(-> dinero, denario, economía). La escena del tributo al césar (Mc 12,13-17 par) nos sitúa ante uno de los temas básicos de la Biblia y del cristianismo pri mitivo: la relación de los judíos y cristianos ante la sociedad civil. La respuesta de Jesús (devolved al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios: Mc 12,17) puede entenderse al menos de tres maneras: de forma irónica y evasiva (no afirma ni niega); de forma negativa (que paguen los que utilizan moneda y se aprovechan de sus beneficios; los demás no pagan); de forma positiva (en el ámbito de la fe interna los creyentes son de Dios y no pagan; a nivel externo son súbditos de Roma y tienen que pagar). En la línea de las dos últimas opiniones (que suponen que Jesús aprueba el tributo) suele decirse que él se ha opuesto al error del mesianismo político que quiere impedir que se paguen tributos al césar. A veces se añade que el Estado tiene el derecho de exigir aquello que necesita para su existencia, pero no más, pues su soberanía sobre el ser humano es limitada. A mi juicio, estas respuestas resultan imprecisas, pues proyectan sobre el tiempo de Jesús una división moderna (intimista, ilustrada) de interioridad y mundo externo, convirtiendo la religión en asunto privado, cuestión de conciencia. Ciertamente, Jesús no actúa con métodos políticos de guerra y lucha económica, pero su Reino se sitúa en un camino de política más honda, hecha de pan y casa compartida para todos los humanos. Por eso, no aprueba ni condena el tributo (no defiende a celotas ni a imperiales), sino que sitúa su respuesta a otro nivel. No defiende sin más la legalidad del Estado (romano), pues en ese caso habría respondido: «sí, pagad el impuesto», cayendo así en la trampa que le habían tendido (para hacerle pasar como contrario a los celotas*, que rechazaban el tributo). Jesús no ha caído en la trampa, no defiende la ley del tributo (desacreditándose ante los nacionalistas judíos), ni la niega (oponiéndose el imperio), sino que se sitúa por encima de la disputa de romanos y rebeldes, pues ambos se mueven en un mismo plano de violencia (más grande o más pequeña). No se trata de pagar o no pagar, de apoyar un modelo u otro de Estado (uno civil, otro religioso), no se trata de apoyar con dinero el ejército oficial de Roma, ni la posible guerrilla de los insurgentes judíos. Superando ese nivel, Jesús insiste en lo importante (dad a Dios lo que es de Dios), para que se pueda resolver sobre esa base el tema de las cosas del césar. Todo lo que existe sobre el mundo debe recrearse desde el reino de Dios. Desde esa perspectiva debemos afirmar que el texto es evasivo, pero sólo para aquellos que buscan una respuesta inmediata, a favor de romanos o celotas, de imperio o guerrilla. Jesús no ha querido pronunciarse a ese plano, sino que sitúa todas las cosas (economía y política) en ámbito de Reino: dar a Dios lo de Dios significa asumir su programa de curación y casa compartida, de comunión de mesa y de perdón gratuito. De esa forma, unos y otros, romanos y celotas, imperiales y guerrilleros, quedan invitados a recorrer el camino de Jesús, que no ha querido caer en la trampa de unos u otros. Un cristiano más imperial (de cultura romana) se sentirá inclinado a justificar el tributo romano. Un cristiano más celo ta (de cultura revolucionaria) pensará que no debe pagarse ese tributo, sino otro. Jesús invita a unos y otros para que puedan asumir su camino de Reino: más allá de la acción y reacción del mundo está la experiencia y tarea de la gratuidad de Dios, que se expresa en el don del Reino y en la ayuda a los más pobres. Sólo desde esa base se puede plantear el tema del tributo.
Cf. J.-C. Eslin, Dien et le Ponvoir. Théologie et Politique en Occident, Seuil, París 1999.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra