeo rebelde *Merodac-baladan (2 R. 20.12–19; Is. 39) y recibió promesas de apoyo de Egipto. También fortificó sus propias defensas en Jerusalén, incluyendo la excavación del túnel de *Siloé para asegurar la provisión de agua potable (2 R. 20.20; Is. 22.9ss).

Según los propios anales de Senaquerib sobre su campaña en el O, Ezequías fue el jefe de la rebelión (ANET, pp. 287–288; DOTT, pp. 64–69). Declara haber tomado cuarenta y seis ciudades fortificadas y haber aprisionado a Ezequías “como un pájaro enjaulado en Jerusalén, su ciudad real”. No asegura haber conquistado la ciudad, y el AT habla de la intervención de Yahvéh, que destruyó al ejército asirio (2 R. 19.32–36).

La mención de *Tirhaca, rey de Etiopía, en 2 R. 19.9, ha movido a algunos a proponer una segunda campaña de Senaquerib a Judá, ca. 688 a.C., ya que Tirhaca habría sido demasiado joven en 701 a.C. para haber participado, y todavía no se lo llamaba “rey”. Se ha demostrado, sin embargo, que tenía alrededor de 20 ó 21 años en esa época, que el título se explica más bien en función de la época en que fue escrito, y no en función de los hechos mismos (cf. K. A Kitchen, The Third Intermediate Period in Egypt, 1972, pp. 385–386 y nn. 823–824).

2. Padre de un clan que volvió del exilio babilónico con Esdras (Esd. 2.16; Neh. 7.21), y uno de los signatarios del nuevo pacto con Yahvéh (Neh. 10.17). Su nombre aparece en dos formas, una de las cuales, Ater, es de origen acadio. Neh. 10.17 los hace aparecer como dos personas independientes.

Bibliografía. J. Bright, La historia de Israel, 1966, pp. 292–303; J. A. G. Larraya, “Ezequías”, °EBDM, t(t). III, cols. 397–404; S. Herrmann, Historia de Israel, 1979, pp. 227–334; J. Finegan, Manual de cronología bíblica, 1975.

D.W.B.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

Ezequías (hebreo, “El Señor fortalece”; Setenta Ezekias; en las inscripciones cuneiformes Ha-za-qi-ya-hu ).

Rey de Judá, hijo y sucesor de Ajaz. A partir de 2 Reyes 18 aprendemos que comenzó a reinar en el tercer año de Oseas, rey de Israel, que entonces tenía veinticinco años de edad, que su reinado duró veinte y nueve años, y que su madre fue Abía, hija de Zacarías. El relato de su reinado está plagado de dificultades cronológicas sin resolver, y existe una diferencia de opinión entre los estudiosos en cuanto al año en que ascendió al trono. El cálculo comúnmente aceptado reconoce su reinado desde 726 a 697 a.C. En su carácter y en política, Ezequías fue piadoso y agradable a Dios. Fue un reformador civil y religioso enérgico, y por esto el escritor sagrado lo compara con el rey David. Los acontecimientos de su reinado se narran en el segundo Libro de los Reyes, y también en el relato paralelo en el Segundo Libro de las Crónicas, pero en éste, como era de esperar, se hace hincapié principalmente en las reformas religiosas que realizó, mientras que el primer relato sólo las menciona brevemente, y narra más detalladamente los aspectos civiles y políticos de su reinado.

Entre las reformas religiosas se menciona la purificación del Templo, que había sido cerrado por Ajaz, su impío predecesor (2 Crón. 28 – 29), la reanudación y correcta celebración de la fiesta de la Pascua que se habían descuidado (2 Crón. 30), y, en general, la erradicación de la idolatría, y la reorganización del culto hebreo (2 Sam. 18, 2 Crón. 31). En un título prefijado en el capítulo 25 de los Proverbios, se afirma que los dichos contenidos en la siguiente colección (25 – 29) fueron copiados por los «hombres de Ezequías». Esto parece indicar algún interés y actividad literaria por parte del rey, y en la tradición talmúdica a estos «hombres de Ezequías» se les atribuye la composición de varios libros del Antiguo Testamento. Poco después de su ascenso al trono Ezequías se liberó del yugo de los asirios, de quienes su padre se había convertido en vasallo (2 Sam. 18). Otros acontecimientos notables durante su reinado fueron su enfermedad y la curación milagrosa, la embajada de Merodak Baladán y la invasión de Senaquerib. La historia de la enfermedad de Ezequías aparece narrada en 2 Reyes 20 e Isaías 38.

El rey fue atacado por alguna enfermedad mortal, y el profeta Isaías viene en nombre de Yahveh para advertirle que ponga en orden sus asuntos, pues está a punto de morir. Pero Ezequías ora al Señor, quien le dice al profeta que regrese a anunciarle que se recuperará, y que vivirá quince años adicionales. Como una señal del cumplimiento de esta promesa, Isaías hace que la sombra retroceda diez gradas en el reloj de sol. Relacionado con este evento es el envío de una embajada por Merodak Baladán, rey de Babilonia, que habiendo oído hablar de la enfermedad de Ezequías, le envió mensajeros con regalos. El motivo de esta acción por parte del rey de Babilonia era probablemente el de contratar los servicios de Ezequías en una liga contra Senaquerib, rey de Asiria. Ezequías recibió a los enviados con gran honor, y les mostró sus varios tesoros y armamentos de guerra. Este espíritu de ostentación desagradó al Señor, el cual le envió a Isaías para anunciarle que los tesoros, en los que el rey parecía poner su confianza, serían llevados como botín a a Babilonia. Poco tiempo después (según las inscripciones cuneiformes, en el año 701), Senaquerib llevó a cabo una gran campaña contra Siria y Egipto. La historia de esta expedición está narrada, desde el punto de vista asirio, en la inscripción cuneiforme oficial conocida como el prisma de Taylor. El plan de Senaquerib era, primero, vencer a los reyes de Ascalón, Sidón y Judá que habían formado una coalición contra él, y luego tornar su atención a la tierra de los faraones.

Después de someter a Ascalon y Accarón, el invasor asirio tomó y saqueó todas las ciudades fortificadas de Judá, y llevó a sus habitantes al exilio. Luego sitiaron a Jerusalén y Ezequías, al verse encerrado «como un pájaro en una jaula», resolvió llegar a un acuerdo con su enemigo. Senaquerib exigió treinta talentos de oro y trescientos talentos de plata, y, para suplirlos, Ezequías se vio obligado a entregar no sólo el contenido del tesoro real, sino también la plata del Templo, y las láminas de oro que estaban en las puertas del mismo (2 Rey. 18). Pero cuando además de esto, los asirios exigieron la rendición de Jerusalén con miras a llevar a sus habitantes al exilio, el valor de Ezequías revivió, y se preparó para una vigorosa resistencia. Rechazó las altivas exigencias de rendición, y el rey, aconsejado por el profeta Isaías, se volvió suplicante al Señor, quien dio garantía de que el enemigo pronto abandonaría el sitio sin hacer daño a la ciudad. Esta profecía se verificó en breve cuando el ángel del Señor exterminó por la noche a 185,000 de las fuerzas de asedio, y el resto huyó con Senaquerib y regresó a Asiria. Ezequías sobrevivió a esta liberación sólo unos pocos años, y fue enterrado con gran pompa en la tumba de los hijos de David (2 Rey. 20,21; 2 Crón. 32,33).

Fuente: Driscoll, James F. «Ezechias.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909.
http://www.newadvent.org/cathen/05737a.htm

Traducido por Luz María Hernández Medina.

Fuente: Enciclopedia Católica