CARISMAS DEL ESPIRITU

(gracia, amor, Espí­ritu Santo, ministerios). El tema de los dones o gracias (kharismata) del Espí­ritu Santo ha constituido una de las preocupaciones fundamentales de Pablo, sobre todo en sus relaciones con la comunidad de Corinto. Da la impresión de que parte de los cristianos de Corinto querí­an cultivar los dones carismáticos (de tipo sobre todo extático) en sí­ mismos, sin referencia a Jesús y a la Iglesia, convirtiendo la comunidad en una asociación libre de virtuosos extáticos, capaces de entrar en trance y hablar en lenguas (en un tipo de lenguaje pararracional, hecho de exclamaciones y emociones que rompen la sintaxis normal de un idioma). Significativamente, Pablo no niega esa experiencia, ni la desliga del Espí­ritu Santo, pero la sitúa en un contexto eclesial donde la presencia y acción del Espí­ritu aparece vinculada sobre todo a la revelación de Dios en Cristo y al amor mutuo.

(1) Carismas, ministerios, actividades. Este es el tema básico del argumento de 1 Cor 12-14. Pablo empieza ofreciendo un principio general: «Hay diversidad de carismas (kharismatón), pero el Espí­ritu (Pneuma) es el mismo» (1 Cor 12,4): la presencia del Espí­ritu se expresa como carisma, es decir, como un don gratuito, que capacita al hombre para actuar de un modo más alto. «Hay diversidad de ministerios (diaconí­as), pero el Señor (Kyrios) es el mismo» (1 Cor 12,5): los ministerios o servicios de la comunidad aparecen vinculados al mismo Señor Jesús, a quien todo el Nuevo Testamento presenta como servidor o diácono por excelencia. «Hay diversidad de actuaciones (energemata), pero el Dios que obra todo en todos es el mismo, es el que hace todas las cosas en todos» (1 Cor 12,6). Pues bien, lo que en ese pasaje aparece de un modo triádico (vinculado al Kyrios, al Pneuma y a Dios) aparece después relacionado solamente con el Pneuma, es decir, con el Espí­ritu Santo. Así­ continúa diciendo Pablo: a cada uno se le ha dado la manifestación del Espí­ritu para conveniencia (de todos), por medio del mismo Espí­ritu (cf. 1 Cor 12,7). Estos son algunos de los dones o carismas: palabra de sabidurí­a, palabra de ciencia, fe, poder de curaciones, don de hacer milagros, profecí­a, discernimiento de espí­ritus, don de lenguas, interpretación de lenguas… (cf. 1 Cor 12,7-13).

(2) El problema y servicio a los más pobres. Pablo ha planteado este problema porque algunos cristianos de Corinto se lo han pedido, preguntándole sobre los pneumatiká (dones espirituales: 1 Cor 12,1), que han venido a convertirse en objeto de discordia en la comunidad. Algunos cristianos se creen y portan como superiores, pues se sienten portadores del Espí­ritu, sabios aristócratas, jerarquí­a carismática de la Iglesia, porque, según ellos, poseen dones más grandes: el de la profecí­a y, sobre todo, el de las lenguas (cf. 1 Cor 13,1-3; 14,1-25). Pablo no condena esos dones, pero responde que ellos deben ponerse al servicio de la comunidad. Eso significa que, por ejemplo, el don de lenguas y otros dones de tipo mí­stico sólo tienen un sentido y un valor cristiano si es que pueden traducirse y ponerse así­ al servicio del conjunto de la asamblea. En la base del argumento de Pablo está la exigencia y valor de la unidad de los creyentes, que no está hecha de uniformidad, sino de variedad puesta al servicio de la vida del conjunto de la Iglesia. Por eso, todos los carismas individuales o grupales han de estar al servicio del conjunto de la comunidad (cf. 1 Cor 12,1226): son valiosos en cuanto vinculan en amor a los cristianos, entre quienes los más importantes son aquellos que parecen más pobres (y tienen en apariencia menos dones); por eso, la unidad del Espí­ritu se expresa en el servicio a los excluidos del sistema.

(3) Carismas y amor. En este contexto, ha destacado Pablo los dones que son más necesarios para el surgimiento y despliegue de la Iglesia, po niendo así­ de relieve el valor del apostolado y de la comunión de los creyentes, pasando por la profecí­a, enseñanza, acogida y don de curaciones (cf. 1 Cor 12,1-11.27-31; 14,26-33). Más aún, en el centro de su descripción y valoración de los carismas (1 Cor 12-14) ha colocado Pablo el canto al amor (1 Cor 13), indicando así­ que tanto el don de lenguas, como los milagros y profecí­as, lo mismo que la fidelidad creyente, están al servicio del Amor, que es presencia gratuita y generosa de Dios en la comunidad. En este mismo contexto se sitúa la temática y discusión de Pablo sobre la Ley y la Gracia. En sí­ misma, una forma de ley judí­a ha sido incapaz de crear una comunidad universal, abierta en gracia al misterio de Dios, vinculando a todos los hombres, con sus diferencias, al servicio de la comunión. El Amor, en cambio, puede hacerlo: es presencia gratuita y universal de Dios por Cristo, en medio de la Iglesia, y por la Iglesia entre todos los humanos. Entendido así­, el amor es el único carisma.

Cf. J. D. G. Dunn, Jesús y el Espí­ritu, Sec. Trinitario, Salamanca 1981; H. Heitmann y H. Mühlen (eds.), Experiencia y teologí­a del Espí­ritu Santo, Sec. Trinitario, Salamanca 1978; X. Pikaza y N. Silanes (eds.), Los carismas en la Iglesia. Presencia del Espí­ritu Santo en la historia, Sec. Trinitario, Salamanca 1999.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra