HUIDA A EGIPTO

(-> Marí­a, madre de Jesús, niños). La escena (Mt 2,13-23), de gran contenido simbólico, ha sido evocada con frecuencia en la tradición cristiana. No quiere contar algo que ha pasado históricamente así­, sino situar a Jesús en el contexto de la «historia bí­blica»: «El ángel del Señor apareció en sueños a José y le dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo. Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo. Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que habí­a en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que habí­a inquirido de los magos» (Mt 2,14-16). Estos son los personajes principales de la escena. (1) Un rey miedoso. Parece que lo puede todo, pero está atrapado en las mallas de la envidia y el miedo que le vuelven impotente y duro. Para asegurar su reino tiene que matar a todos los posibles competidores, sentándose en un trono de sangre. (2) Dios salvador. Deja que Herodes se imponga con armas de muerte; parece escondido, incapaz de actuar, pero es él quien dirige todo lo que pasa; así­ protege al niño y a su madre, guiando su camino en medio de las pruebas y peligros de la historia. (3) Niños inocentes. Mueren en lugar de Jesús y parece que su sacrificio es inútil, resulta equivocado. Son el signo de todos los pequeños (cautivos, oprimidos, marginados) que el sistema expulsa y mata para mantenerse. Su mismo destino les hace presencia de Dios sobre la tierra, pero presencia incomprensible, pues no se entiende por qué tienen que morir en lugar de otro, en este caso, de Jesús. (4) Jesús Niño. Herodes le quiere matar, pero no puede, pues Dios mismo protege su camino, le libera. Mueren los niños en su lugar, perecen los millones de inocentes, pero él no les olvida ni abandona: crecerá para anunciarles luego el Reino y morir por todos ellos, como ellos han muerto por él. (5) La madre. Comparte la suerte del niño, vive para él, con él asume los peligros de evasión y exilio. Sigue pareciendo pasiva (el ángel dice a José: toma al niño y a su madre: Mt 2,14.20) y, sin embargo, en su pasividad ella es la más activa: cuida, protege, educa al niño entre persecuciones y exilio. (6) José. Vuelve a cumplir, en medio de la persecución, la misma tarea de fe que el ángel le habí­a encomendado en Mt I, 18-25: acoge, dirige, libera a la madre con el niño, poniéndose al servicio del Dios fugitivo, expulsado, exiliado en el mundo. Jesús nace sobre un campo de envidias, violencias y opresiones. Evidentemente asume la suerte de los perseguidos y exiliados y así­ tiene que escapar como un ilegal, indocumentado y peligroso. (7) Nueva historia: de Egipto llamé a mi hijo (con cita de Os II, 1). Jesús asume de esa forma la historia de los liberados de Egipto, el camino de la historia israelita.
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PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra