PASTORAL DE CONJUNTO

Pastoral de comunión eclesial

La expresión, «pastoral de conjunto» significa la pastoral en comunión eclesial. Toda acción pastoral tiende a que la comunidad eclesial crezca en tres niveles esenciales como comunidad profética, litúrgica y diaconal o de servicios de caridad. Para conseguir este objetivo es necesario una armoní­a de acción evangelizadora entre los diversos ministerios y agentes de pastoral.

La eficacia de la acción pastoral conjunta no deriva tanto de la armoní­a entre las diversas fuerzas y agentes de pastoral, cuanto de la realidad de ser comunión eclesial y, por tanto, signo portador y comunicador de la presencia y acción salví­fica de Cristo (cfr. Mt 18,20; Jn 13,35; 17,23). La construcción de la «morada de Dios», que es la Iglesia (cfr. Ap 21,3), se realiza con «piedras vivas» (1Pe 2,5) de caridad y solidaridad.

Confluencia de ministerios e intercambio de dones

La acción evangelizadora es la confluencia de las diversas fuerzas apostólicas (profetismo-educación, culto-liturgia, servicios de caridad-organización) en las circunstancias geográficas, históricas, sociológicas y culturales. Esta acción conjunta, por su misma naturaleza eclesial, tiene lugar en relación con la Iglesia particular y universal.

No es un encuentro de competencias para reafirmar el propio objetivo sectorial, sino un intercambio de dones entre personas y entre instituciones y servicios vocaciones (laical, religiosa o de vida consagrada, sacerdotal), ministerios (proféticos, cultuales, diaconales), carismas (personales y comunitarios). Este intercambio armónico y responsable tiene lugar en los diversos campos de actuación enseñanza, catequesis, celebraciones, grupos apostólicos, enfermos, pobres, juventud, familia, trabajo, emigrantes, marginados, cooperación misionera, etc.

Las diversas vocaciones y carismas no se oponen a las instituciones y servicios, sino que tienden, bajo la acción del mismo Espí­ritu Santo que los vivifica a todos, hacia la construcción de una «comunidad de fe, esperanza y caridad, como un todo visible» (LG 8). Tanto los carismas y vocaciones, como los ministerios, son también dones del Espí­ritu. «Uno solo es el Espí­ritu, que distribuye sus variados dones para el bien de la Iglesia según su riqueza y la diversidad de ministerios (1Cor 12,1-11)» (LG 7). Como punto de referencia para la comunión, está el servicio de los Apóstoles y sucesores, «a cuya autoridad el mismo Espí­ritu subordina incluso los carismáticos (cfr. 1Cor 14)» (ibí­dem).

La pastoral de conjunto ayuda a valorar tanto los propios carismas y servicios, como los de los demás miembros de la comunidad eclesial. Esta actitud de autenticidad es garantí­a de comunión y de eficacia en la misión. Todos aportan algo especí­fico y todos necesitan de los carismas y servicios de los demás. Laicado, vida consagrada y sacerdocio ministerial, actúan armónicamente en los diferentes servicios, complementándose mutuamente. Salvando el principio de subsidiariedad, será la autoridad eclesiástica la que realice el servicio de unidad y coordinación.

Servicios de pastoral de conjunto

La pastoral de conjunto se realiza en el ámbito de los diversos servicios y órganos de coordinación, administración y dirección curia diocesana (pastoral y de gobierno), parroquias y arciprestazgos o vicarí­as (decanatos), comisiones o delegaciones para los respectivos campos (estado de vida, sectores geográficos, catequesis, educación, vida litúrgica, sanidad, cáritas, asociaciones y movimientos, misión «ad gentes»…), consejos (de gobierno y administración, pastoral y presbiteral). La organización de la pastoral de conjunto quedarí­a mutilada y desorientada sin la perspectiva de la cooperación para la misión universalista «ad gentes».

La pastoral de conjunto es necesaria especialmente para unificar fuerzas en la pastoral diferenciada, por una cooperación y coordinación de los diversos sectores, especialmente en la pastoral sanitaria, obrera, estudiantil y escolar, campesina o rural, urbana, castrense, de emigración y turismo, penitenciaria, etc. La recta pastoral de conjunto es una escuela de misión. La comunión es un signo eficaz de evangelización. «En esta comunión está el fundamento de la misión» (RMi 75).

Referencias Acción evangelizadora, animación misionera, apostolado, arciprestazgo, carismas, consejo pastoral, consejo presbiteral, cooperación misionera, curia diocesana, diálogo pastoral, discernimiento (comunitario), evangelización, Iglesia comunión, ministerios, misión, misionologí­a, parroquia, pastoral, revisión de vida (dinámica de grupo), vida comunitaria.

Lectura de documentos LG 7-13; GS 90; PO 6-9; AA 23; PC 15; VC 46.

Bibliografí­a AA.VV., Pastoral de conjunto (Madrid 1966); E. BELTRAN, Comunití  di base e pastorale d’insieme (Roma, AVE, 1973); J. CALVO, Orientaciones de una pastoral diocesana de conjunto (Madrid, ZYX, 1966); J. DELICADO, Pastoral diocesana al dí­a (Estella, Verbo Divino, 1966); G. LOCATELLI, La pastoral de conjunto después del concilio (Bilbao, Mensajero, 1969); F. MOTE, F. BOULARD, Hacia una pastoral de conjunto (Santiago de Chile, Paulinas, 1964).

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización

Por pastoral de conjunto entendemos una pastoral articulada (corresponsable por todo el Pueblo de Dios), integral (que abarque las cuatro dimensiones de la Iglesia: comunión, anuncio, misión y celebración) y que llegue a todos los sectores (por edades) y ambientes (sociológicos). Es decir, pastoral de conjunto es la implicación de toda la Diócesis en una misma comunión para la misión.

¿Qué exigencias comporta este proyecto?
a) Experiencia personal y comunitaria de fe: una fe que se experimenta vida cotidiana; sin divorcios entre lo que se cree y lo que se hace; fe que potencia todas las dimensiones y campos de nuestra vida personal y que se expresa en la comunidad; fe renovada y rica en contenidos; fe celebrada y orada; fe hecha testimonio y compromiso; fe evangelizadora y misionera; fe formada y adulta, que sabe dar razón de lo que cree. fe en sentido bí­blico como aceptación personal y libre de la presencia de Dios en mi vida. Y una fe encarnada en la cultura de nuestro tiempo: «Una fe no plenamente acogida, no enteramente pensada, ni fielmente vivida, no es fe» (Juan Pablo II). Una fe con presencia pública en los nuevos areópagos (mass media), mundo socio-polí­tico y cultural, mundo laboral, opción por los más pobres y marginados.

b) Vivencia fuerte de eclesialidad: una Iglesia de comunión y corresponsabilidad, entre laicos, religiosos y presbí­teros; una Iglesia reunida en torno al misterio de la Eucaristí­a; una Iglesia en misión, y evangelizadora; una Iglesia que comparte carismas y vocaciones; una Iglesia encarnada y comprometida en un suelo y cultura determinados y que sabe leer los signos de los tiempos; una Iglesia de bautizados adultos donde cada cual realiza su papel y misión; una Iglesia que valora, acompaña y hace nacer diversas vocaciones de especial consagración y a la vida sacerdotal. En este sentido, se pide el redescubrimiento vivencial de la Iglesia particular: Jesucristo, por el Espí­ritu que convoca; Evangelio proclamado; Mesa eucarí­stica compartida; compromiso coherente fe-vida; corresponsabilidad de ministerios-vocaciones-carismas y funciones; obispo al servicio de la verdad, comunión y caridad. Hay que potenciar todas las dimensiones de la Iglesia particular: comunión, evangelización, celebración, diakoní­a. Hacer posible comunidades cálidas y evangelizadoras (uniendo identidad y misión).

c) Necesidad de programación conjunta: la pastoral de conjunto es una pastoral articulada, integral, sectorial y ambiental. No es un conjunto de pastorales realizadas individualmente o aisladamente y, más que métodos o técnicas, expresa un espí­ritu de comunión fraterna y de misión evangelizadora coordinados. No hay que tener miedo a afrontar los nuevos retos y abrir, con imaginación, caminos y formas también nuevas de creatividad y solidaridad. Ojalá que esta pastoral de conjunto sepa y pueda articular la Diócesis en toda su riqueza y complejidad. Se necesita una renovación pastoral: ni sólo mantenimiento-conservación (nostalgia-seguridades); ni sólo intimista-espiritualista (escapismo fideí­sta); ni sólo popularhorizontalista; ni sólo de cirugí­a estética (marketing). Sí­, orgánico-global, de conjunto y articulada, de comunión y corresponsabilidad, de misión y evangelización, sinodal y contextuada. Renovación misionera de las parroquias.

d) Fuerte dosis de solidaridad y esperanza, haciendo realidad nuevas actitudes: para seguir anunciando, con hechos y palabras, que es posible la mejor y mayor de las utopí­as: el encuentro con el Evangelio, capaz de cambiar nuestras personas y nuestras vidas. Lo más valioso que ofrecemos sigue siendo el Señor Jesús. Desde El, dí­a a dí­a, será posible el nacimiento de la civilización del Amor y de la Vida, en la que tanto insiste el Papa Juan Pablo II. Un Nuevo método pastoral: de persona a persona; uniendo palabra y testimonio vital. Con cuatro puntos cardinales: Fe en Cristo (N), cambio de vida (S), eclesialidad (E) y pastoral de misión (O).

e) Vivencia de una parroquia como comunidad de comunidades: la parroquia que, de alguna manera, representa a la Iglesia visible establecida por todo el mundo (SC 42) y que es como una célula de la Diócesis (AA 10), que tiene la misma triple misión que le ha sido encomendada al pueblo de Dios: profética y de evangelización (testimonio de fe), sacerdotal y de celebración (consagración de la realidad temporal), y real y de compromiso (construcción de la Iglesia de la caridad). La parroquia concebida como comunidad de comunidades se sitúa en la óptica de la unidad, comunión, corresponsabilidad y evangelización. Y es capaz de aglutinar en ella pequeñas comunidades y grupos de base, movimientos y asociaciones especializados e instituciones.

f) Consolidar los arciprestazgos como unidades básicas diocesanas para la pastoral de conjunto. Entre las funciones del arciprestazgo, como se ha dicho, se encuentran las de promocionar, coordinar y ejecutar programaciones pastorales; favorecer la fraternidad sacerdotal y apostólica; potenciar equipos de vida y trabajo apostólicos entre sacerdotes, religiosos y laicos; compartir recursos materiales y humanos; hacer realidad una pastoral de sectores y ambientes; conservar y difundir el patrimonio eclesial, cultural, documental y artí­stico. Desde la renovación de las parroquias y la consolidación de los Arciprestazgos, tal vez será posible la reestructuración territorial y sectorial en las denominadas Unidades de Atención Pastoral, tan necesarias como difí­ciles de diseñar.

g) Necesidad de tejer la diócesis desde la colaboración, el diálogo y la articulación de fuerzas y carismas. Todos somos necesarios. Y todos nos necesitamos. Todos estamos llamados a encontrarnos, a dialogar y a compartir lo mejor de nosotros mismos. Todos tenemos encomendada la cuádruple misión eclesial: ser signos vivos de comunión; profetas y evangelizadores; sacerdotes y fermento de consagración de todas las realidades al Señor; y, finalmente, reyes, con el compromiso de llevar todo a Dios.

BIBL. – R. BERZOSA MARTíNEZ, Para comprender y vivir la Iglesia Diocesana, Burgos 1998.

Raúl Berzosa Martí­nez

Vicente Mª Pedrosa – Jesús Sastre – Raúl Berzosa (Directores), Diccionario de Pastoral y Evangelización, Diccionarios «MC», Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2001

Fuente: Diccionario de Pastoral y Evangelización