CUERPO MISTICO DE CRISTO

«Cuerpo mí­stico»

En los escritos paulinos es muy frecuente hablar de la Iglesia como «cuerpo de Cristo» (Col 1,24; 1Cor 12,12-14; ). La palabra indica la «expresión» de todo ser humano y, en la doctrina paulina, la realidad del misterio de Cristo, quien es «Cabeza» de su Cuerpo (Ef 1,23; 5,23; Col 1,18). En este sentido, se armoniza con la realidad eclesial de ser «complemento» de Cristo (Ef 1,23).

La expresión «mí­stico» es posterior a los escritos neotestamentarios, pero se armoniza con su contenido, en cuanto que se trata del «misterio» de Cristo que se manifiesta «por medio de la Iglesia» (Ef 3,9-10). Es, pues, «cuerpo» que manifiesta lo «escondido» del «misterio» de Cristo. En este sentido se supera la perspectiva de Iglesia sólo como sociedad perfecta. La Iglesia es, al mismo tiempo, visible y espiritual.

Dones y carismas de un mismo Espí­ritu

Los dones y carismas del mismo Espí­ritu, aunque son «diversos», se conceden para construir «un solo Cuerpo» de Cristo, que es la Iglesia (1Cor 12,12-13). Los «muchos miembros» de ese cuerpo forman, pues «un solo cuerpo» (Rom 12,4-5; Ef 4,4). Es la misma unidad que proviene de tener «un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo» (Ef 4,5), y de comer «un solo pan» eucarí­stico (1Cor 10,17).

Crecimiento, responsabilidad y misión del Pueblo de Dios

La idea de «cuerpo» manifiesta también la realidad de vida, armoní­a, crecimiento. El nacimiento y el crecimiento del cuerpo mí­stico tiene lugar principalmente a partir de su cuerpo eucarí­stico, teniendo en cuenta los carismas del Espí­ritu y la realidad de ser Pueblo de Dios, con la misma dignidad fundamental de hijos de Dios, partí­cipes (en diverso grado y modo) del sacerdocio, profetismo, realeza y misión de toda la Iglesia.

No siempre se ha resaltado suficientemente la relación entre la realidad eclesial de «Cuerpo Mí­stico» y su naturaleza misionera, tal vez por no relacionar este tí­tulo con los demás tí­tulos bí­blicos sobre la Iglesia (sacramento, Pueblo, etc.). El Cuerpo Mí­stico de Cristo crece hasta que abarque a toda la humanidad redimida (Ef 4,15). Por el bautismo y la fe en Cristo, «todos los pueblos comparten la misma herencia, son miembros de un mismo cuerpo» (Ef 3,6).

Por ser miembro del Cuerpo de Cristo, cada miembro toma conciencia de la propia responsabilidad misionera y eclesial, puesto que la Iglesia es también Pueblo y Esposa (consorte) de Cristo, como «sacramento universal de salvación» (LG 48; AG 1). «Así­, pues ora y trabaja a un tiempo la Iglesia, para que la totalidad del mundo se incorpore al Pueblo de Dios, Cuerpo del Señor y Templo del Espí­ritu Santo, y en Cristo, Cabeza de todos, se rinda todo honor y gloria al Creador y Padre universal» LG 17).

Referencias Carismas, comunidad eclesial, dones del Espí­ritu Santo, Iglesia, Iglesia comunión, Iglesia esposa, Pueblo de Dios, sacramento universal de salvación, unidad de la Iglesia.

Lectura de documentos LG 3, 7-8, 14, 17; CEC 787-795, 1396. Encí­clica de Pí­o XII «Mystici Corporis Christi» (29 de junio de 1943).

Bibliografí­a O. DOMINGUEZ, El dogma del Cuerpo Mí­stico y la espiritualidad misionera Misiones Extranjeras n.12 (1953) 99-117; CH. JOURNET, Teologí­a de la Iglesia (Bilbao, Desclée, 1960) cap. VIII (el cuerpo de la Iglesia); J. RATZINGER., El nuevo pueblo de Dios (Barcelona, Herder, 1972); E. SAURAS, El misterio de la Iglesia y la figura del Cuerpo Mí­stico, en Comentarios a la Constitución sobre la Iglesia ( BAC, Madrid, 1967) 176-225; H. SCHLIER, Cuerpo de Cristo, en Mysterium Salutis (Madrid, Cristiandad, 1969ss) IV/I, 164-169.

(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)

Fuente: Diccionario de Evangelización