(-> denario, economía, poder). En el comienzo de la historia bíblica no existía separación entre el orden civil (Estado) y el religioso (comunidad creyente). La separación y lucha entre esos planos (hacia el final del tiempo de la comunidad del templo*) ha conducido a las tensiones de la apocalíptica*, donde un tipo de comunidad creyente se rebela, en clave simbólica, en contra de un Estado interpretado como demoníaco. El judaismo de Esdras* y Nehemías, lo mismo que más tarde el de Ester* y el del libro de la Sabiduría*, se interpretan ya como una comunidad religiosa que vive en paz dentro de un Estado más amplio, al que quiere ofrecer una ayuda, en línea de sabiduría. En esa perspectiva se sitúa, con variantes, el Nuevo Testamento: Jesús acepta el valor del césar (con su denario), pero sitúa las cosas de Dios en otro plano; lo mismo hace Pablo en Rom 13, donde supone que el Estado puede y debe apelar en su plano a la espada. Por su parte, el Apocalipsis interpreta el Estado como diabólico. Sea como fuere, todos ellos piensan, en el Nuevo Testamento, que la verdad del hombre no se realiza y despliega en un plano de Estado político, sino de comunicación gratuita de la vida. En esa línea, se puede afirmar que el Nuevo Testamento ofrece una antropología política (= social), pero no estatal.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra