DISCIPULO AMADO (EL) Y PEDRO

DJN
 
Las referencias comparativas entre estas dos figuras preeminentes en la Iglesia no siempre han discurrido por los caminos correctos. Por eso nosotros no podemos eludir el tema de la comparación entre ellos teniendo como esencial y único punto de referencia los datos evangélicos, y en particular el evangelio de Juan.

Destaquemos, en primer lugar, preeminencia del discí­pulo amado sobre Pedro: En la última cena Pedro tiene que recurrir a él si quiere enterarse de quién es el traidor. El discí­pulo amado se halla junto a la cruz, mientras que Pedro «estaba huido». El discí­pulo amado llega primero que Pedro ante el sepulcro. Dato muy importante porque se refiere a la llegada a la fe en el Resucitado. Sólo del discí­pulo amado se dice que, ante el sepulcro vací­o, «vio y creyó». Jesús afirma que el testimonio del discí­pulo amado debe permanecer hasta que él vuelva (Jn 21,naturalmente deberá permanecer en su evangelio). Para que Pedro pueda entrar en casa del sumo sacerdote tiene que ser recomendado por el discí­pulo amado. Y en la pesca milagrosa (Jn 21) el primero en reconocer que aquel personaje misterioso de la orilla era el Señor fue el discí­pulo amado, no Pedro.

La innegable preeminencia mencionada es todo un sí­mbolo para el tiempo posterior de la Iglesia a la que debe enseñar que la Iglesia oficial no tiene la exclusiva en el discernimiento sobre los verdaderos y falsos o aparentes seguidores de Jesús, ni en las afirmaciones sobre la identidad y presencia del Resucitado, ni en el etiquetamiento mediante la tarjeta de ortodoxos-heterodoxos a los seguidores de Jesús.

Teniendo en cuenta esta preeminencia y, en cierto sentido, la mayor importancia del discí­pulo amado sobre Pedro, los defensores de una oposición entre ellos -viendo en Pedro la personificación del oficio-ministerio y en el discí­pulo amado la encarnación del carisma-espí­ritu profético- han visto en este hecho el terreno mejor abonado para sus especulaciones. Pero no puede hablarse de concurrencia o competencia del discí­pulo amado con Pedro. Los textos no dan pie para ello. De lo que se trata es de establecer comparación entre ellos y, en ella -y esto nos parece absolutamente innegable- reconocer una superioridad del discí­pulo amado sobre Pedro. ¿Por qué y para qué?
Esta preeminencia pretende afirmar la plena fiabilidad del cuarto evangelio frente al cual habí­a muchas reservas y reticencias. La garantí­a absoluta del mismo se verí­a autenticada por la atribución de su composición al discí­pulo amado del que Jesús habí­a afirmado que permanecerí­a hasta que él volviese. Por otra parte, si nadie se atreví­a a poner en duda la autoridad de Pedro, menos razones habrí­a para sospechar del discí­pulo amado cuya autoridad era superior a la de Pedro.

Teniendo en cuenta este punto de vista, que es el del Redactor, y el del evangelista, hablar de o competencon Pedro, no sólo irí­a en contra de los textos seriamente analizados, que irí­a directamente en contra de la finalidad de los mismos, según la intención de sus autores. Serí­a tirar piedras contra el propio tejado. Si Pedro no es valorado en su calidad de autoridad suprema, si se rebaja su categorí­a, tanto personal como funcional, el argumento de la autoridad del cuarto evangelio se viene abajo, deja de ser probativo. La autoridad del discí­pulo amado se pone de relieve al compararla con la de Pedro. Si se disminuye ésta aquella queda eliminada.

Por otra parte, el mismo discí­pulo amado reconoce la prioridad de Pedro al hacerlo entrar en el sepulcro vací­o antes que él. En el relato se deja entrever claramente no sólo el hecho -dejarlo entrar en primer lugar- sino también la razón o el motivo. Pedro es el primer testigo de la Pascua, el pastor supremo de la gran comunidad cristiana, el mártir festejado a nivel de toda la Iglesia. Queda claro, en todo caso, que la autoridad de Pedro ni se discute siquiera.

Para que la pretendida competencia o concurrencia tuviese algún viso de probabilidad de ser tal deberí­a aparecer también Pedro junto a la cruz y, desde ella, que Jesús se hubiese dirigido al discí­pulo amado demostrando su preferencia sobre Pedro. Sin embargo, en esta ocasión, tan importante para el cuarto evangelio, no aparece Pedro sino Marí­a, la madre de Jesús.

Por otra parte, ¿puede afirmarse con seriedad que la imagen que nos ofrecen los sinópticos y el libro de los Hechos sobre la relación entre Pedro y Juan coincide con la que acabamos de ver en Juan? Evidentemente que no. En los Sinópticos y en los Hechos efectivamente aparecen juntos, pero allí­ es Pedro la figura decisiva, Juan acompaña a Pedro (Hch 2,1.3; 4, 13.19; 8,14.25) como su «sombra» y, además, como una sombra «muda». Como sí­ntesis podrí­a afirmarse que el discí­pulo amado es la máxima autoridad a nivel de la comunidad o comunidades joánicas. Y en ese sentido deben ser explicados los textos en cuestión. Sin embargo, Pedro es la máxima autoridad a nivel de Iglesia universal. >Juan.

E Ramos

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret