ARMAGUEDON

Lugar donde según el Apocalipsis se entablará la batalla final de la historia, en contexto de destrucción: «El sexto ángel vertió su copa sobre el gran rí­o Eufrates; el cauce del rí­o se secó y quedó preparado el camino para los reyes de oriente. Vi entonces cómo salí­an de la boca del Dragón, de la boca de la Bestia y de la boca del Falso profeta, tres espí­ritus inmundos que parecí­an sapos. Son, en efecto, espí­ritus demoní­acos que realizaban prodigios, para congregar a todos los reyes de la tierra para la batalla del gran dí­a del Dios todopoderoso. (Mirad que vengo como un ladrón. Bienaventurado quien se mantenga vigilante y guarde sus vestidos, pues no tendrá que andar desnudo y nadie verá sus vergüenzas). Y reunieron a los reyes en el lugar que en hebreo se llama Armaguedón» (Ap 16,10-16). Esta es la penúltima de las copas de la «ira de Dios» sobre la humanidad perversa, la copa que el ángel derrama sobre el rí­o Eufrates donde estaban atados los cuatro espí­ritus perversos de la ira, que el ángel de la sexta trompeta desataba para que juntaran su ejército infinito sobre el mundo (cf. Ap 9,13-21).

(1) Guerra de la trí­ada infernal. El veneno de la copa de Dios cae en la tierra, secando el agua del rí­o y preparando la invasión inmensa, la guerra donde acaba (culmina y se destruye) toda guerra. Esta es la guerra de la Trí­ada Infernal de Ap 12-13, del Dragón (ángel perverso, muerte originaria), la primera Bestia (poder absoluto y violento) y el Pseudoprofeta (mentira al servicio del sistema), que lanzan sus espí­ritus impuros, como ranas (impuras según Lv 11,10, destructoras en Ex 7,26-8,10), para engañar y reunir sobre el campo de batalla a todos los poderes de maldad que hay en la tierra. Es la guerra de los reyes de oriente (cf. 16,12) y de todo el mundo (16,14). La apocalí­ptica judí­a, partiendo de los salmos de Sión (cf. Sal 48) y de Ez 39-40, habí­a anunciado esta lucha final universal: los reyes se unirán contra la Ciudad santa, para atacarla y destruir al pueblo de Dios sobre la tierra (cf. 1 Hen 56; 4 Esd 13).

(2) Esta es la guerra del dí­a grande de Dios Omnipotente (Ap 16,14; dí­a de Yahvé: Am 5,18-20; J1 4,9-14; Mal 3,2-5; etc.). Por eso, superando el engaño de la Trí­ada Infernal se manifiesta la providencia creadora de Dios que actúa de manera definitiva. Piensan los reyes que tienen poder; piensa la Trí­ada que es suyo el destino de la historia. Pero sólo Dios conoce y sabe, dando el triunfo a Cristo.

(3 )En un lugar llamado en hebreo Armaguedón (16,16), que parece aludir a la liar (montaña) de Meguido, lugar israelita de famosas batallas antiguas (cf. Je 5,19; 2 Re 9,27; 23,29) y grandes lamentos (cf. Zac 12,11). Pero esa alusión al lugar de Meguido, en la llanura de Esdrelón, cerca de Galilea, no es segura, pues, conforme a una vieja tradición, recogida por Ez 28,8.21; 19,2.4, la gran batalla final deberí­a realizarse en el entorno de Jerusalén. Por eso se han buscado otras posibles traducciones (Monte Fructuoso, Ciudad deseable…). Posiblemente, el Apocalipsis ha dejado la identidad del lugar en una penumbra misteriosa, abierta a la imaginación de los lectores. Lo cierto es que la maldad del mundo se condensa y concentra, para luchar contra Dios en una especie de inmenso pandemonio o batalla de todos los espí­ritus perversos. La humanidad ha llegado al momento y lugar del no retorno, al momento de la decisión final. Se ha cerrado el horizonte, las fuerzas de lo malo parecen dominar todo lo que existe; pero un Dios más sabio que ellas las está conduciendo al Armaguedón de su muerte.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra