La expresión «misionero» significa enviado, como la palabra «apóstol». Pero ordinariamente se ha dado este calificativo a quien dedica su vida a la primera evangelización (misión «ad gentes»). «Aunque a todo discípulo de Cristo incumbe el deber de propa¬gar la fe según su condición, Cristo Señor, de entre los discípu¬los, llama siempre a los que quiere para que lo acompañen y los envía a predicar a las gentes. Por lo cual… inspira la vocación misionera en el corazón de cada uno y suscita al mismo tiempo en la Iglesia institutos, que reciben como misión propia el deber de la evangelización, que pertenece a toda la Iglesia» (AG 23).
Hoy se ha generalizado la expresión «misionero», indicando siempre una cierta disponibilidad para apostolados peculiares, sin condicionamientos geográficos. Pero habrá que tener en cuenta la existencia de una vocación misionera específica, que no debe dejar lugar a dudas en quienes la han recibido «Que los misioneros y misioneras, que han consagrado toda la vida para dar testimonio del Resucitado entre las gentes, no se dejen atemorizar por dudas, incomprensiones, rechazos, persecuciones. Aviven la gracia de su carisma específico y emprendan de nuevo con valentía su camino, prefiriendo -con espíritu de fe, obediencia y comunión con los propios Pastores- los lugares más humildes y difíciles» (RMi 66).
Se trata, pues, «una vocación especial, que tiene como modelo la de los Apóstoles se manifiesta en el compromiso total al servicio de la evangelización; se trata de una entrega que abarca a toda la persona y a toda la vida del misionero, exigiendo de él una donación sin límites de fuerzas y de tiempo» (RMi 65).
El misionero «ad gentes» se dedica de por vida a la extensión del Reino a todos los pueblos, a difundir la fe sin fronteras, a implantar la Iglesia donde no la sido suficientemente (en cuanto a los signos permanentes de la presencia de Cristo), a hacer que la comunidad eclesial sea verdaderamente sacramento universal de salvación. Este misionero puede ser laico, sacerdote o persona consagrada (religioso), perteneciendo o no a una institución misionera propiamente dicha.
Esta realidad «misionera» propiamente dicha no disminuye la responsabilidad misionera de todo creyente según su propia vocación, especialmente cuando se trata de una disponibilidad universalista. Pero el «misionero ad gentes», que se dedica a la primera evangelización, será un estímulo para despertar la dimensión misionera de todas las demás vocaciones, de los ministerios, de los carismas y de las instituciones eclesiales.
Referencias Apóstol, apostolado, espiritualidad misionera, evangelización, Institutos misioneros, misión, misión «ad gentes», vocación misionera.
Lectura de documentos AG 23-27; RMi 23, 32, 65-66, 79, 91.
Bibliografía AA.VV., Vocación común y vocaciones específicas (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1984); M. AZEVEDO, Vocation for Mission The Challenge of Religious Life Today (New York, Paulist Press, 1988); S. BRETON, Vocación y misión formulario profético (Roma, Pont. Istituto Biblico, 1987); L.A. CASTRO, Llamados para ser enviados (Bogotá 1982); J. ESQUERDA BIFET, La vocación misionera, en Vocación común y vocaciones específicas, o.c., 63-85; L.J. LECUONA, La vocazione missionaria, en Le missioni nel decreto «Ad Gentes» del concilio Vaticano II (Roma, Pont. Univ. Urbaniana, 1966) 209-225; F. PAVESE, Vocación misionera hoy, en Misión para el tercer milenio (Roma y Bogotá, PUM, 1992) 173-186.
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización