DEUTERONOMISTA

En los libros que van de Josué a 2 Reyes se encuentran fragmentos escritos en un estilo que evoca fuertemente al Deuteronomio (7,,). Inicialmente estas inserciones se consideraban como retoques de poca importancia, obra de unos redactores que, inspirándose en el Deuteronomio, habí­an intervenido sobre unos libros ya constituidos. M. Noth (1943) ha demostrado, sin embargo, que esos fragmentos forman un marco histórico compacto y sirven como plasma para conjugar entre sí­ diversas tradiciones antiguas. Subrayó la homogeneidad estilí­stica y la coherencia en la perspectiva histórico-teológica que subyace a estos libros, puestas de relieve en las reflexiones que se insertan en los puntos claves de los acontecimientos y expresadas muchas veces por personajes destacados (cf., por ejemplo, Jos 23; 1 Sm 12; 1 Re 8,14ss).

Por tanto, para M. Noth nos encontramos frente a un todo orgánico, constituido por los libros de Josué, Jueces, 1.a y 2.A Samuel y 1.a y 2.A Reyes e introducido por el Deuteronómio. Se trata de una obra única, que comprende hasta siete libros y que mueve a postular en su origen la presencia, no ya de unos simples redactores, sino de un auténtico autor, el «Deuteronomista». Se trata de una obra historiográfica, que abarca un perí­odo de la historia de 1srael de unos setecientos años, desde la entrada en Palestina hasta los comienzos del destierro en Babilonia. La tesis de M. Noth se contrapone a la teorí­a crí­tico-literaria del Hexateuco (O. Eissfeldt), que ve en el libro de Josué la conclusión necesaria del Pentateuco y encuentra en él las cuatro fuentes ya presentes en los cinco libros de Moisés.

El Deuteronomista o los Deuteronomistas -bien se trate de un movimiento más o menos bien organizado, o bien simplemente de una generación de teólogos con o sin exponentes de primer plano- representan un momento histórico central de la historiografí­a oriental y son además testigos privilegiados y protagonistas de una actividad de redacción y actualización, fenómeno éste que tiene sus precedentes bí­blicos de alguna manera en el Yahvista, en el Elohí­sta y en el Código sacerdotal, y – que en el Antiguo Testamento está atestiguado con particular evidencia por el Cronista. Los autores de la obra histórica deuteronomista trabajaron, por otra parte, con un material de tradiciones preexistentes, surgidas sobre todo en el reino del Norte y que -después de la destrucción del reino del Norte, con la caí­da de Samarí­a en el año 721 a.C.- confluveron en Jerusalén, que se convirtió en un precioso centro de colección y de elaboración del patrimonio religioso y jurí­dico de Israel. En Jerusalén operaban grupos de escribas (de la corte), de sacerdotes (en torno al templo) y de profetas. Uno de estos grupos, liga(lo particularmente al movimiento profético, cultivó las tradiciones orales y los documentos va puestos por escrito que habí­an surgido sobre todo en algunos centros de culto (Guilgal, Siquén, Siló) y que se referí­an a las vicisitudes relativas a la conquista de la Tierra. La obra histórica deuteronomista nace a finales del destierro o poco después del mismo. Bajo la impresión de la catástrofe, que habí­a puesto fin a la autonomí­a polí­tica de Israel, el Deuteronomista presenta el destino de Israel como un paulatino incremento de defecciones a Yahveh, de «infidelidades» al pacto en el desprecio de la «ley» (siempre se hace referencia al Deuteronomio), a lo que Yahveh responde con advertencias y castigos y finalmente con el aniquilamiento total. No se puede ciertamente acusar a Dios de infidelidad e injusticia. El final polí­tico de Israel tiene que atribuirse al mismo pueblo elegido y – a su conducta.

Y. Gatti

Bibl.: P Dacquino, Deuteronomista. en DTI. 11, 241-262; R. de Vaux, Instituciones del Antiguo Testamento, Herder, Barcelona 1964; H. Cazelles, Déuteronomiste, en DBSuppl. VII, 813-822; G. von Rad, Estudios sobre el Antiguo Testamento, Sí­gueme, Salamanca 1976; J L, Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, Verbo Divino, Estella 21993.

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico