FIESTAS (CALENDARIO)

DJN
 
El calendario judí­o de fiestas, como en general el de todos los pueblos, se confeccionó en relación con las estaciones del año (cf. Ex 23,14-1 34,18-23; Dt 16,1-16). A algunas fiestas se les agregó luego el recuerdo de algún hecho histórico. He aquí­ las fiestas de Israel:

A) Fiestas antiguas
sábado. – El sábado cerraba el tiempo semanal; comenzaba el dí­a sexto con la puesta del sol y terminaba al dí­a siguiente a la misma hora; tení­a una doble significación: una humana y social como dí­a de descanso, y otra religiosa como dí­a consagrado a Yahvé. El descanso debí­a ser completo. Sábado, etimológicamente, significa «descanso». El descanso sabático se fue acentuando cada vez más, hasta llegar a la casuí­stica decadente del tiempo de Jesucristo (Mt 12,2-11; 24,20; Mc 1,21; 2,23-28; 3,2-4; 15,42; Lc 6,1-7; 13,14-16; 14,1-5; 23,54-56; Jn 5,9-18; 7,22-23; 9,14-16; 19,31).

ño sabático, que figura ya en el código de la Alianza (Ex 23,10-11), está calcado en el esquema semanal y aspira a un reajuste de la sociedad israelita cada siete años; se perdonan las deudas, los esclavos recuperan la libertad y la tierra misma tení­a un sábado, es decir, descansaba durante un año entero. El cumplimiento del año sabático tropezaba en la práctica con dificultades insuperables y de hecho no se cumplí­a (Lev 26,35-36,45; J 34,8-16). De ahí­ la necesidad de ampliar el ciclo del reajuste social: el ciclo de siete años fue sustituido por siete semanas de años; es decir, el reajuste social tendrí­a lugar cada cincuenta años, durante el llamado año jubilar (Lev 25,8-1-1). Recibí­a este nombre de la trompeta («joveb») o cuerno con que era proclamado. Tampoco el año jubilar tuvo mucha fortuna. Representaba más bien una ley utópica.

nueva luna. – La fiesta de la nueva luna empezó a celebrarse desde muy pronto en Israel (Is 1,13-14; Os 2,13). Lo mismo que el sábado, era dí­a de descanso (Am 8,5). Se celebraba el primer dí­a de cada mes lunar.

Pascua (paso). – La fiesta de la Pascua es la fusión de dos fiestas primitivamente independientes: la fiesta de la Pascua propiamente dicha y la fiesta de los Azimos. La Pascua era un fiesta de pastores, en la que se ofrecí­an los primogénitos de los rebaños. Los ázimos eran una fiesta de agricultores, en la que se ofrecí­an la primicias de la siega. Una y otra fiesta (preisraelitas) fueron adoptadas por Israel y puestas en relación con la salida de Egipto, la gran intervención salví­fica, que señalaba propiamente el nacimiento del pueblo elegido. Esta significación común a ambas y su proximidad en el calendario hizo que se fundieran en una sola (cf. Lev 23,5-8; Núm 28,16-25; Ex 12,1-20. 40-51). Se celebraba en Jerusalén; empezaba el dí­a 14 del mes de Nisán con la cena pascual; seguí­a la fiesta de los Azimos, que se prolongaba una semana; se retiraba todo pan fermentado; el primero y último eran dí­as de reposo sabático. La Pascua es la fiesta por excelencia, de forma que cuando los evangelios hablan de «fiesta» sin más, se refieren siempre a la Pascua (Mt 26, 2. 5. 17-19; 27,15; Mc 14,1-2. 12-16; 15,6; Lc 2,41-42; 22,1; 23,17; Jn 2, 13. 23; 4,45; 5,1; 6,4; 11,55-56; 12,1. 12. 20; 13,1. 29; 18,28. 39; 19,14). Jesucristo muere y resucita en la fiesta de la Pascua. Por eso la fiesta de la Pascua es también la fiesta cristiana por excelencia.

és. – En un principio se llamaba fiesta de las Semanas, porque se celebraba siete semanas después de la fiesta de los Azimos. Lev 23,15-21 la coloca cincuenta dí­as después de los Azimos; de ahí­ su nombre de Pentecostés (cincuenta). En la fiesta de los Azimos se ofrecí­an las primicias de la siega, es decir, las primeras espigas; en la fiesta de las Semanas se ofrecí­an las primicias de los frutos, es decir, los primeros panes. Los ázimos señalaban el comienzo de la recolección, y las Semanas, el fin de la misma. La fiesta de las Semanas fue también puesta en relación con la historia salví­fica y sirvió para conmemorar la promulgación de la Ley, que habí­a tenido lugar a los cincuenta años de la salida de Egipto aproximadamente (Ex 19,1; cf. Act 2,33: venida del Espí­ritu, ley del amor).

áculos. – La fiesta de los Tabernáculos originariamente se llamaba fiesta de la recolección (Ex 23,16; 34, 22) y estaba destinada a celebrar el final de la recolección, incluida la vendimia. El nombre de tabernáculos, o más exactamente de tiendas, chozas o cabañas, le viene probablemente de las cabañas que se levantaban en las viñas y en los campos durante la vendimia y últimos dí­as de la recolección. Parte de la fiesta se celebraba en los mismos campos (Jue 21,19-21). También la fiesta de la recolección recibió un sentido religioso: los israelitas debí­an habitar durante siete dí­as en cabañas, tal y como habí­an vivido sus padres a la salida de Egipto (Lev 23,43; Jn 7,2. 37).

B) Fiestas recientes
Después del exilio, el calendario se enriqueció con nuevas fiestas.

dí­a de las Expiaciones. – Se celebraba y sigue celebrándose en la actualidad el dí­a 10 del mes Tisri. Su carácter grave y penitencial, su ritual solemne y su profundo sentido religioso ha hecho del dí­a de las Expiaciones la fiesta más importante del judaí­smo. El tratado yoma de la Misná la llama «el Dí­a» por antonomasia (cf. Lev 16). Consistí­a fundamentalmente en una magna purificación de todo el pueblo, incluidos los sacerdotes, y del templo, que tení­a la finalidad de expiar todas las faltas e impurezas que los sacrificios habituales no habí­an podido borrar).

Dedicación. – La fiesta de la Dedicación conmemora cada año la purificación y dedicación del templo de Jerusalén en tiempos de Judas Macabeo, a raí­z de su profanación por parte de Antí­oco Epifanes (1 Mac 4,36-59). Se celebraba durante ocho dí­as, a partir del 25 del mes de Kisleu. Habí­a sacrificios en el templo, procesiones con tirsos, ramos y palmas, y una gran iluminación del templo y de las casas. Esta fiesta pervive en el judaí­smo actual con el nombre de «Januka», que le dieran los antiguos rabinos. La iluminación de las sinagogas y de las casas sigue siendo su rito más peculiar (cf. Jn 10,22).

de Purim. – Según el libro de Ester (Es’ 10,13), esta fiesta fue introducida en el judaí­smo para celebrar anualmente, los dí­as 14 y 15 del mes de Adar, la liberación de los judí­os de Persia por obra y gracia de Mardoqueo y Ester. El nombre mismo de «purim» (plural de «pus»: suerte) tendrí­a su origen en el hecho de que Aman, el alto dignatario de la corte persa, habí­a fijado el dí­a de la matanza de todos los judí­os del imperio mediante la «suerte», es decir, echando a suerte. La fiesta de Purim tuvo siempre carácter predominantemente profano. Actualmente es un auténtico carnaval.

Las fiestas en general, aparte de su carácter profano, tienen esencialmente un carácter religioso y cultual. En las tres fiestas principales (Pascua, Pentecostés y Tabernáculos), los judí­os, a partir de los doce años, debí­an presentarse en el templo de Dios (Lc 2,42). Las fiestas debí­an servir para reconciliarse con Dios y con los hombres. Jesucristo proclama, en la lí­nea de los profetas, que los sacrificios ofrecidos en el templo, el culto y la liturgia, no sirven para nada si no se practica la justicia y la caridad con el prójimo (Is 1,13; Os 2,11-13; Am 5,21-24; Mt 12,1-8; Mc 2,23-28; Lc 6,1-5).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret