«Recordar» la Palabra como María
Así como María «recordaba» (contemplaba) poniendo en relación diversos datos de la revelación, especialmente en los momentos de prueba, de modo parecido la Iglesia, al recordar a María, conserva, como ella, la Palabra de Dios en el corazón. La Iglesia va a buscar en María el «recuerdo» de la Palabra de Dios, puesto que ella la conservó en su corazón para transmitirla a la Iglesia.
Cuando la Iglesia «recuerda» los misterios de Cristo, haciéndolos presente de modo especial en los sacramentos y en la Eucaristía, ahí se actualiza también una presencia activa y materna de María. Efectivamente, es en «la celebración del círculo anual de los misterios de Cristo», donde la Iglesia encuentra a «María unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo» (SC 103).
Al «recordar» bajo la acción del Espíritu («anámnesis») los acontecimientos pascuales y pentecostales, se actualiza todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación (bajo la acción del Espíritu Mt 1,20; Lc 1,35) hasta su inmolación (guiado por el Espíritu Heb 9,14). El año litúrgico discurre desde la Encarnación (Navidad) hasta la Pascua y Pentecostés, desde el «fiat» de María hasta su glorificación en Cristo.
Cuando celebramos la Eucaristía, como «memoria» de la pasión y resurrección del Señor, incluimos en este misma «memoria» a María y a los santos, como fruto del misterio redentor. Así lo expresamos en la oración eucarística (ya en el texto de Hipólito, siglo III).
Memoria evangélica
María es siempre la «memoria» evangélica de la Iglesia. La historia de una institución eclesial es un «recuerdo» permanente de la presencia activa de María. La historia de un santuario mariano «recuerda» la relación entre la Encarnación y Pentecostés, con María como lazo de unión «Fue en Pentecostés cuando empezaron «los hechos de los Apóstoles», como había sido concebido Cristo al venir al Espíritu Santo sobre la Virgen María, y Cristo había sido impulsado a la obra de su ministerio, bajando el mismo Espíritu Santo sobre El mientras oraba» (AG 4; cfr. LG 59).
Esta «memoria» mariana de la Iglesia tiene, pues, el sentido de «primer anuncio», que debe llegar a todos los pueblos. «El Espíritu Santo descendió sobre los discípulos en el día de Pentecostés, para permanecer con ellos eternamente; la Iglesia se manifestó públicamente delante de la multi¬tud, empezó la difusión del Evangelio entre las gentes por la predicación» (AG 4).
María es memoria creyente (Lc 1,45), como «Tipo y ejemplar» (LG 53), puesto que «la Iglesia venera en Maria la realización más pura de la fe» (CEC 149) e imita de ella la «vida de fe» (RMa 48). Es memoria contemplativa (Lc 2,19.33.51), como «Mujer del silencio y de la escucha» (TMA 48), que expresa en el Magníficat su «experiencia personal y el éxtasis de su corazón» (RMa 36), en actitud de silencio, alabanza, gratitud, adoración. Es memoria evangélica, como quien comparte la misma suerte o «espada» (Lc 2,35), con un «sí» de Alianza (Jn 2,5) y una vida compartida con el Señor (Jn 2,12). «Dócil a la voz del Espíritu… se dejó guiar en toda su existencia» (TMA 48). La Iglesia, al «recordar» a María, «se asemeja más y más a su Esposo» (LG 65). Caná, la Cruz y el Cenáculo son puntos de referencia de esta «memoria».
Memoria pascual y materna
María es memoria pascual de la Iglesia, puesto que con ella se «recuerda» y hace presente el misterio pascual de Cristo. En la celebración eucarística, la Iglesia dice el «amén» («fiat») de María, como asentimiento a la invocación del Espíritu Santo. Con ella aprende a realizar «el don de sí misma» (VS 120), como participación en la misma «copa» de bodas de Cristo (Lc 22,20). Ella es «la mujer» (Jn 2 y 19), que «se asoció con entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado» (LG 58).
De este modo, María es la memoria misionera y materna de la Iglesia, que «aprende de María la propia maternidad» (RMa 43), como «maternidad según el Espíritu» (RMa 70), de «influjo salvífico» (LG 60) hacia toda la humanidad (LG 65). En la misión eclesial aparece que María es Madre «por medio de la Iglesia» (RMa 24; cfr. Gal 4,4-19.26). La Iglesia, que es «signo e instrumento de la unidad de todo el género humano» (LG 1), aprende de María su maternidad universal, como «Madre de los hombres… que intercede hasta que todas las familias de los pueblos… lleguen a reunirse en un solo Pueblo de Dios» (LG 69).
Referencias Año litúrgico, Eucaristía, Iglesia madre, memoria cristiana, santuarios marianos, Tipo de la Iglesia.
Lectura de documentos SC 102-103.
Bibliografía J. ESQUERDA BIFET, Los santuarios marianos «memoria» celebrativa de la Iglesia Ephemerides Mariologicae 47 (1997) 111-138; A.M. SERRA, Maria modello sapienziale della vita consacrata, en La Vergine Maria e la vita consacrata (Roma, Centro di Cultura Mariana, 1995) 51-76; A. SOLIGNAC, Mémoire, en Dictionnaire de Spiritualité X, 991-10002. Ver referencias.
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización