DOCTRINAS POLITICAS

Doctrinas polí­ticas son las teorí­as, más o menos sistemáticas, elaboradas a lo largo de los tiempos por los filósofos, los teólogos, los juristas y los sociólogos, que tienen como objeto el poder, las formas de Estado y de gobierno, la moral polí­tica.

Reviste una especial importancia el análisis de las doctrinas polí­ticas en el pensamiento griego (particularmente en las filosofí­as de Platón y de Aristóteles) y luego en el pensamiento cristiano.

El anuncio evangélico no condena el poder polí­tico, pero proclama su derivación (última) de Dios y justifica por tanto la obediencia a los poderes legí­timos (cf. Rom 13,1-7). Relativiza sin embargo la autoridad polí­tica, en cuanto que la persona imago Dei está sometida í­ntegramente sólo a Dios,no hay que observar ninguna disposición polí­tica cuando se opone a la ley del Señor y al veredicto de la propia conciencia (cf. Mc 12,13-17).

Las teorí­as polí­ticas elaboradas en el ámbito cristiano no son uní­vocas, sino que se resienten de la influencia bastante divergente de san Agustí­n y de santo Tomás. El agustinismo polí­tico ve en la organización polí­tica una consecuencia del pecado original y un remedio a los males provocados por él. El pensamiento tomista, por el contrario, siguiendo las huellas de Aristóteles, vincula la polí­tica a la misma naturaleza del hombre, independientemente del pecado, aun cuando éste ejerce influencias negativas sobre ella, inclinándola a desviaciones antipersonalistas en contraste con su finalidad especí­fica. Esta consiste en el «bien común», o sea – como se irá precisando más con el correr del tiempo- en el conjunto dinámico y progresivo de aquellas condiciones económicas, sociales, jurí­dicas y morales necesarias para el desarrollo pleno y armonioso de las personas y de los grupos existentes en el ámbito de la comunidad civil y polí­tica.

Muchas teorí­as polí­ticas de la edad moderna han presentado visiones de la polí­tica desvinculadas de la moral y de la religión, a fin de salvaguardar su perfecta autonomí­a. A partir de Maquiavelo las doctrinas polí­ticas, en sus diversas formas, intentan justificar el absolutismo polí­tico y la «razón de estado». Una doctrina muy difusa, aunque teorizada de diversas maneras, es el contractualismo polí­tico, que, en la versión de Hobbes, sirve de base al absolutismo polí­tico, mientras que en la versión de Locke y de otros pensadores ofrece una base racional al régimen democrático y al estado de derecho. La reflexión teológica en estos momentos parece sentirse estimulada por las versiones posconciliares de la «teologí­a polí­tica» (teologí­a de la revolución, de la liberación, de la noviolencia) que, mientras que justifican la dimensión polí­tica de la fe, relativizan fuertemente el poder, que a menudo asume el «rostro demoní­aco» de la opresión contra las capas más débiles de la comunidad nacional y mundial.

Cuando habí­a una hegemoní­a del marxismo, el pensamiento polí­tico de inspiración cristiana subrayó la exigencia de evitar la «derivación privatista de la fe» y de dar amplio espacio a la participación de los creyentes en la vida y en las responsabiliaades polí­ticas.

Al presente, además de esta urgencia, se subrava la de la moralización de la polí­tica, a fin de superar la discrasia entre ética y polí­tica, tanto por arriba como por abajo. El pensamiento social secular de la Iglesia, aunque no tiene hoy la pretensión de hacer una teorí­a polí­tica completa, ha ofrecido siempre sugerencias útiles en este sentido.

Mientras que justifica la autoridad y la comunidad polí­tica, ve en la eminente dignidad de la persona humana el centro, el sujeto y el fin de toda la vida asociada, incluida la polí­tica, que, por consiguiente, encuentra su parámetro y su lí­mite en la misma persona y en sus fines.

G. Mattai

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Jiménez, Para comprender la polí­tica, Verbo Divino, Estella 1996.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico