soldados, guerra, violencia, Jesús). En la tradición del Nuevo Testamento ocupan un lugar destacado los centuriones, que pueden tomarse como representantes de los soldados del ejército de ocupación de Roma, o del ejército vasallo que el rey Herodes tenía en Galilea. La visión de conjunto de los centuriones en el Nuevo Testamento resulta básicamente positiva.
(1) Un centurión que cree (homosexualidad*). Entre las historias de soldados* a las que alude el Evangelio sobresale la del centurión de Cafarnaún, que tiene un amante enfermo y que pide a Jesús que le cure (Mt 8,5-13 par). La escena ha sido elaborada por la tradición desde la perspectiva de la apertura eclesial a los paganos, pero en su fondo hay un relato antiguo (transmitido al menos por Q; cf. Lc 7,1-10; cf. Jn 4,46b-54). Esa escena pone de relieve el poder de la fe, que no se expresa en la victoria militar, sino en la curación del amigo enfermo: «Al entrar Jesús en Cafarnaún, se le acercó un centurión, que le rogaba diciendo: Señor, mi siervo [pais] está postrado en casa, paralítico, gravemente afligido. Jesús le dijo: Yo iré y le curaré. Pero el centurión le dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra y mi siervo sanará, pues también yo soy hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mis órdenes, y digo a éste ve y va y al otro ven y viene; y a mi siervo haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús, se maravilló y dijo a los que lo seguían: En verdad os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y de occidente, y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; pero los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el crujir de dientes. Entonces Jesús dijo al centurión: Vete, y que se haga según tu fe. Y su siervo quedó sano en aquella misma hora» (Mt 8,5-12). El centurión forma parte del ejército de Herodes Antipas, aunque en el fondo está al servicio del orden imperial de Roma. Es un profesional del orden que se logra y mantiene a través de la violencia, en el plano civil y militar, un hombre acostumbrado a mandar y a ser obedecido. Es capaz de dirigir en la batalla a los soldados, decidiendo así sobre la vida y la muerte de los hombres. Pero, en otro nivel, es un ser vulnerable y padece por la enfermedad de un «siervo» (pais) al que ama. Esa palabra, pais, puede tener tres sentidos: siervo, hijo y amante (casi siempre joven), de manera que puede resultar escandalosa, por evocar unas relaciones homosexuales entre el soldado y su país. El texto paralelo de Jn 4,46b evita el escándalo y pone huios (hijo), en vez de pais; pero con ello tiene que cambiar toda la escena, porque los soldados no solían vivir con la familia ni cuidar a sus hijos hasta después de licenciarse; por eso, convierte al centurión en un basilikós o miembro de la corte real. También Lc 7,2 quiere eludir el escándalo y presenta al pais de Mt 8,6-13 como un doulos, es decir, como un criado al servicio del centurión; con eso ha resuelto un problema, pero ha creado otro: es un doulos entimos, es decir, muy preciado, un siervo de amor.
(2) El amante del centurión. Por eso preferimos mantener la traducción más obvia de pais del texto de Mc dentro de su contexto militar. En principio, el centurión podría ser judío, pues está al servicio de Herodes, en el puesto de frontera de su reino o tetrarquía (Cafamaún). Pero el conjunto del texto le presenta como un pagano que cree en el poder sanador de Jesús, sin necesidad de convertirse al judaismo (o cristianismo). Pues bien, como era costumbre en los cuarteles (donde, en principio, los soldados no podían convivir con una esposa, ni tener familia propia), este oficial tenía un criado-amante, presumiblemente más joven, que le servía de «ordenanza» y pareja sexual. Este es el sentido más verosímil de la palabra pais en el texto de Mt, dentro de un entorno militar. Ciertamente, en teoría, podría ser un hijo o también un simple criado (como pueden indicar los paralelos de Juan y Lucas). Pero lo más sencillo y normal es que haya sido un amante homosexual*, alguien a quien otros libros de la Biblia (quizá Rom 1,24-27) habrían rechazado. Pero, como supone el texto siguiente del mismo Mateo («Â¡cargó nuestras enfermedades…!»: Mt 8,17), Jesús no era un moralista, sino un Mesías capaz de comprender el amor y debilidad de los hombres (en caso de que el amor homosexual fuera debilidad). Jesús sabe escuchar al soldado que le pide por su amante y se dispone a venir hasta su casa-cuartel (¡bajo su techo!), que es una casa afectivamente enferma. Hubiera ido, pero el oficial no quiere que se arriesgue, pues ello podría causarle problemas: no estaba bien visto ir al cuartel de un ejército odiado para me diar entre dos homosexuales; por eso le suplica que no vaya: le basta con que crea en su dolor y diga una palabra, pues él sabe lo que vale la palabra. Jesús respeta las razones del oficial, acepta su fe y le ofrece su palabra. El resto de la historia ya se sabe: Jesús alaba la fe del centurión y cura a su siervo-amigo homosexual. Este centurión creyente puede ser signo de la unidad escatológica de los hombres (¡vendrán de oriente y occidente!), que se logra por fe, no por métodos militares, como los del ejército romano.
(3) Los centuriones en Lucas. (1) Evangelio. En su obra doble (Lc-Hch), Lucas ha tenido interés en poner de relieve el carácter humanamente bueno de los centuriones, entendidos como un símbolo del ejército romano, (a) El centurión de Cafamaún aparece como un buen prosélito, amigo de los judíos a quienes favorece. Así dicen a Jesús los ancianos de la comunidad, cuando interceden para que cure a su siervo enfermo: «Es digno de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga» (Lc 7,4). Más que comandante de una institución de violencia, que oprime a los judíos (o cristianos), este centurión y sus soldados aparecen como representantes de un cuerpo de seguridad organizado y mantenido para bien de los ciudadanos de un imperio mundial. No ejerce represión, sino al contrario: está para impedirla y superarla, favoreciendo de esa forma la misma religión judía y cristiana (en la línea de Rom 13,1-7). (b) El centurión de la cruz. Constituye uno de los personajes más significativos de la tradición evangélica. Marcos sabe que los romanos han condenado a Jesús y que el ejército imperial ha actuado de verdugo. Pero sabe algo más: en el fondo de la violencia de los soldados hay una posibilidad religiosa más alta: «El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión que estaba de pie delante de él, cuando vio que había muerto de esta manera, dijo: ¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios! También estaban allí algunas mujeres, mirando desde lejos. Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé» (Mc 15,38-40). La institución religiosa (templo) es incapaz de entender y aceptar a Jesús. Pero le entienden y aceptan, cada uno a su manera, este soldado y estas mujeres. El soldado sabe ver a Dios en la muerte de Jesús; las mujeres saben seguirle hasta la muerte. Este centurión es más que miembro de una institución de violencia.
(4) Los centuriones de Lucas. (2) Hechos. Hay en el libro de los Hechos cuatro centuriones (soldados) significativos. (a) Comelio, centurión de Cesarea (Hch 10). Lógicamente, el primer pagano convertido, como símbolo y compendio de lo bueno dentro del imperio, será para Lucas un centurión del ejército romano, un hombre de oración, que hace limosnas a favor de los pobres y que ama a los judíos, (d) El tribuno de Jerusalén. Cuando Pablo llega a Jerusalén y quiere cumplir unos ritos sagrados de fidelidad al templo, se amotinan unos judíos que quieren lincharle. Pues bien, el tribuno del puesto militar de la ciudad, un kiliarjo (o jefe de mil), le defiende, con sus centuriones y soldados. Por dos veces quieren lincharle unos judíos amotinados; por dos veces le salvan los soldados romanos, impidiendo así que estalle la violencia en el pueblo (Hch 21,27-36; 23,12-35). (c) Julio, centurión humanitario, de la compañía Augusta. Pablo, testigo de Jesús, apela al juicio del césar y al césar de Roma le llevan, escoltado por un centurión humanitario que se llama Julio y que le permite relacionarse con los cristianos de los lugares por donde va pasando y le escucha con todo respeto a lo largo de una dura navegación a través de la zona oriental del Mediterráneo, hasta llegar a Roma (Hch 27,1-3.6.11.31.42). (d) El soldado custodio. Al llegar a Roma «a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase», hasta el momento del juicio (un stratiótés: Hch 28,16). Así reside por dos años, en el centro del Imperio, en un tipo de prisión domiciliaria, bajo la guardia de un soldado, pero predicando libremente el Reino (Hch 28,30-31). Lo que pasa después no lo sabemos. Probablemente le condenan y ejecutan los romanos, pero Lucas no puede decirlo en su libro, pues iría en contra de su mensaje de evangelización del Imperio. Por eso concluye paradójicamente su libro con la imagen de un Pablo custodiado por un militar y anunciando el Reino, (g) ¿Una conclusión? Estos datos de Lucas reflejan una tradición que será fundamental para la práctica posterior de la Iglesia. Cuando Lucas redacta sus libros se han desatado las primeras persecuciones o dificultades del Imperio contra la Iglesia. Pero a su juicio, la apertura a Roma y al Imperio debe continuar, como lo muestra su forma de entender a los soldados.
Cf. X. Pikaza, El Señor de los ejércitos. Historia y teología de la guerra, PPC, Madrid 1997.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra