Todos buscamos la verdad, deseamos la verdad; la buscamos, la pedimos, la queremos para cada momento de nuestra vida. Si tuviéramos que traducir esta búsqueda, yo al menos la traduciría, sobre todo, como deseo de autenticidad. Deseo, ante el Señor y ante todos vosotros —y seguramente cada uno de vosotros lo desea igual que yo—, ser auténtico. Es decir, quisiera que hubiera una coordinación entre gestos y palabras, entre palabras y hechos, entre promesas y realizaciones, o sea, entre lo que nosotros, por la gracia de Dios, queremos ser y lo que intentamos ser y nos esforzamos por ser en nuestra vida diaria. Deseamos la verdad, la autenticidad, deseamos que, en nuestras palabras, en nuestros gestos y en nuestras acciones, todo lo que decimos y hacemos corresponda a lo que el Señor nos inspira. Que no haya ninguna desviación entre lo que sentimos y lo que vivimos. Por tanto, buscamos juntos la autenticidad, la deseamos, la queremos en las relaciones de amistad, de fraternidad, en las relaciones diarias entre nosotros. Y buscamos esta verdad con unas características muy concretas, que resumo con algunas imágenes extraídas del evangelio de Juan. Señor, busco una verdad que sea cristalina como el agua, sencilla como el pan, clara como la luz, fuerte como la vida… Entonces surge espontánea una plegaria. ¿Quién nos dará esta agua cristalina que nunca se acaba? ¿Quién nos dará el pan sencillo del alimentó diario, del que podamos alimentarnos todos los días y que podamos partir con los hermanos? ¿Quién nos dará esta claridad como la de la luz, ante la cual consigamos estar sin cerrar los ojos? ¿Y quién nos dará la fuerza de la vida? Y he aquí que el Señor nos responde diciendo: Yo soy el agua viva; yo soy el pan de vida; yo soy la luz; yo soy la resurrección y la vida. Yo soy el agua viva que nunca se acaba y que apaga la sed, yo soy el agua que salta hasta la vida eterna. Yo soy el pan de vida: el que coma de este pan no morirá. Yo soy la luz que resplandece entre las tinieblas y que las tinieblas no pueden cubrir. Yo soy la resurrección y la vida: el que crea en mí, aunque muera vivirá; y el que viva y crea en mí, tendrá vida eterna.
Carlo María Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997
Fuente: Diccionario Espiritual
Tal como se aplica el término a un libro de la Biblia, autenticidad se refiere al hecho de que el libro posee autoridad sobre la base de que es la producción del pretendido autor. Debe distinguirse de la genuinidad, la que denota la cualidad de no haberse apartado del original. Un documento auténtico es el que fue escrito por la mano de aquel que se dice fue su autor (Jerónimo, Comm. in Ep. ad Titum iii.9); en cambio un escrito genuino es aquel que no tiene corrupciones en el texto que ha llegado hasta nosotros. De esta forma, la Epístola de Pablo a los Romanos es auténtica porque él la escribió, pero Ro. 8:1b no es un texto genuino, a causa de la evidencia de los manuscritos.
Walter W. Wessel
Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (68). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.
Fuente: Diccionario de Teología