Escupida (heb. rîr, rôq [de los verbos yâraq, râqaq]; gr. ptúsma [de los verbos ptúí‡ y emptúí‡]). En la antigüedad, el acto de escupir a una persona (o hacerlo delante de ella) era una demostración de sumo desprecio (Num 12:14; Job 30:10). El hombre que no quería cumplir la ley del levirato negándose a casarse con la esposa de su hermano fallecido, debía sufrir la afrenta de que la rechazada le escupiera el rostro en público (Deu 25:5-9). Isaías profetizó que al Mesías lo escupirían (ls. 50:6; cf Mat 26:67; 27:30; Mar 14:65; Luk 18:32; etc.). Cristo usó su saliva para realizar varios milagros (Joh 9:6; Mar 7:33; 8:23).
Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico