Carro de Dios
(Mercaba). Uno de los temas centrales de la visión de Ezequiel son las ruedas del carro de Dios: «Y los vivientes iban y venían a modo de exhalación. Miré a los vivientes y he aquí que una rueda (†™ophan) estaba en el suelo al lado de cada uno de los cuatro vivientes. El aspecto y hechura de las ruedas era como el fulgor de (piedra) de Tarsis; tenían todas una misma figura; y su aspecto y hechura era como si una rueda estuviera dentro de la otra, de modo que podían girar en las cuatro direcciones, sin tener que vol verse al rodar. Sus circunferencias eran muy altas e infundían terror, pues sus circunferencias estaban llenas de ojos. Cuando caminaban los vivientes, avanzaban a su lado las ruedas; y cuando se elevaban los vivientes del suelo, se elevaban también las ruedas. Hacia donde el Espíritu les movía a marchar allí marchaban, y las ruedas se alzaban con ellos (los vivientes), pues el Espíritu alentaba (también) en las ruedas» (cf. Ez 1,14-21). Los cuatro vivientes forman una especie de trono móvil y, en vez de caminar sobre piernas, se deslizan y vuelan sobre ruedas o círculos cósmicos. Ez 10,13 les llama galgal y así les presenta como círculos de un trono, ruedas de una especie de carroza sagrada de Dios. Estamos en el centro de una gran paradoja: los vivientes, convertidos en ruedas, vuelan en la altura con sus alas inmensas y ruedan sobre el suelo con el giro de sus círculos constantes. Llevan a Dios, como los caballos alados de Platón, que corren, vuelan y llevan la hermosa carroza de Dios o del alma, en gesto de triunfo gozoso. Pues bien, en nuestro caso, los mismos vivientes (no caballos sino hombres-alados-novillos-leones) se han venido a convertir en ruedas que giran y giran; son también ojos de Dios, abiertos a las cuatro direcciones. Muchos exegetas, desde los autores de la Cábala* judía hasta el cardenal Nicolás de Cusa, han vuelto una y otra vez a este pasaje y simbolismo del carro animado de ruedas sagradas. En la base del trono de Dios están los videntes hechos ruedas. Posiblemente se ha evocado aquí el más hondo simbolismo de la coherencia de dos mundos primordiales. (a) Las esferas (ruedas) representan el plano superior: los círculos astrales, el perfecto movimiento de los seres que Gn 1,14-15 ha colocado en el centro de la creación, para fijar los tiempos y fiestas de los hombres, (b) Los vivientes (seres animados) representan el mundo inferior donde las cosas nacen y mueren en constante revivencia, como Aristóteles diría (Física). Esos dos mundos se implican, formando la base del carro/trono de Dios.
Cf. I. GRUENWALD, Apocalyptic and Merkabah Mysticism, Brill, Leiden 1980.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra