(-> Tehom, Tannín, Leviatán). Muchos mitos presentan a la madre como signo supremo de Dios. Se trata de un símbolo básicamente pacífico y creador: la madre es expresión de un amor que engendra, es fuente de vida, el primer rostro humano de Dios.
(1) El mito del asesinato de la madre. Hay, sin embargo, varios mitos que suponen que los hijos tienen que «matar» a su madre para así crecer y volverse independientes, reinando en su lugar, como ha evocado el canto mesopotamio de la creación, titulado Entuna Elislr. «cuando en lo alto…». Hubo un tiempo en que los hombres parecían dependientes de la madre engendradora: de ella nacían, en ella se encontraban sustentados. Pues bien, algunos pensaron que esa madre Tiamat les había engendrado para tenerles sometidos, como esclavos o niños menores, en su seno, impidiendo así que ellos llegaran a ser independientes. Les habría suscitado a fin de mantenerles sometidos. De manera consecuente, para alcanzar la madurez y realizarse con autonomía, los hijos tuvieron que matar a la madre, coronando como rey a Marduk, el más fuerte, el matricida. El mito empieza suponiendo que la madre Tiamat era diosa de las aguas originarias, de la que surgieron todas las cosas. La madre empezó siendo paciente, soportando el alboroto de los hijos aún menores y poco poderosos en su vientre. Pero, en un momento dado, ella no pudo sufrir ya la violencia de los hijos, cada vez más fuertes, que luchaban entre sí y en contra de ella, rebelándose en su vientre (cf. Entuna Elish I, 100119). Como representante de esos nuevos hijos rebeldes se alzará Mardtik*, capaz de vencer a su madre, saliendo totalmente de su seno y enfrentándose con ella, para convertirla de esa forma en madre dependiente. Así se opusieron el poder generador de la madre y el poder militar del hijo, y sólo por la lucha se vio quién era más fuerte.
(2) Madre opresora. El mito supone que Tiamat se había convertido en madre castradora: había engendrado a los hijos, pero quería mantenerlos sometidos, sin dejarles autonomía, (a) Es poderosa como madre. Ha creado (engendrado, formado) el conjunto de las cosas (II, 10-19; III, 15-24.70-85) y así aparece como cuerpo-vientre, pero sin la inteligencia práctica que distingue ya a sus hijos. Es la vida inconsciente y por eso los dioses del imperio militar han de vencerla, iniciando la primera forma de racionalidad sobre la tierra, (b) Es represora, pues impide que sus hijos se vuelvan independientes, añadiendo que ella odia a los mismos seres que ha engendrado (II, 2.11). Así piensan los rebeldes, que quieren imponer su nueva ley de violencia guerrera, sobre la ley de vida de la madre, (c) Es madre bruja y representa los aspectos maléficos del cosmos: suscita un ejército de terrores naturales, diversos tipos de dragones, hidras, leviatanes (monstruos acuáticos), híbridos feroces (hombres-peces, hombres-escorpiones), evocando el miedo de la naturaleza, condensada en las doce constelaciones de monstruos dirigidos por un Titán o engendro maléfico, Kingu, a quien confía el mando, como a príncipe consorte (11-40; cf. III, 15-50). La Biblia no habla de Tiamat, pero presenta en el principio de la creación al Tehom*, que es el símbolo de las aguas del caos de las que surgirán todas las cosas, a través de la palabra de Dios (cf. Gn 1,2). Eso significa que en el fondo de la Biblia se conserva también el mito de la madre sometida, es decir, de la opresión de lo matemo-femenino, en manos del Dios masculino de la guerra.
Cf. F. Lara, Entinta Elish, Trotta, Madrid 1994; X. Pikaza, Hombre y mujer en las religiones, Verbo Divino, Estella 1997.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra