ANA, CANTICO DE

(-> Magní­ficat, inversión). El cántico de Ana (1 Sm 2,1-10) vincula dos de los temas centrales de la vida de una mujer israelita: el nacimiento de un hijo y la victoria del pueblo, simbolizada precisamente por el nacimiento de ese hijo (como en el Canto de Marí­a, la madre de Jesús: Lc 1,46-55). En este contexto evoca Ana la gran inversión de la historia: «Se rompen los arcos de los héroes, mientras los cobardes se ciñen de valor. Los hartos se contratan por el pan, mientras los hambrientos engordan. La estéril da a luz a siete hijos, mientras la madre de muchos queda baldí­a» (1 Sm 2,4-5). Esas palabras recogen las tres contradicciones principales de la historia: (1) la militar, que enfrenta a los gibbórim o valientes con los cobardes, incapaces de hacer guerra; (2) la económica, que escinde y divide a los hombres en ricos y hambrientos; (3) la demográfica, que enfrenta a las familias y grupos numerosos con las familias más pequeñas. La acción del Dios Yahvé, cantada por la madre Ana, invierte y supera esa ruptura e injusticia, abriendo a los hombres un camino distinto de existencia, más allá de los valores impositivos de este mundo, de manera que los cobardes venzan, los pobres se enriquezcan y se asegure el despliegue de la justicia de Dios en la historia israelita. Frente al tema de la guerra* injusta (opresión cananea) emerge y se sitúa en primer plano la experiencia y esperanza de una guerra justa en la que triunfen precisamente aquellos que se encuentran en el margen de la sociedad, es decir, los oprimidos, los pobres y los poco numerosos. Ana, madre antes estéril, mujer antes despreciada, ha sabido proclamar la esperanza de los oprimidos y los pobres, abriendo un camino real de transformación donde el cambio militar (inversión revolucionaria y creadora) se inscribe dentro de un cambio total del ser humano, que comienza por la economí­a (supresión de la riqueza injusta) y culmina en la demografí­a (abundancia de vida). En la lí­nea de su canto se inscribe no sólo el programa de Jesús, tal como aparece en el canto de su madre (cf. Lc 1,4655), sino el anhelo de la humanidad que busca la justicia, aunque, desde la gran tradición profética de la paz y desde el Nuevo Testamento, ese anhelo ha de expresarse en forma de no violencia activa.

PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007

Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra