LITERATURA INTERTESTAMENTAL

DJN
 
SUMARIO: 1. de comentario. a) La Halaká. b) La Haggadá. c) Comentarios escritos: La misnah. d) El Talmud. -2. Literatura de traducción: Los midrashim. a) Las versiones al griego: Los LXX. b) Las versiones arameas: Los targumes. – 3. Literatura testamental. – 4. Literatura oracional. -5. Literatura de Qumrán. -6. Literatura del judaí­smo helenista.

Existe un mundo literario no recogido en la literatura bí­blica que, sin embargo, es de gran interés para la comprensión del dinamismo cultural y religioso del judaí­smo y del cristianismo primitivo. El lector cristiano está habituado a considerar al AT como la premisa natural e inmediata del NT. Pero el NT no es la terminal exclusiva del mundo literario veterotestamentario. Este tiene otras prolongaciones importantes, tanto cultural como religiosamente dentro del mundo judí­o. La denominada «literatura intertestamental» pertenece a esa prolongación.

El término «intertestamental» no ha de entenderse, en primer lugar, como un «tercer perí­odo» perfectamente delimitado y autónomo entre el AT y el NT. De hecho, hunde sus raí­ces en el mundo veterotestamentario y se prolonga en el neotestamentario. Los autores judí­os prefieren hablar, para designar este perí­odo, de «Literatura entre la Biblia y la Mishnah» o de «Literatura del pueblo judí­o en tiempos de Jesús».

Pero el problema no afecta sólo a la denominación. También es objeto de debate la delimitación de sus horizontes históricos. Mientras que para unos «intertestamental» designarí­a el perí­odo entre el último escrito del AT y el primer escrito del NT, otros argumentan que el término intertestamental expresa más bien una actitud, y no los lí­mites de un perí­odo. No faltan quienes consideran como intertestamental al perí­odo comprendido entre la época persa tardí­a (400 aC) y la segunda revuelta judí­a (131-135 dC). Ante tan variadas posturas, nos parece lo más acertado considerar como literatura intertestamental a la literatura judí­a no canónica compuesta entre los años 200 a. C. y 100 d. C., aunque en algunos casos haya que admitir una prolongación de este marco cronológico.

No ha sido uniforme el tratamiento dado a este abundante material literario; los criterios para su organización han sido diversos: histórico, literario-geográfico y temático-histórico. Este será el que seguiremos en nuestra exposición, distinguiendo los siguientes bloques: 1) Literatura de comentario; 2) Literatura de traducción; 3) Literatura apocalí­ptica extrabí­blica; 4) Literatura testamental; 5) Literatura de oración; 6) Literatura de Qumrán; 7) Literatura del judaí­smo helenista.

1. Literatura de comentario
Se trata de una literatura producida por el judaí­smo rabí­nico 10-200 d. C. centrada en el estudio y comentario de la Ley (oral y escrita). Este estudio (midrash) consistí­a fundamentalmente en desarrollar y fijar el derecho (halaká) e interpretar las secciones históricas y doctrinales de la Biblia (haggadá).

Partiendo de la convicción de que el mensaje bí­blico, al ser inspirado por Dios, debí­a ser portador de luz para cada presente histórico, los rabinos se dedicaron apasionadamente a su estudio, que cristalizó en las siguientes realizaciones.

) La Halaká
Así­ se designa a un cuerpo importante de decisiones legales surgido del estudio de las secciones jurí­dicas de la Biblia —midrash halákico— y de la práctica inmemorial de la comunidad. Esta «codificación» en el perí­odo que estamos considerando se formó y trasmitió primordialmente de forma oral. Formada por tres categorí­as (normas directamente derivadas de Moisés, la á propiamente dicha y las «ordenanzas de los escribas»), los temas de investigación no quedan circunscritos a la religión sino que abordan también el derecho civil (temas matrimoniales…) y el derecho criminal.

) La Haggadá
Designa a la literatura rabí­nica que explica la Biblia homiléticamente. Centrada en los pasajes históricos y ético-religiosos, su procedimiento y objeto difieren de los de la á. Este procedimiento hermenéutico (midrash haggádico) presenta la singularidad de haber producido Sagrada Escritura (cf. Libros de las Crónicas). Aunque los temas preferidos son las historias patriarcales y de Moisés, también dedicó su atención a temas de la era posmosaica.

) Comentarios escritos: La misnah
Es el código de leyes fundamentales del judaí­smo rabí­nico. En su elaboración hay que distinguir dos momentos: hasta el año 70 dC. (poco conocido) y del año 70 al 200 dC. (con abundante información). Su contenido, fundamentalmente jurí­dico-religioso, abarca tanto a las leyes tradicionales como a las deducidas del texto a través de la exégesis. Actualmente está estructurada en seis grandes órdenes (se), compuestos de sesenta y tres tratados (massektoth) divididos cada uno en capí­tulos (peraquim) y éstos en leyes particulares (mishnayoth).

) El Talmud
Es el proceso verbal de las discusiones de las escuelas judí­as de Palestina y Babilonia para encontrar la fundamentación bí­blica a las leyes contenidas en la . De acuerdo con su ubicación geográfica existen dos Talmudes: el Palestino (más breve) y el babilónico (más extenso, y considerado el por excelencia). Cada consta de dos partes: la (sustancialmente idéntica para ambos) y la (complemento o comentario de la , diferente en cada , al recoger las tradiciones de las respectivas escuelas). Con el el judaí­smo se queda sin tradición oral.

2. Literatura de traducción: Los midrashim
Un núcleo importante de la «literatura intertestamental» lo constituye la llamada «literatura de traducción». Una literatura surgida de la necesidad de la comunidad judí­a de disponer de un texto comprensible de la Sagrada Escritura cuando el distanciamiento no sólo de Palestina sino de la lengua hebrea ya era un hecho. Dos son las lenguas en que cristalizó esta literatura: el griego y el arameo.

a) Las al griego: Los LXX
La traducción de la Escritura al griego fue una de las obras más importantes del judaí­smo de la diáspora. Conocida con el nombre de versión de los Setenta, esta obra tiene una larga historia y problemática, más allá de los relatos legendarios de algunos escritos apologéticos judí­os (Carde Aristea, de Moisés…)
Las diferencias de orden cualitativo y cuantitativo respecto del texto masorético (TM), suscitan la pregunta de si se trata de una traducción o de un texto nuevo. Y si es traducción, ¿a partir de qué texto? Pues, en ocasiones, da la impresión de estar siguiendo un texto hebreo distinto del texto masorético, y del que se han encontrado vestigios en Qumrán. ¿Fue resultado de un trabajo unitario y seguido? Los LXX distan mucho de ofrecer una versión homogénea por lo que a exactitud y estilo se refiere. Dos hipótesis han surgido para explicar este dato. Una defiende la existencia de una traducción de los LXX (ProtoSeptuaginta), que habrí­a sufrido los avatares de toda producción literaria (revisiones, variantes…); otra opinión afirma que los LXX no son una versión original sino una revisión llevada a cabo por rabinos a partir de versiones anteriores (a esto se referirí­a la Carta de Aristea). De todas forma, la versión de los Setenta, por los problemas de fidelidad que plantea respecto del texto hebreo, originó una corriente de sucesivas revisiones, entre las que sobresalen: Proto-Teodoción, Proto-Luciano, íquila, Sí­maco, Teodoción y, ya en el mundo cristiano, Orí­genes.

Dadas las peculiaridades del texto griego de los LXX respecto del texto hebreo y de su uso en la primitiva comunidad cristiana, surge la pregunta de si estamos ante una versión inspirada con inspiración bí­blica. Las opiniones se han diversificado en este punto. Quizá sea clarificador distinguir entre versión auténtica y versión inspirada. Los LXX serí­an una versión auténtica. En todo caso, el Magisterio oficial de la Iglesia no se ha pronunciado nunca sobre este tema. Su importancia es grande por diversos motivos: constituye una valiosa ayuda para la crí­tica textual al ser versión de un texto hebreo pre-masorético, arroja luz sobre la historia del texto hebreo. También es de gran valor para la comprensión del NT y de la patrí­stica griega y latina anteriores a san Jerónimo, así­ como por haber servido de texto base para traducciones del AT a distintas lenguas de Iglesias antiguas: sirí­aco, copto, armenio…

b) versiones arameas: Los targumes
Se denomina «targum» (traducción) a la versión aramea de los textos hebreos realizada en o para el servicio sinagogal. Aunque no exista unanimidad en atribuir a Esdras la introducción de la práctica targúmica (cf Neh 8, 1-8), una antigua tradición judí­a que se remonta al s. II aC. no duda en hacerlo.

Oral en un principio, el targum fue evolucionando hasta prevalecer la forma escrita. En esta evolución hacia lo escrito, el aspecto interpretativo fue adquiriendo más importancia que el de mera traducción. De ahí­ que los targumes acabaran por ser algo más que una mera traducción, una producción textual nueva.

Los destinatarios, un auditorio no especializado, hacen que el targum adopte el estilo de la literatura popular; y el uso pastoral del mismo explica la paráfrasis cuando no la supresión de los pasajes y textos dificiles. La literatura targúmica existente se clasifica en tres grandes bloques, correspondientes a las tres secciones del canon judí­o: Pentateuco (T. On, Pseudo-Jonatán, Jerosolimitano, Neophiti 1, Fragmentos de la geniza de El Cairo), Profetas (T de Jonatan ben Uzzlel), Hagiógrafos (Salmos Job, Megilloth y Crónicas).

Una vez establecida la cronologí­a de los targumes (elemento necesario, pues algunos son relativamente tardí­os), su importancia es grande por ser una escuela de interpretación del AT; permiten comprender mejor la historia de la traducción de la Biblia; ayudan a comprender el alcance de la «tradición» dentro del judaí­smo así­ como muchas tradiciones antiguas. Respecto del NT, superando tanto las excesivas reticencias como los excesivos entusiasmos, presentan también su aspecto positivo, no sólo en cuanto pudieron ser fuentes materiales sino en cuanto en ocasiones parecen haber inspirado algunas técnicas hermenéuticas (el modo de citar el Apocalipsis al AT recuerda la práctica targúmica).

3. Literatura testamental
Conocida también como del adiós o de despedida, está muy relacionada con la literatura apocalí­ptica, hasta el punto de ser considerada una parcela de la misma. No obstante, presenta elementos significativos suficientes como para gozar de identidad propia. Ambas son literatura de predicción, pero difieren en el hilo conductor del tema. En la apocalí­ptica la predicción o revelación se realiza por medio de un ser celeste; en los Testamentos, en cambio, el agente revelador es un personaje famoso de la historia de Israel, generalmente un patriarca, quien próximo a la muerte, reúne a los hijos para revelarles su destino y precaverles contra posibles peligros con orientaciones y consejos de diverso tipo,
La estructura interna de estos Discursos es bastante uniforme. Se trata de la última lección del personaje a sus descendientes, apenados por la inminencia de la despedida. Tras confortarles, les amonesta e invita a conducirse en la presencia de Dios y, mirando hacia el futuro, les predice el destino. Suele concluirse con una serie de bendiciones y maldiciones, y una oración por los que está a punto de abandonar.

Tanto en el AT (Gn 27, 27-29. 38-40; 49; Dt 33; Jos 23-24; 1 Sim 12; Tb 14, 1-11; 1 Mac 2, 49-70) como en el NT (Jn 13-17; Hch 20, 17-38) existen testimonios de esta literatura. Pero es en el perí­odo intertestamental donde abunda particularmente. Las más dignas de reseñar son: El Testamento de los Doce Patriarcas; el Testamento de Job; el Testamento de Abraham. y el Testamento de Moisés, también conocido como Asunción de Moisés.

4. Literatura oracional
La oración es una de las dimensiones fundamentales del pueblo de la alianza. Intercesión, penitencia, acción de gracias y alabanza son los motivos inspiradores. Durante el perí­odo postexí­lico -500-200 a. C.- las antiguas oraciones fueron recopiladas con miras a la liturgia y se compusieron otras, no sólo con una orientación litúrgica sino también para servicio de la piedad particular. Los siglos II-I a. C. asistieron a una importante actividad en este campo.

Algunas fueron recogidas en los textos bí­blicos (Dn 3, 26-4. 51-90; 9, 4-10; Jdt 9; Est 13-14- Eclo 36, 1-7; 51,12 (hebreo); Sap 9), otras quedaron consignadas en los apócrifos del judaí­smo. Entre estas hay que resaltar: la Oración de Manasés (un salmo de lamentación individual puesto en labios de Manasés), la liturgia celeste de Qumrán, los Salmos de Salomón (colección de 18 salmos compuestos al estilo de los salmos canónicos, el Shemá (la profesión de fe judí­a por excelencia, formada a partir de textos de Dt 6, 4-9; 11, 13-21 y Num 15, 37-41), las Dieciocho Bendiciones o Shemonéh Esreh (la oración judí­a por antonomasia, en la oración n° 12 se menciona a los cristianos bajo la designación de «nazarenos» pidiendo a Dios su erradicación), la Quedusah (tiene su orí­gen en los textos de las teofaní­as de ls 6, 1 ss y Ezq 3, 12) y el Qadish (oración muy popular, su contenido más antiguo pudo ser la glorificación del nombre de Dios y la petición por la instauración de su reino en el mundo, conocida por algunos como «el padrenuestro judí­o»).

5. Literatura de Qumrán
Con el nombre de «literatura de Qumrán» se denomina a la amplia producción literaria hallada en Khirbeh Qumrán, cuyo descubrimiento ha supuesto una aportación enriquecedora de primera magnitud para los estudios relacionados con la Biblia y el judaí­smo, así­ como para la historia del texto bí­blico hebreo. Dejando de lado la historia de este asentamiento judí­o en las cercaní­as del Mar Muerto, vamos a presentar el catálogo de su importante literatura.

a) Textos y arameos de la (exceptuado el libro de Ester, se hallan testimonios de todos los libros del canon veterotestamentario).
) Comentarios al texto bí­blico: El es la forma más peculiar de interpretación llevada a cabo por los quunramitas. Un estudio del texto, versí­culo a versí­culo, buscando un sentido aplicable a la vida de la comunidad. Aunque el pesher presenta algunas afinididades con el rabí­nico no se identifica con él, es más libre respecto del texto comentado. Además, en Qumrán la lectura del texto bí­blico no quedó circunscrita a la modalidad del pesher. Hasta nosotros han llegado testimonios de otros comentarios a los libros sagrados: el Génesis apócrifo, la Oración de Nabónides, una edición esenia del libro del Eclesiástico, un midrash sobre los últimos dí­as, el Pseudo Daniel, una antologí­a mesiánica, Palabras de consolación y Testamentos.
) Literatura «ideológica» de la comunidad: Se trata de una abundante e interesante documentación para el conocimiento de la identidad socioreligiosa del grupo humano asentado en Qumrán. Las más importantes son: ) Regla de la comunidad (1 OS). Es uno de los documentos más importantes. Contiene la normativa para el gobierno de la comunidad. De su conjunto se deduce el carácter sectario de la comunidad y su fuerte impronta religiosa. ) Documento de Damasco (C1). Así­ denominado por las frecuentes alusiones a » la tierra de Damasco». Datado en torno al 100 a. C., consta de dos grandes secciones: exhortativa y normativa-legal. Mantiene puntos de convergencia con la Regla de la Comunidad, aunque también se constatan notables divergencias. Las frecuentes alusiones a la Alianza sugieren que el destino final de este escrito fuera la celebración de la renovación de la Alianza. ) Regla de la congregación (1Q Sa): Escrito destinado para el tiempo final de la comunidad. La insistencia en lo mesiánico-escatológico hace que se le denomine «Regla mesiánica». Aparece como apéndice en un manuscrito de la Regla de la Comunidad. 4) Libro de la Guerra (1QM): Es un tratado teológico sobre la batalla final contra las fuerzas del mal. Miguel capitanea las fuerzas de la luz contra Belial, conductor de las fuerzas de las tinieblas. Aunque algunos han querido atribuirla al Maestro de Justicia, con mayor probabilidad ha de situarse entre los años 20 aC. a 20 dC., cuando en la comunidad comenzó a percibirse un acercamiento a los planteamientos celotes. ) El Rollo del Templo (2 Q 1): Es el manuscrito más extenso. Elemento caracterí­stico es la presentación de sus contenidos como palabra directamente revelada por Dios. Presenta un interés particular por el tema de las purificaciones.

) Literatura hí­mnica y oracional: Uno de los elementos más notables de la comunidad era su actividad litúrgica, al margen y en contra del Templo de Jerusalén. Los cuerpos literarios más importantes son: 1) (1 QH). Se trata de una colección de oraciones de alabanza o de acción de gracias con gran profundidad religiosa, a través de las cuales se manifiestan algunas de las creencias más profundas de la comunidad. Están compuestos a partir de frases de Isaí­as y de Salterio. 2) Salmos (2 QS). Cuarenta y dos salmos del salterio bí­blico, siete apócrifos y una obra en prosa sobre composiciones de David forman este bloque. Respecto de los salmos bí­blicos hay que advertir que aparecen en orden distinto al que tienen en el texto canónico. El manuscrito se remonta a la primera mitad del s 1 d. C. 3) (1 Q 5b1). Se trata de una serie de bendiciones litúrgicas que debí­an ser pronunciadas por el Maestro de la comunidad sobre diversos personajes de la misma.
) Literatura pseudoepí­grafa «no sectaria»: la importante literatura hallada en Qumrán y no perteneciente a la vida interna de la comunidad merecen destacarse particularmente el llamado de los Jubileos. Se trata de uno de los pseudoepí­grafos mas importantes del AT. Denominado como «Pequeño Génesis», cuenta la historia de los orí­genes desde la creación hasta el éxodo. Del hecho de ordenar los acontecimientos en 49 perí­odos de 49 años de duración cada perí­odo (49 años es un «jubileo») se deriva la denominación de de los . No muestra grandes escrúpulos por la fidelidad al texto bí­blico, procediendo con gran libertad y fantasí­a. Su talante teológico está presidido por una gran preocupación escatológica, en la que la estricta observancia de la Ley será la única ví­a de salvación, al tiempo que se hace una exaltación casi ilimitada de la fe de Israel. Respecto de la resurrección, sólo afirma la inmortalidad del alma; en el tema mesiánico afirma que se trata de un reino terreno y que el Mesí­as vendrá de Judá, no de Leví­. No existe unanimidad respecto del grupo ideológico al que pertenecerí­a así­ como de la fecha de su composición. Fariseos y esenios parecen estar en sus orí­genes. Hoy se cree, como hipótesis más probable, que la obra podrí­a remontarse a la época macabea y ser representativa de un judaí­smo del que habrí­a surgido el movimiento esenio. Respecto del NT existen puntos de contacto en la angelologí­a-demonologí­a. Por lo que al ideario moral se refiere, el NT presenta una lí­nea más interiorizadora y menos puritana.

6. Literatura del judaí­smo helenista
La helenización, en sus vertientes socio-polí­ticas y religioso-culturales afectó profundamente al mundo oriental en general y al judí­o en particular. Aunque no sin importantes resistencias, el mundo judí­o se abrió a los nuevos cánones e influencias helenistas dando lugar a una importante producción literaria en lengua griega. Pero si se exceptúan las traducciones bí­blicas y las obras de F. Josefo y Filón de Alejandrí­a, el resto de esa creación literaria se ha perdido o ha llegado hasta nosotros en un estado muy fragmentario o imperfecto. Dos obras a destacar, además de las de los autores ya reseñados, serí­an la de Aristea y Los Oráculos Sibilinos.

La primera, la de Aristea, es un valioso exponente del judaí­smo alejandrino: de sus tendencias literarias, de sus pretensiones sociales y de sus preocupaciones doctrinales. Se trata del primer testimonio escrito que, con todo lujo de detalles, cuenta la leyenda de la versión de la Torá a la lengua griega. Su carácter apologético y legendario es manifiesto. La tercera parte de la Carta está dedicada a describir la acogida de que fueron objeto los setenta y dos ancianos enviados desde Jerusalén por parte del rey Ptolomeo.

La segunda, los áculos Sibilinos, es una literatura oracular, profético-apocalí­ptica, con fines propagandí­sticos e influenciada claramente por esquemas mentales extrajudí­os, que aceptaban la existencia de las «sibilas». Con la adopción de esta modalidad literaria, el judaí­smo da pruebas de una gran audacia. Aunque no se abandona el monoteí­smo, se detecta un cierto sincretismo. Estos Oráculos han llegado hasta nosotros en una colección de doce libros, de los que sólo el III, el IV y el V son realmente judí­os y describen el decurso de la historia universal, la destrucción de Belial, el triunfo de los judí­os y la venida del Mesí­as. >interpretación; Qumrán.

Montero

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret