ELIAS/ELISEO

SUMARIO: I. Fuentes para la historia de Elí­as. II. Formación del ciclo. III. Contexto histórico. IV. Perfil biográfico: 1. El profeta-asceta; 2. El defensor del yahvismo; 3. El peregrino del Horeb; 4. El protector de los débiles; 5. Los milagros; 6. El rapto al cielo. V. La teologí­a: 1. Elementos tradicionales; 2. Rasgos innovadores. VI. Elí­as en el resto de la Biblia. VII. El ciclo narrativo de Eliseo. VIII. La personalidad del profeta: 1. El taumaturgo; 2. La actividad polí­tica; 3. El celo por el Señor.

Figura imponente del antiguo profetismo, Elí­as representa un giro en la historia religiosa de Israel por haber salvado el culto al verdadero Dios en el territorio septentrional del paí­s.

1. FUENTES PARA LA HISTORIA DE ELíAS. Las noticias sobre el profeta Elí­as se encuentran en lRe 17-19; 21, y 2Re 1-2. El relato del fin del profeta pertenece ya al ciclo de Eliseo. El material eliano se compone de episodios separados, de diversa amplitud, yuxtapuestos sin tener en cuenta el orden cronológico. Se distinguen seis relatos, autónomos en su origen: la sequí­a (1Re 17:1; 1Re 18:1 s.16s.44ss), el juicio de Dios en el monte Carmelo (lRe 18,20-40), la teofaní­a en el Horeb (lRe 19,3.8-13), la vocación de Eliseo (lRe 19,19ss), el episodio de la viña de Nabot (1Re 21:1-9.11-20) y la petición de un oráculo por parte de Ocozí­as (2Re 1:2-8.17). Se refieren además cuatro anécdotas milagrosas: la alimentación de Elí­as junto al rí­o Querit (lRe 17,2-6), la multiplicación de la harina y del aceite en Sarepta (1Re 17:7-16), la resurrección del hijo de la viuda (lRe 17,17-24) y el aliento recibido del ángel (IRe 19,4-8). Finalmente, se leen dos episodios que guardan relación con el rey: el encuentro con el soberano (1Re 18:2-15) y el intento de arrestar al profeta (2Re 1:9-16).

II. FORMACIí“N DEL CICLO. La tradición oral sobre la vida del profeta, adornada por la fantasí­a popular, y la fijación por escrito de los episodios comenzaron inmediatamente después de la desaparición del profeta y llegaron a una primera conclusión ya a finales del siglo Ix a.C. El escrito comprendí­a dos grupos de textos: el primero, conservado en IRe 17-19, estaba formado por narraciones y anécdotas donde se presentaba a Elí­as como profeta, taumaturgo, activamente comprometido en la lucha contra los í­dolos y, en consecuencia, perseguido por la corte. Se advierte además una violenta hostilidad contra Ajab y la casa reinante. Este conjunto de material se resiente de la influencia del ciclo de Eliseo, compuesto medio siglo más tarde con un arte literario menor. En el segundo grupo -presente en I Re 20-21; 2Re 1:2-8- se introduce a Elí­as con el tí­tulo de «tesbita» y al rey Ajab, llamado «rey de Samaria», tratado con mayor indulgencia. Un tercer elemento de la tradición es el que constituyen dos anécdotas contenidas en 1Re 17:17-24 y 2Re 1:9-16, donde aparece Elí­as como hombre de Dios y se pone especialmente de relieve el elemento milagroso. Estas dos anécdotas constituyen un ví­nculo entre las dos primeras colecciones de textos. Además, todo el ciclo eliano sufrió cierta elaboración por parte de los cí­rculos deuteronomistas cuando fue insertado en el libro de los Reyes. Pero, incluso en su forma actual, el ciclo de Elí­as se cuenta entre los testimonios más antiguos de la literatura bí­blica y entre las obras maestras de la prosa hebrea.

III. CONTEXTO HISTí“RICO. Elí­as vivió en el siglo 1x a.C., en el reino del norte, bajo los reyes Ajab (874-853) y Ocozí­as (853-852). El padre de Ajab, Omrí­, habí­a fundado una nueva capital en Samaria, habitada por la población cananea (lRe 16,32; 2Re 10:19ss). La alianza con el rey de Tiro quedó sancionada por Ajab mediante el matrimonio contraí­do con la hija del rey, Jezabel. Esta alianza, hecha con fines polí­ticos, es decir, para resistir a las amenazas de Damasco, dio gran impulso a los cí­rculos cananeos del reino del norte. Gracias a Jezabel se implantó en Israel el culto a Baal de Tiro y el paí­s se vio invadido por una multitud de profetas y servidores del dios pagano. La religión del verdadero Dios estaba amenazada de sincretismo y extinción. En Samaria el rey hizo construir un templo en honor de Baal (lRe 16,32). Hasta entonces la resistencia profética a la polí­tica de la corte habí­a sido esporádica; con Elí­as toma ahora una amplitud imprevista.
IV. PERFIL BIOGRíFICO. 1. EL PROFETA-ASCETA. El nombre de Elí­as significa «Mi Dios es Yahvéh». El profeta, del que no se menciona ni el padre ni la genealogí­a, es llamado «el tesbita», probablemente por ser natural de Tisbé, localidad identificada con la actual Khirbet el-Istib, en Galaad, a unos 25 kilómetros al norte del rí­o Yabbok. Parece ser que la población de la Trasjordania habí­a permanecido más fiel al yahvismo que los habitantes de la Cisjordania. Elí­as pertenece al tipo de los profetas ambulantes, que no están en relación ni con un templo ni con las comunidades de profetas. Llevaba el manto de piel tí­pico de los beduinos del desierto, heredado de la antigüedad, ceñido por un cinturón de cuero (2Re 1:8), desdeñando así­ la moda refinada procedente de Fenicia. Una caracterí­stica de su actividad es que aparecí­a y desaparecí­a de forma inesperada y repentina (1Re 17:5s; 1Re 18:5-12; 2Re 2:16s). Desarrolló su actividad profética reprochando y amenazando (1Re 17:1; 1Re 18:21; 2Re 1:3), pero también haciendo promesas en nombre de Dios (1Re 18:1). Realizó una acción simbólica (1Re 19:19ss) y practicó la intercesión profética (1Re 18:42ss). Elí­as no pronunció ningún juicio de destrucción ni exigió la conversión, sino más bien un cambio de dirección del hombre, en el que habí­a que dar la vuelta al corazón (lRe 18,37).

2. EL DEFENSOR DEL YAHVISMO. En la base del relato sobre la sequí­a que duró tres años está la explicación de Elí­as sobre una verdadera sequí­a (cf Flavio Josefo, Antiq. Jud. VIII, 13,2), provocada por Yhwh. La lluvia era considerada como un don procedente de Baal, el dios cananeo de la vegetación, mientras que Elí­as afirmaba que Yhwh era el único Dios que concedí­a la fecundidad de los campos. La narración del juicio de Dios en el monte Carmelo, descrita con un arte dramático consumado, muestra cómo Elí­as logró obtener que la región del Carmelo, habitada por una población mixta, incorporada a Israel procedente del reino de Tiro, fuera considerada como territorio israelita y se adorase allí­ solamente a Yhwh, a pesar de la presencia de un santuario cananeo. La matanza de los profetas de Baal tiene que comprenderse como la afirmación del derecho de Yhwh sobre la tierra que pertenecí­a a su pueblo. Dada la protección del baalismo por parte de la autoridad oficial, Israel estaba a punto de perder su propia identidad religiosa. En este momento crí­tico Elí­as salvó la fe en el único Dios utilizando los medios violentos y bárbaros de su tiempo.

3. EL PEREGRINO DEL HOREB. Huyendo de la persecución de Jezabel, Elí­as no busca refugio en los santuarios, sino que recorre al revés el camino del pueblo liberado de Egipto, dirigiéndose al monte Horeb, en donde Dios se habí­a revelado a Moisés. La misteriosa teofaní­a, indicada como «paso del Señor» ( 1Re 19:11), reviste un profundo significado. Yhwh no es como el dios fenicio de la tempestad, del fuego y del terremoto, sino que actúa de modo silencioso y casi imperceptible. Se manifiesta no de forma concreta ni mediante el poder indeterminado del espí­ritu, sino a través de las palabras susurrantes de los profetas y de la acción invisible producida por los acontecimientos externos. Elí­as se ve introducido en una nueva concepción de Dios, de su naturaleza, de su manifestación y de su manera de obrar. El Dios de Israel se desmarca claramente de la figura del dios semita naturalista.

El mensaje divino que recibe Elí­as se refiere al futuro de Israel: una triple unción marcará la intervención de Dios, que no sólo asegura la sucesión profética (vocación de Eliseo), sino que instala a los nuevos monarcas de Israel (Jehú) y de Siria (Jazael). Sólo el primero de estos encargos fue cumplido por Elí­as (1Re 19:19ss).

4. EL PROTECTOR DE LOS DEBILES. El profeta fue también un apasionado defensor de la justicia entre los hombres. Después del homicidio de Nabot, propietario de la viña, atribuido a la pagana Jezabel, Elí­as se opuso con todas sus fuerzas al propósito de Ajab de suprimir el antiguo derecho de propiedad israelita y de introducir un régimen monárquico absolutista con el correspondiente derecho de Estado. El profeta no logró convertir a la casa real a la pura fe del yahvismo. Lo demuestra la narración de Ocozí­as, que se dirige al dios de Ecrón para saber si curarí­a de su herida. El rey tení­a realmente confianza en ese dios, que llevaba por tí­tulo el de «prí­ncipe de la tierra» (Ba’al ‘eres), cambiado luego en «prí­ncipe de las moscas» (Ba’al zebul = Belcebú).

5. LOS /MILAGROS. Es maravillosa la misión de Elí­as entre los paganos. Sarepta, la fenicia Sarafand, situada a unos 15 kilómetros al sur de Sidón, era una aldea perteneciente al territorio del padre de Jezabel. También este paí­s se vio afectado por la sequí­a. Pero Dios concedió la bendición del agua, con el aumento de la harina y del aceite a Elí­as, en Fenicia, en favor de una pobre viuda, con la que el profeta compartí­a su pan (1Re 17:7-16).
El relato de la resurrección del hijo de la viuda de Sarepta (1Re 17:17-24) presenta ciertas analogí­as con la narración de la resurrección del hijo de la sunamita realizado por Eliseo (2Re 4:8). Existe una dependencia literaria entre los dos textos y es probable que este relato haya sido añadido al ciclo de Elí­as por los discí­pulos de Eliseo.

La expedición de las tres tropas sucesivas con la misión de capturar al profeta (2Re 1:9-16), de las que las dos primeras fueron devoradas por el fuego del cielo, guarda afinidad literaria con el ciclo de Eliseo, y parece ser el resultado de una cierta ampliación midrásica debida a algún devoto del profeta.

6. EL RAPTO AL CIELO. El traslado de Elí­as al cielo en un carro de fuego (2Re 2:111) en presencia tan sólo de Eliseo, sin dejar huellas de una tumba, a imitación de Henoc (Gén 5:24), es un relato misterioso, que por una parte sirve para glorificar a Elí­as en cuanto que entra en la esfera de lo divino y por otra demuestra cómo solamente Eliseo entró en la plenitud del poder del hombre de Dios, de quien recibió el manto con el que golpeó las aguas del Jordán. La narración presenta un carácter artificial debido a las diversas repeticiones (triple orden de Elí­as a Eliseo, triple intervención de los hijos de los profetas); el apóstrofe dirigido por Eliseo a Elí­as («Â¡Padre mí­o, padre mí­o, carro y caballerí­a de Israel!») es el mismo que se le dirige a Eliseo en el lecho de muerte (2Re 2:12; 2Re 13:14). Según otra versión (1Re 19:19), Eliseo recibió el manto de Elí­as desde el dí­a de su vocación. El género literario de la narración parece ser el de los relatos que intentan describir ciertas realidades invisibles mediante imágenes concretas.

V. LA TEOLOGíA. 1. ELEMENTOS TRADICIONALES. En el reino del norte, en la época del sincretismo, Elí­as propugna con vigor los principios fundamentales de la antigua fe yahvista. Solamente Yhwh es el Dios de Israel, puesto que es el Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel (1Re 18:36), el Dios de los ejércitos (1Re 18:15). Sólo él tiene que ser adorado en Galilea y en Samaria. El dirige la suerte del pueblo y de los individuos; es el tutor de los derechos del hombre, incluso contra el despotismo monárquico, puesto que también el rey está sometido a ese derecho divino. En el poder de Yhwh se encuentran la vida y la muerte de los hombres; de él depende la salvación. Elí­as es un eslabón en la larga cadena tradicional de israelitas que intentaron frenar la aceptación de las costumbres y de las ideas de los cananeos, motivo de la degeneración de la religión yahvista. En este sentido aparece como el representante del ideal nómada de la civilización hebrea, como una especie de reencarnación del antiguo y austero perí­odo exódico de la existencia del pueblo de Israel.

2. RASGOS INNOVADORES. Pero el profeta supo adaptar la fe de los antepasados a las nuevas exigencias de la situación histórica que le tocó vivir. No son los Baales los que conceden la lluvia y la fecundidad; no son ellos la causa de la sequí­a, sino que es Yhwh el que preside los ritos de la naturaleza. Por primera vez Elí­as anuncia que Yhwh es el origen de aquellos bienes que los cananeos atribuí­an a las fuerzas divinizadas de la naturaleza. El sí­mbolo de Dios no son los fenómenos turbulentos de la atmósfera, sino la acción tranquila y silenciosa, apenas perceptible, de aquellos que son sus enviados: los profetas.

La tradición ha equiparado a Elí­as con Moisés. Efectivamente, Elí­as, lo mismo que el gran legislador de Israel, asentó la fe en Yhwh en el Estado de Israel sobre bases nuevas, afirmando la antigua tradición y ofreciendo una nueva concepción más profunda y más comprensiva de la naturaleza y de la acción divina. Con enorme vigor, Elí­as fue el primero en oponerse a los intereses polí­ticos de los monarcas cuando estaban en contradicción con los principios religiosos. Elí­as es el precursor y el pionero de los profetas de la época clásica.

VI. ELíAS EN EL RESTO DE LA BIBLIA. Después del destierro de Babilonia, Elí­as fue considerado como aquel que ha de volver a anunciar el juicio final, con la tarea de convertir a las familias de los hombres, para que la maldición no caiga sobre la tierra (Mal 3:23s). El Sirácida tejió el elogio del profeta «de fuego» (Sir 48:1-11). El autor de lMac 2,48 atribuye su rapto al cielo a su celo por la gloria del Señor.

En el NT se pone a Elí­as en relación con Juan Bautista. Efectivamente, éste se presenta como revestido del poder del tesbita (Luc 1:17), y los levitas llegan a preguntarle si es él el profeta Elí­as (Jua 1:20s). Jesús afirma que antes del dí­a del Señor hará su aparición Elí­as (Mc 9,llss), que tendrá que sufrir mucho; más aún, que ya habí­a venido y le habí­an matado, identificando manifiestamente al profeta con Juan Bautista (Mat 11:14). El pueblo de Palestina pensaba también que Jesús era Elí­as, que habí­a regresado (Mat 16:14; Mar 6:15; Mar 8:28; Luc 9:8.19). En el episodio de la transfiguración, Elí­as se encuentra con Moisés al lado de Jesús (Mat 17:3ss; Mar 9:4s; Luc 9:30s) y hablan de su desenlace. La unión de los dos profetas del AT se explica por el hecho de que ambos son los anunciadores del tiempo mesiánico (Deu 18:15; Mal 4:23), y el tiempo del mesí­as, que en la concepción judí­a correspondí­a al de Moisés, tení­a que ser preparado por Elí­as. Los que insultaban a Jesús en la cruz relacionaron con Elí­as el comienzo del Sal 22:2, puesto en labios de Jesús (Mat 27:47.49; Mar 15:35s). Como prueba de que Dios ha conservado siempre un resto en Israel, san Pablo en Rom 11:2-5 cita a lRe 1,10.18. El autor de la carta de Santiago aduce lRe 17,1; 18,48, para mostrar la eficacia de la oración dirigida a Dios por el profeta Elí­as (Stg 5:17s).

VII. EL CICLO NARRATIVO DE ELISEO. Las informaciones sobre el profeta Eliseo están contenidas en 2Re 2-13. Los capí­tulos 2-8 forman un bloque completo, pero interrumpido por peripecias polí­ticas, como la introducción al reinado de Jorán (2Re 3,Iss), cuya conclusión se encuentra en 2Re 8:1-6. Después de este relato viene el de la participación de Eliseo en la unción de Jazael (2Re 8:7-15) y de Jehú (2Re 9,Iss) y la narración de la muerte del profeta (2Re 13:14-21). El ciclo de Eliseo es menos homogéneo que el de Elí­as, presentando un carácter más artificial. Hay cierto número de relatos que provienen de la tradición popular; otros proceden de cronistas bien informados, y otros, además, de un hagiógrafo que querí­a conservar para la posteridad los recuerdos del profeta. Los trozos no siguen un orden cronológico, pertenecen a diversos géneros literarios y están estrechamente relacionados con el ciclo de Elí­as tanto por su forma como por su contenido. Pueden distinguirse varios tipos de narraciones. Un primer grupo comprende narraciones sobre la vida privada del profeta, ricas en episodios maravillosos que se transmití­an en los cí­rculos de «los hijos de los profetas». Algunos prodigios se parecen a los de Elí­as, como la multiplicación del aceite en favor de la viuda (2Re 4:1-7), la resurrección del hijo de la sunamita (2Re 4:8-37). Otros prodigios tienen más bien el sabor de florecillas edificantes, como la desintoxicación de la olla envenenada (2Re 4:38-41), la multiplicación de veinte panes para alimentar a cien personas (2Re 4:42ss), la recuperación milagrosa del hacha (2Re 6:1-7), la reanimación de un cadáver por el contacto con los huesos secos de Eliseo (2Re 13:21). La curación del sirio Naamán presenta las caracterí­sticas de las florecillas franciscanas por la ingenuidad con que se narra el hecho y por la profunda espiritualidad que anima al profeta (2Re 5:1-27). Una segunda serie de episodios está relacionada con la intervención del profeta en las peripecias polí­ticas de su tiempo, como las guerras arameas, descritas con colores populares (2Re 6:6-7, 20), la usurpación de Jazael (2Re 8:7-15) y la muerte misma del profeta (2Re 13:14-25). Hay dos episodios que parecen derivarse de otras fuentes: la usurpación de Jehú (2Re 9:11-21) y la historia de Atalí­a (2Re 11-12), que provienen probablemente de los archivos del templo.

VIII. LA PERSONALIDAD DEL PROFETA. El nombre de Eliseo significa «Dios ha salvado». Natural de Abel-Mejolá, situado a unos 14 kilómetros al sudeste de Bet-Seán, Eliseo pertenecí­a a una familia acomodada. Llamado por Elí­as en su seguimiento, abandonó su casa y sus campos y siguió al maestro, siendo su discí­pulo predilecto, su ejecutor testamentario y su sucesor. Permaneció célibe durante toda su vida, como el profeta de Tisbé. A diferencia de Elí­as, recogió a su alrededor una comunidad de profetas, con los que llevó una vida común, sin estar ligado a ningún santuario. Desempeñó el cargo de superior, ya que se sirvió de «los hijos de los profetas» como quien puede disponer de los diversos miembros de la comunidad (2Re 9:1-10). El hecho de que Eliseo recibiera dos tercios del espí­ritu de Elí­as prueba que fue distinto de su maestro (2Re 2:1-18). Efectivamente, no imitó su austeridad en el vestir ni su predilección por los lugares solitarios. Vivió algún tiempo en el monte Carmelo, como Elí­as; pero luego desarrolló su ministerio en el seno de la comunidad profética, acompañado siempre de su criado Guejazí­, visitando varios centros habitados, como Jericó, Betel, Gálgala, Samarí­a, hasta llegar a Moab, Edén y Damasco. Estuvo dotado de dones carismáticos, como el de la presciencia (2Re 5:26; 2Re 6:12.32; 2Re 7:1s; 2Re 8:12), y conoció el éxtasis artificial (2Re 3:15).

1. EL TAUMATURGO. Para los cí­rculos proféticos Eliseo es el gran hombre de Dios y el extraordinario obrador de prodigios, realizados en favor de los miembros de las cofradí­as, de los pobres y de los desventurados del paí­s. Utilizó además el poder taumatúrgico para defender la dignidad profética y para hacerse respetar por algunos jovenzuelos que se burlaban de él: «Eliseo fue a Betel y, cuando iba por el camino, unos rapazuelos que habí­an salido de la ciudad empezaron a burlarse de él, diciéndole: `¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!»‘ (2Re 2:23ss).

En algunos episodios prodigiosos Eliseo se presenta como celoso pastor, como en la ayuda a la pobre viuda, a la sunamita y al sirio Naamán. Los prodigios atribuidos al profeta atestiguan la inmensa irradiación que tuvo Eliseo entre sus seguidores y el pueblo.

2. LA ACTIVIDAD POLíTICA. Más aún que Elí­as, Eliseo se vio envuelto en los problemas polí­ticos de su tiempo, tanto en su patria como fuera de ella. Fue el inspirador de la caí­da de la dinastí­a de los Omridas y tuvo un papel decisivo en las relaciones con la dinastí­a de Damasco. En tiempos de la grave crisis de Siria (,16), Eliseo se convirtió en el paladí­n nacional de la lucha contra los arameos. Dio sabios consejos al rey de Israel en guerra contra Siria (2Re 6) y sostuvo su coraje durante un asedio (2Re 5-6). Fue el alma de la resistencia patriótica cuando Israel tuvo que sufrir reveses militares, de forma que el rey Joás, al visitarle en su lecho de muerte, pudo llamarlo: «Â¡Padre mí­o, carro y caballerí­a de Israel!» (2Re 13:14). Eliseo hizo por la defensa de Israel mucho más que las armas de guerra. Sin salir de la esfera religiosa, el profeta pronunció un juicio severo sobre los problemas morales, sobre las alianzas polí­ticas y sobre las hostilidades militares cuando éstas suponí­an un peligro para la religión yahvista.

3. EL CELO POR EL SEí‘OR. El motivo de inspiración de toda la actividad de Eliseo fue la profunda fe yahvista, arraigada en la tradición de la alianza y preocupada por su eficacia en las vicisitudes internas y externas del paí­s. Eliseo no alcanzó la talla espiritual de Elí­as; pero, como figura carismática, estuvo animado de sentimientos de benevolencia y de bondad hacia los desventurados y los oprimidos. Se mostró cruel y sin compasión con la impiedad y el delito. Con su vivo sentimiento patriótico hizo tomar conciencia al pueblo de Israel de que la acción polí­tica pertenece desde el principio a la actividad de los profetas del AT y de que las dimensiones de la religión yahvista superaran los lí­mites de Israel, extendiéndose a todas las dinastí­as y a todos los pueblos.

BIBLI.: ALCAINA CANOSA C., Panorama crí­tico del ciclo de Eliseo, en «Estudios Bí­blicos» 23 (1964) 217-235; ID, Vocación de Eliseo (!Apo 19:19-21), en «Estudios Bí­blicos» 29 (1970) 137-151; AUGUSTINOVIC, De Eliae prophetae patria, en «Antonianum» 25 (1950) 475-493; BROUNER L., The Stories of Elijah and Elisha as Polemic against Baal Worship, Brill, Leiden 1968; CARLSON R.A., Elie á l’Horeb, en «Vetus Testamentum» 19 (1969) 416-439; ID, Elisée. Le successeur d’Elie, en «Vetus Testamentum» 20 (1970) 385-405; Com. C., II sacrificio di Elia su! Carmelo, en «BibOr» 2 (1960) 11-13; FOHRER G., Elia, Zwingli Verlag, Zurich 19682; GALLING K., Der Ehrenname Elisas und die Entrückung Elias, en «ZTK»53 (1956) 129-148; HAAG E., Die Himmelfahrt des Elias nach 2 Kón 2,1-15, en «TTZ» (1969) 18-32; HENTSCHEL G., Die Elijaerzdhlungen, St. Benno-Verlag, Leipzig 1977; HOSSFELD F.L., Die Sinaiwallfahrt des Propheten Elijah, en «Erbe und Auftrag» 54 (1978) 432-437; KELLER C.A., Wer was Elia? en «TZ» 16 (1960) 298-313; KILIAN R., Die Toterweckung des Elí­as un Elisas. Eine Motivwanderung?, en «BZ» 10 (1966) 44-56; MICHAUX W., Les cycles d’Elie et d’Elisée, en «BVC» 3 (1953) 76-99; OHLMEYER A., Elias, Fürst der Propheten, Verlag Herder, Friburgo i.B. 1962; SCHMIT-T H.C., Elisa. Traditionsgeschichtliche Untersuchungen zur vorklassischen Prophetie, G. Mohr, Gütersloh 1972; SCHWEIZER H., Elisha in den Kriegen. Literaturwissenschafiliche Untersuchungen von 2 Kón 3; 6,8-23; 6,24-7,20, Kósel-Verlag, Munich 1974; SEEBASS H., Elia und Ahab auf dem Karmel, en «ZTK» 70 (1973) 121-136; SEYBOLD H., Elia am Gottesberg, en «Evangelische Theologie» 33 (1973) 3-18; SMEND R., Der biblische und historische Elia, en «Vetus Testamentum. Suplément» 28 (1975) 167-184; STECK O.H., Überlieferung und Zeitgeschichte in den Elia-Erzdhlungen, Neukirchener Verlag, Neukirchen Vluyn 1968; STEINMANN J., La geste d’Elie dans 1A T, en AA.VV., Elie le prophéte 1, Desclée, Tournai 1956, 93-115; VAUX R. de, Le cycle d’Elie dans les livres des Rois, en Elie le Prophéte 1, Desclée, Tournai 1956, 53-79; WORTHWEIN E., Naboth-Novelle und Elia- Wort (1 Kón 21), en «ZTK» 75 (1978) 375-397.

S. Virgulin

P Rossano – G. Ravasi – A, Girlanda, Nuevo Diccionario de Teologí­a Bí­blica, San Pablo, Madrid 1990

Fuente: Nuevo Diccionario de Teología Bíblica