EJERCITO

v. Soldado, Tropa
Exo 7:4 sacaré a mis e, mi pueblo, los hijos de
Num 33:1 que salieron .. de Egipto por sus e
Jos 5:14 Príncipe del e de Jehová he venido
2Ki 21:3; 2Ch 33:3 adoró a todo el e de los
25:5


Ejército (heb. ts>b>’; gr. stratiá). Israel no tení­a un ejército permanente antes del tiempo de los reyes. Durante la peregrinación por el desierto, todos los hombres capaces, excepto los levitas, a la edad de 20 años para arriba eran automáticamente miembros del ejército de ciudadanos (Num 1:2, 3), que en ese tiempo consistí­a sólo de infanterí­a (11:21). En ciertas ocasiones se les asignaba deberes militares a los levitas, exceptuados del servicio militar (1:45-50; 1Ch 12:23, 26-28). Los soldados generalmente estaban divididos en lanceros, honderos y arqueros, de acuerdo con las armas que manejaban. Estaba organizado sobre la base de las divisiones polí­ticas de Israel, y la unidad mayor en cada tribu era la «de mil», o «las casas de sus padres» o los «clanes», que se subdividí­an en 100, 50 y 10 (véase Exo 18:25; Num 1:2, 16; Deu 1:15; etc.). Más tarde, en la historia de Israel se encuentran divisiones militares semejantes (Num 31:5; 2. S. 18:1). La misma organización continuó probablemente en el perí­odo de los jueces. En tiempos de peligro nacional los lí­deres reconocidos del pueblo, los jueces, enviaban mensajeros por el paí­s y llamaban a los hombres de guerra de las diversas tribus (Jdg 6:34, 35; 19:29-20:2; 1Sa 11:7). Tan pronto como pasaba el peligro se ganaba la victoria, y los ejércitos enemigos eran expulsados, todo el pueblo se dispersaba nuevamente y regresaba a sus hogares. Aparentemente el ejército no tení­a un cuerpo de suministros durante ese tiempo; cada soldado llevaba su propio equipo y obtení­a sus propias provisiones por medio del pillaje u otros medios (cf 1Sa 17:17, 18). Véanse Arco; Caballerí­a; Escuadra; Escuadrón; Flecha; Honda; Infanterí­a; Lanza. 181. Maqueta antigua de un cuerpo de ejército egipcio compuesto por soldados sudaneses. Ejércitos, Jehová o Señor de los. Véase Jehová (6).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

latí­n exercitum. Conjunto de fuerzas armadas de un Estado. De acuerdo con esta definición, Israel no tuvo ejército propiamente tal hasta la época de la monarquí­a. Antes del establecimiento de los reyes, todos los varones de Israel de veinte años para arriba y aptos para la guerra formaban lo que se podrí­a llamar un e. popular, y por esta razón se hizo el censo en el desierto de Sinaí­, después de haber salido del cautiverio de Egipto, Nm 1-2-43; lo mismo que el conteo de los hombres útiles para la guerra que se hizo en las estepas de Moab, Nm 26, 2; los israelitas entonces acamparí­an por cuerpos, según las casas patriarcales, bajo sus enseñas, alrededor de la Tienda del Encuentro, Nm 2, 1; los de la tribu de Leví­ no fueron incluidos en este censo, puesto que sus miembros estaban dedicados al servicio de la de la Morada del Testimonio, de sus utensilios, de desmontarla y montarla, cuando el pueblo debí­a trasladarse de un lugar a otro, Nm 1, 47-51; 2, 33. Pero se establecieron unas excepciones a la obligación de ir a la guerra, y estaba exento quien hubiera construido una casa y no la hubiese estrenado; quien hubiera plantado una viña y no la hubiese disfrutado; quien se hubiere desposado con una mujer y no se hubiese casado; igualmente, quien tuviera miedo, deberí­a marcharse a casa para que no transmitiese el temor a los demás combatientes, Dt 20, 5-8.

Ya en la monarquí­a el rey Saúl trató de conformar su primer e. organizado y sostenido por la corona, se eligió tres mil hombres, para la campaña contra los filisteos, 1 S 13, 1-2; Saúl nombró jefe del ejército a Abner, hijo de Ner, tí­o del rey, 1 S 14, 50; y dice la Escritura que cuando el soberano †œveí­a un hombre fuerte y valeroso, se lo incorporaba†, 1 S 14, 52, lo que muestra que ya se trataba de un e. profesional, no del pueblo levantado en masa. En 1 Cro 27, 1, se encuentra la forma como el rey David reorganizó el servicio civil y militar del reino. El rey Salomón, hijo y sucesor de David, dotó al e. de caballos y carros de guerra, 1 R 9, 19; 10, 26; 2 Cro 1, 14; 9, 25. En la Escritura, a los astros y estrellas se les llama †œe. de los cielos†, cuyo culto, corriente en los pueblos paganos, se condenaba, Dt 4, 19; 17, 3; 2 R 17, 16; 21, 3-5; 23, 4; 33, 3; Is 34, 4; Jr 33, 22; los espí­ritus celestes de la corte de Yahvéh reciben el mismo nombre, 1 R 22, 19; 2 Cro 18, 18. Yahvéh ® Sebaot, Dios o Señor de los Ejércitos, es otra expresión corriente en las Escrituras, sobre todo en los escritos proféticos, 1 S 1, 4 y 11; 4, 4; 17, 45; Sal 24 (23), 10; 46 (45), 4/8/12; 48 (47), 9; 69 (68), 7; 80 (79), 20; 84 (83), 2/4/13; Is 1, 9 y 24; 2, 12; 3, 1 y 15; Jr 9, 6; 10, 16; Rm 9, 29; St 5, 4.

Diccionario Bí­blico Digital, Grupo C Service & Design Ltda., Colombia, 2003

Fuente: Diccionario Bíblico Digital

En el AT:
1. La palabra heb. más frecuente es tava†™, ejército (Gen 21:22); ángeles (Jos 5:14; Dan 8:11, Ejército de Jehovah como en la RVA y RVR-1960, o ejército del Señor en DHH y BA); astros (Deu 4:19, como en DHH; la RVA tiene el ejército del cielo); creación (Gen 2:1); Jehovah de los ejércitos (1Sa 17:45).
2. Hebreos hayil, ejército (Exo 14:4).
3. Dos veces el heb. hel (2Ki 18:17, ejército en la RVA, RVR-1960, DHH y BA; Oba 1:20, tropa en la RVA, ejército en la RVR-1960 y BA, multitud en DHH.
4. Hebreos mahaneh, frecuentemente traducido campamento (Exo 32:27; aunque la RVA en 14:24 traduce ejército).

En el NT:
1. Gr., stratia, ejército (Luk 2:13 tiene huestes celestiales; Act 7:42, ejército del cielo o estrellas del cielo como en DHH, o cuerpos celestes; ver nota en la BA, como objetos de adoración).
2. Gr., xenos, invitado pero también hospedador (Rom 16:23).
3. Gr., pandocheus, uno que recibe a todo los que vienen (Luk 10:35, la RVA, RVR-1960 y BA tienen mesonero; DHH tiene dueño del alojamiento).

Definimos Ejército como un conjunto de hombres armados y organizados para guerrear. De las diversas palabras usadas para ejército, gedhudh (usada 32 veces) generalmente significa una banda de pocos integrantes saliendo para saquear (1Sa 30:8, 2Sa 22:30), aunque se usó (2 Crónicas 25) al referirse al gran ejército de Amasí­as de 300.000 hombres escogidos de Judá y Benjamí­n con, al principio, 100.000 mercenarios del reino del norte. Los ejércitos de Israel, cuando eran dirigidos y guiados por Dios, eran siempre exitosos (Jos 1:3; Jos 5:14), pero cuando hombres como Saúl (1 Samuel 15) y Amasí­as (2Ch 25:14) se negaban a escuchar a Dios, el resultado era el fracaso y la muerte. Hayil, usada 231 veces y traducida como ejército 54 veces, implica poder, valor, riqueza, o, en contextos militares, recursos en general para la guerra. Por alguna razón, Dios no querí­a que Israel usara ni dependiera de la caballerí­a (Deu 17:16; Deu 20:1; Isa 31:1).

Mahaneh, usada más de 200 veces, generalmente significa campamento, pero se usa a veces para referirse a un ejército en el campo (p. ej., Jdg 4:15).

La palabra ma†™arakhah se deriva de un verbo que significa poner en orden y se usa en relación a un ejército que se ha juntado para una batalla o que está involucrado en ella; p. ej., el ejército de Israel (1Sa 17:8, 1Sa 17:10). La palabra tsava†™ correctamente significa hueste o Jehovah de los Ejércitos (Isa 22:15). Se usa 500 veces y se traduce ejército numerosas veces. La palabra enfatiza la gran cantidad de soldados. Al usarse con referencia al ejército de Dios, los soldados pueden ser el pueblo (Exo 7:4), ángeles (Psa 103:21), o, por inferencia, langostas (Joel 2). La palabra gr. correspondiente stratia se usa al referirse a ángeles (Luk 2:13) y las estrellas y los planetas (Act 7:42).

Los ejérictos de Israel hasta la época de Salomón estaban compuestos mayormente por infanterí­a, armados con espadas, lanzas, arcos y flechas y hondas y protegidos por pequeños escudos, con un juez, general o rey a la cabeza.

Israel, cumpliendo la condición de ser obediente (Deu 28:1-7) pudo haber llegado a ser el mayor poder de la tierra; pero cuando se apartó en una apostasí­a sin esperanza, Dios empezó a levantar grandes poderes universales (Daniel 2) contra ella. Hubo una sucesión de poderes militares (babilonio, persa, griego y romano). Los romanos eran geniales para gobernar y para organizarse militarmente. Jesús (Mat 26:53) sugiere un posible ejército angelical dividido en legiones como el ejército romano.

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

tip, EJER ANGE

fot, dib00019

vet, (a) EJERCITO. Soldados reunidos en tropas bien organizadas, bajo las órdenes de un jefe (Gn. 21:22; Jue. 4:2; Ex. 7:4; 12:41; Nm. 2:3; 1 R. 2:5). Se debe recordar que Israel era la hueste de Jehová, puestos a Sus órdenes, y peleando Sus batallas (Ex. 12:41; Jos. 5:14). Parece que todos los de más de veinte años eran considerados como capaces de portar armas (Nm. 1:3). Durante la marcha por el desierto y la conquista acampaban en cuatro divisiones de tres tribus cada una, con un capitán sobre cada tribu. Las subdivisiones eran en millares y centenas (Nm. 31:14) y en familias (Jos. 7:17). Habí­a convocatorias a golpe de trompeta (Nm. 10:9; cp. 1 Co. 14:8), y toda la apariencia de una organización cuidadosa. Hasta la época de los reyes parece haberse mantenido esta organización natural o tribal, pero en la época de Saúl encontramos una guardia personal (1 S. 13:2), y un general del ejército (1 S. 17:55). En la época de David los héroes que se hallaban con él en la cueva de Adulam formaron el núcleo de sus «valientes» (2 S. 23:8-39). Estaban dedicados al servicio del rey puesto por Dios. Más tarde, David organizó una milicia de 24.000 hombres bajo 12 capitanes (1 Cr. 27:1-15). La graduación general iba desde soldados, hombres de guerra, «criados» de Salomón, capitanes, comandantes de carros, y gentes de a caballo (1 R. 9:22). Puede señalarse que, al haber sido prohibidos los caballos (Dt. 17:16), no fue sino hasta la época de Salomón que se organizó la caballerí­a, aunque David se habí­a reservado caballos para cien carros del despojo de los sirios (2 S. 8:4). Salomón, comerciando con Egipto (1 R. 10:28, 29) aumentó su cantidad hasta que la fuerza llegó a ser de 1.400 carros y 12.000 jinetes (1 R. 10:26; 2 Cr. 1:14). Al estar sometidos a servicio militar todos los varones capaces, David disponí­a de un ejército de 1.570.000 hombres «que sacaban espada» (1 Cr. 21:5). Después de la división, Judá, durante el reinado de Abí­as, disponí­a de 400.000 «hombres de guerra, valerosos, escogidos», en tanto que Israel tení­a, al mismo tiempo, 800.000 «hombres escogidos»; Josafat, que se engrandeció mucho, disponí­a de 1.160.000 hombres, aparte de los que estaban de guarnición en las ciudades fortificadas. En el NT se hacen unas pocas referencias al ejército romano. Una «legión» era un cuerpo de ejército que contení­a todas las graduaciones. Durante el imperio, no era, en números redondos, una fuerza de más de 6.000 hombres. Cada legión tení­a, teóricamente, 10 cohortes de 600 hombres; cada cohorte, 3 maní­pulos de 200 hombres; y cada maní­pulo 2 centurias de 100. De ahí­ viene el nombre centurión o comandante de 100 hombres como hallamos en Hch. 10:1, 22, etc. El cuartel de las tropas romanas en Palestina estaba en Cesarea, con una cohorte en Jerusalén; pero en la época de la fiesta, cuando el temperamento rebelde de los judí­os podí­a manifestarse, se hallaban más tropas de refuerzo en la ciudad, aunque sin sus emblemas del águila, etc., que eran especialmente ofensivos para los judí­os. Aunque los romanos eran la vara de Dios para castigarlos, no estaban dispuestos a humillarse ni a recibir el castigo como proveniente del Señor. (b) EJERCITO DE LOS CIELOS (JEHOVí DE LOS EJERCITOS). En un plano muy diferente, la Biblia habla también del ejército celeste formado por los ángeles (1 R. 22:19; Sal. 148:2; Lc. 2:13). El conjunto de las estrellas lleva también en ocasiones la denominación de ejército de los cielos (Dt. 4:19; 2 R. 23:5). Los semitas daban este nombre al cielo, a sus potencias y a los cuerpos celestes; en tanto que por el término de ejército terreno denotaban la tierra, todo lo que se halla en las fuerzas de la naturaleza: vientos, rayos, calor, frí­o, fieras y cosas inanimadas (Gn. 2:1; Sal. 33:6). El mismo Dios es frecuentemente llamado Jehová de los ejércitos. En ocasiones se afirma que esta expresión significa que Jehová es el Dios de los ejércitos de Israel; y para demostrar este extremo se pueden citar las palabras de David a Goliat: «Tú vienes a mí­ con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel» (1 S. 17:45); también dijo el profeta Isaí­as: «Jehová de los ejércitos descenderá a pelear sobre el monte de Sión» (Is. 31:4). Sin embargo, esta aplicación no agota el significado del término. Es cierto que Jehová guerreaba por Su pueblo, y que verdaderamente era «Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla» (Sal. 24:8). No obstante, Jehová de los ejércitos significa mucho más que un Dios dando la victoria a los israelitas sobre el campo de batalla. Las traducciones griegas vieron el profundo sentido de este término, y lo tradujeron por «Pantocrátor», el Todopoderoso. El término ejército que figura en esta expresión se refiere a los ejércitos de toda la creación, la cual, espiritual y materialmente, constituye un inmenso ejército, con numerosas divisiones, compuestas de todo tipo de tropas, organizadas y mandadas por Jehová. Una de estas divisiones es la de los ángeles. Fue Jehová Dios de los ejércitos quien se apareció a Jacob en Betel, cuando vio la escalera y los ángeles de Dios que subí­an y bajaban por ella (Gn. 28:12, 13; Os. 12:4, 5). «Porque ¿quién en los cielos se igualará a Jehová? ¿Quién será semejante a Jehová entre los hijos de los potentados? Dios temible en la gran congregación de los santos, y formidable sobre todos cuantos están alrededor de El. Oh Jehová, Dios de los ejércitos, ¿quién como Tú? Poderoso eres, Jehová, y tu fidelidad te rodea» (Sal. 89:6-8). Otro ejército es el de las estrellas, en su magní­fico orden y su apariencia extraordinaria. Jehová las ordena. Isaí­as invita a quien quiera conocer a Dios a levantar los ojos al cielo, a contemplar las estrellas (Is. 40:26; 45:12). Otro ejército se compone de todas las fuerzas de la naturaleza. Están a disposición del Señor, le sirven, proclaman Su gloria (Neh. 9:6). Es Jehová de los ejércitos quien enví­a la espada, el hambre, la peste (Jer. 29:17). «Así­ ha dicho Jehová, que da el sol para luz del dí­a, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre» (Jer. 31:35). Los griegos, admiradores de la bóveda celeste y de la tierra, dieron el nombre de «kosmos» a todo el conjunto, implicando la idea de belleza y armoní­a. Los romanos, que observaron lo armonioso de los movimientos de las constelaciones y sus relaciones entre sí­, dieron a la creación el nombre de universo, que expresa bien la unidad del conjunto. La revelación ve, en este orden aparentemente inmutable, un ejército de inmensas divisiones, numerosas y diversas, dispuestas en todo momento a obedecer la voluntad de su único capitán, Jehová de los ejércitos, dando señales portentosas a la orden de Dios (cp. Jue. 5:20; Is. 13:10; Ez. 32:7; JI. 2:10; 3:15; Mr. 13:25; Lc. 21:25, etc.).

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

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Conjunto de militares, jefes y soldados, que forman un cuerpo social en cada nación. Su primera misión es defender la sociedad, la nación, la Ley y el orden, y rechazar posibles ataques exteriores, cuando diversos enemigos se presentan agresivos.

Eventualmente su labor es exigir el cumplimiento de los pactos consensuados o exigir el respeto de los derechos de la colectividad. Los ejércitos se han dado en todas las épocas y en todos los paí­ses. Pero su sentido y misión ha sido diversas y siempre ha estado dependiente de la ideologí­a y apetencias de los gobernantes individuales (monarquí­as, dictaduras) o colectivos (democracias).

La pertenencia y la actuación del ejército, y de cuantos en él se desenvuelven, plantea en ocasiones problemas de conciencia: si se puede participar en una guerra que no sea justa, si es obligación de conciencia aceptar ciegamente la normas de los mandos superiores y si en moral hay «la obediencia debida» que exige la disciplina militar. Se interroga también si es moral el servicio militar obligatorio, si la objeción de conciencia ante el uso de armas es justa, si las armas son de por sí­ malas, etc.

La doctrina de la Iglesia es clara al respecto, sobre todo cuando el ejército se declara en la sociedad moderna más como fuerza de orden que como cuerpo coactivo para imponer por la fuerza lo que no se consigue por los acuerdos o pactos.

En la Sagrada Escritura aparece con frecuencia la acción bélica, tanto ofensiva como defensiva, de las tropas de Israel. Pero su acción, explicable en el contexto de los pueblos, no es criterio moral por la peculiaridad ética del Antiguo Testamento, previa a la plenitud de la revelación cristiana y a las exigencias prioritarias del amor al prójimo sobre toda otra consideración.

La profesión militar y las acciones bélicas de por sí­ no son ni buenas ni malas. Es su motivación, su ejercicio lo que las hace malas o buenas según se proceda en derecho y en justicia o con extorsión y coacciones.

También los soldados le preguntaban a Juan «Y nosotros, ¿qué debemos hacer? Y él les respondí­a: «No abusar de la gente[con la fuerza], no hacer denuncias falsas[por la misión de vigilancia], contentarse con su sueldo[no ser militar por el dinero sino por vocación]» (Lc. 3. 14).

Incluso es conveniente recordar que, en aquellas sociedad en la que cierta pertenencia al ejército, por un perí­odo de tiempo, es obligación legal, la formación y el respeto a las creencias se impone.

Por eso casi en todos los paí­ses se regula la objeción de conciencia o el respeto a quien tenga oposición a esa pertenencia militar. Se reemplaza ese servicio obligatorio por un servicio civil sustitutorio o se diferencia en el tiempo de pertenencia lo que es «servicio de armas» y lo que es «asistencia social» en tiempos del servicio de armas. Sólo las dictaduras niegan el derecho humano de no emplear la violencia cuando la conciencia lo prohí­be.

Este sentimiento antimilitarista se ha divulgado ampliamente en los tiempos recientes en amplios sectores de la juventud. Ello implica cierto tacto pedagógico cuando de este tema se trata.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

(-> guerra, violencia, centuriones). El ejército constituye uno de los elementos básicos de la institución de un Estado organizado, como advierte Samuel al pueblo que le pide que establezca la institución de la monarquí­a: «Así­ hará el rey que reinará sobre vosotros: tomará vuestros hijos, y los pondrá en sus carros al servicio de su caballerí­a, para que corran delante de su carro; y nombrará para sí­ jefes de miles y jefes de cincuentenas; los pondrá asimismo a que aren sus campos y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros…» (1 Sm 8,11-12). No se concibe un rey sin un ejército bien organizado y sin un sistema de servidumbre. Pero al principio las cosas no fueron así­, ni deberán serlo al final, como veremos.

(1) Principio, ejército profesional, ejército del pueblo. Hacia el año 1100 a.C. los Estados cananeos tení­an un ejército con mandos profesionales y soldados mercenarios. Las tribus de Israel, en cambio, lo creaban sólo si era necesario, levantando en armas al conjunto (o parte) de la población, pues cada clan o mishpahah tení­a siempre un grupo de hombres preparados para el combate. El ejército no constituí­a un grupo aparte, sino que lo formaban los israelitas libres, prontos para defender el yahvismo, pues Dios mismo protegí­a a los débiles y uní­a al pueblo como federación sagrada. Por eso, la guerra resultaba inseparable de la vida de las tribus que conservaban su identidad y la defendí­an contra la amenaza de las ciudades del entorno, luchando por mantener su independencia, con la certeza de que Dios les ayudaba.

(2) Crisis del sistema y surgimiento de un ejército profesional. Saúl. Hacia el 1050 a.C. las tribus de la zona montañosa habí­an sido capaces de enfrentarse con las ciudades cananeas, cuyos carros no podí­an maniobrar en las quebradas y/o llanuras pantanosas, donde se imponí­a la guerrilla. Pero los filisteos empezaron a controlar el hierro, pudiendo disponer de un armamento superior, ligero e individual (cf. 1 Sm 17,5ss), que les daba ventaja sobre los israelitas. Pues bien, los israelitas respondieron buscando un jefe carismático: Saúl. En sentido estricto, Saúl no es aún rey (no unifica la administración ni tiene corte), sino general en jefe de unas tribus a las que convoca para luchar contra los nómadas de oriente, en Galaad (cf. 1 Sm 11), y contra Filistea (1 Sm 13-14). Antes los soldados volví­an a sus casas al acabar la guerra, ahora no. «La guerra contra los filisteos fue muy dura… y en cuanto Saúl veí­a cualquier hombre fuerte o valiente lo atraí­a hacia sí­… Y Saúl se escogió tres mil hombres de Israel: dos mil estaban con él en Mikmas…, y mil, con Jonatán (su hijo) en Guibeá de Benjamí­n. En cuanto al resto del pueblo, los mandó a su casa» (1 Sm 14,52; 13.2). Ha nacido un ejército profesional, pues la defensa exige una milicia permanente, en cuarteles o campamentos, cerca de los puestos de peligro, dispuesta pronto al combate. Surge de esa forma una primera división de clases: los soldados se separan del resto de la población, de la que viven y a la que defienden. Lógicamente, hacen falta impuestos para su manutención y utillaje, pues el hierro es caro.

(3) David y Salomón. La institución militar. Saúl fracasó, muriendo en Gelboé, en manos de los filisteos, hacia el 1000 a.C. En su lugar surgió David, que habí­a empezado como soldado y jefe particular (condotiero de guerreros profesionales), culminando para su provecho una brillante carrera polí­ticomilitar que le hizo rey. La misma Biblia, que idealiza su figura, conserva claro el recuerdo de sus orí­genes guerreros. Era, ante todo, estratega y soldado, ya en tiempos de Saúl: «Se le juntaron todos los hombres en situación apurada, cuantos tení­an un acreedor y todos los individuos amargados; David se hizo su caudillo y sus acompañantes eran como unos 400 hombres» (1 Sm 22.2). Su ejército puede compararse a los modernos cuerpos de mercenarios, con soldados que no tienen más oficio que la guerra: de ella viven, para ella se preparan. El mismo David habí­a sido mercenario al servicio filisteo (1 Sm 27), sabiendo granjearse con regalos a los representantes de Judá (1 Sm 30), que le ungieron rey tras la caí­da de Saúl (2 Sm 2,2-4), para proclamarse después rey sobre todo Israel (2 Sm 5,3). Su ejército constaba de tres cuerpos. (a) Sigue siendo un condotiero, rodeado por antiguos compañeros de guerrilla (cf. 1 Sm 22,2) que forman su guardia militar, centrada en los treinta héroes, oficiales mayores de su tropa (cf. 2 Sm 23). (b) Al enriquecerse como rey, David contrata soldados mercenarios de Creta y Filistea (cereteos y péleteos: cf. 2 Sm 8,18; 18,20) que pone a su servicio, no al servicio de las tribus o la guerra santa, (c) Por pacto con las tribus, él es jefe de la milicia popular de Israel, que debí­a reclutarse cuando fuera necesaria la defensa del pueblo, puesta ya bajo el mando de sus profesionales (cf. Cr 27). Salomón sucede a David tras una intriga palaciega, apoyada por los cereteos y peleteos, mercenarios de su padre (cf. 1 Re 1,38) que seguirán siendo decisivos en el nuevo reinado, con la que se logra la unificación del ejército, con criterios territoriales y militares (cf. 1 Re 4). Antiguos israelitas y nuevos cananeos conquistados se convierten en súbditos de un mismo rey, obligados a pagar tributos para las construcciones y empresas monárquicas, censados para un servicio militar profesionalizado. Lógicamente, se vuelven necesarias las bases militares, las ciudades para los carros y la caballerí­a (1 Re 9,19). De esa forma, el ejército se convierte en institución unificada, al servicio del imperio.

(4) La utopí­a de la paz. Un rey sin ejército. Los reinos de Israel y Judá siguieron teniendo un ejército profesional hasta la caí­da de los reinos (721 y 587 a.C.). Desde entonces Israel será esencialmente un pueblo sin Estado y sin ejército, a pesar de todos los intentos de independencia y lucha. En ese contexto se inscribe la esperanza de una institución pací­fica del nuevo estado mesiánico, con un rey sin armas, montado en un asno, como ha puesto de relieve Zac 9,9 y ha destacado el Nuevo Testamento (Mt 21,5).

Cf. G. BARBAGLIO, Dios ¿violento?, Verbo Divino, Estella 1992, X. PIKAZA, El Dios de los ejércitos, PPC, Madrid 1997; R. SMEND, Jahwekrieg und Stammebund, FRLANT 94, Gotinga 1963; F. STOLZ, Jaimes uns Israels Kriege, ATANT 60, Zurich 1972; G. VON RAD, Der Heilige Krieg im Alten Israel, Zwingli, Zurich 1991.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra

Grupo numeroso de hombres organizados y entrenados para la guerra. Por lo general, el término hebreo corriente para †œejército† (tsa·vá´) se usa con referencia a fuerzas armadas humanas (Nú 1:3), pero también puede referirse a espí­ritus celestiales (1Re 22:19) y cuerpos fí­sicos celestes. (Dt 4:19.) La voz hebrea já·yil, que seguramente se deriva de una raí­z que significa †œdurar† (Job 20:21), se usa para referirse a una †œfuerza militar† y a una †œfuerza de combate† (2Sa 8:9; 1Cr 20:1), pero también significa †œhabilidad; energí­a vital; capacidad; recursos; riquezas†. (1Cr 9:13; Dt 33:11; Pr 31:29; Isa 8:4; Eze 28:4.) El término hebreo gedhúdh denota una †œpartida merodeadora† o †œtropas†. (2Sa 22:30; 2Cr 25:9.) De los cuatro términos griegos que en las Escrituras se refieren a un ejército, tres (stra·ti·á, strá·teu·ma y stra·tó·pe·don) vienen de la raí­z griega stra·tós, que significa básicamente un ejército acampado, a diferencia del que está formado en lí­neas de batalla. Stra·tó·pe·don, que contiene la partí­cula pé·don (suelo; tierra), se traduce de forma apropiada †˜ejército acampado†™. (Lu 21:20.) El término griego pa·rem·bo·le (de pa·rá [al lado] y bál·lo [arrojar]) se refiere literalmente a la distribución o colocación de soldados en orden de batalla. Puede significar †œejército; cuartel de los soldados o campamento†. (Heb 11:34; Hch 21:34; Rev 20:9.)
Los siervos precristianos de Jehová han participado en contiendas armadas desde el tiempo de Abrahán. Después que Kedorlaomer, el elamita, y sus aliados se llevaran a Lot, el sobrino de Abrahán, y a su casa, Abrahán reunió a su ejército de †œhombres adiestrados, trescientos dieciocho esclavos†, y, junto con sus aliados de aquella región, salió en persecución de ellos hasta Dan, ciudad situada a unos 200 Km. hacia el NNE. Una vez allí­, dividió las fuerzas y atacó de noche, estrategia empleada repetidas veces en tiempos bí­blicos. (Gé 14:13-16.)

Ejército israelita. Más de cuatrocientos años después, la nación de Israel salió de Egipto deprisa, pero †œen orden de batalla† y bien organizada, quizás como un ejército de cinco divisiones, con un cuerpo principal, la vanguardia, la retaguardia y dos flancos. (Ex 6:26; 13:18.) El ejército egipcio que salió en su persecución constaba de †œseiscientos carros escogidos y todos los demás carros de Egipto†. Cada carro solí­a llevar tres hombres: uno para dirigir los caballos y dos para pelear, probablemente arqueros, puesto que el arco era la principal arma ofensiva de los egipcios. La caballerí­a acompañaba a los carros. (Ex 14:7, 9, 17.) Según Josefo (Antigüedades Judí­as, libro II, cap. XV, sec. 3), †œlos perseguidores [de los hebreos] tení­an seiscientos carros y eran cincuenta mil hombres a caballo y doscientos mil a pie, todos armados†. (Véase ADJUTOR.)
Poco después del éxodo, los israelitas, ya como pueblo liberado, tuvieron que entrar por primera vez en combate. Los amalequitas los atacaron en Refidim, en la región del monte Sinaí­. Bajo la dirección de Moisés, Josué reunió con rapidez una fuerza de combate. La batalla duró casi todo el dí­a, y, a pesar de la inexperiencia de los israelitas en el arte de la guerra, Jehová les dio la victoria. (Ex 17:8-14.)
Alrededor de un año después del éxodo, se hizo un recuento de los varones que tení­an más de veinte años, es decir, de aquellos que podí­an servir en el ejército. Se censó un total de 603.550. (Nú 1:1-3, 45, 46.) Hacia el fin del viaje por el desierto, se llevó a cabo otro recuento similar, que reveló que el número de integrantes del ejército habí­a bajado ligeramente, entonces era de 601.730. (Nú 26:2, 51.) Los levitas estaban exentos del servicio militar y no se les incluyó en estas cifras, aunque se les contó por separado. (Nú 1:47-49; 3:14-39; 26:57, 62.)

Exenciones. Además de la otorgada a la tribu de Leví­, se concedieron las siguientes exenciones del servicio militar: 1) al †œhombre que ha edificado una casa nueva y no la ha estrenado†; 2) al †œhombre que ha plantado una viña y no ha empezado a usarla†; 3) al †œhombre que se ha comprometido con una mujer y no la ha tomado†; 4) al hombre recién casado, que †œno debe salir al ejército […]. Debe continuar exento en su casa por un año†; 5) al †œhombre que es temeroso y de corazón tí­mido†. (Dt 20:5-8; 24:5.)

Disposición del ejército después de la conquista de Canaán. Después de la colonización general de Canaán, ya no era tan necesario mantener un gran ejército permanente. Cuando se producí­an escaramuzas fronterizas, eran las propias tribus de la zona las que intervení­an. No obstante, en el momento en que se hací­a necesario reunir una fuerza de combate de mayor tamaño, formada por diversas tribus, Jehová levantaba jueces para que tomasen el mando. La llamada a las armas se hací­a de varias maneras: mediante el toque de trompetas, mediante mensajeros o por algún otro medio que sirviese para movilizar a los combatientes. (Nú 10:9; Jue 3:27; 6:35; 19:29; 1Sa 11:7.)
Parece que los guerreros conseguí­an sus propias armas: espadas, lanzas, jabalinas, dardos, hondas, arcos y flechas. Por lo general, los hombres se encargaban de sus propios ví­veres; por eso Jesé envió provisiones para sus hijos que estaban en el ejército de Saúl. (1Sa 17:17, 18.) Sin embargo, en una ocasión se apartó al 10% de los voluntarios a fin de conseguir provisiones para los demás. (Jue 20:10.)
La presencia de Jehová en el campamento de Israel exigí­a santidad y limpieza ceremonial por parte de los soldados. (Dt 23:9-14.) Puesto que bajo la Ley las relaciones sexuales hací­an que un hombre quedara inmundo hasta el dí­a siguiente, tanto David como Urí­as se abstuvieron de tener relaciones sexuales mientras estaban en servicio activo. (Le 15:16-18; 1Sa 21:1-6; 2Sa 11:6-11.) Los ejércitos de las naciones paganas solí­an violar a las mujeres de las ciudades conquistadas, costumbre que no siguieron los soldados victoriosos de Israel. Tampoco les estaba permitido casarse con una cautiva antes de que hubiera transcurrido un mes. (Dt 21:10-13.)
Aunque las victorias de Israel dependí­an de Jehová, era preciso dirigir al ejército de forma apropiada. Esta responsabilidad recaí­a sobre los oficiales asignados y los jefes de millares y de centenas. Los sacerdotes debí­an dar estí­mulo y guí­a, así­ como mostrar el propósito de las campañas. (Nú 31:6, 14; Dt 20:2-4, 9.) Durante el perí­odo de los jueces, aquel a quien Jehová levantaba era quien dirigí­a personalmente al ejército en la batalla, y también decidí­a la táctica y la estrategia que debí­a seguirse. Asimismo, el juez podí­a desplegar sus fuerzas de varias maneras: dividiéndolas en unidades (generalmente en tres), ataque por sorpresa, emboscada, asalto frontal, tomando los vados de los rí­os, etcétera. (Jos 8:9-22; 10:9; 11:7; Jue 3:28; 4:13, 14; 7:16; 9:43; 12:5.)

Bajo la monarquí­a. Insatisfecho con el sistema teocrático del perí­odo de los jueces, el pueblo quiso ser †œcomo todas las naciones† y tener un rey que saliera delante de ellos y peleara sus batallas. (1Sa 8:20.) No obstante, Samuel les advirtió que tal rey no pelearí­a solo, sino que tomarí­a a sus hijos †˜y los pondrí­a como suyos en sus carros y entre sus hombres de a caballo, y algunos tendrí­an que correr delante de sus carros†™. (1Sa 8:11, 12; véase CORREDORES.) Después del rey, que era el comandante en jefe, vení­a el jefe del ejército, su segundo en autoridad. (1Sa 14:50.)
El tamaño y el poder del ejército de Saúl variaban según las necesidades. En una ocasión seleccionó a tres mil hombres, mil de los cuales estaban bajo el mando de su hijo Jonatán. (1Sa 13:2.) Para otra batalla reunió a 330.000. (1Sa 11:8.) Sin embargo, en comparación con los ejércitos bien pertrechados de los filisteos, que, según el texto masorético, eran capaces de juntar en formación 30.000 carros, 6.000 hombres de a caballo y †œgente como los granos de arena […] por multitud†, como hicieron en Micmash, el ejército de Israel parecí­a mal equipado. †œEn el dí­a de batalla sucedió que no se hallaba una espada ni una lanza en la mano de ninguna de la gente†, excepto en el caso de Saúl y Jonatán. (1Sa 13:5, 22.)
El ejército de Israel mejoró de forma notable durante el reinado de David, tanto en tamaño como en eficacia. Más de 300.000 hombres equipados para la guerra llegaron hasta Hebrón para transferir a David la gobernación real de Saúl. (1Cr 12:23-38.) En el ejército de David también serví­an hombres que no eran israelitas. (2Sa 15:18; 20:7.)
A la hora de organizar el ejército, David conservó muchas de las reglamentaciones anteriores a él. Por ejemplo, asumió la posición de comandante en jefe, nombró jefes, como Joab, Abner y Amasá, y colocó bajo ellos a los que eran cabezas sobre millares y sobre centenas. (2Sa 18:1; 1Re 2:32; 1Cr 13:1; 18:15.) Sin embargo, también introdujo algunas innovaciones. Estableció un sistema de rotación mensual para que hubiera doce grupos de 24.000 hombres (un total de 288.000), de manera que por lo general un soldado tan solo serví­a un mes al año. (1Cr 27:1-15.) Esto no querí­a decir que los 24.000 que serví­an durante un mes procediesen de la misma tribu, sino que cada tribu aportaba cierto número de soldados todos los meses del año.

La caballerí­a y los carros. Los babilonios, los asirios y los egipcios valoraban mucho los carros —plataformas móviles desde las que se podí­a disparar— debido a su velocidad y maniobrabilidad. Por ello, los carros llegaron a ser un sí­mbolo del poder militar de los principales imperios mundiales. En tiempos de David, el mayor comandante militar de Israel, el ejército se componí­a tan solo de soldados de infanterí­a que llevaban armas de mano: espada, lanza, arco u honda. David debió recordar que Jehová les habí­a aconsejado que no confiasen en los caballos para obtener la victoria (Dt 17:16; 20:1), que habí­a †˜arrojado en el mar†™ los caballos y los carros de Faraón (Ex 15:1, 4) y que habí­a abierto las compuertas del cielo sobre los †œnovecientos carros de guerra con hoces de hierro† de Sí­sara, de modo que †˜el torrente de Cisón los habí­a arrollado†™. (Jue 4:3; 5:21.)
Tal como Josué habí­a desjarretado los caballos capturados y quemado los carros enemigos, así­ hizo David con los caballos que tomó de Hadadézer, rey de Zobá. A excepción de cien caballos, desjarretó a todos los demás. (Jos 11:6-9; 2Sa 8:4.) David explicó en una canción que sus enemigos se interesaban en carros y en caballos, †œpero en cuanto a nosotros, tocante al nombre de Jehová nuestro Dios haremos mención†. †œEl caballo es un engaño para la salvación.† (Sl 20:7; 33:17.) Como dice el proverbio: †œEl caballo es algo preparado para el dí­a de la batalla, pero la salvación pertenece a Jehovᆝ. (Pr 21:31.)
Con la gobernación de Salomón se escribió un nuevo capí­tulo en los anales del ejército de Israel. A pesar de que su reino fue relativamente pací­fico, multiplicó el número de carros y caballos, estos últimos importados en su mayor parte de Egipto. (Véase CARRO.) A fin de albergar estas nuevas divisiones militares, fue preciso edificar ciudades enteras por todo el territorio. (1Re 4:26; 9:19; 10:26, 29; 2Cr 1:14-17.) No obstante, Jehová nunca bendijo esta innovación de Salomón, y con su muerte y la división del reino, llegó el declive del ejército de Israel. Isaí­as escribirí­a más tarde: †œÂ¡Ay de los que bajan a Egipto por auxilio, los que se apoyan en simples caballos, y que cifran su confianza en carros de guerra, porque son numerosos, y en corceles, porque son muy poderosos, pero que no han mirado al Santo de Israel y no han buscado a Jehová mismo!†. (Isa 31:1.)

Durante el reino dividido. Después de la división del reino, hubo hostilidad constante entre Judá e Israel. (1Re 12:19, 21.) Abí­as, el sucesor de Rehoboam, solo tení­a 400.000 hombres en su ejército cuando Jeroboán fue contra él con 800.000. A pesar de ser tan solo la mitad, el reino meridional resultó vencedor, †œporque se apoyaron en Jehovᆝ. Israel perdió 500.000 hombres. (2Cr 13:3-18.)
Por una parte estaban las contiendas intertribales, y por otra, el antagonismo de las naciones paganas de alrededor. Como consecuencia, Israel se vio ante la necesidad de mantener un ejército permanente debido a la amenaza que suponí­a Siria desde el norte. (2Re 13:4-7.) Judá también tuvo que resistir los avances de los ejércitos paganos. En una ocasión Egipto invadió Judá y se llevó un gran botí­n. (1Re 14:25-27.) En otra ocasión Etiopí­a avanzó contra Judá con un ejército de 1.000.000 de hombres y 300 carros. Las fuerzas del rey Asá, por su parte, ascendí­an tan solo a 580.000 hombres, pero cuando él †œempezó a clamar a Jehová su Dios†, †œJehová derrotó a los etí­opes† y ni siquiera uno de ellos quedó con vida. (2Cr 14:8-13.)
De igual manera, cuando Moab, Ammón y los ammonim se levantaron contra Jehosafat, este rey, a pesar de disponer de una fuerza de 1.160.000 hombres, †œdirigió su rostro a buscar a Jehovᆝ, quien le aseguró: †œLa batalla no es de ustedes, sino de Dios†. (2Cr 17:12-19; 20:1-3, 15.) Aquella fue una ocasión histórica desde el punto de vista militar, pues un coro de voces entrenadas salieron †œal frente de los hombres armados†, cantando: †œDen alabanza a Jehovᆝ. Las fuerzas enemigas, confundidas, se aniquilaron unas a otras. (2Cr 20:21-23.)

Ejército romano. El ejército romano, que, según se calcula, constaba de unos 300.000 hombres durante el reinado de Augusto, estaba organizado de manera muy diferente a los ejércitos de los imperios anteriores. La parte principal de los efectivos militares romanos era la legión. Esta era una gran unidad independiente, un ejército completo en sí­ mismo, más bien que una parte especializada de una fuerza mayor. A veces las legiones combatí­an juntas, fusionando sus recursos y fuerzas bajo un mando central, como sucedió cuando cuatro legiones se combinaron bajo Tito para sitiar Jerusalén en 70 E.C. No obstante, cada legión solí­a actuar por sí­ sola cuando llevaba a cabo una misión. Además de los legionarios, estaban aquellos que no eran ciudadanos y que procedí­an de todas partes del imperio; estos, que solí­an ser voluntarios del distrito local, componí­an la auxilia. Estas tropas auxiliares, respaldadas por las legiones, se apostaban a lo largo de las fronteras. Al soldado que se licenciaba de la auxilia con honor se le concedí­a la ciudadaní­a romana.
La cantidad de legiones variaba según las épocas, desde unas 25 hasta 33. También variaba la cantidad de soldados que formaban una legión, cantidad que oscilaba entre 4.000 y 6.000, aunque en el primer siglo solí­a ser de 6.000. Por esta razón, la palabra †œlegión† se usa en las Escrituras para designar un número grande pero indefinido. (Mt 26:53; Mr 5:9; Lu 8:30.) Cada legión tení­a su propio comandante, que solo rendí­a cuentas al emperador. Bajo su autoridad habí­a seis tribunos, llamados quiliarcas (†œcomandantes militares†, NM). (Mr 6:21; Jn 18:12; Hch 21:32–23:22; 25:23; véase COMANDANTE MILITAR.)
La legión se dividí­a en diez cohortes o bandas. Por eso las Escrituras hablan de †œla banda italiana† y †œla banda de Augusto†. (Hch 10:1; 27:1; véase AUGUSTO, BANDA DE.) Cuando murió Herodes Agripa en 44 E.C., habí­a cinco cohortes en Cesarea. La legión también se dividí­a en sesenta centurias. Una centuria por lo general estaba compuesta por 100 hombres, que estaban bajo el mando de un centurión (†œoficial del ejército†, NM). Estos oficiales eran especialmente valiosos, ya que tení­an la responsabilidad de entrenar a los soldados. (Mt 8:5-13; 27:54; Hch 10:1; 21:32; 22:25, 26; 23:17, 23; 24:23; 27:1, 6, 11, 31, 43; véase OFICIAL DEL EJERCITO.) En cada legión habí­a diez oficiales de rango especial que actuaban como guardia personal, correos y, a veces, como verdugos. (Mr 6:27.)
Las legiones romanas portaban diversos estandartes o insignias con imágenes de águilas o de algún otro animal. Con el tiempo se fueron añadiendo pequeñas estatuas del emperador. Estos pendones tení­an significado religioso; se les consideraba tan sagrados y santos que eran adorados, y se les custodiaba aun a costa de la propia vida. Por esta razón, los judí­os se opusieron con violencia a su presencia en Jerusalén.

Los llamados cristianos primitivos. Los primeros cristianos rehusaron servir en el ejército romano, ya fuera en las legiones o en las auxilia, por considerar que ese servicio era totalmente incompatible con las enseñanzas del cristianismo. En su Diálogo con Trifón (CX), Justino Mártir, del siglo II E.C., dice: †œNosotros, los que estábamos antes llenos de guerra y de muertes mutuas y de toda maldad, hemos renunciado en toda la tierra a los instrumentos guerreros y hemos cambiado las espadas en arados y las lanzas en útiles de cultivo de la tierra y cultivamos la piedad, la justicia, la caridad, la fe, la esperanza†. Cuando Tertuliano (c. 200 E.C.) consideró †œsi la guerra les es apropiada de manera alguna a los cristianos† en su tratado De Corona (cap. XI), razonó bí­blicamente sobre †œla ilegalidad aun de la vida militar en sí­ misma†, y concluyó: †œErradico de nosotros la vida militar†. (The Ante-Nicene Fathers, 1957, vol. 3, págs. 99, 100.)
†œHasta la década 170-80 después de Jesucristo no hay prueba alguna de cristianos dentro del ejército. […] Parece más probable que la Iglesia impidiera a sus miembros hacer el servicio militar que el permitirles servir sin reproche o penalidad algunos.† (Actitudes cristianas ante la guerra y la paz, de Ronald H. Bainton, Madrid, 1963, pág. 64.) †œEs evidente que la posibilidad de que haya habido un solo soldado cristiano entre los años 60 y alrededor de 165 d. de J.C. es muy escasa; […] al menos hasta el reinado de Marco Aurelio, ningún cristiano se hizo soldado después de su bautismo.† (The Early Church and the World, de C. J. Cadoux, 1955, págs. 275, 276.) †œHasta finales del siglo II […] los cristianos condenaron y se resistieron a dicho servicio militar.† (Historia de la Iglesia primitiva, de Norbert Brox, Barcelona, 1986, pág. 58.) El comportamiento de los cristianos era muy diferente del de los romanos […]. Puesto que Cristo habí­a predicado la paz, ellos rehusaban hacerse soldados.† (Our World Through the Ages, de N. Platt y M. J. Drummond, 1961, pág. 125.) †œLos primeros cristianos creí­an que era incorrecto pelear, y se negaban a servir en el ejército aun cuando el Imperio necesitaba soldados.† (The New World†™s Foundations in the Old, de R. y W. M. West, 1929, pág. 131.) †œLos cristianos […] rechazaban los puestos públicos y el servicio militar.† (†œPersecution of the Christians in Gaul, A.D. 177†, de F. P. G. Guizot, de The Great Events by Famous Historians, edición de Rossiter Johnson, 1905, vol. 3, pág. 246.) †œAl paso que [los cristianos] estaban vertiendo máximas de rendida obediencia, se desentendí­an de terciar en la administración y en la defensa militar del imperio […]; mas no cabí­a que los cristianos, sin quebrantar otra obligación más sagrada, viniesen a revestirse del carácter de militares, magistrados o prí­ncipes.† (Historia de la decadencia y ruina del imperio romano, de Edward Gibbon, vol. 2, cap. XV, pág. 75 [ortografí­a actualizada].)

Ejército celestial. La expresión †˜los ejércitos celestiales†™, en el sentido de multitudes bien organizadas, no solo se refiere a las estrellas fí­sicas, sino, con más frecuencia, a las poderosas huestes de criaturas angélicas espí­ritus bajo el mando supremo de Jehová Dios. (Gé 2:1; Ne 9:6.) La expresión †œJehová de los ejércitos† aparece en 283 ocasiones en las Escrituras Hebreas, la primera en 1 Samuel 1:3. Una expresión correspondiente aparece dos veces en las Escrituras Griegas. (Ro 9:29; Snt 5:4; véase JEHOVí DE LOS EJERCITOS.) Cuando se habla de los guerreros angélicos, se usan términos militares, como †œlegiones†, †œcarros de guerra†, †œhombres de a caballo†, etcétera. (2Re 2:11, 12; 6:17; Mt 26:53.) En el campamento de los ejércitos invisibles de Jehová hay †œdecenas de millares, millares repetidas veces† de carros de guerra. (Sl 68:17.) Como fuerza de combate, son invencibles. †œEl prí­ncipe del ejército de Jehovᆝ se le apareció a Josué con su espada desenvainada y le dio instrucciones sobre cómo debí­a tomarse Jericó. (Jos 5:13-15.) Un ángel de estos ejércitos celestiales dio muerte a 185.000 asirios en una sola noche. (2Re 19:35.) Cuando estalló guerra en el cielo, Miguel y sus ángeles arrojaron a Satanás y sus demonios hacia abajo, a la vecindad de la Tierra. (Rev 12:7-9, 12.) Más aún, no habrá escape cuando †œlos ejércitos […] en el cielo† sigan al †œRey de reyes y Señor de señores† y él destruya a †œla bestia salvaje y a los reyes de la tierra y a sus ejércitos†. (Rev 19:14, 16, 19, 21.) Al mismo tiempo, este poderoso ejército invisible de Jehová da protección a sus siervos fieles que están en la Tierra. (2Re 6:17; Sl 34:7; 91:11; Da 6:22; Mt 18:10; Hch 12:7-10; Heb 1:13, 14.)
Véanse también ARMAS, ARMADURA; GUERRA; SOLDADO.

Fuente: Diccionario de la Biblia

parembole (parembole, 3925), véase CAMPAMENTO. EL Nota: Este pronombre es generalmente parte de la traducción de un verbo. Además de esto, traduce algunos de los siguientes términos. 1. autos (aujtov», 846), él mismo y no otro, enfático (p.ej., Mat 1:21), donde en las versiones castellanas RV, RVR, RVR77, VM, NVI no se da el énfasis apropiado del original. La Versión Revisada Inglesa da el sentido enfático traduciendo «él es»; 3.11: «él os bautizará». En muchos casos el énfasis del original solo podrí­a marcarse por una circunlocución que no constituirí­a una traducción (p.ej., 8.24). Se usa así­ con mucha frecuencia, especialmente en los Evangelios, las Epí­stolas de Juan, y el Apocalipsis; véase también, p.ej., Eph 2:14; 4.11; 5.23,27. 2. ekeinos (ejkei`no», 1565) denota este, esta persona. Su uso marca una distinción especial, favorable o desfavorable. Esta forma de énfasis debiera siempre tenerse en cuenta; p.ej., Joh 2:21 «pero El hablaba»; 5.19: «todo lo que El hace»; 7.11: «El mismo»; 2Co 10:18, lit. «no el que se aprueba a sí­ mismo, El (ekeinos) es aprobado»; 2Ti 2:13 «El (en contraste a «nosotros») permanece fiel»; 1 Joh 3:3 «así­ como El es puro»; v. 5: «El apareció; v. 7: «El es justo»; v. 16: «El puso su vida»; 4.17: «como El es». Véanse ESE, ESTE, MISMO. 3. kakeinos (kakei`no», 2548), significa «y a este», «y aquel». Se traduce con expresiones que contienen el pronombre él en Luk 22:12; Joh 6:57; 7.29; 14.12; Joh 19:35; Act 5:37; 2Ti 2:12; con la forma plural «ellos», aparece en Joh 17:24; Act 15:11; Rom 11:23; 1Co 10:6; Heb 4:2: Véanse ESTE, IGUAl, MODO, TAMBIEN.

Fuente: Diccionario Vine Nuevo testamento

A diferencia de sus colegas egipcios y mesopotámicos, los monarcas de Israel parecen no haberse interesado en que sus hazañas militares fuesen conmemoradas mediante relieves y pinturas propagandísticos. Por lo tanto, nuestra descripción de la estructura militar israelita ha de depender principalmente de los relatos verbales de batallas libradas, y de las referencias incidentales que ofrece el AT.

a. Composición

Como bien lo ilustra la historia de Débora y Barac, el ejército de Israel comenzó siendo una milicia tribal que se reunía en momentos de crisis, y que era dirigida por alguna persona con estampa carismática. La base de su organización era el clan de la tribu, el que, en teoría, proporcionaba un contingente de mil hombres (1 S. 10.19). Ciertas tribus alcanzaron reputación por su eficiencia en el uso de determinadas armas (p. ej., Jue. 20.16; cf. 1 Cr. 12). Fue Saúl quien proveyó a Israel del núcleo de un ejército estable, que al principio no alcanzaba a 3.000 hombres (1 S. 13.2). Como la institución de la realeza, la creación de esta fuerza regular se debía en buena medida a la constante amenaza de los filisteos. Los duelos entre campeones como medio de evitar un excesivo derramamiento de sangre, parecen haber sido más conocidos entre los filisteos que entre los israelitas (1 S. 17). Sí leemos de un encuentro representativo entre dos grupos de neārı̂m (lit. ‘jóvenes’, pero usado ocasionalmente como término técnico con el significado de “tropa elegida”) de los ejércitos de David e Is-boset (2 S. 2.12–17). El ejército de David comprendía tanto contingentes regulares (2 S. 15.18) como una fuerza de milicias. 2 S. 23.8ss enumera los comandantes del ejército de David: los “tres” y los “treinta”. En general se trataba de hombres con servicios distinguidos de la época en que David tuvo que esconderse de Saúl y encabezaba una banda de saqueadores. En los contingentes regulares había mercenarios egeos (cereteos y peleteos) que componían la guardia real (2 S. 15.18–22, que tamb. menciona filisteos de Gat). La milicia estaba dividida en doce batallones, cada uno de los cuales servía durante un mes, por turno (1 Cr. 27.1–15). Si David tuvo una fuerza compuesta de carros tiene que haber sido muy pequeña (cf. 2 S. 8.3–4); es en el reinado de Salomón que los carruajes reciben verdadero reconocimiento (1 R. 4.26; 10.26). No hay mucho que pueda servir para sugerir que Israel tuvo alguna vez una fuerza de caballería digna de mención. La mayoría de los carros se los guardó el reino del N después de la separación pero, gracias a las depredaciones sirias, la ventaja que esto le daba se había disipado mayormente hacia fines del ss. IX (2 R. 13.7). (* Capitán )

b. Campamento

El campamento (heb. maḥaneh) probablemente tenía forma de un círculo o de un cuadrado (cf. Nm. 2); el rey y sus jefes militares se ubicaban en todo caso en el centro (1 S. 26.5). El que los soldados durmiesen en tiendas (heb. sukkôṯ; °vm “pabellones”; cf. 2 S. 11.11; 1 R. 20.12, 16) ha sido cuestionado por Yadin (pp. 274–275, 304–310) quien prefiere leer Sucot, e. d. el nombre geográfico. Durante una acción, el bagaje en la base era custodiado por un destacamento (1 S. 25.13). Estaba permitido que los civiles visitaran el campamento y llevaran suministros de alimentos, como también que intercambiaran noticias (1 S. 17.17–30).

c. El ejército romano

La división principal era la *legión, que en teoría comprendía 6.000 hombres, pero en la realidad entre 4.000 y 6.000. Había diez cohortes (“compañías” °vrv2) en cada legión, y cada cohorte comprendía seis centurias; cada centurión comandaba entre 70 y 100 hombres. Había también cohortes auxiliares y pequeñas unidades de caballería llamadas alae, compuestas principalmente de provincianos, aunque no judíos (Josefo, Ant. 14.204). Existen inscripciones que demuestran la presencia de una cohorte o “compañía llamada la Italiana” (Hch. 10.1) en Siria ca. 69 d.C.; se trataba de una cohorte auxiliar y estaba compuesta de libertos romanos.

d. Ejércitos espirituales

Existe incertidumbre en cuanto al sentido original de la expresión “Jehová de los ejércitos” (Yahweh ṣeḇā˒ôṯ) ; puede referirse a la soberanía de Dios sobre los ejércitos de Israel (1 S. 17.45) o a ejércitos espirituales bajo su mando (Jos. 5.13–15; 1 R. 22.19; 2 R. 6.17). Es este último sentido el que predomina en el AT. En la batalla final entre el bien y el mal Cristo aparece como el conductor de los ejércitos del cielo (Ap. 19.14), que derrotan a los ejércitos de la bestia y de los reyes de la tierra (Ap. 19.19).

Bibliografía. °K de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, 1985.

Y. Yadin, The Art of Warfare in Biblical Lands, 1963; A. F. Rainey en L. R. Fisher (eds.), Ras Shamra Parallels, 2, 1975, pp. 98–107; R. de Vaux, Ancient Israel², 1965, pp. 213–228.

R.P.G.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico