PACTO, ALIANZA

beréí†t (tyriB] , 1285), «pacto; alianza; convenio; acuerdo; confederación». Lo más probable es que este nombre se derive de la raí­z acádica que significa «encadenar, poner grillos»; tiene paralelos en hitita, egipcio, asirio y arameo. Beréí†t se encuentra más de 280 veces en todas las secciones del Antiguo Testamento. El primer caso del vocablo está en Gen 6:18 «Pero estableceré mi pacto contigo [Noé]. Entraréis en el arca tú, tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos contigo». «Alianza» es la traducción preferida de beréí†t por la rv: «Haced, pues, ahora alianza con nosotros» (Jos 9:6); sobre todo en el caso de acuerdos polí­ticos internos de Israel (2Sa 3:12-13, 21; 5.3) o entre naciones (1Ki 15:19). En estos casos las revisiones subsiguientes (rvr, rva, nrv) usan «alianza» o «pacto». En Jdg 2:2 se traduce: «Con tal que nosotros no hagais «pacto» con los moradores de esta tierra», («alianza» rva). El mandamiento también le fue dado a Israel en Exo 23:32; 34.12–16; y en Deu 7:2-6: Otras versiones se valen de diversos términos: «pacto» (lba, lbp, bla; bpd, sbp), «alianza» (bj), «tratado de paz» (nbe), etc., según el contexto. La rvr prefiere el término «pacto» para traducir beréí†t, en particular para denotar «acuerdos entre hombres», como entre Abraham y Abimelec (Gen 21:32): «Así­ hicieron pacto en Beerseba». David y Jonatán hicieron un «pacto» de protección mutua que comprometí­a a David y a sus descendientes en perpetuidad (1Sa 18:3; 20.8, 16–18, 42). En todos estos casos habí­a acuerdo mutuo que se confirmaba con un juramento en nombre del Señor. A veces se entregaban prendas materiales como testimonios del convenio (Gen 21:28-31). Acab derrotó a los sirios: «Hizo, pues, pacto con él [Ben-adad], y le dejó ir» (1Ki 20:34). El rey de Babilonia «tomó también a uno de la descendencia real e hizo pacto [«un trato» nbe] con él [Sedequí­as], y le hizo prestar juramento» (Eze 17:13). En «pactos» como estos, los términos los imponí­an una potencia militar superior; no eran acuerdos mutuos. La monarquí­a en Israel estaba fundamentada en un «pacto»: «David hizo pacto [«alianza» rv] con ellos [los ancianos de Israel] en Hebrón, delante de Jehová» (2Sa 5:3). Dicho acuerdo se basaba en su reconocimiento de que Dios lo habí­a nombrado (2Sa 5:2), por lo que se hicieron súbditos de David (cf. 2Ki 11:4, 17). La gran mayorí­a de los casos de beréí†t tienen que ver con los «pactos» o «alianzas» de Dios con hombres, como en el caso de Gen 6:18, ya citado. Son importantes los verbos que se usan: «Estableceré mi pacto contigo» (Gen 6:18), literalmente, «mantendré firme» o «confirmaré» mi «alianza». «Y pondré mi pacto entre mí­ y ti» (Gen 17:2; «cumpliré» rva; «confirmaré» bla). «Y El os anunció su pacto» (Deu 4:13). «Mi pacto que yo les mandé» (Jos 7:11). «Me he acordado de mi pacto. Por tanto †¦ os librare de su servidumbre» (Exo 6:5-6). Dios no rechazará a Israel por su desobediencia ni los desechará «hasta consumirlos, invalidando mi pacto con ellos» (Lev 26:44). «Ni se olvidará del pacto que les juró a tus padres» (Deu 4:31). El verbo más común es «cortar» [karat] un pacto, que siempre se traduce como en Gen 15:18 «Jehová hizo un pacto». Este uso parece derivarse de la ceremonia descrita en Gen 15:9-17 (cf. Jer 34:18), en la que Dios se aparece como «una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos» (Gen 15:17). Todos estos verbos aclaran que en todos los casos la iniciativa es de Dios; es quien establece y cumple los pactos. «Pacto/alianza» es un término paralelo o equivalente a los vocablos hebreos dabar («palabra»), joq («estatuto»), piqquí†d («preceptos», Psa 103:18 lba), edah («testimonios» Psa 25:10), toí†rah («ley» Psa 78:10) y jesed («misericordia» Deu 7:9). Estos términos enfatizan la autoridad y la gracia de Dios en establecer y cumplir con el «pacto», a la vez que señalan la responsabilidad humana bajo el «pacto». Las palabras de la «alianza» se escribieron en un libro (Exo 24:4, 7; Deu 31:24-26) y sobre tablas de piedra (Exo 34:28). Los seres humanos «entran en» (Deu 29:12) o se «unen» (Jer 50:5 rva; «juntan» rvr) al «pacto». Deben «obedecer» (Gen 12:4) y «poner por obra» todos los mandamientos del «pacto» (Deu 4:6). Pero, encima de todo, la «alianza» es un llamado a que Israel ame a «Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas» (Deu 6:5). La «alianza» divina es una relación de amor y lealtad entre el Señor y su pueblo escogido. «Si de veras escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis para mí­ un pueblo especial entre todos los pueblos †¦ y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa» (Exo 19:5-6 rva). «Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento †¦ para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres» (Deu 8:1). En el «pacto» la respuesta del hombre contribuye a su cumplimiento; no obstante, su acción no es causativa. La gracia de Dios siempre va delante produciendo la respuesta humana. De cuando en cuando, Israel «hizo pacto delante de Jehová, de andar en pos de Jehová y de guardar sus mandamientos †¦ para cumplir las palabras de este pacto escritas en este libro» (2Ki 23:3 rva). Se asemeja a su compromiso original: «Â¡Haremos todo lo que Jehová ha dicho!» (Exo 19:8 rva; 24.7). Israel no propuso los términos de una «alianza» con Dios. Respondió a su «pacto». La total clemencia y eficacia del carácter del «pacto» de Dios se confirma en la Septuaginta con la elección de diatheekee para traducir beréí†t. Diatheekee es el testamento que estipula la distribución de los bienes de un occiso de acuerdo a su voluntad. Denota una acción totalmente unilateral. Diatheekee se encuentra 33 veces en el Nuevo Testamento. En su traducción al castellano, las versiones protestantes prefieren «pacto» y las católicas priorizan el término «alianza». El uso de «Nuevo Testamento» y «Antiguo Testamento» como nombres de las dos secciones de la Biblia indica que el «pacto» divino está en el centro de todo el libro. La Biblia relata el propósito «testamentario» de Dios, de modo que el ser humano pueda unirse a El en servicio amoroso y conocer la comunión eterna con El mediante la redención que es en Cristo Jesús.

Fuente: Diccionario Vine Antiguo Testamento

I. Terminología

Las dos palabras claves para pacto o alianza en la Biblia son el heb. berı̂ṯ y el gr. diathēkē. berı̂ṯ se refiere generalmente al acto o rito de establecer un pacto, y también al contrato formal entre dos socios. diathēkē es la traducción gr. (LXX) de la palabra berı̂ṯ que fue adoptada por el NT. Su significado es “testamento”. Juntamente con berı̂ṯ se utilizan varios otros términos en relación con los pactos. Los más importantes son ˒āhēḇ, ‘amar’, ḥeseḏ, ‘amor contractural’ o ‘solidaridad contractural’, tôḇâ, ‘bondad’ o ‘amistad’, šālôm, ‘az contractural’ o ‘prosperidad contractural’, y yāda˓, ‘servir fielmente de acuerdo con el pacto’. Con la excepción de ḥeseḏ todos los otros términos pueden, de alguna manera, relacionarse con la terminología de los antiguos tratados del Cercano Oriente.

Distintos verbos se utilizan en relación con berı̂ṯ. El término técnico es kāraṯ berı̂t, lit. “cortar un pacto”, que señala el antiguo rito de cortar un animal al celebrar un tratado o pacto. Cuando se utiliza el verbo kāraṯ con las preposiciones le o ˓im, señala en dirección a un pacto celebrado por un superior. Se utilizan muchos verbos para remplazar al vocablo kāraṯ, p. ej. hēqı̂m, ‘establecer’, nāṯan, ‘dar’, higgı̂ḏ, ‘declarar’, nišba˓, ‘jurar’, he˒emı̂d, ‘confirmar’, ṣiwwâ, ‘ordenar’, y śām, ‘hacer’. También se utilizan diversos verbos para denotar la participación del pueblo en el pacto, p. ej. bô˒, “entrar en pacto con el Señor” (2 Cr. 15.12), āḇar, “entrar en una relación de este carácter” (Dt. 29.12), y āmaḏ, “encontrarse en una relación convenida”. Se utilizan dos verbos para el acto de guardar el pacto, a saber nāṣar y šāmar. Se utiliza todo un conjunto de verbos para describir el quebrantamiento del pacto: en primer lugar lo˒ con nāṣar y šāmar, luego p. ej. šāḵaḥ, ‘olvidar’, āḇar, ‘transgredir’, mā˒as, ‘despreciar’, pārar, ‘quebrar’, šāqar, ‘obrar falsamente’, ḥillēl, ‘profanar’, y šāḥaṯ, ‘corromper’.

II. Ritos pactuales

No disponemos de información suficiente respecto a los ritos pactuales, por carecer del material pertinente. Quedan, sin embargo, algunos vestigios de estos ritos en el poco material de que se dispone. La matanza de un animal (oveja, burro, toro, etc.) se describe en los textos de Mari, en las tablillas de Alalak, y en el AT. Era costumbre cortar al animal en dos o tres partes (así propuesto últimamente por Cazelles). Una parte se quemaba en honor del dios, y otra parte se consumía en una comida en celebración del pacto. En Gn. 15 se describe un rito de este tipo. También se menciona el mismo rito en Ex. 24. En este caso se describe con toda claridad el sacrificio y la comida celebratoria. En ciertos tratados celebrados con vasallos en el antiguo Cercano Oriente se establece que el vasallo está obligado a visitar al gran rey anualmente con el fin de renovar el pacto. Aunque el AT no es claro en cuanto a esto, es muy probable que la misma costumbre prevaleciera en Israel. Es posible que los israelitas se juntaran en ocasión de cierta fiesta (de año nuevo) para renovar el pacto.

III. Alianza o tratado

(i)     En el antiguo Cercano Oriente. La idea de concertar tratados prevalece en casi toda la historia del antiguo Cercano Oriente. Es sólo por casualidad que disponemos de información precisa respecto a ciertos tratados celebrados en el Cercano Oriente, p. ej. los tratados hititas, los tratados de Esar-hadón, y el tratado arm. de Sefire. Estudiando detenidamente las tablillas de Mari y de Amarna, p. ej., se descubre que hubo un trasfondo que presuponía un tratado entre varias de las naciones y grupos mencionados. El uso de expresiones tales como padre-hijo, o señor-siervo (abdu), p. ej., indica que, en una relación amistosa, al gran rey generalmente se le llama “padre”, y al rey vasallo “hijo”, mientras que en una relación más rigurosa, al gran rey se le llama “señor” y a su vasallo “siervo”. Se concertaban dos tipos principales de tratados: (1) el tratado entre iguales, en el cual los dos contratantes se denominaban “hermanos”, p. ej. el tratado entre Hattusilis III y Ramsés II. Las condiciones en este tipo de tratado se reducían principalmente al reconocimiento de fronteras y la devolución de esclavos desertores. (2) el tratado de vasallos se concertaba entre un gran rey (conquistador) y un rey de menor categoría. Estos tratados se establecían, más o menos, de acuerdo al siguiente esquema: preámbulo o introducción, en el cual se presenta al gran rey con todos sus títulos y atributos; el prólogo histórico, en el cual se bosqueja la historia de la relación entre el gran rey y los antepasados del vasallo y el vasallo mismo. No es una historia estereoripada, sino con acontecimientos históricos reales que se describen con un fuerte acento en las hazañas benévolas del gran rey en beneficio del vasallo y su pueblo. Luego siguen las estipulaciones del tratado. Estas constan, p. ej., de los siguientes puntos: prohibición de relaciones de ninguna especie con nación alguna fuera de la órbita hitita; prohibición de maniobras hostiles en perjuicio de otros vasallos del imperio hitita; apoyo inmediato al gran rey en tiempos de guerra; el vasallo debe prestar oído sordo a toda calumnia al gran rey, poniéndola de inmediato en su conocimiento; el vasallo debe presentarse una vez al año ante el rey para abonar sus tributos y renovar el tratado. A estas condiciones sigue la obligación del vasallo de depositar el texto del tratado en el templo, y de leerlo ocasionalmente. A continuación sigue una lista de dioses que actúan como testigos, ocupando lugar prominente ciertos fenómenos naturales, como ser cielos y tierra, montañas, mar, ríos, etc. El tratado con un vasallo concluye con una serie de maldiciones y bendiciones. Ciertas maldiciones han de cumplirse si se quebranta el tratado. Estas maldiciones son muy variadas, y es evidente que algunas de ellas se reservan para la esfera divina, mientras otras podrían ser ejecutadas por el ejército del gran rey. Cuando se cumple cabalmente el tratado, ciertas bendiciones resultarán para el vasallo, p. ej. el reinado eterno de sus descendientes. Aparecen variantes sobre este tema en posteriores tratados con vasallos, p. ej. en los tratados de Esar-hadón con vasallos en los que se hace mucho hincapié en la cuestión de las maldiciones. En el tratado de Sefire la maldición se ilustra mediante el derretimiento de una figura de cera, etc., una especie de acto mágico.

(ii)     En el AT. En el AT está claramente demostrado que las relaciones basadas en tratados con naciones extranjeras no eran cosa desconocida para los israelitas. Los dos tipos de tratados, aquellos entre iguales y los concertados con vasallos, aparecen en el AT. Se disciernen vestigios de un tratado de paridad entre los israelitas y los madianitas (Ex. 18), aunque subsisten muchos problemas no resueltos, p. ej. las relaciones entre los madianitas y los ceneos, y la posterior hostilidad entre los madianitas y los israelitas. Sin embargo, el mejor ejemplo de un tratado de paridad es el que se concertó entre los israelitas y los fenicios. Comenzó, probablemente, entre David e Hiram (nótese la palabra ˒ōhēḇ, ‘amado’, para expresar la relación entre David e Hiram, 1 R. 5.1), y fue renovado en escala más amplia entre Salomón e Hiram. Se les llama hermanos, y una de sus transacciones, a saber el trueque de ciertas ciudades por madera, etc., puede equipararse con una transacción similar en las tablillas de Alalak, igualmente en la esfera de los tratados. Esta relación mediante tratados es copiada más tarde por los tribus del N de Israel, después de la división del reino de los israelitas. Las buenas relaciones entre los omridas y los fenicios se establecieron a base de este tratado. Sabemos, p. ej., que el tratado de paridad entre Hattusilis III y Ramsés II se concertó mediante el casamiento de la hija de Hattusilis con Ramsés. El casamiento entre Jezabel y Acab debe entenderse como el cumplimiento parcial de las condiciones del tratado.

El mejor ejemplo de un tratado con vasallos en el AT es el que se concertó entre los israelitas y los gabaonitas (Jos. 9–10). El carácter de tratado con vasallos se evidencia en la terminología. Los gabaonitas se acercaron a los israelitas para comunicarles que querían ser sus esclavos. La expresión “nosotros somos tus siervos” (˓aḇāḏeḵâ ˒anāḥnû) se refiere claramente a vasallaje. El tratado fue concertado, y a partir de entonces hubo paz (šālôm) entre las dos partes sobre la base de un pacto. Aunque la mayoría de los entendidos actuales considera que Jos. 10 es un agregado posterior, debe observarse que la ayuda militar que los israelitas prestaron a los gabaonitas después de la concertación del tratado formaba parte de las obligaciones naturales y conocidas del firmante principal (claramente establecida, p. ej., en los tratados con vasallos descubiertos en Ugarit). Es, por lo tanto, muy evidente que los israelitas estaban muy al tanto de las distintas formas de tratados, tal como se aplicaban en otras partes del antiguo Cercano Oriente.

IV. Pactos bíblicos

(i)     El pacto con el Señor. La idea de una relación pactual entre un dios y un rey, o su pueblo, está perfectamente atestiguada en la historia del antiguo Cercano Oriente. Aparece en distintas formas con una gran diversidad de material. No se trata de algo que en todo momento se declara expresamente, pero puede deducirse de la terminología utilizada. La idea de un pacto de esta naturaleza, por lo tanto, no sería de ninguna manera algo extraño para los israelitas. Al mismo tiempo, la relación basada en tratados era cosa muy conocida para ellos, como hemos visto anteriormente. No sorprende, por consiguiente, que el Señor haya utilizado esta forma de relación para dar expresión a su relación con su pueblo. Es algo que puede haberse iniciado en época temprana, ya que el concepto estaba muy difundido en el antiguo Cercano Oriente ya en el 3º milenio a.C.

(ii)     Pactos primitivos. La tradición bíblica menciona dos pactos concertados entre Dios y Noé (Gn. 6.18; Gn. 9.8–17). Se los menciona claramente como pactos, con una obligación determinada para Noé, y ciertas promesas de parte del Señor. Es un preludio a los pactos bíblicos en los que las promesas representan un papel importante.

(iii)     El pacto patriarcal. Este pacto nos ha sido trasmitido en dos tradiciones, a saber Gn. 15 y 17. El Señor ha concertado este pacto con fuerte acento en la promesa (esp. en Gn. 17). Se hicieron dos promesas, a saber la multiplicación de la descendencia de Abraham, y la herencia de la *Tierra prometida. Es obvio, p. ej. en el libro de Éxodo, que la promesa de descendencia numerosa se considera cumplida (cf. Ex. 1.7–22). La descripción de la conquista de la tierra prometida, en el libro de Josué, es indicación del cumplimiento de la promesa de la herencia. Por lo tanto, el pacto patriarcal es mayormente de carácter de promisión. En este sentido, está íntimamente ligado al pacto davídico. El autor de Éxodo, aun cuando se ocupa de la descripción del nuevo pacto sinaítico, no deja de destacar la importancia del pacto patriarcal. Con el quebrantamiento del pacto sinaítico (Ex. 32) este autor demuestra que el pacto patriarcal seguía en vigencia (Ex. 33.1). De manera que se debe tener en cuenta que el pacto sinaítico no remplazó al pacto patriarcal, sino que coexistió con él.

(iv)     El pacto sinaítico. Según la tradición bíblica, este pacto contó con la mediación de Moisés en el Sinaí, después de que los israelitas fueran maravillosamente liberados por el Señor de su esclavitud en Egipto. En Ex. 24 se describe con toda exactitud el ritual observado para el establecimiento del pacto, descripción que conserva el sabor de lo antiguo. Se hizo un sacrificio al Señor, y la sangre de los animales sacrificados se dividio en dos partes, una de las cuales se derramó ante el altar. También se menciona el libro del pacto, aunque nada se dice respecto al contenido de dicho libro. Algunos entendidos sostienen que se refiere al Decálogo, y otros que se refiere al pacto anterior. Tenemos aquí un nuevo pacto, en el cual se da lectura a la ley, tras lo cual viene la respuesta del pueblo, el sacrificio, el sellamiento acompañado del juramento y, finalmente, la comida celebratoria del pacto. Es evidente que el autor de Éxodo ha combinado la formación del pacto con las estipulaciones del código del pacto. En Ex. 19 se describe la teofanía del Señor; en Ex. 20 se esboza la política del Señor para con su pueblo (el Decálogo); en Ex. 21–23 se detallan las condiciones, y en Ex. 24 se describe el rito del pacto. Es importante notar que este pacto contiene una descripción detallada de las estipulaciones. Como ya hemos visto en los tratados hititas para vasallos, las estipulaciones son parte integrante de la fórmula del tratado. Pero no debemos perder de vista el hecho de que este es un pacto israelita, que en ciertos aspectos podía seguir fórmulas ya conocidas para tratados o pactos, pero que en otros aspectos podía apartarse del número limitado de fórmulas que conocemos por lo que regía en el antiguo Cercano Oriente. Las estipulaciones del código pactual son totalmente distintas en su contenido de lo que conocemos en lo que respecta a las estipulaciones contenidas en los tratados. La explicación de esto podría encontrarse en las circunstancias especiales y el fondo religioso distinto. Al final del código del pacto se discierne, y como una especie de epílogo, su carácter de promisión. Aquí nuevamente se hace referencia a la romesa concerniente a la tierra prometida.

(v)     El pacto davídico. Este pacto es mayormente de promisión. Estamos de acuerdo con diversos entendidos que sostienen que este pacto tiene íntima relación con el pacto sinaítico. No se lo debe considerar como un pacto nuevo, sino más bien como una ampliación del pacto sinaítico. Con la nueva situación histórica, resultaba necesario el establecimiento del pacto davídico. El rey de Israel era ahora el mediador entre el Señor y su pueblo. Se hizo necesario, por consiguiente, concertar un pacto con dicho rey. Las últimas investigaciones han demostrado que existe también una íntima conexión entre el pacto patriarcal y el davídico. Ambos pactos son de promisión. Las promesas patriarcales se cumplieron con el aumento de la población israelita, y con la herencia de Palestina. Fue, pues, indispensable hacer nuevas promesas, al sobrevenir la nueva situación. Con la nueva promesa dada a David, de un reino eterno por sus descendientes, el pacto patriarcal quedó en cierto modo remplazado por el nuevo pacto. En 2 S. 7 el pacto aparece en forma narrativa, pero ciertos términos que se utilizan dan a entender claramente que existe un fondo pactual, p. ej. Dios será un padre para el hijo de David, y el rey será un hijo para Dios. El trono eterno de los descendientes de David tiene su paralelo en la promesa en forma de bendición en los tratados hititas para vasallos, a saber, que los hijos fieles del vasallo reinarían eternamente sobre su trono. El pacto davídico, como se evidencia en Sal. 2 y 110 ejerció profunda influencia en las expectativas posteriores del AT y aun del NT.

(vi)     El pacto en el NT. Alrededor del año 600 a.C. hubo una gran renovación del interés en el pacto (p. ej. en Jeremías). La influencia del concepto del pacto también se hizo sentir vigorosamente durante el período intertestamentario, como lo han demostrado K. Baltzer y A. Jaubert. La secta de Qumrán puede considerarse como una comunidad pactual, y sería de esperar que se diese lo mismo en el caso del NT. Aquí la palabra “pacto” (diathēkē como traducción gr. de berı̂ṯ) se utiliza en íntima conexión con la *Cena del Señor (cf. Mr. 14.22–25; 1 Co. 11.23–25). Con la institución de la santa comunión Jesús se refiere a su cuerpo como el pan y a su sangre como el vino. Esto evidentemente hace referencia a Jesús como el cordero pascual que debe ser inmolado en la pascua para ser comido por los discípulos. El cordero pascual era el equivalente del animal sacrificado con motivo del pacto, y la santa comunión la comida correspondiente. Interesante es la referencia de Cristo al nuevo testamento de su sangre. Nótese el papel prominente que tuvo la sangre en el establecimiento del pacto en Sinaí (Ex. 24.8). La muerte de Jesús como cordero pascual se iba a llevar a cabo al día siguiente en el Gólgota. El sacrificio de Cristo en la cruz es la parte más importante del establecimiento de un nuevo pacto. Pablo interpretó correctamente la crucifixión de Cristo cuando declaró que tomó sobre sí las maldiciones de la ley a fin de redimir a la humanidad (Gá. 3.13). Con el nuevo pacto la maldición del antiguo pacto sinaítico fue quitada por Cristo. Él se convirtió en el nuevo rey davídico sobre el trono eterno. De una sola vez fueron remplazados dos pactos antiguos: las maldiciones del pacto sinaítico fueron anuladas, y se cumplió la promesa del pacto davídico.

(vii)     Renovación y ratificación del pacto. La renovacián del pacto significa que el mismo ha sido quebrantado, y que debe ser renovado para que pueda tener vigencia. El mejor ejemplo de esto se encuentra en Ex. 32–34, donde el pacto sinaítico fue quebrantado por Aarón y los israelitas cuando hicieron un becerro de oro y lo adoraron. Al regresar Moisés, se aplicaron las maldiciones por el quebrantamiento del pacto, mediante la muerte de una parte del pueblo (Ex. 32.26–28). Moisés actuó como mediador para renovar el pacto quebrantado. Volvió al monte a recibir una vez más las estipulaciones del pacto renovado (Ex. 34). Jeremías consideraba que el pacto había sido quebrantado en forma tan completa que sólo podía ser remplazado por un pacto nuevo (Jer. 31.31).

La ratificación del pacto corresponde cuando el mismo se renueva sin que haya sido quebrantado necesariamente. El mejor ejemplo de esto lo tenemos en Jos. 23–24. En Jos. 23 se describen los mandamientos finales de Josué a los israelitas, en los cuales se los insta a que guarden el pacto. Según Jos. 24, con fuerte fondo pactual, los israelitas se juntaron en Siquem para renovar el pacto con el Señor. Algunos entendidos piensan que la comunión del pacto se estableció por vez primera en Siquem, debido a la antigua tradición en relación con la concertación de pactos en dicho lugar. Nosotros seguimos la tradición bíblica, y en consecuencia consideramos que la reunión en Siquem tuvo como fin la ratificación del pacto.

V. El pacto y los profetas

La opinión de Wellhausen, que todavía comparten muchos entendidos, es que la idea del pacto les era ajena a los primeros profetas. La idea surge sólo a partir de la época del deuteronomista en adelante (cf., p. ej., las opiniones de Kutsch y Perlitt). Este punto de vista se basa principalmente en la idea de que no se puede descubrir ninguna referencia a pactos en los primeros profetas, y que casi no se usa el vocablo berı̂ṯ. Es verdad que berı̂ṯ rara vez aparece en estos escritos, pero es discutible que el hecho de que un término aparezca raras veces demuestre la inexistencia de alguna institución. Puede haber habido alguna razón para evitar el uso de berı̂ṯ; p. ej. puede haber prevalecido entre los lectores y oyentes un concepto equivocado respecto al verdadero significado del término. Investigaciones recientes han demostrado que en la mayoría de los escritos de los profetas está presente la idea del pacto, si los examinamos desde un punto de vista más amplio, buscando los distintos elementos que componen el pacto, p. ej. la maldición y bendición y el quebrantamiento del pacto al contravenir las estipulaciones. ¿Qué sucederá cuando se quebranten las estipulaciones? Seguirá luego una acción judicial basada en el pacto. La conexión entre la función profética y la ley resulta evidente al estudiar cuidadosamente los escritos proféticos. No existe ninguna diferencia, en lo que respecta a la ley, entre profetas como Oseas, Amós, Isaías, y Jeremías. ¿Por qué se ha de elegir a Jeremías como protagonista del pacto simplemente porque haya utilizado la palabra berı̂ṯ y los otros no?

Uno de los problemas principales en relación con los escritos proféticos estriba en el origen de las amenazas proféticas. Otro problema es la combinación de las amenazas y las bendiciones proféticas. Un detenido estudio de las amenazas demuestra que muchas de ellas pueden relacionarse con maldiciones más o menos contemporáneas en tratados de vasallos, p. ej. los de Esar-hadón y Sefire. La maldición, sin embargo, no estaba reducida a los tratados, sino que en el antiguo Cercano Oriente se utilizaba para propósitos diversos. Debe notarse que las maldiciones relacionadas con los tratados tienen ciertas características que aparecen también en la amenaza profética. De ahí la probabilidad de que los profetas considerasen que el pacto había sido quebrantado y que, como consecuencia de esto, ciertas maldiciones habrían de hacerse efectivas. Esto indica que los profetas estaban familiarizados con la modalidad del pacto. El hecho de que hayan pronunciado amenazas ante el quebrantamiento de la ley (del pacto), pero bendición y prosperidad cuando se cumplía la ley (del pacto), demuestra el conocimiento especial que tenían de la modalidad del pacto. Así, toda la cuestión relacionada con la aplicación de maldiciones o bendiciones puede explicarse por el quebrantamiento o el cumplimiento del pacto.

El juicio relacionado con el pacto, algo que está perfectamente atestiguado en el antiguo Cercano Oriente, como lo ha demostrado Karvey, puede observarse en fuentes muy antiguas, como ser Dt. 32 hasta los primeros y postreros profetas, p. ej. Is. 1.2–3, 10–20; Jer. 2.4–13; Mi. 6.1–8. En dichos juicios los israelitas son acusados de idolatría. Quiere decir que han violado una de las condiciones del pacto, vale decir, la de no adorar a ningún otro dios. Sobre esto se pronuncia sentencia en forma de amenazas o maldiciones. Llama la atención que en ciertos juicios se invoca al cielo y a la tierra como testigos. Es muy esclarecedor el paralelo que se puede trazar con los más antiguos tratados hititas con vasallos, donde el cielo y la tierra también se consideran testigos. Esto indica una relación muy íntima con la modalidad del tratado o pacto.

VI. El pacto y la teología

Eichrodt considera, en su Theology of the Old Testament, que el concepto del pacto ocupa un lugar central en el AT. El pensamiento religioso israelita se formó en torno a este concepto. De todo lo que se ha dicho anteriormente, vemos claramente la preponderancia y la importancia de la idea del pacto en el pueblo de Israel. Sin embargo, esto no excluye otras maneras de expresar la relación existente entre el Señor y su pueblo. El pacto con sus estipulaciones abre la posibilidad de la transgresión y el pecado, con sus consecuencias de juicio y castigo. Este es uno de los principales temas del AT. Otro rasgo importante del pacto es la promesa y la esperanza. El pacto davídico, con la promesa de un trono eterno, dio lugar a la esperanza de la gloriosa venida del Mesías, hijo de David. Esto conforma el vínculo importante entre el AT y el NT. Por lo tanto, el pacto constituye el vínculo más importante entre los dos testamentos. Con el nuevo pacto del NT se crea una nueva esperanza con respecto a la parusía del Mesías. Esto demuestra que el pacto, y las expectativas a que da lugar, son también responsables del tema principal de la esperanza escatológica.

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Para una buena bibliografía hasta el año 1977, cf. D. J. McCarthy, Old Testament Covenant², 1978. La siguiente es una selección basada en un amplio repertorio: K. Baltzer, The Covenant Formulary, 1971; W. Beyerlin, Origins and History of the Oldest Sinaitic Traditions, 1965; P. J. Calderone, Dynastic Oracle and Suzerainty Treaty, 1966; H. Cazelles, DBS, 7, 1964, pp. 736–858; R. E. Clements, Abraham and David; 1967; F. C. Fensham, “Covenant, Promise and Expectation”, TZ 23, 1967, pp. 305–322; id., “Common Trends in Curses of the Near Eastern Treaties and Kudurru-inscriptions compared with Maledictions of Amos and Isaiah”, ZAW 75, 1963, pp. 155–175; id., “The Treaty between the Israelites and the Tyrians”, VT Supp 17, 1969, pp. 78ss; G. Fohrer, “AT-Amphiktyonie und Bund”, ThL 91, 1966, pp. 802–816, 893–904; J. Harvey, Le plaidoyer prophétique contre Israël après la rupture de l’alliance, 1967; D. R. Hillers, Treaty-curses and the Old Testament Prophets, 1964; id., Covenant: The History of a Biblical Idea, 1968; H. B. Huffmon, “The Covenant Lawsuit and the Prophets”, JBL 78, 1959, pp. 286–295; A. Jaubert, La notion d’alliance dans Le judaïsme aux abords de l’ère chrétienne, 1963; K. A. Kitchen, “Egypt, Ugarit, Qatna and Covenant”, Ugarit Forschungen II (1979), pp. 453–464; M. G. Kline, Treaty of the Great King, 1963; E. Kutsch, Verheissung und Gesetz, 1973; J. L’Hour, La morale de l’alliance, 1966; N. Lohfink, Die Landverheissung als Eid, 1967; D. J. McCarthy, Treaty and Govenant, 1963; G. E. Mendenhall, Law and Covenant in Israel and the Ancient Near East, 1955; J. Muilenburg, “The Form and Structure of the Covenantal Formulations”, VT 9, 1959, pp. 74–79; M. Noth, Das System der zmölf Stämme Israels, 1930; L. Perlitt, Bundestheologie im Alten Testament, 1969; A. Phillips, Ancient Israel’s Criminal Law, 1970; H. Graf Reventlow, Gebobot und Predigt im Dekalog, 1962; L. Rost, “Sinaibund und Davidsbund”, ThL 72, 1947, pp. 129–134; W. Schottroff, Der Altisraelitische Fluchspruch, 1969; R. Smend, Die Bundesformel, 1963; G. E. Wright, “The Lawsuit of God: A Form-Critical Study of Deut. 32”, In Honour of J. Muilenburg, 1962, pp. 26–27; W. Zimmerli, The Law and the Prophets, 1965.

F.C.F.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico