ESPIGAS EN SABADO

(Mc 2,23-27 par) (-> comidas, sábado, templo). El texto forma parte de una disputa de Jesús y de los primeros cristianos sobre las comidas, el sábado y la sacralidad del templo, temas centrales para el judaismo: «Jesús pasaba un sábado [Lc 6,1 D: «el sábado segundoprimero»] por entre los sembrados, y sus discí­pulos comenzaron a arrancar espigas mientras caminaban. Los fariseos le dijeron: ¡Mira cómo hacen en sábado lo que no está permitido! Y les respondió: ¿No habéis leí­do alguna vez lo que hizo David, cuando tuvo necesidad y sintió hambre él y los que lo acompañaban…» (Mc 2,23-27 par).

(1) Pan sagrado sin templo. El pasaje alude a las espigas del campo, que los discí­pulos arrancan, frotan y comen un dí­a de sábado. Una variante famosa de Lucas (Manuscrito D) añade que era sábado deuteroprótó (segundoprimero), es decir, el primer sábado del segundo ciclo pentecostal del que tratan Jubileos* y Filón (terapeutas*). Este es el Sábado que sigue a Pentecostés, tiempo en que se ofrecen las nuevas espigas, el grano maduro. Los discí­pulos celebran el rito gozoso sobre el campo abierto, en contacto directo con la naturaleza, rompiendo así­ una prohibición sabática (frotan las espigas: cf. granos tostados de Jos 5,3.8-12) y otra litúrgica, vinculadas al templo: arrancan directamente las espigas y las frotan, preparando de esa forma el «pan» de las ofrendas sacrales, en honor del Dios de la comida, sobre el mismo campo (no en el templo). No necesitan santuario o sacerdotes especiales: el trigal fecundo es templo, ellos son sacerdotes de la primera y decisiva liturgia de la vida. En este contexto se sitúa la referencia enigmática y significativa al templo antiguo donde David y sus compañeros comieron el pan sagrado de la ofrenda, en tiempos de Abiatar (Mc 25-26; cf. 1 Sm 21,1-6: sacerdote Abimélec; Abiatar aparece en 2 Sm 15,35). David y sus compañeros comieron pan del templo. Jesús y sus compañeros comen pan del campo, que es el templo abierto a todos, el dí­a de Dios que es el sábado.

(2) La ofrenda del pan que se come. Ciertamente, los discí­pulos de Jesús se distinguen de Baño*, Juan*, y de otros bautistas, que sólo comen comidas silvestres, pues aceptan, con la tradición de Israel, la ofrenda del trigo cultivado (y del vino). Los granos frotados y limpios de las nuevas espigas, en el tiempo de ofrendas de Pentecostés, son para ellos el más hondo sacrificio, el signo de la bendición suprema de la vida. Por eso, Jesús les defiende, retomando y recreando las más antiguas tradiciones de Israel: la eucaristí­a de la cosecha, la ofrenda del pan sagrado. En este contexto se sitúa también el tema de la propiedad de los alimentos: Baño y el Bautista no aceptaban propiedad privada, comí­an de aquello que el campo ofrecí­a gratuitamente a todos; por el contrario, la Ley bí­blica acepta en conjunto la propiedad privada (familiar) de los campos, como queda claro en el tema del jubileo*, pero poniéndola al servicio de las necesidades comunes, de manera que el hambriento pueda comer hasta saciarse de la viña o trigal a la vera del camino (Dt 23,25). La ley de propiedad está al servicio de los necesitados: «Cuando siegues la mies de tu campo… no recojas la gavilla olvidada; déjasela al extranjero*, al huérfano y a la viuda» (cf. Dt 24,19-21). Los discí­pulos de Jesús asumen y reinterpretan esa ley. Estrictamente hablando, no son forasteros, huérfanos ni viudas. Tampoco parecen hambrientos o necesitados, pues el texto supone que están recorriendo «un camino de sábado» (están cerca de la ciudad o aldea en que moran). Por eso, si comen, no es, en principio, por hambre (como sugiere Mt 12,1), sino por compartir gozosamente las espigas del campo, al comienzo del verano. Su gesto expresa la experiencia universal de la comida compartida, bendiciendo a Dios por los dones de la tierra. Jesús los defiende, recordando el gesto de David en el templo de Nob (1 Sm 20,1-6, panes* de la proposición).

Cf. S. BACCIOCHI, From Sabbath to Sunday, Gregoriana, Roma 1977; E. NODET y T. TAYLOR, The Origins of Christianity, Glazier, Collegeville MI 1998; D. ROURE, Jesús y la figura de David en Mc 2,23-26. Trasfondo bí­blico, intertestamentario y rabí­nico, AnBib 124, Istituto Bí­blico, Roma 1990.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra