(Lv 17-26) sacrificios, chivos, sangre). Forma, con el Código de la Alianza y el Deuteronomio, el centro jurídico y sacral del Pentateuco. Es el último de los códigos y ha sido fijado tras la vuelta del exilio, en el tiempo de la restauración sacral de la comunidad del templo* (1), probablemente en conexión con la reforma de EsdrasNehemías (siglo V-IV a.C.). También está relacionado con la reforma sacral israelita que propone Ez 40^-8, pero carece de su contenido utópico, aunque las bendiciones y maldiciones finales (Lv 26) le han dado un carácter escatológico. Tiene un carácter básicamente sacral, centrado en la preocupación por la sangre (por el buen orden de las relaciones sexuales y familiares) y por la pureza de los sacerdotes. Despliega el aspecto sacral, vinculado a la pureza, más que el social, vinculado a la justicia. Lc preocupa el orden del templo y el buen cumplimiento de las fiestas, entendidas como expresión de rectitud sacral, más que como signo de alegría y gozo del pueblo. Busca la pureza del pueblo, aunque acepta a los emigrantes, conforme a la tradición israelita más antigua (extranjeros*; cf. Lv 19,33). Culmina en la gran ley del Jubileo*, que traza las bases de la nueva posesión de la tierra, tras la vuelta del exilio. Significativamente, se le ha añadido un capítulo muy «realista» sobre las tarifas del templo. Ha definido de manera poderosa todo el judaismo posterior.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra