(-> Caín, pecado). Hermano de Caín, primero de los asesinados. La historia de estos dos hermanos viene en la Biblia inmediatamente después de la del hombre y la mujer (Adán y Eva). «Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín, y dijo: He conseguido [kaniti] un varón de parte de Dios. Después dio a luz a su hermano Abel [Hebel: soplo fugaz, vanidad]. Fue Abel pastor de ovejas, y Caín, la brador de la tierra. Pasado un tiempo, Caín presentó del fruto de la tierra una ofrenda a Yahvé. Y Abel presentó también de los primogénitos de sus ovejas, y de la grasa de ellas. Y miró Yahvé con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín ni a su ofrenda, por lo cual Caín se enojó en gran manera y decayó su semblante… Caín dijo a su hermano Abel: Salgamos al campo. Y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató. Entonces Yahvé preguntó a Caín: ¿Dónde está Abel, tu hermano? Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?…» (cf. Gn 4,1-15).
(1) Los dos primeros hennanos. Caín y Abel representan las dos primeras formas de cultura, entendidas desde la relación del hombre con la tierra y los animales (Caín es agricultor; Abel es ganadero). Ellos reflejan las dos primeras formas de religión organizada: el pastor ofrece a Dios la vida y sangre de los animales; el agricultor le ofrece los frutos del campo, comidas vegetales. Estos son los hermanos en estado puro, sin que pueda hablarse todavía de disputa por mujeres o por hijos, por tierras o pastos. Ellos no tienen ninguna razón «mundana» para enfrentarse, y sin embargo se enfrentan porque Dios acepta la ofrenda de uno más que la del otro. Eso podría significar que a uno le va mejor que al otro… Mirado el texto desde fuera, sería preferible que no existiera ese Dios que lleva a esos hermanos a enfrentarse (queriendo las ofrendas de uno más que las del otro). Pero eso es imposible, porque estos hermanos no viven sólo del trabajo y de los bienes exteriores, sino también del sentido que tiene ese trabajo que ellos pueden ofrecer y ofrecen ante un Dios entendido precisamente como fuente de sentido de las cosas. De esa manera se comparan y enfrentan, en gesto donde se vinculan cultura, religión y vida social. Es evidente que el Dios que les divide y enfrenta por razón de las ofrendas no es aún el Dios verdadero, sino una proyección de sus propios deseos.
(2) Los primeros hennanos, en perspectiva masculina. Caín y Abel son hombres de cultura, pues no trabajan sólo para comer, sino para elevar y hacer ostentación de lo que comen y tienen, a modo de sacrificio, sobre el altar divino. De esa manera, son hombres de reli gión, pero de una religión que, al menos para Caín, se encuentra pervertida: no elevan sus productos para dar gracias y alegrarse uno del otro y con el otro (como Pablo supone en Rom 11,21), sino para compararse y enfrentarse, de manera que la misma ofrenda religiosa se vuelve para Caín fuente de envidia y violencia. Lo que podía ser motivo de comunicación enriquecedora se ha mostrado para él principio de muerte. Ellos expresan así la primera división de la vida social, como ha destacado Hegel, en su Fenomenología del Espíritu, viendo aquí el principio de la división de la humanidad en señores y siervos, amos y esclavos. Hegel supone que la lucha es fuente de todo lo que existe: en enfrentamiento nacemos, con enfrentamiento maduramos, pero en general ya no empezamos matando a los otros como hizo Caín, sino que los esclavizamos, posponiendo su muerte, para así ponerlos a nuestro servicio. La misma religión parece convertirse en principio de enfrentamiento, a partir de la distinción de las comidas-ofrendas sagradas. En un sentido, conforme al principio del Génesis (Gn 1-3), donde los hombres eran vegetarianos*, parece preferible el sacrificio de Caín, que ofrece a Dios los frutos del campo y así vive sin matar a otros vivientes. Pero el Dios de este relato, sin que se sepa la razón, prefiere los sacrificios* animales y así se goza en la ofrenda de Abel, el pastor, quizá porque ha desahogado su violencia al matar animales, mientras que Caín*, que no los mata ni derrama la sangre de otros seres vivientes, no ha podido canalizar su violencia, sino que la descarga sobre el hermano, derramando su sangre*. Quizá se pueda decir que Abel sacrificaba animales y estaba apaciguado, mientras Caín, que ofrecía plantas, quiso apaciguarse matando a su hermano.
(3) Símbolo o mito. Son muchos los mitos de hermanos donde uno mata al otro (Rómulo y Remo) o los dos se matan a la vez (Eteocles y Polinices). Por la importancia que ha tenido en la historia de Occidente, este relato de la Biblia es quizá el más significativo: Caín mata a su hermano, pensando que con ello puede elevarse ante Dios, pero Dios no recibe la sangre del hermano asesinado, sino todo lo contrario, la rechaza. Mirados en este contexto, Caín y Abel representan a la humanidad en su conjunto: son individuos y grupos sociales (agricultores y pastores), son pueblos y naciones, señores y siervos, amigos y enemigos. Toda la raza humana se encuentra condensada, según Gn 4, en esta guerra primigenia, en este sacrificio que es fuente y modelo de todo sacrificio. En el principio de la historia humana está Abel, la primera de las víctimas. A partir de ella se entiende, según el Nuevo Testamento, la sangre de todos los sacrificados de la historia (cf. Mt 23,35; Lc 11,51; Heb 12,24).
Cf. L. ALONSO SCHOKEL, ¿Dónde está tu hermano? Textos de fraternidad en el libro del Génesis, Verbo Divino, Estella 1990; J. S. CROATTO, Exilio y sobrevivencia. Tradiciones contracidturales en el Pentateuco. Comentario de G11 4-11, Lumen, Buenos Aires 1997; R. GIRARD, La violencia de lo sagrado, Anagrama, Barcelona 1982.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra