Toda comunidad eclesial tiende a vivir prácticamente la familia y comunión de hermanos. Las pequeñas comunidades cristianas, llamadas también «comunidades eclesiales de base», pueden ofrecer mayor posibilidad de relaciones personales y, por tanto de expresión, convivencia y corresponsabilidad.
Estas comunidades quieren ser consecuentes con la eclesiología de comunión, en la cual toda distinción (de vocación, ministerio y carisma) tiende a servir y compartir como en familia de hermanos. No se busca la tensión ni menos la ruptura entre institución y carisma, sino que cada uno asume la responsabilidad espiritual y pastoral que le atañe, en armonía con los demás carismas y servicios de la comunidad.
En toda comunidad eclesial, como en las «comunidades eclesiales de base» o grupos parecidos, se vive la misma realidad de toda la Iglesia, dentro de los propios límites, para que cada uno pueda ser acogido, expresarse y compartir. Por ser Iglesia, la pequeña comunidad vive en comunión responsable con la Iglesia local y universal. «Porque la Iglesia es comunión, las así llamadas nuevas comunidades de base, si verdaderamente viven en la unidad con la Iglesia, son verdadera expresión de comunión e instrumento para edificar una comunión más profunda. Por ello, dan una gran esperanza para la vida de la Iglesia» (RMi 51).
Una comunidad es comunión si en ella se percibe el eco y la concretización de la Iglesia universal. La Palabra, la eucaristía y el mandato del amor abren el corazón de cada uno y de la comunidad entera a la comunión responsable de toda la Iglesia. Esta «experiencia comunitaria» (RMi 51) realiza la misión «ad extra», no para dar lo que sobra, sino para realizar el intercambio fraterno de bienes exigido por la comunión eclesial.
Referencias Comunidad eclesial, comunión de los santos, Iglesia comunión, parroquia, Pueblo de Dios, Reino de Dios, vida comunitaria.
Lectura de documentos EN 58; RMi 51.
Bibliografía AA.VV., Comunidades de base (Madrid, Marova, 1971); A. ALONSO, Comunidades eclesiales de base (Salamanca, Sígueme, 1970); M. De AZEVEDO, Comunidades eclesiales de base (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1986); G. CAVALLOTTO, Comunití di base, strumento di formazione cristiana e di evangelizzazione, en Cristo, Chiesa, Missione (Roma, Urbaniana University Press, 1992) 259-291; (Com. Episc. de Pastoral), Servicio pastoral a las pequeñas comunidades cristianas (Madrid 1982); J.M. CORDOBES, Comunidades eclesiales de base, en Nuevo Diccionario de Espiritualidad (Madrid, Paulinas, 1991) 293-307; L.A. GALLO, Missione, Chiese locali, comunití di base, en La missione del Redentore (Leumann-Torino, LDC 1992, 227-246); M. POZO CASTELLANO, Comunidades eclesiales menores (Buenos Aires, Lumen, 1978).
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización
(perspectiva latinoamericana)
SUMARIO: Introducción. – 1. Una novedad histórica. – 2. El pobre como sujeto. – 3. La Biblia, Palabra de Dios para la Historia. – 4. El crecimiento personal. – 5. Reconocimiento y tensiones.
Introducción
Las Comunidades Eclesiales de Base (CEBS), son uno de los aportes más significativos de la Iglesia L.A. a la Iglesia mundial, tanto por la significación que está teniendo en el desarrollo de la Iglesia como por el compromiso en la transformación del mundo en que se desarrollan.
Recogen la tradición más antigua de la Iglesia, la de las primeras comunidades apostólicas, y entroncan a la vez con la perspectiva actual del Vaticano II que, al destacar, el concepto de Iglesia como Pueblo de Dios, hace más fácil su surgimiento.
Medellín (1968) reconoce ya su importancia y Puebla (1979), y Santo Domingo (1992) las dedican espacios mucho mayores, las valoran con claridad, y las ubican en las estructuras eclesiales dentro del quehacer evangelizador, como una de las estructuras más significativas. Puebla ya dirá que las CEBS «son motivo de alegría y esperanza para la Iglesia» y «focos de liberáción y desarrollo.»
Por su importancia y como complemento, recogemos brevemente los aportes más significativos que nos vienen desde el desarrollo de las CEBS en A.L.
1. Una novedad histórica
Para penetrar en el mundo de las CEBS en Al., es preciso percatarse primero de su novedad radical. Aunque se entroncan en lo más esencial de la Iglesia, sin embargo, constituyen en el tiempo un fenómeno nuevo que nace como consecuencia de una necesidad de la vivencia de la fe, entre los laicos comprometidos en los sectores populares.
No nacen, por tanto, como consecuencia de una legislación jurídica o pastoral, ni tampoco hay normas muy concretas para su desarrollo, por eso es difícil enmarcarlas dentro de aspectos demasiado rígidos, que no los tienen. Además, por otra parte, tampoco esta necesidad entra en los planteamientos de las CEBS.
Lo importante es, decimos, su novedad, y la novedad está en que el pobre se convierte en elemento activo y transformador, que él es capaz de leer la Biblia desde su realidad y entenderla fundamentalmente como palabra de salvación liberadora.
Pero novedad también es, que el sujeto de esta liberación, no es el pobre, sino la comunidad. Es la comunidad, la CEB, la que se constituye y se reconoce como «foco de liberación y desarrollo». Y novedad, asimismo, será también, el rápido crecimiento de las CEBS dentro de la Iglesia L.A.
Pero hay sin duda otra novedad mayor, quizá la mayor de todas, que está en su horizontalidad. En las CEBS los miembros están todos al mismo nivel. Hay servicios o ministerios de coordinación, de culto, de lectura bíblica, de esteta, de formación, de relación con otras comunidades, etc., pero lo cierto es que estos ministerios no hacen, a los que los desarrollan, considerarse superiores a los demás; son ministerios de servicio, a los cuales todos serán llamados porque periódicamente se van renovando.
Esta igualdad radical lleva al reconocimiento de valores, y al deseo práctico de ponerse al servicio de los demás. Las CEBS exigen y refuerzan a la vez estas actitudes que enriquecen a todos, y constituyen a la vez un aumento de capacidades y una fuente común de conocimientos, como reconoce Santo Domingo: «los miembros de la CEBS se forman adecuadamente en el mismo proceso comunitario».
El método que rápidamente hemos esbozado, puede y debe tener distintos ritmos, distintos acentos. Las particularidades de todo este proceso podrán ser diversas por diversos motivos, pero el modo de funcionamiento será el mismo.
Por ejemplo, el ritmo o los acentos en la problemática de las CEBS rurales tiene a la fuerza que diferir bastante de las CEBS ubicadas en los suburbios de las grandes ciudades. Las CEBS que se desarrollan en lugares donde la Iglesia está ya más sólidamente implantada deben funcionar con otros acentos de las que crecen casi en «tierra de nadie». Sin embargo en el fondo, la novedad del método y el compromiso con la realidad se tiene que mantener: el encuentro comunitario, el diálogo, la horizontalidad, la revisión de la realidad a la luz de la Biblia, la tarea de transformación de la realidad histórica, son, sin duda, los elementos esenciales en las CEBS.
2. El pobre como sujeto
Las CEBS se han establecido en A.L. en el mundo del pobre. Precisamente por ser fundamentalmente constituidas por pobres, alrededor del pobre gira su gestación y desarrollo. Su ubicación, sus miembros, la vivencia para la lectura de la realidad y para la lectura de la Biblia, su compromiso con la realidad, sus modos celebrativos: todo, está inmerso y pertenece al mundo del pobre.
Si todos pertenecen al mismo mundo, al mismo estrato social, y participan de la misma o muy parecida circunstancia, es fácil deducir que el sentimiento común acerca de sí mismo es claro, se es uno más entre otros, donde, «nadie es más que nadie» y «nadie es tan pobre que no tenga nada que aportar.» Lo importante de esto es que, de esta forma, en las CEBS todos se sienten útiles, todos participan; se suele seguir el ritmo de la mayoría, se aprovechan al máximo las cualidades y los valores de cada uno. Es un movimiento de ida y vuelta: al sentirse valorados, participan más.
Una de las manifestaciones más claras de este aspecto es la facilidad con que los miembros de las CEBS toman la palabra. Han podido vivir fuera la experiencia de que nadie les pregunta nada, ni siquiera se han mostrado dispuestos a escucharles, su opinión no se ha pedido porque se supone que no tenían nada que decir. En las CEBS cambia radicalmente este planteamiento; toda opinión es valiosa, toda opinión merece ser escuchada. Así es fácil atreverse a pedir la palabra.
Otra afirmación que hacemos no desde la teoría, sino desde la realidad, es que, si en las CEBS se integran agentes pastorales que tienen otro «status»: bien sean sacerdotes, religiosas o laicos; la primera regla no escrita, es que no pueden ser significativamente muchos, y la segunda, es que se tienen que acomodar a «ingresar» al mundo del pobre, desde una opción tanto de pobreza real como de pobreza espiritual.
No se trata, para ellos, sólo de una renuncia o libertad con relación a sus posibles bienes, sino de una apertura real a los valores de los otros. Cuando los agentes pastorales no han sabido seguir esta dinámica, y han querido «tomarse a cargo» la comunidad, la CEB ha desaparecido, se ha convertido en un grupo liderado, pero ha perdido ese entramado de corresponsabilidad, ha perdido su esencia.
Pero si la CEB mantiene en todo su dinamismo, si se han logrado integrar estos agentes en plenitud, se desarrolla con normalidad y surge el compromiso con el pobre como una opción natural, puesto que, al,fin y al cabo, es una opción por su propio mundo, por su propia realidad. Pero, no se queda ahí, sino que es una opción que des el principio también se radicaliza y mira todavía más hacia abajo, hacia capas sociales aún más sufrientes donde la pobreza ya no es pobreza, sino miseria.
El pobre y creyente reflexiona en la comunidad lo que siente en sus propias carnes: las consecuencias de las estructuras injustas, y a la vez el conocimiento de que se sabe sujeto privilegiado del plan de Salvación de Dios Padre. Para relacionar estos dos ángulos de su realidad, las CEBS necesitan, análisis y mediaciones sociales y, mucho más, reflexiones teológicas. Aquí destaca, entre otros, el importante aporte de la Teología de la Liberación, que ofrecerá abundantes materiales y temas de reflexión.
3. La Biblia, Palabra de Dios para la Historia
El cristiano pobre L.A. tiene una particular visión de su propia realidad, sin llegar a ser pasivo, no se desespera, es, como si dijera: «el tiempo no cuenta, si uno confía en Dios», siempre Dios me ayudará a salir de esta situación.
No es que Dios sea visto como un talismán, no es, ciertamente, una relación mágica, la que tiene con El; pero, sin embargo, si es una relación más allá de lo que puede aportar una fe demasiado racional. Si miramos los aspectos positivos, se trata de una fe más libre, más evangélica, una fe en la, que destacan, sobre todo, el reconocimiento del poder absoluto de Dios y su misericordia hacia el pobre.
Esta perspectiva se entronca con la percepción de los hechos milagrosos tanto del A.T. como en la vida de Jesús. Son, sin duda, los aspectos que más recuerdan y a la vez los más impactantes de la Historia de la Salvación. Con ellos nutren su fe. Los pobres perciben que se siguen dando en la realidad, que muchas cosas que les ocurren proceden (o las atribuyen) a Dios, y que, cuando esto sucede, la vida se transforma, la alegría vuelve.
El creyente pobre es muy dado a los signos, a los símbolos, a través de los cuales ruega, manifiesta o percibe esa protección de Dios. Las velas, el agua bendita, las imágenes, las procesiones, las bendiciones, la mediación del sacerdote, todo esto tiene un lugar central en la manifestación de su fe y en las expresiones de su religiosidad.
Ahora bien, siendo la Biblia, en las reuniones de las comunidad, el elemento central de la reflexión sobre Dios desde la perspectiva de la realidad, pareciera que es por lo menos diferente, y a lo anterior señalado. En el pobre es complementario: este substrato cultural que es algo connatural a su vivencia de fe, y que hay que respetar y aun valorar, se enriquece con la aportación de la perspectiva bíblica, no ya sólo de los hechos o milagros sino también de las parábolas, de las sentencias, de las palabras, como un conjunto de acciones que constituyen, en su conjunto, la Historia de Salvación
En las reuniones de las CEBS, la lectura de la Biblia tiene un ritmo pausado, dando tiempo a la acogida personal y también a la reflexión comunitaria, se divide en varias partes: la lectura propiamente dicha, el silencio u oración personal de acogida, los aportes públicos de cada uno, y la reflexión final sobre la incidencia en la lectura concreta de su situación histórica. A esto se añade el ángulo de la celebrativo, de mucha importancia en la pastoral L.A.
La Biblia se lee desde la vivencia personal y colectiva, es decir, desde la necesidad que tiene el pobre, desde la confianza que reside en el creyente que sabe que su Dios tiene misericordia; y también desde la llamada a la coherencia: «la fe con obras». Por eso el pobre aprende a «dar desde su pobreza» y a «comprometerse desde su aparente insignificancia». De esta forma la Biblia se convierte en elemento esencial para el desarrollo de la fe y para el compromiso histórico en las CEBS
Al leerse en comunidad e intentar no sólo su comprensión sino que sea iluminadora de la situación actual, la Biblia toma esa dimensión comunitaria; se lee en su conjunto, como el desarrollo de la Historia de Salvación, como palabra de salvación y liberación para el pobre y como denuncia contra el poderoso que les oprime.
Se entienden, en este proceso, la denuncia del poderoso, el clamor por la instauración de la justicia y la paz, la importancia de la llegada del Mesías como portador de una nueva era, el Reino de Dios que se hace presente en Jesús, así como la llamada de Jesús a su seguimiento. Desde esta perspectiva, surge en la historia, el compromiso cristiano, pastoral o socio-político de los integrantes de las CEBS.
Ha surgido de esta misma dinámica la necesidad y la demanda de una mejor comprensión de la Biblia. En este sentido son muy abundante todo tipo de esfuerzo tanto en reflexiones, reuniones, cursillos como materiales que se han puesto a disposición de los integrantes de las CEBS. A destacar sin duda, toda la labor de Carlos Mesters y su equipo en la dimensión de hacer no sólo más asequibles los libros, los pasajes y los personajes bíblicos, sino también a inducir y aportar elementos que faciliten una lectura orante y, a la vez, comprometida de la Biblia.
Ciertamente que anteriormente no se había ahondado en la necesidad de conocer la Biblia como un alimento central de nuestra fe, había en A.L. (como también en España) un fallo en este aspecto. Los creyentes católicos tenían (y tienen muchos hasta ahora), una apreciable deficiencia en formación bíblica. Por otra parte, los protestantes de todo tipo, si lo estaban ya realizando en A.L. con mucho tesón y a veces con una interpretación, errónea, fundamentalista, contraria a la fe. Eso creó (y está todavía creando) dudas en la fe de muchos católicos que se sienten desarbolados porque no dominan la Biblia, o algunos peor, prácticamente ni la conocen.
Es otro mérito que tenemos que agradecer a las CEBS. Ellas, junto a otros movimientos, están contribuyendo, desde una buena formación bíblica, al fortalecimiento de la fe y su defensa contra la agresiones fundamentalistas. Un católico bien formado es menos débil ante opiniones fundamentalistas.
4. El crecimiento personal
Uno de los aspectos más transcendentales que ratifican la importancia de las CEBS es la transformación radical de las personas. No ya es solo la misma Iglesia en su conjunto la que se enriquece con esta nueva realidad de las CEBS, son todos y cada uno de los integrantes de estas comunidades.
Al recuperarse algo tan esencial a la Iglesia como la comunidad, los primeros beneficiarios son los mismos integrantes. Así aparece más patente lo que la vida de comunidad da de sí. Los integrantes de la comunidad son conscientes y agradecidos, son en realidad hombres nuevos, personas nuevas. si se les pregunta acerca del por qué esta consecuencia en ellos, la respuesta es clara, tienen una vivencia, una constatación cierta: hay, para estos cristianos, desde que pertenecen a una CEB, «un antes y un después».
No es algo teórico, se trata de un hecho real y maravilloso. Estamos hablando de un cambio de crecimiento que abarca a toda la persona: se crece como persona que asume sus propias responsabilidades; se crece como persona que se relaciona mejor, que es más consciente de la «existencia del otro», y de la vitalidad que encierra asumir esta perspectiva dialogal; y se crece también como persona que asume mejor su fe, que intenta ir madurando en su proyecto personal cristiano.
Por eso el crecimiento, la transformación, se asume como una nueva conversión, que significa una nueva etapa en su vida. Una novedad radical. En esta conversión un aspecto central se da en el paso de un cristianismo sociológico, en el que sin duda se ha vivido hasta ahora, a otro más personalizado, más sentido, más vivencial.
En este nuevo modo de vida, la relación con Jesús es central, se da un nuevo encuentro personal con Jesucristo Salvador y Liberador, un encuentro que sigue después ya en la misma dirección; se da también una convivencia fraternal con los hermanos en la fe, se vive y se siente la Iglesia, a través de la comunidad, como algo vivo y cercano; y también se da una reforma personal de su ámbito de vida. La conversión es integral y no hay un ángulo o resquicio que no sea revisado, aunque lo central sea su compromiso con el mundo del pobre.
La persona toma con alegría y seriedad el ser «miembro de la comunidad», parte integrante de algo que pasa a ser como de segunda familia. Aquí aparecen todos los ángulos positivos de riqueza personal que dan los «grupos primarios», que generan actitudes y comportamientos llamados de primer nivel y a la vez sentimientos de identidad.
Este sentimiento de identidad que significa la acogida recíproca entre los miembros es particularmente importante para el pobre L.A. excesivamente marginado y «excluido», carente de espacios donde tenga la percepción real de que es tratado como persona. En las CEBS cambia tan profundamente esta relación, que muchos participantes se identifican incluso por encima de algunos niveles familiares.
Esto mismo trae a veces consecuencias negativas, hay que estar atentos y vigilantes, por las dificultades normales de «exclusión» o «menosprecio» hacia otros grupos o movimientos eclesiales . Es un fenómeno, en parte comprensible, pero, sin duda, negativo; por valorar lo propio (que a uno le ha enriquecido tanto) a veces se menosprecian otras realidades, sobre todo cuando éstas se incluyen en perspectivas más tradicionales dentro de la misma Iglesia.
5. Reconocimiento y tensiones
Las CEBS están sin duda bien reconocidas en todo el mundo y han renovado profundamente estructuras eclesiales, ministerios laicales, y reconocimiento del valor práctico del laicado en la Iglesia. En este sentido hay sin duda un antes y un después. La renovación está siendo tan profunda, que marca una dirección clara de mayor participación y compromiso.
La incorporación del pobre, de la mujer popular y de los indígenas y su práctica ecumenista, son valores reconocidos por todos.
Sin embargo no faltan tampoco tensiones, y aún rechazos: acusaciones como de un compromiso político unilateral y vinculado a organizaciones que pueden ser más cuestionadas, o la lejanía de algunas CEBS con sus Obispos, o con sus mismas parroquias, o las crisis de identidad, son algunas de la acusaciones que más claramente se han mantenido. Puebla las nombra ya como tensiones o peligros que puedan llevar las CEBS.
Ninguna obra está exenta de dificultades, de fervorosos seguidores y de rechazos, esto no empaña en absoluto el valor trascendental por todos reconocidos: jerarquía, sacerdotes, laicado y también de la fácil constatación de su quehacer eclesial de compromiso actual.
6. Las CEBS en el Brasil
A pesar de que las CEBS están presentes a lo largo y ancho de toda L.A. y en muchos países destacan por su presencia de cantidad y calidad, sin embargo es, sin duda, Brasil, el país que presenta en el mundo, la realidad más numerosa, conocida, firme y valorada. Y sin duda también, la que más ha contribuido a su multiplicación por toda A.L. y por el mundo.
Si importante es el número de CEBS (se habla de entre 50.000 y 80.000), más importante es todavía por la fuerza que tienen en los planes pastorales anuales de la Iglesia brasileña, en la perspectiva de la defensa del pobre, del indígena, del problema, de la tierra, de la vivienda, de la salud, de la infancia, de la mujer.
Las CEBS están diseminadas por todo el Brasil, en sus zonas más pobres o donde los problemas surgieron con más fuerza: están en las zonas rurales del Norte, de Bahía, de S. Felix do Araguaia, reclamando el derecho de la tierra, o en las zonas rurales de todo el país, en los pequeños y medianos poblados, en los lugares de mayor abandono institucional. Donde existen problemas de necesidad básica.
Están también en las regiones donde existen grandes zonas afectadas por los proyectos hidroeléctricos, agropecuarios, industriales, de vías de comunicación, donde se juntan cientos de miles de desplazados y también miles de trabajadores. Están en medio de condiciones verdaderamente inhumanas en las periferias metropolitanas de las grandes ciudades, en medio de fuertes problemas de vivienda, de trabajo, de salarios indignos, de peligros de violencia social, de vicios alimentados por la pobreza
Y está allí constituyendo esa nueva forma de vivir, de ser, de obrar, de comprometerse, no individualmente, ni siquiera sólo como CEB, sino como Iglesia del Brasil. Desde esta conciencia y desde esta práctica las CEBS del Brasil aportan una nueva dimensión a la Eclesiología.
La fuerza de las CEBS en el Brasil es consecuencia de dos elementos : el primero es la situación de injusta desigualdad que el país atravesó y sigue atravesando, con la marginación masiva y mayoritaria de millones de indígenas, campesinos, jóvenes, mujeres, desempleados, etc. problemática enorme por su densidad humana y por los desequilibrios sociales; y el segundo elemento es el apoyo que en todo momento han recibido, en general, de la Conferencia Episcopal del Brasil, y en particular de gran cantidad de Obispos e Instituciones Eclesiales.
El apoyo de la Confer Brasileña y de otras Instituciones Eclesiales creadas para distintos fines: el CIMI, el CERIS, el CENFI… La orientación de muchas publicaciones de las principales editoriales religiosas del país: Editorial Vozes, Ediciones Paulinas, Ediciones Loyola. La dedicación si no exclusiva, si muy principal de teólogos y pastoralistas: José Marins, Carlos Mesters, Leonardo Boff, Frei Bello, Joáo Batista Libanio y otros muchos, les ha acompañado en todo momento, sus publicaciones han enriquecido también a otras CEBS y a otros grupos a lo largo y ancho de A.L.
Las CEBS en Brasil están reconocidas y confederadas. Cuentan con un Consejo Permanente que se reúne periódicamente, hay Asambleas Generales y encuentros Inter-eclesiales. Esta Coordinación hace posible establecer unos mismos objetivos, una misma estrategia y similares acciones, lo que les ayuda a ser más eficaces.
Precisamente el último encuentro inter-eclesial, el 10°, se celebró en Ilheus (Bahía), en el norte de Brasil, entre el 11 y el 15 de Julio del 2000. A él acudieron más de 3.000 personas representando a las CEBS de Brasil y también a CEBS de otros 15 países de Al., había una significativa presencia indígena, y la jerarquía se hizo presente y participante con 74 obispos. Si algo habría que destacar, sería sin duda, la apreciable participación de indígenas así como la proyección ecuménica.
Pedro Casaldáliga en una de las ponencias decía a los participantes: «ser Iglesia es ser comunidad de Jesús, siguiéndolo para el Reino. Pecamos mucho por falta de sueños y de pasión. Si salimos del 10° Encuentro con esa pasión por el Reino, construiremos un mundo mejor». Este, sin duda es el proyecto no solo de las CEBS del Brasil, sino el proyecto de la Iglesia de Jesús.
BIBL. -AZEVEDO, MARCELLO DE C.: Comunidades Eclesiales de Base. Editorial Atenas 1.986; AZEVEDO, MARCELLO DE C.: Comunidades Eclesiales de Base, en «Mysterium Liberationis» 2° edición, págs 245-263. Editorial Trotta. Madrid 1994; BOFE, CLODOVIS: Fisonomía de las comunidades eclesiales de base, en «Concilium», núm 164, págs. 90-98. Año 1981; BOFE, LEONARDO, Eclesiogénesis: las comunidades de base reiventan la Iglesia, Sal Terrae. Santander 1.979; CASTILLO, JOSE MARíA, Teología de las comunidades eclesiales de base en A.L., en Revista Latino Americana de Teología.(RLT), núm. 39. Dicb. 96, págs. 205-231 UCA. San Salvador; CELAM, Asambleas Generales del Episcopado Latino Americano. Documentos de «Medellín». «Puebla» y «Santo Domingo». CELAM. Bogotá 1992; Gí“MEZ DE SOUZA, LuIs ALBERTO, A vitalidad das comunidades Eclesiais de Base no Brasil, en «Cristianismo y sociedad», núm. 142, vol. 4° 1999. Guayaquil. Ecuador; LIBORIO, JOAO BATISTA, X Intereclesial de CEBS, en «Revista Eclesiástica Brasileria», núm. 239. Sepbre., 2000. Sao Paulo. Brasil; MARINS, JosE, Comunidad eclesial de base. Origen. Contenido. Perspectivas, Bogotá 1977; TRIGO, PEDRO, Comunidades eclesiales de base, en RLT núm. 47. Agosto 99. UCA. San Salvador; Talco, PEDRO, Transformaciones que acontecen en las personas populares en las comunidades, en RLT núm. 49. Abril 2000. UCA. San Salvador; VELA, ANDRES, Las comunidades de base y una Iglesia nueva, Editorial Guadalupe. 3° ed. Buenos Aires, 1985.
Daniel Camarero
Vicente Mª Pedrosa – Jesús Sastre – Raúl Berzosa (Directores), Diccionario de Pastoral y Evangelización, Diccionarios «MC», Editorial Monte Carmelo, Burgos, 2001
Fuente: Diccionario de Pastoral y Evangelización
SUMARIO: I. Rasgos de identificación: 1. Dimensión comunitaria; 2. Estructuras de coordinación, animación y asesoramiento; 3. Compromiso liberador; 4. La palabra de Dios: al descubrimiento de la Biblia; 5. Los sacramentos y la comunidad sacramental; 6. Ministerios; 7. Comunidad misionera; 8. Ecumenismo; 9. Espiritualidad; 10. El método; 11. Orientación fundamental de la eclesialidad. II. Tensiones y retos. Conclusión.
Para una aproximación a la realidad de las Comunidades eclesiales de base, tal vez conviene, ante todo, tomar nota de lo que en ellas se hace. En las comunidades eclesiales de base: 1) El pueblo se reúne para hacer posible el reino que Jesús inauguró (Lc 4,16-22; Mt 11,1-6; 25-26); son experiencia del Reino. 2) Los miembros se organizan para vivir relaciones de hermanos y hermanas como anuncia Jesús (Gén 3,1-7; 11,1-9. Mt 22,15-16; 10,15-16; 26,3-5; ICor 11,17-34; 12,12-31; Sant 1,2-10. Mt 5,23-24). 3) Se pretende vivir la dignidad de hijos e hijas de Dios que rechazan toda dependencia injusta (Gén 9,5-6; Col 3,9-17; Ef 4,20; Gál 5,1-2). Se quiere tener identidad como persona, como pueblo y como Iglesia. 4) Se escucha y comparte la palabra de Dios (Mt 5,12-17; 22,23; Lc 11,27-28; Sant 2,12). 5) Se discierne la realidad en que se está a la luz de la palabra de Dios y de los documentos de la Iglesia, con la ayuda de las ciencias humanas; se motiva, a partir de la fe cristiana, la participación en las luchas liberadoras del pueblo (Mt 7,15-23; 16,1-6; 23,2-13; 24,32; Lc 7,22; Jue 6,11-40; 7,1-22; Sant 2,14-26). 6) Se ora con el pueblo, se celebran los sacramentos del Señor y también se celebra la vida (Mt 7,12; He 2,42-47; 4,24-31) y lo que se va realizando como comunidad. 7) Se descubre que todos podemos y debemos servir y así se van creando los servicios que el pueblo necesita. La comunidad propone ministerios de acuerdo a las necesidades de ese pueblo y los pastores los aprueban oficialmente (He 6,1-7; lCor 12,4-11). Se crean estructuras y equipos donde se vive la experiencia de corresponsabilidad. 8) Se aprende a practicar el amor solidario con las personas, pueblos, culturas y realidades que sufren (Lc 10,29-37; Mt 25,31-46; Rom 9,6-16; 12,15-16); abren el corazón para valorar la diversidad de culturas. 9) Se mantiene la comunión de fe con los pastores -obispos, sacerdotes y otros ministros- (Flp 2,5-11; Lc 1,46-55). 10) Se procura construir una sociedad más justa como anuncio del Reino que ya comienza (Lc 7; 18,8-23; 11,20; He 4,32-35); se apoyan estructuras que defienden las causas justas del pueblo.
I. Rasgos de identificación
Existen unos rasgos que han ido identificando la eclesialidad de las pequeñas comunidades. Hay que tener en cuenta que las comunidades eclesiales de base son, a la vez, un termómetro y un fermento eclesial. Revelan la situación concreta de la Iglesia. Son principio de transformación del conjunto, una vez que no se desligan de la comunidad eclesial más grande, parroquia y diócesis. El proceso de las comunidades de base no puede ser tomado aisladamente.
Para Medellín, la comunidad eclesial de base es el «primero y fundamental núcleo eclesial, que debe, en su propio nivel, responsabilizarse de la riqueza y expansión de la fe, como también del culto, que es su expresión. Ella es, pues, célula inicial de estructura eclesial y foco de evangelización y, actualmente, factor primordial de promoción humana y desarrollo» (Medellín 15,10).
Según Puebla, las comunidades eclesiales de base constituyen «un motivo de alegría y de esperanza para la Iglesia» (Puebla 96); están dando frutos (Puebla 97, 629, 641-642). «Son expresión del amor preferente de la Iglesia por el pueblo sencillo» y le da posibilidad concreta de participación en la tarea eclesial y en el compromiso de transformar el mundo (Puebla 643).
Las comunidades de base, en el corazón de la historia actual, viven como células de la Iglesia de Medellín, de Puebla, de Santo Domingo. Son una esperanza y una responsabilidad de la Iglesia. Como se dijo, no son un fenómeno uniforme1. Algunas están en una fase embrionaria, otras todavía no alcanzan a expresar claramente toda su eclesialidad. Otras desaparecieron. Muchas otras han perseverado y reflejan una consistencia pastoral de un nuevo modelo de Iglesia.
Entre los rasgos que identifican actualmente la eclesialidad de las comunidades eclesiales de base, anotamos: 1) la dimensión comunitaria; 2) las estructuras de coordinación, animación y asesoramiento; 3) el compromiso liberador; 4) el descubrimiento vital de la palabra de Dios: la Biblia; 5) una nueva vivencia de los sacramentos en la perspectiva central de la Iglesia como sacramento; 6) los ministerios; 7) la comunidad misionera; 8) el ecumenismo; 9) la espiritualidad; 10) el método; 11) La orientación fundamental de la eclesialidad.
Las comunidades de base, por razones de urgencia y de exigencias históricas, acentúan ciertos aspectos de su dimensión eclesial y otros no tanto.
Esos aspectos se estructuran de tal forma que originan un nuevo modelo eclesial. Por eso se afirma que las comunidades de base son un acontecimiento cualitativo: «Las comunidades eclesiales de base son una nueva estructura eclesial y no una subdivisión de la parroquia. Ellas son un nivel fundamental de la Iglesia, en el cual los bautizados viven su fe de modo comunitario, profético, solidario y misionero, optando prioritariamente por los pobres, denunciando el proyecto social existente y animando a la construcción de una sociedad nueva, orientándose a la utopía del Reino».
Las personas, motivadas principal y primariamente por su fe, se reúnen en las comunidades de base, donde asumen la radicalidad del evangelio como referencia insustituible para la vida y la acción comunitarias.
Destacaremos a continuación algunos rasgos característicos de las comunidades eclesiales de base.
1. DIMENSIí“N COMUNITARIA. En las comunidades eclesiales de base se recupera la dimensión comunitaria de la Iglesia, entendiéndola como fermento social y como espacio de misericordia y de consuelo para el pueblo, particularmente para los olvidados, marginados y alejados.
2. ESTRUCTURAS DE COORDINACIí“N, ANIMACIí“N Y ASESORAMIENTO. La comunidad eclesial de base pone una estructura mínima de coordinación: Nacen, casi siempre, de un grupo espontáneo de gente que se reúne por motivos religiosos o para encontrar una respuesta a sus necesidades y problemas. Son grupos: de oración; de lectura de la Biblia; de participación y de diálogo, en especial, sobre todo lo relativo a la vida: inseguridad, desempleo, educación de los hijos, drogas, violencia, corrupción, novelas y películas de la actualidad, enfermedades, proyectos, accidentes, elecciones, etc. Poco a poco sienten la necesidad de una acción como grupo y de tener un mínimo de organización o coordinación interna colegiada, que mantiene contacto vital con los ministros de la Iglesia. La mayoría de las comunidades de base nacieron unidas a un sacerdote, a una religiosa o a algún grupo pastoral. El sacerdote no es simplemente un amigo o más de las comunidades eclesiales de base, porque son comunidades eucarísticas; ni de ellas participa simplemente como un miembro entre otros. Por razón del ministerio que la Iglesia le ha confiado, deberá presidirlas en la caridad, con un estilo de coparticipación, de búsqueda del consenso, de discernimiento comunitario, antes de tomar decisiones. En lo que se refiere a otros servicios comunitarios de las comunidades de base, la experiencia ha enseñado que lo importante no es tener líderes, sino equipos ministeriales, sin monopolios o permanencia indefinida en los cargos. Las comunidades de base se visitan recíprocamente y descubren que es muy importante reunirse de vez en cuando. Por eso aparecen las asambleas parroquiales y diocesanas de comunidades de base. En algunos países, este encuentro se realiza también a nivel regional y nacional. Fue así como nacieron los equipos de asesoramiento y apoyo nacional, como un servicio de comunión (hacia dentro y hacia fuera) de la comunidad eclesial de base, como ayuda para la formación permanente, ofreciendo subsidios teológicos, pastorales y de espiritualidad. No se trata de una coordinación en sentido teológico riguroso, pues esa es tarea de los obispos y párrocos. Tampoco es una organización burocrática, como los secretariados de movimientos, organizaciones apostólicas, culturales, económicas o políticas. Se trata de un servicio espontáneo para facilitar la articulación y la comunión de todos. La vida de la comunidad eclesial de base exige una nueva visión de parroquia, como comunidad de comunidades de base, confluyendo, lógicamente, en una pastoral diocesana de conjunto.
Esto permite que las comunidades eclesiales de base y los distintos movimientos, asociaciones religiosas y comisiones pastorales no se desconozcan, ni se enfrenten, sino que se complementen como organismos de naturaleza distinta, pero que están integrados todos en el mismo cuerpo eclesial, cuyas células básicas son las comunidades de base.
Así pues, queda claro que el elemento clave para esta integración -actualmente un deseo, más que una realidad- es el marco teológico-pastoral y el método desarrollado por los equipos, arriba citados, de asesoramiento y apoyo a la comunión y a la formación permanente. Es de justicia reconocer, en esta perspectiva de comunión y coordinación, el esfuerzo de las comunidades de base en buscar insistentemente la comunión con los pastores, invitándolos continuamente (independientemente de los resultados) a que se acerquen a las comunidades de base para escuchar, valorar y entender y, sólo después, si es necesario, orientar, complementar y enseñar o corregir.
La articulación de las comunidades eclesiales de base con el conjunto eclesial no es efectiva cuando se hace por yuxtaposición o por simple integración de las mismas en las estructuras existentes. Lo que se cuestiona es el modelo eclesial que subyace a los distintos estamentos eclesiales y que, a la vez, lo proyectan al exterior.
3. COMPROMISO LIBERADOR. La fe incluye la dimensión sociopolítica y económica, sin reducirse a ellas. El compromiso por la paz y por la justicia es parte integrante de la evangelización y, por ello, de la vida de la comunidad eclesial de base. La comunidad eclesial de base es un espacio en el que se confirma la dignidad de la persona humana y en donde el bautizado es sujeto activo de la evangelización2.
El caminar de las comunidades de base siguió frecuentemente este proceso: 1) acercamiento geográfico de la vida del pueblo; 2) experiencia directa de sus problemas; 3) análisis de las situaciones y estructuras de injusticia en las cuales se encuentran las personas, considerando los problemas no sólo en sus efectos, sino particularmente en sus causas; 4) sensibilidad con los sufrimientos de las personas; 5) concienciación acelerada, que lleva a tomar una posición profética y a actuar.
La comunidad eclesial de base, efectivamente, analiza la realidad a partir de perspectivas más profundas. No se da por satisfecha con un análisis científico, sino que proyecta sobre los acontecimientos el criterio de Dios, lo que hace más grave el juicio que sobre ellos pronuncia: afirma que la situación negativa existente no sólo puede, sino que debe ser cambiada, porque así lo quiere Dios. La fe en la resurrección del Señor comprueba que los crucificados de la historia tienen la última palabra. No se trata de tomar el poder, dentro del actual orden de cosas, sino de proponer otro orden. El valor de los análisis que las personas de la base aprenden a hacer les quita su ingenuidad socio-político-económica. Les da una conciencia mucho más crítica.
Las comunidades eclesiales de base abarcan lo social y lo económico y se introducen en los asuntos políticos. En la medida en que penetran en este campo, tienen que actuar de forma planeada y organizada, asumir una conciencia histórica dinámica y saber que deben luchar por un nuevo proyecto social. Las comunidades de base crean la motivación para el nacimiento de organizaciones populares independientes: 1) de cuño económico, como las cooperativas; 2) de cuño social, como los clubes de madres; 3) de cuño cultural, como los grupos de teatro, de músicos; 4) de cuño político, como las asociaciones de barrio y los sindicatos.
Estas Organizaciones populares surgen, con frecuencia, como inspiración de las propias comunidades de base y como prolongación de su práctica. Ellas, poco a poco, ganan identidad y autonomía. Las Organizaciones populares intentan solucionar los problemas comunes, reivindicar derechos y construir una sociedad diferente. No surgen para dar solución a un problema o para afrontar un momento de lucha, sino para encontrar soluciones colectivas a largo plazo. Casi siempre son iniciadas por pequeños grupos más conscientes y activos, que crean un nuevo espacio de acción para las mayorías pobres.
Estas Organizaciones populares pueden ser manipuladas por los propios dirigentes o por los grupos y partidos políticos. Pueden desviarse y convertirse en piezas del sistema imperante (como por ejemplo, cooperativas de consumo y crédito, que se convierten en empresas con espíritu y métodos capitalistas). Muchas Organizaciones populares fracasaron porque se preocuparon más de cuidar las estructuras y los instrumentos colectivos, las técnicas y el trabajo, que de tomar en consideración el desarrollo humano de sus agentes.
La acción popular, una vez iniciada, tiende a convertirse en movimiento popular, con un proyecto común definido y con incidencia política, porque solucionando los problemas más urgentes, descubren el factor generador estructural e ideológico de los mismos. Entonces suelen pasar dos cosas: 1) Las personas y las comunidades utilizan un nuevo instrumento de análisis de la realidad, valiéndose de las ciencias sociales. 2) Por medio de las Organizaciones populares y la militancia en los partidos políticos, los miembros de las comunidades de base pasan a tener conciencia y militancia política en el propio ambiente. Algunos llegan a conquistar cargos públicos de representación política a nivel local e incluso nacional. En momentos de crisis nacional, existió la tentación de identificar las comunidades eclesiales de base con un partido o proyecto político específico, que parecía estar más en sintonía con las necesidades del pueblo. Algunos de ellos intentaron prácticamente hacer de las comunidades de base, meras instancias de concienciación y movilización del pueblo.
Sin embargo, las comunidades eclesiales de base no son el sector político de la Iglesia. Ellas son Iglesia y por ello no pueden desinteresarse de lo político. La experiencia enseña también que los pronunciamientos episcopales son más directos y repercuten mucho más en el pueblo, cuando son hechos previa consulta a las bases.
Debe existir un espacio de libertad para la actuación de las comunidades eclesiales de base, en lo referente: 1) al compartir tanto los propios bienes materiales (servicios, colectas, cajas comunes, etc.) como el tiempo (estar al lado de los enfermos, de los que están solos, participar en reuniones de estudio, planificación, evaluación, etc.); 2) a las obras de misericordia, a los esfuerzos asistenciales, promocionales y liberadores. En la experiencia de las comunidades de base fueron puntos fuertes: la visita a los encarcelados; el servicio a los ancianos; la ayuda a los desempleados, emigrantes y personas sin documentación; el esfuerzo para reconciliar personas y grupos; la presencia consoladora junto a familias destruidas por el dolor; 3) a la responsabilidad socio-política, promoviendo el bien común, iniciando o apoyando organizaciones populares existentes, dando y recibiendo colaboración a cristianos y no cristianos.
La misión histórica del pobre no es sólo en beneficio de los propios pobres, sino de todos, porque apunta hacia un nuevo orden social, como exigencia del reino de Dios (Puebla 1158). Los pobres y los que asumen su causa, están llamados a ser protagonistas en la búsqueda de un nuevo proyecto de humanidad. El pueblo, en la medida en que se va uniendo, va formando sus propias organizaciones (aunque sean de naturaleza, contenido y proporciones distintas).
La Iglesia siempre hizo algo por los pobres. Motivó a los ricos para que ayudaran a los necesitados. Lo que ella pretendía en aquel tiempo era una acción asistencial y promocional. En ambas, los agentes principales continuaban siendo los privilegiados de los bienes materiales y de la cultura (dado que para la obtención y desarrollo de esta se requieren también los bienes materiales).
La diferencia cualitativa actual, respecto de aquel tiempo, es la con-ciencia social de que la causa de la pobreza son las injusticias y no siempre los fenómenos incontrolables. Los pobres, en la mayoría del tercer mundo, de hecho, fueron empobrecidos. Para este tipo de pobreza la respuesta asistencial puede ofrecer algo; pero las soluciones asistenciales, que buscan sólo remediar los efectos de la pobreza, y no sus causas, son también responsables de la situación de esa pobreza generalizada.
Ante todo esto, los cristianos no pueden asumir una postura de neutralidad. Hay diferencias lógicas y conflictos inevitables entre los que se empeñan en mantener los esquemas dominantes y los que creen que, en nombre de Dios y de los hermanos/as, deben cambiarse las reglas sociales que oprimen y explotan a esas mayorías humanas, que piden la intercesión de la Iglesia (cf Puebla 87-89).
No se trata de actuar por y para los pobres, sino de actuar con ellos y como ellos. Esto significa convertirse a las exigencias de la primera bienaventuranza evangélica. A partir de la perspectiva de la fe, la comunidad eclesial de base apoya al pueblo en su lucha por la justicia, sin asumir sus planes y programas de modo paternalista. Las acciones políticas y otras responsabilidades sociales, incluso inspiradas en el evangelio, son decididas y realizadas por los ciudadanos (cristianos o no), que en nombre y con responsabilidad propia, establecen sus proyectos y forman sus organismos sociopolíticos.
La comunidad de base mantiene la referencia de la fe que ayuda a motivar, discernir, evaluar y acelerar la acción específicamente política. A partir de las comunidades de base, las personas se disponen a participar en los proyectos socioeconómicos y políticos que fueron discernidos como los más adecuados para servir al pueblo. La opción de fe pasa por lo político y económico, sin que se agote en ellos. La comunidad eclesial de base no es alternativa sociopolítica, ni mera instancia de movilización y organización del pueblo. En la comunidad eclesial de base se hace la lectura de lo político a partir de la fe y se entiende lo que tiene que ver lo político con la fe.
De todo esto, se concluye la necesidad de dar a los cristianos, y particularmente a los que tienen militancia política directa, una preparación especializada de tipo ético, cívico, político y una constante asistencia. Cuando no se da esa formación, las consecuencias lamentables son: abandono de la fe, manipulación de las mediaciones eclesiales, etc. Los nuevos instrumentos de participación y ejercicio de responsabilidad en la sociedad y en la Iglesia institucional, crearon dificultades y tensiones que piden diálogo y nuevos planteamientos individuales y de conjunto, así como la conversión personal, grupal y estructural.
Al asumir la causa de los pobres y al estimular a sus miembros a comprometerse en el campo político, a fin de hacer efectiva su opción evangélica, la comunidad sufre malentendidos, persecuciones e incluso el martirio, a manos de los poderes militares, políticos, económicos y, a veces, religiosos. No es necesario decir que muchos conflictos surgen por errores, limitaciones y pecados de los miembros de las comunidades de base, o por actitudes equivocadas de estas.
4. LA PALABRA DE DIOS: AL DESCUBRIMIENTO DE LA BIBLIA. Es característico de las comunidades eclesiales de base querer asumir comunitariamente la palabra de Dios y procurar entenderla como un conjunto unitario. Los miembros de la pequeña comunidad son orientados para asumir la palabra de Dios y vivir en comunión con el Dios de la Palabra, manifestada en Jesús, asimilada por la gracia del Espíritu. La palabra de Dios ilumina la realidad y da orientaciones sobre la meta final y sobre el estilo de vida (personal, social, eclesial) que Dios quiere.
En las comunidades de base existen tres referencias centrales que se interrelacionan: la realidad, la palabra de Dios y la comunidad. Las comunidades eclesiales de base entienden la realidad a la luz de la Palabra. Procuran colaborar con la presencia del Reino, que el Espíritu ha empezado ya a manifestar en cada persona, cultura, situación o acontecimiento de la historia. De esta forma, la Biblia, ayudando a entender el sentido global de la historia de la humanidad y de la vocación del pueblo de Dios: manifiesta quién es Dios; da sentido al mundo, a toda la creación y a los bienes materiales, y coloca la Iglesia en el proyecto, en la acción y en la perspectiva del Reino.
Las comunidades eclesiales de base descubren la Biblia como palabra de Dios en la historia, uniendo fe y vida, relacionando la religión con los problemas comunes del pueblo, y no simplemente con las necesidades individuales de cada uno. De aquí aparece: la necesidad y oportunidad de enraizar la experiencia comunitaria de participar, compartir y actuar como familia humano-divina, y la responsabilidad ante la creación (herencia de todos), la humanidad y la historia.
Las personas retoman la palabra de Dios y también su propia palabra. Descubren que saben, pueden y deben hablar para vivir y sobrevivir.
Así, la palabra de Dios da luz a un nuevo estilo de gente que entiende que su Dios es el Dios de la vida abundante y solidaria. La Biblia en las comunidades de base: 1) es un paso cualitativo de madurez comunitaria; 2) es fuente de inspiración evangélica, de fuerza comunitaria y de conversión personal; 3) es liberadora, programadora, reivindicadora y celebrante, y 4) es más un espejo para ver lo de hoy, que una ventana para considerar el pasado lejano.
5. Los SACRAMENTOS Y LA COMUNIDAD SACRAMENTAL. La comunidad eclesial de base es la expresión local de la sacramentalidad de la Iglesia. Cada sacramento refuerza y amplía esa perspectiva. El aspecto original de la comunidad eclesial de base es que ella privilegia la sacramentalidad eclesial, como conjunto. Cada sacramento es entonces entendido en esa perspectiva. La comunidad eclesial de base manifiesta particularmente la sacramentalidad de la Iglesia en su dimensión bautismal y eucarística. Ella: 1) recoge y sacramentaliza lo que es importante en la vida de las personas y ambientes; 2) expresa la reconciliación como liberación del pecado (renuncia y lucha radical contra las estructuras y los agentes del pecado); 3) profesa una fe en el Dios Padre-Madre de todos, en Jesús, Salvador de todos y en el Espíritu, fuerza de vida, liberación, realización y misión.
La celebración eucarística tiene un sentido más pleno al prolongarse en la vivencia comunitaria y el compromiso liberador. Ella está unida a todo lo que la comunidad refleja, proyecta y realiza. Generalmente las comunidades de base participan de la eucaristía con la comunidad parroquial. Pocas comunidades y en pocas ocasiones, tienen el privilegio de una eucaristía doméstica.
La vida comunitaria y el compromiso liberador de las comunidades de base se centran en Jesús y en su proyecto. El cristocentrismo de la fe se hace más existencial en ellas. La Virgen María, en sus distintas invocaciones locales, es una presencia poderosa en las comunidades de base. De hecho, el ejemplo de María, su cántico liberador, son retomados y actualizados en la vida comunitaria. Los santos contemporáneos (mártires, confesores…) aunque no canonizados todavía, son fuerza/para las personas y comunidades. El santoral no es buscado como fuente de milagros para las horas de impotencia humana, sino como inspiración para un compromiso con el proyecto y la comunidad de Jesús. Se suele decir: «Â¡Nuestros mártires no están simplemente para ser recordados, sino para continuar y completar lo que ellos empezaron!».
Las comunidades eclesiales de base promueven, entre sus miembros, celebraciones devocionales, principalmente en las fiestas más populares. En los lugares cercanos a los templos parroquiales, algunas fiestas litúrgicas se inician simultáneamente en cada comunidad eclesial de base. Seguidamente, se unen y se dirigen al templo parroquial para la culminación del acto religioso comunitario.
Las celebraciones en las comunidades de base se desarrollan: 1) con símbolos de la realidad y de la cultura local (popular); 2) con la participación activa y creadora de la propia comunidad; 3) con nuevos cánticos concienciadores y llenos de contenido bíblico y social. Muchos símbolos de fe, de vida comunitaria y de la realidad (cruces, Biblia, imágenes de los santos, plato vacío, instrumentos de trabajo, alambradas, fotos de los más recientes mártires, incluso de algunos que fueron miembros de la comunidad) son sacramentales de la vida de la comunidad eclesial de base, que expresan el proyecto de Jesús -y consecuentemente la misión de la comunidad eclesial de base- en términos de acontecimiento, esperanza, gracia social para todas las personas, a través de la mediación de la comunidad eclesial.
Partiendo de este cuadro de conjunto, se percibe mejor el significado de la realidad de cada sacramento y de los sacramentales.
6. MINISTERIOS. Los ministerios en las comunidades eclesiales de base se constituyen a partir de las necesidades asumidas, y de acuerdo con los recursos del personal de cada comunidad. En las comunidades de base, surgen ministerios no ordenados, como: el ministerio de la coordinación de la comunidad; el de los visitadores de las familias y de las propias comunidades de base; el de los catequistas; el de los enfermos; el de las causas de justicia; el de la acción ecuménica; el de la solidaridad; el de la reconciliación, etc. En algunas comunidades, fueron autorizados ministros extraordinarios para el bautismo y para que fueran testigos eclesiales cualificados para las bodas. Estos ministerios se hacen progresivamente permanentes y se articulan como los miembros de un cuerpo3. Ayudan igualmente a descentralizar y a desclericalizar a los ministros eclesiales.
7. COMUNIDAD MISIONERA. La comu nidad eclesial de base es una comunidad misionera y una misión comunitaria. La responsabilidad misionera es de la comunidad eclesial de base como tal, y no compromiso particular de algunos de sus miembros. Toda y cualquier misión es ejercida en nombre y con el apoyo conjunto. La calidad misionera de las comunidades de base se manifiesta de modo distinto: 1) identificando, recogiendo y desarrollando valores presentes en cada realidad cultural y social; 2) abriendo la comunidad al contacto ecuménico y a otras expresiones religiosas.
La visión se expresa hoy de forma conjunta y progresiva: 1) inculturizándose. Poniéndose al servicio de la vida y asumiendo lo más íntimo de cada cultura, pueblo y realidad, para expresar, a partir de ahí, lo fundamental del evangelio; 2) dialogando, que es descubrir y profundizar lo que aparece en los símbolos y gestos; identificar términos generadores, confirmar y potenciar lo que ya es presencia del Reino; 3) anunciando el contenido de Jesús (sus ejemplos y enseñanzas). Cada cultura tiene el derecho de recibir el mensaje de Jesús, enviado por Dios a todos; 4) liberando; aunque exista ya alguna presencia del Reino en las culturas, razas y pueblos, hay también en ellas pecado (personal, comunitario, estructural), que pide una liberación completa; 5) formando la comunidad eclesial, que es la mediación ordinaria y privilegiada del Reino (LG 6-8).
8. ECUMENISMO. Las comunidades eclesiales de base están descubriendo
el ecumenismo. El ecumenismo4, a nivel de las comunidades de base, está aconteciendo particularmente a través de las luchas por la justicia, en la búsqueda de la paz y de la reconciliación, en los proyectos relacionados con la defensa de la ecología y de la concienciación política, en el servicio a los pobres, en el compartir la palabra de Dios5, en las experiencias de oración y en las relaciones fraternas. Están surgiendo encuentros de los cristianos de distintas tradiciones evangélicas, sobre todo en torno a la lucha por la justicia.
En realidad, las experiencias ecuménicas están siendo más espontáneas entre los agentes de pastoral y asesores. En las bases hay todavía grandes dificultades, porque los católicos se resienten de los continuos ataques y del proselitismo de los grupos evangélicos, pentecostales y otros. También existe un prejuicio por parte de los católicos contra los protestantes.
9. ESPIRITUALIDAD. Lo que constituye la comunidad eclesial de base no es una comunión sociológica, ni la dinámica de grupo. La mística de la comunidad eclesial de base le viene de su vocación y misión: 1) vocación de ser comunidad histórica, que refleja vitalmente el misterio del Dios de la vida, teniendo como centro a Jesús y su proyecto, al ritmo de las bienaventuranzas y con la fuerza cohesiva dada por el evangelio; 2) misión de colocar el fermento de Jesús en las situaciones todavía no tocadas por el evangelio, dando prioridad a los pobres, formando la comunidad de Jesús, asumiendo la perspectiva de la cruz y de la resurrección.
Las raíces evangélicas del ser y actuar de las comunidades de base son: 1) sensibilidad por el Reino, descubriéndolo en una realidad más amplia que la Iglesia; 2) la radicalidad profética que une fe y vida, desinstalándose del modelo de sociedad individualista y materialista, que denuncia lo que es anti-Reino; 3) la insistencia comunitaria vivida y buscada en las relaciones, en el trabajo conjunto y en la solidaridad, y 4) la responsabilidad misionera.
10. EL METODO. En las comunidades eclesiales de base el método es también contenido. Es un proceso constante de ver, juzgar, actuar, evaluar y celebrar comunitariamente. Estos cinco pasos iniciales tienen, además, dos tareas: la primera en relación al pueblo en general: divulgar motivando; y la segunda en relación a la propia comunidad: formación constante.
Los pasos del método, más que etapas separadas, son un estilo de vida comunitaria: 1) ver es captar y analizar los hechos y las situaciones en sus causas, efectos y estructuras, ideologías, sistemas, proyectos y utopías; 2) juzgar es pronunciar un juicio científico y de fe sobre lo que se ha visto; 3) actuar es decidirse con una visión global y una acción local concreta, articulada, organizada con estrategias y tácticas oportunas. Es asumir un proyecto; 4) evaluar es confirmar la meta, reorientar las acciones y aprender de lo ya vivido. Ayuda a asumir los propios fracasos y corregir las incoherencias respecto a: un lenguaje liberador y una práctica opresora; propuestas generosas y realizaciones discretas; inicios entusiasmados y perseverancia inconsistente; objetivos buenos y pasos pobres; 5) celebrar comprende dos momentos: el de la fiesta comunitaria y el de la celebración de la fe, retomando, con sus propios signos, la vida y el compromiso.
La celebración anticipa el gozo de la comunidad definitiva y de la conquista que no tiene vuelta atrás. Celebrar ayuda a seguir adelante y a perseverar. Toda la vida es contexto de salvación, en el cual el compromiso, el dolor, la fiesta, pasan a ser componentes de esa celebración. La comunidad eclesial es la penetración del futuro escatológico en el hoy de la historia.
11. ORIENTACIí“N FUNDAMENTAL DE LA ECLESIALIDAD. El punto central de la perspectiva eclesiológica de las comunidades de base es que ellas no son un movimiento, sino la propia Iglesia local en donde: 1) los bautizados se encuentran haciendo una experiencia real de comunidad de fe, de culto y de caridad; 2) se escucha la palabra de Dios y el clamor de las personas, particularmente de las más necesitadas; 3) se responde a las llamadas de Dios y de la vida, con un compromiso transformador y de anuncio de la buena nueva; 4) se celebra la fe, la comunión y la vida, unidos a la gran Iglesia, como la pascua completa de Jesús.
Se trata de vivir en la comunidad eclesial de base de hoy la Iglesia de siempre, presente en el Cenáculo y en el basurero del barrio; Iglesia de Pedro, de Pablo, de Oscar Romero, de Margarita, del José sin apellidos, Iglesia de María, de los apóstoles, de Jesús, del Padre y del Espíritu de ambos.
II. Tensiones y retos
En el caminar de las comunidades eclesiales de base surgen tensiones, contradicciones, equívocos y también mucha creatividad, porque se trata de un proceso vital. Felizmente no todo está claro ni solucionado todavía en la Iglesia. Así, el camino de las comunidades de base exige creatividad y constante evaluación, mucha paciencia llena de esperanza, así como un buen humor fundamental y comunitario. Las tensiones, bloqueos y retos son de distintos tipos y tienen extensiones e intensidades diversas. Pueden acontecer en una parte y no en otra. A título de ejemplo, indicamos:
a) Tensión provocada por considerar las comunidades eclesiales de base como comunidades de un determinado movimiento o como un movimiento más en la Iglesia y no como células básicas de una nueva estructura eclesial. En la Iglesia existen iniciativas con eclesiologías y metodologías distintas, que quieren reconstruir lo comunitario. La diferencia entre estas iniciativas y las pequeñas comunidades está en que las comunidades de base, sin ser grupos elitistas, nacieron para ser células básicas de la Iglesia particular. Ellas integran a los bautizados de la zona y son para ellos el nivel de referencia eclesial inmediato y dinámico. Las comunidades de base viven lo fundamental de la Iglesia en el contexto de las bases, con una metodología, teología y espiritualidad coherentes con el Vaticano II, Medellín, Puebla y Santo Domingo. Las comunidades de base empezaron de modos distintos, como círculos bíblicos, grupos de oración, reuniones de amigos con actividades culturales, sociales y de caridad. Estas experiencias, cuando evolucionaron asumiendo las demás dimensiones de la eclesialidad, llegaron a ser comunidades de base. Comunidades eclesiales de base y movimientos, son expresiones eclesiales de naturaleza diferente. No se trata de decidir que una es mejor que la otra, sino de asignarles su propia identidad y función específica, para el bien común.
b) Tensión provocada por el nacimiento y desarrollo de las pequeñas comunidades en las Iglesias parroquiales y diocesanas, que son incoherentes con el proceso pastoral iniciado en Medellín. Las comunidades eclesiales de base inauguran un modelo de Iglesia que implica una revisión de estructuras pastorales. Así, originan conflictos con las comunidades mayores y con otros grupos de la misma Iglesia, que no van al mismo ritmo fundamental. La comunidad eclesial de base necesita, como correlativo, una pastoral integradora que cubra toda la misión de la Iglesia y que la comprometa de lleno con el nuevo camino. Por falta de una referencia eclesial que recoja, identifique, corrija e integre los éxitos del caminar de las comunidades de base, se minimiza o se desvirtúa su proceso. En la práctica existen dos modelos eclesiales vigentes, caminando paralelos o en oposición: el de las parroquias actuales, modelo dominante, que por su peso estructural, tiende a asimilar las comunidades de base o a dejarlas de lado; y el modelo de las comunidades de base que, siendo minoritario, promete.
c) Tensiones provocadas por querer estructurar las pequeñas comunidades como base sociopolítica, unida únicamente a una clase social. Cuando se tiene una óptica limitada de la liberación, se corre el riesgo de dejar a un lado los que no son materialmente pobres. La comunidad eclesial de base no es una especie de elite de los pobres, lejana del propio pueblo.
d) Tensión provocada al crear, mantener y desarrollar «coordinadoras» de comunidades eclesiales de base que son, en la práctica, alternativas a la jerarquía de la Iglesia diocesana. Cada comunidad eclesial de base debe tener su propio equipo de coordinación o un consejo reconocido oficialmente. Las comunidades de base, a nivel diocesano, regional y nacional, sienten la necesidad de crear estructuras de asesoramiento y articulación. Hay bloqueo cuando los agentes de animación del proceso de las comunidades de base se constituyen en protagonistas de las decisiones. A veces, los conflictos de los agentes con la jerarquía o con el proceso, aparecen como si fueran conflictos de la comunidad eclesial de base como tal. El reto verdadero está en establecer nuevas estructuras de acompañamiento, coordinación, etc., que sean más adecuadas a la eclesiología de las comunidades de base y, a la vez, puedan mantener una efectiva comunicación eclesial de conjunto.
e) Tensiones provocadas por apoyar a las pequeñas comunidades como algo transitorio, como instrumento de un proyecto, organización o partido. Las comunidades eclesiales de base no surgen para responder a un servicio parroquial específico, como catequesis, liturgia, o acción social. Tampoco son una estructura de movilización popular, descartable una vez que haya cumplido con su objetivo. No son, pues, una etapa transitoria de pastoral.
f) Tensión provocada por el reto de reconocer oficialmente la comunidad eclesial de base como lugar eclesial. Reto de no quedarse únicamente en la aceptación teórica de lo que ha sido dicho por el magisterio de la Iglesia sobre las comunidades de base, «célula inicial de estructuración eclesial», sino en dar pasos concretos, para reconocer eso precisamente en las comunidades de base existentes. Las Iglesias particulares deben llegar a un acuerdo pastoral, que establezca progresivamente la comunidad eclesial de base como referencia eclesial oficial, en la cual los bautizados vivan su experiencia de comunión y misión, y por ella, se unan a todo el cuerpo eclesial, signo y sacramento del Reino en el mundo. Algunos de los sínodos diocesanos, en proceso, intentaron legislar, por vez primera en América latina, teniendo en cuenta las comunidades de base como referencia inicial de la estructura y vida de la Iglesia local.
g) Tensión provocada cuando se vacía el Reino de su contenido escatológico, reduciéndolo a un proyecto histórico. La evangelización no se agota en la liberación, aunque tenga que pasar por ella. Incluso el fracaso de los objetivos temporales y la locura de la cruz tienen que presentarse como fuerza salvadora. Las comunidades de base, presionadas por una sociedad que idolatra la eficacia, pueden caer en la tentación de dejar a un lado a los que colaboran poco en la lucha, como los enfermos terminales, los incurables, los ancianos, los indefensos, o abandonar las actividades menos eficaces, como la atención personalizada a los individuos que necesitan de consejo y orientación. La motivación más profunda para la lucha es la esperanza y los valores religiosos.
h) Tensión «provocada» por la Biblia, por reducir la Biblia a algunos textos con la intención de confirmar lo que se dice antes. La tentación es doble: 1) pretender reducir el horizonte bíblico-teológico de la opción por los pobres a un único modelo histórico, como por ejemplo el de la liberación y organización del pueblo de Israel, sin una incursión rigurosa en la perspectiva del Reino y del pueblo de Dios en el Nuevo Testamento; 2) aplicar el concepto teológico de pueblo de Dios, pura y simplemente, a los habitantes pobres del país, sin precisiones ni exigencias.
i) Tensión provocada por transformar lo popular de las comunidades eclesiales de base en populismo. Lo popular de la comunidad eclesial de base se orienta: 1) para reconstruir el sentido de pueblo de Dios a partir de lo comunitario y liberador; 2) para respetar el proceso de las bases sin imponerles estrategias ni actividades que no hayan sido asimiladas de modo consciente y responsable. Las comunidades de base son populares, no porque están formadas por miembros del pueblo, sino porque están, por su propia dinámica, en contacto constante con la vida y la realidad del pueblo. Ellas propician, de esta manera, que el pueblo sea escuchado, apoyado y evangelizado, y que se haga cada vez más el agente de su propio proceso (no solamente de un programa, sino de todo el proceso, con vistas al objetivo final). La opción por los pobres, como radicalidad evangélica y como prioridad pastoral, es intrínseca al proyecto de Jesús. El modo de expresar esto en determinados momentos históricos no tiene fuerza normativa en todos los lugares y tiempos, aunque sea un ejemplo válido a ser tomado en consideración.
j) Tensión provocada por el reto de la inculturación en el interior de la comunidad eclesial de base. Las comunidades de base son una especie de homogeneización pastoral de las bases. La inculturación en la base sigue siendo un gran reto. La conciencia de su urgencia es mayor que la tendencia a ponerla en práctica. Lo que en realidad existe en algunas comunidades de base son realidades discretas, signos modestos de inculturación. El gran reto que ahora se presenta viene de los contextos multiculturales, ahora trabajados intensamente por la, así llamada, cultura de la informática y sus modelos científico-técnicos de consumo y materialismo6.
k) Tensiones provocadas por la urgencia de relacionar las comunidades de base con las grandes masas de bautizados. El gran reto de la Iglesia para las comunidades de base es relacionarse, de forma efectiva y constante, con las grandes masas de los bautizados: cómo concienciarlos y organizarlos eclesialmente, de modo que su fe sea eficaz en la vida y en el contexto social donde se encuentran.
l) Tensión provocada por mantener la propuesta global de las comunidades de base, apoyando las que ya han caminado y, a la vez, respetando el ritmo de los distintos procesos de otras comunidades de base. Reto de llegar a las zonas del país que no se abrieron todavía a este proceso eclesial de base, respetando su caminar, sin imponerles el ritmo de los que ya tienen una experiencia de muchos años y, a la vez, ayudándoles a dar nuevos y urgentes pasos adelante. Reto de no instalarse teológica y pastoralmente, repitiendo de manera mediocre la reflexión y los programas de las comunidades de base que surgieron antaño, como respuesta a los problemas de décadas anteriores o de otras Iglesias locales.
m) Tensión y crisis en las comunidades eclesiales de base y en sus agentes ante los cambios actuales de la sociedad y de la actual coyuntura eclesial. De modo general, en la presente coyuntura, las estructuras y el estilo de la pastoral tienden a ser más abiertos a las responsabilidades sociales y más centralizados y rígidos en lo que se refiere a la vida interna de la comunidad eclesial. En relación a las comunidades de base, directamente no existe ni euforia ni rechazo, sino indiferencia; postura que evidentemente afecta a las comunidades de base. Hay un ambiente menos favorable al proceso de descentralización teológico-pastoral, que las comunidades de base, necesariamente, deben provocar. Esto implica cansancio, rutina y dudas sobre la propuesta global de inaugurar -desde las comunidades de base- un nuevo modelo de Iglesia. Las iniciativas que, con el ritmo de Medellín y de Puebla, venían privilegiando la articulación latinoamericana, hoy se descentralizan hacia el nivel regional, diocesano y de base, dando la sensación de que se entra en una especie de diversidad desarticulada o de fragmentación.
n) Tensión provocada por el desgaste del lenguaje y de la novedad de las comunidades eclesiales de base. Las comunidades de base no se reducen solamente a América latina, ni son propiedad de la Iglesia católica. En las últimas décadas, ha habido una cierta socialización y universalización de las experiencias y del lenguaje de las comunidades de base, que fueron surgiendo en todos los continentes y en varias tradiciones evangélicas. La tensión aparece precisamente porque se coloca el rótulo de «comunidad eclesial de base» a cualquier esfuerzo comunitario, sin que sea realmente una célula del nuevo modelo de Iglesia.
Conclusión
Acontece con las comunidades eclesiales de base algo semejante a las estaciones: son primavera y prometen mucho. «A veces son calientes como el verano (por su profetismo, por sus luchas en favor de la justicia); muchas llegan a dar frutos sabrosos como en tiempo de otoño; no faltan en las comunidades de base los tiempos de invierno -de profundización, de espera- cuando se mueren los insectos malignos y todo lo que es accidental se cae, para que lo fundamental se afirme y resista, conservando la vida»7. Esta es la razón por la que se dice que, en muchas partes, las comunidades de base son una realidad significativa que anuncia una nueva primavera y promete una cosecha abundante.
Las comunidades de base son frecuentemente un desafío a las viejas instituciones y provocan conflictos sociales y eclesiales. Aun cuando parecen perderse entre los que forman el reverso de la historia, ellas permiten a las personas abrir las ventanas a horizontes más amplios y alimentan la increíble esperanza de que habrá un día en que todos, al levantar la vista, verán qué reina sobre la tierra la libertad, la comunión, la paz y el amor (cf J. A. Labordeta).
La comunidad eclesial de base es propuesta, lucha y comienzo del proyecto del Señor: 1) para el renacer del día de la paz, cuando las mesas queden repletas de pan; 2) para conseguir la fraternidad y derrumbar las barreras de las divisiones y de las fronteras injustas y exclusivistas, y 3) para lograr el triunfo del tiempo de la verdad y de la justicia, donde no exista ni el odio, ni la sangre, ni la miseria. Los rosales florecerán, los jazmines inundarán el mundo con la fragancia de su perfume. La acción de gracias y la fiesta no dejarán sitio a las lágrimas. Cuando finalmente todos los caminos converjan en él… y «Dios lo será todo en todas las cosas» (lCor 15,28).
NOTAS: 1. Las comunidades eclesiales de base, siendo numerosas en toda América latina, tienen, sin embargo, una historia y un camino bien distintos en cada país. Las comunidades de base de Brasil, México y Chile, con una tradición de largos años, son distintas de las del Caribe inglés y francés, con pocos años de existencia. La práctica comunitaria de Brasil no es semejante a la del Perú. Las comunidades eclesiales de base de Nicaragua, de Guatemala y El Salvador, que pasaron por una situación de guerra, poseen una fuerte experiencia martirial. Las de Honduras están unidas a la importante experiencia de los Delegados de la palabra de Dios. Las de la Guayana inglesa surgen en un país de mayoría hinduista. Las de Belice nacieron recientemente. Las de Jamaica se abren camino en un país donde los católicos son menos del 10% de la población. Las de Bolivia (Amara, Quechua, Minas, la región amazónica y las periferias urbanas) son marcadamente distintas. Las de Argentina, en general, están más concienciadas; en Colombia, el conflicto con la jerarquía es más frecuente. Hay también diferencias entre las comunidades de base de cultura moderna, las de cultura indígena y las afroamericanas. – 2 Puebla 1147 habla del pobre como sujeto activo de evangelización y, en el 1146, dice que los que han sido ayudados, se sienten capaces de asumir por sí mismos su propio proceso de liberación evangélica. – 3. «Los ministerios eclesiales de los hijos/as del pueblo en el corazón de la Iglesia, significan el rescate de las dimensiones, acciones, funciones y vitalidad del cuerpo total. El cuerpo también actúa, en funciones ciertamente propias, intransferibles y no asumibles por la cabeza. En un sentido más exacto, la cabeza no confía funciones al cuerpo, ni ministerios a los laicos. Ella dirige y dinamiza la ministerialidad total de un cuerpo integralmente animado por el Espíritu de Jesús» (cf A. PARRA, Los ministerios en la Iglesia de los pobres, Vozes SP, 1991, 186). – 4. Cf UUS 77, 99. – 5 A pesar de las dificultades originadas por el fundamentalismo de algunos grupos evangélicos y pentecostales, en varios lugares de Europa y Estados Unidos, existen las comunidades de base denominadas ecuménicas, que representan un nuevo tipo de expresión eclesial. – 6. «La comunicación instantánea con cualquier parte del mundo, la inducción a decisiones inmediatas y emocionales, no reflexionadas ni maduradas, lleva a considerar provisionales y pasajeras todas las actitudes y a dar como imposible un compromiso estable y definitivo». -7. D. Julio Labayén, obispo en Filipinas, citado por Margaret Hebletheite, en una serie de trabajos en la revista The Tablet, Londres, 16 de abril, 435-436; 23 de abril, 465-467; 30 de abril, 498-499; 7 de mayo, 527-530.
BIBL.: AA.VV., Comunidades de base y expresión de la fe, Estela, Barcelona 1970; AA.VV., Comunidad de base y prospectiva pastoral en América latina, IPLA, Bogotá 1972; AA.VV., Comunidades de base, Marova, Madrid 1971; AA.VV., Comunidades de base, Concilium 104 (1975); ALONSO A., Comunidades eclesiales de base, Sígueme, Salamanca 1970; BARBE D., En el futuro, las comunidades de base, Studium, Madrid 1974; BOFE L., Eclesiogénesis. Las comunidades de base reinventan la Iglesia, Studium, Madrid 1980; DELESPESSE M.-TANGE A., El resurgimiento de las experiencias comunitarias, Mensajero, Bilbao 1971; LEPAGE L., Las comunidades, ¿sectas o fermentos?, Mensajero, Bilbao 1972; WESS P., ¿Cómo se llega a la fe? Comunidades de base eclesiales, Herder, Barcelona 1986.
José E Marins
M. Pedrosa, M. Navarro, R. Lázaro y J. Sastre, Nuevo Diccionario de Catequética, San Pablo, Madrid, 1999
Fuente: Nuevo Diccionario de Catequética
SUMARIO: I. Panorama de las comunidades eclesiales de base: 1. Hacia la unidad terminológica; 2. Origen de las comunidades eclesiales de base: a) Origen histórico, b) Origen ideológico; 3. Composición sociológica; 4. Extensión; 5. Concepto indeterminado de comunidad – II. Problemática de las comunidades eclesiales de base: 1. Problemática psicológica; 2. Problemática sociopolítica: a) Compromiso cristiano, b) Política y policracia, e) Instancia critica de la sociedad; 3. Problemática eclesial: a) Convivencia con los poderes injustos, b) Grave deficiencia en su misión evangelizadora, c) Mantenimiento a ultranza de estructuras caducas; 4. Problemática espiritual: a) Abiertos al Espíritu, b) Encuentro con la palabra, c) «Oración comunitaria» y «eucaristía doméstica». Conclusión.
Dentro de la experiencia comunitaria mundial de los últimos años, en el pueblo cristiano se ha sentido también la tendencia masiva, o al menos amplia, a unirse los cristianos en pequeñas comunidades. La existencia de las mismas es respuesta a la problemática del momento. En pocas circunstancias como en ésta puede decirse que los cristianos han sido rápidos e intuitivos, han sintonizado con la situación en que vivían.
Aún es pronto para trazar la historia externa e interna de este movimiento. Como veremos, apenas si va llegando a la mayoría de edad. Ello reclama la prudencia y sensatez necesaria para que no predomine el sueño adolescente a la hora de acercanos a esta historia. No obstante, sí es posible establecer ya, sobre un esquema y unas bases aceptables, las lineas maestras de lo que llamamos comunidades eclesiales de base.
1. Panorama de las comunidades eclesiales de base
Procedamos hacia el interior de estas comunidades acercándonos desde el exterior, desde datos que pueden parecer periféricos, pero que resultan insustituibles y sumamente reveladores:
1. HACIA LA UNIDAD TERMINOLí“GICA – Hay quien sitúa el bautismo -no el nacimiento- de estas comunidades cristianas de base en Francia. Es un detalle que no vamos a verificar detenidamente. Sólo indicamos que en los comienzos de este movimiento eclesial pulularon una buena serie de nombres y adjetivos, todos ellos expresando de algún modo la intuición que sus mentores llevaban dentro, y a veces también la aversión que sus enemigos les manifestaron ya desde los comienzos. Así, se habló desde esos comienzos de comunidades «subterráneas», «nuevas», «ácratas», «salvajes», «de fe», «responsables»; se habló de grupos «proféticos», «informales», «de misión», «de reflexión», «espontáneos»; se habló de «fraternidades», «comunas», «células», «equipos», etc.
Posteriormente, los nombres se fueron decantando y ciertamente ha prevalecido la denominación Comunidades eclesiales de base’ (= CEB).
2. ORIGEN DE LAS CEB – Vamos a referirnos al origen histórico y también al origen ideológico.
a) Origen histórico. Al hablar del origen histórico no puede ser silenciada una prehistoria notable: los movimientos comunitarios de otros siglos, concretamente de los ss. xi-xii, que respondieron a impulsos parecidos. Las CEB perderían una perspectiva histórica que necesitan si olvidasen esa vieja dinastía de la que son herederos, aunque no miméticos seguidores.
Si nos acercamos más al origen inmediato, encontraremos dos acontecimientos con sus fechas concretas y precisas que están en la base de este resurgir comunitario. El primero de esos acontecimientos es el concilio Vat. II: «En lontananza -confiesan las mismas comunidades- se vislumbra el impulso del Vaticano II… Probablemente ahora queda atrás, pero ahí está el impulso inicial». Esta confesión podrían hacerla suya también muchas CEB que ya con anterioridad al segundo acontecimiento, que inmediatamente mencionaremos, eran preocupación y tenían entidad en la Iglesia.
El segundo acontecimiento es el mayo francés de 1968. Es el año de la contestación no sólo estudiantil ni sólo francesa. Fue una contestación mundial y a todos los niveles. La influencia y el impacto que tales sucesos causaron se vieron inmediatamente en la vida comunitaria. Una existencia más crítica y desenfadada pedía nacer o se daba a sí misma nacimiento. Puede ser sintomático, a este respecto, que publicaciones sensibles a los movimientos de los tiempos comiencen precisamente en ese año a llamar la atención sobre las comunidades de base y sus relaciones con la contestación. Un tabú había desaparecido, abriendo la puerta a una existencia nueva.
b) Origen ideológico. Una de las comunidades se expresaba así: «La idea de formar entre nosotros una comunidad de base ha nacido de tantos acontecimientos, que nos es no solamente imposible relatarlos todos, sino incluso recordarlos»‘. En efecto, no existe sólo una motivación, a no ser que deseemos manipular el sentido más profundo de estas comunidades. Manuel Useros Carretero ha enumerado, en general y buena síntesis, estas cinco razones, que captan con bastante realismo las cosas: «nueva conciencia eclesial» (pp. 47-49); «renovado sentido de la personalidad y de la fraternidad cristiana» (49-52); «insuficiencias y deficiencias del establecimiento sociológico de la Iglesia» (52-53); «proceso de descristianización y de secularización» (53-54); «preferencia por el anonimato y salvaguarda de la intimidad» (54-56).
A estas razones, de indudable interés y sociológicamente claras, hay que añadir otras dos. Por una parte, debe recordarse la «utopia» en su más profundo significado religioso y teológico. Un buen conocedor del movimiento de las CEB ha podido decir: «La comunidad es el camino de la utopia. Por otra parte, no podemos olvidar el «snobismo». También aquí se ha podido escribir desde dentro, desde la experiencia de las comunidades de base: «No cabe duda alguna que en ello [en el nacimiento de las comunidades] se muestra una cierta ‘embriaguez de lo nuevo’, un demonio de la distracción, de la destrucción, que actúan conjuntamente».
3. COMPOSICIí“N SOCIOLí“GICA – Para algunos, las CEB deben tener una relativa homogeneidad». Para otros, en cambio, esto es imposible y contraproducente: «Estos grupos buscan lo más posible la heterogeneidad». Algunos afirmarán incluso que «lo propio de una comunidad es ser heterogénea».
La vida concede más credibilidad a esta segunda tendencia. En las CEB existentes no se da número ni preciso ni aproximado de participantes. Mientras hay comunidades de tres o cuatro miembros, las hay también de 50 y hasta de 220 y 500″. Hay quien considera número más o menos ideal unas doce personas; en cambio, para otros este número es demasiado pequeño». Tampoco existe una edad comunitaria: en las comunidades coexisten todas las edades, desde los niños hasta los ancianos. No hay tampoco un estado comunitario: en una misma comunidad conviven religiosos, religiosas, casados -con sus niños- y laicos célibes. Más aún, hay quien piensa que éstas deberían ser las comunidades preferidas, pues ellas manifiestan mejor la plenitud eclesial al presencializarse entre ellos y en el mundo, comunitariamente, la multiforme gracia del Espíritu, que reparte a cada uno como quiere». Falta también la profesión común, la categoría social uniforme, la nacionalidad e incluso idéntica fe. Hay CEB de tipo ecuménico. Y algunas de mucho renombre.
4. EXTENSIí“N – No parece posible hacer un mapa de las CEB. Puede, ciertamente, afirmarse que es un fenómeno muy extendido en Europa y América del Norte, que comienzan ya a contar en Africa y que son legión en América Latina». Ya en 1972 se podía afirmar, referido a España: «En España hay una gama de comunidades de base… que está repartida prácticamente por todas las diócesis. Con frecuencia uno cree asistir a un pugilato en favor de una mayor radicación de comunidades en diversas ciudades. Tal es el número de las mismas que nos presentan. Y eso que, al menos en América Latina, predominan sobre todo en el campo.
5. CONCEPTO INDETERMINADO DE COMUNIDAD – Es muy difícil precisar la definición de algo vital. Y esto es lo que sucede con las CES. Por eso no extraña leer que los asistentes a una Semana de Teología no logran ponerse de acuerdo sobre el significado de comunidad cristiana de base. Como tampoco extraña el hecho de que se camuflen y escondan tras esta denominación movimientos que a otros les parece no tener nada que ver con lo que a primera vista indican. Tanto desde la derecha como desde la izquierda, parece que la imprecisión conceptual está siendo para muchos el refugio en el que disimular su derechismo o su izquierdismo.
Hace no muchos años todavía el calificativo comunitario se reservaba para el tipo de vida consagrada en la Iglesia a través de los tres votos religiosos. Sólo cuando la categoría de «comunión» empezó a popularizarse como categoría eclesiológica, pasó a las distintas iglesias locales, e incluso a los grupos particulares dentro de una misma iglesia local.
Antes se hablaba de grupos, y hoy todavía resulta difícil saber cuáles son los elementos que hacen de un grupo una comunidad, y más aún una CEB. Es más fácil escuchar o leer que «el vocablo se ha convertido en mito y se emplea y desvirtúa para aplicarlo a experiencias alejadas de todo espíritu comunitario y de base, que definir adecuadamente lo que es realmente esa comunidad y esa base, o esa comunidad de base. Incluso encontramos una dificultad importante precisamente en nombre mismo de la base. Porque la base cambia, y lo normal es poner acentos distintos según esa base, aunque siempre Dios esté en ella».
Entre las muchas descripciones manejadas me quedo con esta de L. Boff, que no sé si ha querido realmente retratar por encima lo que son las comunidades de base: «Una participación más vital e íntima de los miembros, insertos en una misma realidad más o menos homogénea, viviendo la esencia del mensaje cristiano que es la universal paternidad de Dios, la fraternidad con todos los hombres, el seguimiento de Jesucristo muerto y resucitado, la celebración de la Resurrección y de la Eucaristía y la construcción ya iniciada en la historia del Reino de Dios, que es el de la liberación del hombre todo y de todos los hombres.
De momento, dejémoslo aquí. Nos hemos ido acercando desde el exterior a lo que sospechamos es una comunidad cristiana de base. Por el momento es suficiente. Encontraremos en lo que sigue un análisis relativamente amplio de lo que encierra esta definición o descripción. Aunque hay que advertir que también las CEB son bastante distintas y que lo normal es que no todas se encuentren formalmente en otras. Pasa lo mismo que en otros tipos de comunidades (v. gr., comunidades religiosas) de una historia más larga y decantada: a veces no parecen de la misma familia.
II. Problemática de las comunidades eclesiales de base
A cuatro grandes capítulos puede reducirse la problemática de las CEB. Cuatro capítulos que encierran dentro de sí otros muchos, como podrá observarse. Aquí, por tratarse de un diccionario de espiritualidad, concederemos una importancia particular a esa problemática, aunque conviene advertir desde el principio que nada de lo que es humano, personal o estructuralmente, es ajeno a la espiritualidad. Desde todos los puntos de vista, y desde contextos muy diversos, podemos contribuir a pulir el concepto de espiritualidad.
1. PROBLEMíTICA PSICOLí“GICA – En un orden lógico, el primer problema que cabe destacar es el de posibles motivaciones inconscientes de las que surge una CEB. La comunidad, por esta razón, puede estar ya en principio bloqueada o puede estar encauzada. La pregunta clave que tiene que hacerse la comunidad, en este sentido, es la siguiente: ¿Qué mundo psicológico manifiesta la comunidad o de cuál es producto?».
Otro problema, origen de muchas quiebras (siempre en el aspecto psicológico), es la heterogeneidad de la comunidad. Conviene no olvidar que esta heterogeneidad se da incluso allí donde se ha buscado y deseado la homogeneidad. Porque la heterogeneidad no está tanto en los elementos externos, que sin duda son elementos de diferenciación psicológica, como en la diversidad de otro tipo más íntimo. En este sentido, las comunidades confiesan con naturalidad: «Hemos tenido las dificultades de orden interno que puede tener cualquier grupo que se integra de personas de distinto carácter, formación, disposición y sexo. Otro condicionamiento, quizá complementario, es el de las relaciones interpersonales. Como se sabe, éste es el elemento central en la vida de todo grupo primario -y una comunidad lo es-. Toda comunidad aspira a una íntima participación interpersonal, e incluso el movimiento moderno, más moderno cuanto más compuesto por jóvenes -que son quienes más abundan en las CEB-, acentúa más esta comunidad total. Además de los problemas, incluso de índole moral, que esta tendencia plantea», es evidente que la consecución de esta meta implica una caída radical de las propias barreras no sólo de inhibición, sino incluso muchas veces de intimidad. Y esto es muy difícil de lograr técnicamente. Sobre todo en ambientes cultivados, que también debieron ser propicios a las CEB -y también lo son de hecho-, aunque no sean los preferenciales
A esta problemática, de tipo general, aunque no por ello menos importante, habría que añadir, dentro del aspecto psicológico, otras dificultades más concretas. Se piense, por ejemplo, en la figura del líder. Es una cuestión vital, que acentúa su dificultad cuando se entra en el mundo eclesial. Las CEB que fácilmente se han visto sin líderes jerárquicos -y que en cierta manera han nacido de su escasez, o han tenido o querido caminar un poco sin su compañía-han tenido que confesar que aquí estaba una de sus dificultades centrales, y que no logran superar. Porque la figura del líder es muy compleja e implica resortes psicológicos y culturales que no se improvisan.
Para superar estas dificultades se ha acudido a las más modernas técnicas psicológicas, psicosociológicas o socio-psicoanalíticas. Ello no ha contribuido siempre a la solución de los problemas que plantea la convivencia. Y no sólo en cuanto no se está de acuerdo en el momento en que debe utilizarse el planteamiento técnico de la comunidad: si en los comienzos, para que la comunidad nazca sana, o al final, cuando la comunidad ha encontrado un centro de atracción, sino quizá, sobre todo, porque hay aspectos de una vida en los que la técnica, una cierta técnica, revela las deficiencias y limitaciones de toda andadura humana. Con frecuencia las CEB han tenido que romperse porque en su seno ha nacido, a pesar de toda la buena voluntad, un nuevo fruto, que es la herida incurable en la gama de sentimientos internos que hace insufrible la convivencia seria y profunda.
2. PROBLEMíTICA SOCIO-POLíTICA – Aspecto este de suma importancia, y progresivamente más interesante desde el momento en que se asumen ya con naturalidad en la vida cristiana y en la espiritualidad las mediaciones políticas [>Mediaciones]. Es un dato reciente, que no puede quedar al margen de la consideración espiritual por más tiempo.
Tres son las ideas en torno a las cuales parece girar todo el comportamiento socio-político de las CEB:
a) La primera idea es la del compromiso cristiano. Las CEB no aceptan una especie de gueto ideológico, en el sentido de que existan para encarrilar su vida espiritual en los momentos de las reuniones que celebran. Las reuniones fuertes son necesarias, imprescindibles, pero no están cerradas a la vida. La vida es el desarrollo normal en el mundo de esas mismas reuniones. Por otra parte, las CEB han abandonado la dicotomía cuerpo y espíritu, orden material y espiritual, religioso y profano, etc. Intentan «traducir la palabra de Dios en los actos de cada día». Quieren que esta palabra ilumine todas sus acciones y actuaciones, e intentan, abierta o solapadamente, llevar esta iluminación a todo el mundo.
b) La segunda idea es la preocupación por la política y el despego de lapolicracia». Las CEB no quieren ser un partido político, ni nuevo ni viejo. Es evidente que pueden tener, y tienen, sus preferencias en cuanto a los políticos, pero no las tienen en cuanto policratas. Esto es al menos lo que ellas dicen, y a su testimonio nos atenemos una vez más.
c) La tercera idea es ésta: las CEB son una instancia crítica de la sociedad. Es decir, las comunidades cristianas de base, partiendo del Evangelio, leído en las mediaciones reales de la existencia, se han formado una idea acerca del modo concreto de llevar adelante la sociedad y están dispuestos a contestar cualquier criterio o realización que no vaya de acuerdo con esas ideas o programa. Más aún, convencidos de que la fidelidad al Evangelio les pide que sean intransigentes a la hora de juzgar ciertos programas y actuaciones, no admiten fácilmente las componendas que los poderes de este mundo establecen para que las cosas no cambien, renunciando así a lo que debe ser encarnación progresiva del Reino de Dios, que se predica y debe actuarse especialmente en los pequeños y los pobres en la liberación de sus múltiples ataduras.
Estas ideas han propiciado a las CEB unas acusaciones sociales que se perpetúan, sobre todo en las naciones en que la política es más sórdida y oscura, más ligada a la corrupción casi permanente de sus estructuras, y que suelen coincidir precisamente con las de confesionalidad más católica, lo que aumenta la rabia y rechazo profundo de las comunidades cristianas de base. En esto América Latina tiene la parte más importante.
Las fuerzas socio-políticas han sabido catalizar la contestación de estas comunidades por el camino de la acusación comunista. Las acusarán de «agitadores comunistas», cosa no siempre falsa, al menos en las palabras, ya que las mismas comunidades confiesan, a veces, tener «aspiraciones cristianas y marxistas», o que sus miembros «frecuentemente están marcados por el marxismo y, en general, por el ideal revolucionario». Otras muchas veces no sucede esto, aunque casi siempre pueda decirse que profesan ideas de izquierda, unas ideas que no sólo se profesan compatibles con el espíritu del Evangelio, sino que se presentan como las únicas que responden al Evangelio, o que al menos son perfectamente compatibles con él.
3. PROBLEMíTICA ECLESIAL – Hay que recordar en este momento que las CEB, precisamente por ser cristianas, con quienes más relaciones mantienen es con la Iglesia institucional.
Por eso no es extraño que su principal problemática -sea o no la más abundante- sea la eclesiástica o eclesial. Y también la más enrarecida, al menos en muchas circunscripciones, a pesar de las «generosas» muestras de afecto de muchos obispos y la «benévola» aceptación de las mismas por altas instancias de la jerarquía».
Es cierto que no todas las CEB son idénticas. Pero sería difícil no constatar un denominador común. A pesar de que alguien haya podido decir desde dentro de estas comunidades: «Conozco comunidades que viven plenamente de acuerdo con la jerarquía y la parroquia’ -expresión que ya encierra una amplia negatividad-, otros testimonios, probablemente más históricos y sociológicamente más importantes, señalan: «En casi todos los lugares surgen grupos espontáneos que, por lo general, no tienen en común más que su rechazamiento de las instituciones eclesiales tal cual son, expresado de maneras diferentes». Hay comunidades concretas que no tienen reparo en confesar: «Todos somos personas al margen de las iglesias existentes’.
El origen de esta contestación eclesial, casi siempre fuerte, aunque no uniforme, está en el descubrimiento de un nuevo rostro de la Iglesia y del cristiano. Este descubrimiento, en un ambiente ya de por sí contestatario como el de los tiempos modernos -sobre todo frente a los órganos presidenciales de cualquier tipo de sociedad-, produce «un juicio crítico a menudo implacable»». Esto no quiere decir que se pueda hablar de rupturas públicas, inmediatas y masivas. Las rupturas, desgraciadamente -porque la ruptura es siempre destructora-, se dan. Pero, en general, antes han mediado «repetidos intentos de actuar dentro de las estructuras establecidas»
Tres son las acusaciones fundamentales lanzadas contra la Iglesia y de donde surgen los problemas:
a) Convivencia con los poderes injustos, tanto de la política, de la economía como de cualquier otra fuerza social de mantenimiento de las estructuras opresoras de clases menos pudientes y más abandonadas secularmente.
b) Grave deficiencia en su misión evangelizadora al no transmitir a los hombres su esencia misionera y salvadora universal: «La Iglesia, en la medida en que ha perdido su capacidad de conversión incesante y de auténtica evangelización, se ha ido conformando insensiblemente con un `bautizo superficial -pero tremendamente eficaz como sanción sacralizante- de la ideología socio-política dominadora de Occidente y del paganismo servil y fatalista de los pueblos aborígenes».
c) Mantenimiento a ultranza de estructuras caducas de la Iglesia, con el consiguiente desfase de la normativa eclesiástica y la permanente vivencia de ideas y cuadros del pasado.
Es quizá esta tercera acusación la más repetida y desmenuzada, sobre todo en América Latina, donde las estructuras eclesiales son radicalmente incapaces -incluso por falta elemental de medios y personal- de seguir el amplio movimiento de las CEB. Nos detenemos a enumerar algunas de las críticas, generalmente acompañadas de propuestas y a veces de realizaciones consumadas ante el silencio de las autoridades eclesiásticas:
– Ataque a la presencia aún inquisitorial y totalitaria de los obispos, quienes hacen y deshacen, quitan y ponen a su antojo, amparados en un discutible derecho divino, que ignora las más elementales formas democráticas en que civilmente se vive o por las que se suspira -según los lugares en que estas comunidades están asentadas- y trabaja denodadamente.
– Fuerte rechazo de las actuales estructuras de la vida parroquial. La parroquia urbana, en el sentido tradicional, no puede mantenerse ya. Las comunidades de base prescinden de ella por anacrónica.
– Revisión a fondo de la marginación cultual de la mujer, del sacerdocio de los fieles y del estatuto de vida sacerdotal». Es éste un tema profundamente conflictivo, y que lo será más en el futuro. Ya hay comunidades que han comenzado aceptando, sin más, la celebración de sacerdotes casados -evidentemente como presidentes-.
– Libertad profética en la celebración de los sacramentos y muy especialmente en la celebración de la Eucaristía. En general, se piensa que se puede hacer lo que se quiera, con tal que lo que se quiera esté bien hecho. Es una libertad que existía en la primitiva comunidad cristiana, que se fue perdiendo por un sentido de uniformidad universal y de comunión vista jurídicamente. Las eucaristías piratas -tan frecuentes- tienen su encarnación más importante en las CEB.
– Intercomunión cristiana. Nuevos y profundos, aunque quizá incompletos, aspectos de la comunión eucarística postulan, en las CEB ecuménicas -que son muchas-, una profunda revisión de las normas vigentes.
La lista de problemas es amplia; y no podría decirse que es sencilla o de escaso valor. Prácticamente se pone en juego casi toda una institución secular, tímida ante los cambios, y difícil en el aggiornamento.
4. PROBLEMíTICA ESPIRITUAL – Para un diccionario de espiritualidad -lo insinuábamos antes- esta problemática es fundamental. Indicábamos también antes, y queremos acentuarlo ahora, que nada de lo que precede es ajeno a una espiritualidad que quiera no ser abstracta o aérea, más destinada a los pájaros o los ángeles que a las personas de carne y hueso, presentes en un mundo concreto que juega con realidades [>Historia de la espiritualidad].
Y es precisamente en esta visión amplia y concreta, realista y personal de la espiritualidad donde podemos constatar sin complejos, desde la fe cristiana, una dimensión más, la dimensión trascendente, que se incorpora y ensambla con las restantes, configurando al nuevo cristiano, que tampoco aquí quiere hacer dicotomías ni andar chato por la vida.
Nos parece que los aspectos más importantes de esta dimensión pueden ser los siguientes:
a) Abiertos al Espíritu Santo. Hay dos hechos importantes en las CEB que dicen una íntima relación con la presencia del Espíritu en su interior. El primero es la relación de estas comunidades a las primitivas comunidades cristianas, nacidas el mismo día de Pentecostés al soplo del Espíritu. Muy poco tendrían que haber penetrado en ellas -en contra de lo que son sus múltiples referencias- para no captar el puesto que concedían al Espíritu Santo, principio, sostén y guía de las mismas». Esta ignorancia es improbable en un tipo de vida que, como veremos, dedica sus primeras energías al conocimiento de la palabra de Dios.
El segundo hecho es la referencia de estas comunidades al concilio Vat. II,como ya dijimos. Independientemente de la pobreza o riqueza pneumatológica del concilio, es evidente que ciertas afirmaciones y el reconocimiento de los carismas del Espíritu suponen una primera piedra de importancia. El hecho mismo de que muchos conozcan a esas comunidades con la denominación de «grupos proféticos» ya dice algo. Antes del concilio hubiera sido una expresión insólita. Admitida y exaltada la dimensión «profética» de todo cristiano, ya es otra cosa. Y no puede olvidarse la relación que todos instintivamente establecemos entre profetas y Espíritu Santo, que habló por ellos.
Pero, indudablemente, la prueba más patente e importante de la apertura de las comunidades al Espíritu es la conciencia de las mismas comunidades. Estas han nacido unas veces al observar «una Iglesia más preocupada por el cumplimiento del derecho canónico que por el soplo del Espíritu». Otras veces tienen ellas mismas la convicción de que nacen «en la emulación de los diferentes llamamientos del mismo Espíritu», de que «se está realizando una obra del Espíritu»; «yo me pregunto -dirá un tercero- si el Espíritu no nos está invitando de este modo a desarrollar nuestra noción de Iglesia». Hay, pues, conciencia del Espíritu en el nacimiento de las comunidades, y la hay también, que es más dificil y significativo, en la muerte de las mismas: «Después de madura reflexión y de haber orado al Espíritu, se decidió poner fin a las actividades de la fraternidad».
Es al Espíritu a quien se acudirá para pedir comprensión frente a situaciones que sin él no son comprensibles. Una persona que informa sobre el intento de vida comunitaria de una religiosa juntamente con dos mujeres divorciadas (con tres niños cada una), puede escribir estas palabras: «Como estáis acostumbradas a ver al Espíritu soplar donde él quiere, nada os podrá asombrar. Nacimientos duros, defunciones penosas, que nacen y mueren por y para el Espíritu. Y comunidades que continúan existiendo por el mismo Espíritu: «¿Cómo podrían continuar amando y sirviendo si no estuvieran convencidos de que su trabajo ha de continuar mientras el Espíritu tenga necesidad de ellos?».
Parece que la presencia del Espíritu es fuerte en las mismas reuniones, no siempre fáciles, de unas comunidades que tienen que habérselas con los difíciles problemas que antes hemos enumerado en los diversos cambios: «Las reuniones, tanto a nivel de responsables como a nivel de una pequeña comunidad, nos enseñan que los resortes humanos no son los únicos que están en obra, sino que entra en acción por todas partes la fuerza de Dios, que es el Espíritu Santo». Nada tiene de extraño, en este ambiente, que pueda decirse con una conciencia serena y convencida: las CEB son un «humilde fenómeno suscitado por el Espíritu».
b) Encuentro con la Palabra. Los miembros de las comunidades, y sus dirigentes, captan pronto la superficialidad con que el cristiano entiende sus valores fundamentales y la insuficiencia cristiana con que este hombre puede enfrentarse a la vida desde una perspectiva evangélica. Y se pone manos a la obra rápidamente. La prueba más clara aparenta ser las discusiones de grupo, pero no lo son (aunque no se niega ese valor formativo que tienen). La mejor prueba es el-catecumenado cada vez más exigente y presente desde sus comienzos en las comunidades de base80. Por eso, quizá no esté lejos de la verdad quien dice, hablando de estas comunidades, que «su fuerte es la formación», o que en ellas se da un verdadero «bombardeo intelectual». Y, desde luego, se concede mayor importancia a la palabra que al sacramento.
La palabra es leída desde la vida y para la vida; no desde la abstracción y para la abstracción: «Para nosotros, la fe está en la aceptación del mensaje de Jesús. Lo que pasa es que ese mensaje se entiende desde la vida. «Se trata de releer el Evangelio a partir de la vida real. Se pretende contrastar la fe con la propia experiencia, «buscar el modo de resolver los problemas de la sociedad partiendo del Evangelio’, formarse unos «criterios [que] han surgido de la confrontación Biblia-vida»». Por eso dentro de la general valoración y estima de la Palabra de Dios, tiene todas las preferencias una «profundización de los temas evangélicos inherentes a nuestro tipo de vida.
Es cierto que no todas las CEB se acercan a la palabra de Dios con el mismo bagaje e idéntica metodología. Hay comunidades que pueden dar la impresión de que van a acabar especulando e ideologizando el cristianismo. Cabe, no obstante, observar una seria diferencia entre el acercamiento de estas comunidades y el de las personas que pasan por científicas, sin más. Copiamos un testimonio que creemos de interés y que puede representar acercamientos serios, no especulativos: «Había que empalmar con la cultura profana y tratar de interpretarla a la doble luz de la palabra evangélica y de la experiencia vital del pueblo, del que frecuentemente los grandes pensadores no son más que sus catalizadores. Aspirábamos a ir construyendo sin prisa, y con ayuda de otras comunidades, una cosmovisión en la que entraran, sin confundirse, pero sin separarse, los conocimientos científicos, filosóficos y teológicos, como tres modos legítimos e independientes de acercarnos a la realidad (…). En todo nuestro estudio…, es Cristo quien da sentido a toda nuestra visión del mundo, el hombre y la historia, y a la vez quien nos revela el contenido último de la existencia, como Dios-para-nosotros, y cuyo nombre es comunión». Independientemente de la actitud que se adopte ante las CEB o ante algunos aspectos de las mismas, es evidente que este programa de acercamiento a la palabra de Dios dista mucho de acercamientos abstractos o puramente «científicos».
c) «Oración comunitaria» y «eucaristía doméstica». La oración, cuyo centro cristiano es la eucaristía, es un «punto de convergencia de la mayor parte de los demás aspectos del complejo fenómeno religioso». Secularmente se tiene como manifestación de un espíritu cristiano profundo y hondo, que puede caminar adelante, cualesquiera que sean los problemas en los que uno viva envuelto. Ante la imposibilidad de enumerar aquí otras muchas dimensiones espirituales, hemos creído interesante detenernos en este aspecto, que para la espiritualidad, en cualquiera de sus comprensiones, tiene indudable importancia.
Ciertamente hay comunidades más contemplativas, como también comunidades que, sin serlo especialmente, conceden una gran importancia a la oración. Pero puede afirmarse que la oración, sobre todo en su dimensión comunitaria, está presente en las CEB. Llegan momentos en que la comunidad confiesa con naturalidad: «Orar era una necesidad. Como se confiesa la «necesidad de frecuentes encuentros», se afirma también la necesidad «de la oración, porque Dios es el primero en la comunidad y es él quien le da sentido’. Ante posibles tentaciones de retraimiento, los más lúcidos mentores de estas comunidades no han dudado en afirmar: «Las comunidades de base que no cultiven un auténtico espíritu de oración individual y colectiva, no solamente ponen en peligro su identidad cristiana, sino que hacen un pésimo servicio a los intereses revolucionarios de la base tour court». Y no se trata de una oración seca ni de una oración puramente horizontalizada; al menos en los origenes de estas comunidades. No deja de ser curioso que ha sido precisamente en estos ambientes donde ha germinado y nacido un concepto de oración cristiana que hoy llama la atención y que puede ser firmada por la teoría y experiencia cristiana más decantada: «La oración es una experiencia de gratuidad». Quizá muchos, que han mirado a las comunidades de base con ojos superficiales (e incluso comunidades en sí superficiales), no pensaron que esto fuera así. Pero lo es.
Y dentro de esta oración, el centro es la eucaristía. «Una comunidad cristiana tendrá siempre necesidad del sacerdote y, sobre todo, si la comunidad es ferviente, de la celebración eucarística». No debe confundirse la fuerte resistencia de estas comunidades a la concepción tradicional de los ministerios -como antes indicábamos- con la actitud claramente positiva e ineludible de la presencia del sacerdote en ella. Hay muchas comunidades de base que no tienen sacerdote, sobre todo en América Latina. Pero su ausencia no se debe a una actitud de rechazo, sino a la indigencia ministerial y falta de sacerdotes. Precisamente si son estas comunidades las que se ponen con tanta dureza, es porque estiman que esa presencia es decisiva y no ven la posibilidad tradicional de tenerla.
¿Cómo es la eucaristía de las CEB? No hay esquema fijo y único, sin duda. El gran pluralismo que se observa en otros aspectos de las comunidades de base tiene también lugar aquí. No obstante, tres parecen ser las características predominantes:
†¢ Naturalidad y realismo en los símbolos. «El pan es pan; el vino, vino, del que se compra en la tienda y se bebe en las comidas; el lugar, el comedor, donde se hace la vida de familia y se tienen las reuniones con los militantes del barrio».
†¢ Carácter profético de la palabra. La palabra es muy importante en las CEB. Pedro Palabra se llama a Pedro Casaldáliga. Y la liturgia de la palabra también lo es. El Evangelio en Solentiname puede darnos una idea de cómo es esta liturgia de la palabra. Podemos hacernos una idea recordando la intervención de E. Cardenal en una de esas eucaristías al comentar Lc 23,27: «Le seguía mucha gente, y muchas mujeres que lloraban y gritaban de tristeza por él». Decía Cardenal a aquella gente sencilla con quien compartía la palabra: «Esas mujeres eran revolucionarias, y por eso se llegaron a meter allí y a solidarizarse con él. Y entre ellas iba su madre, la más revolucionaria de todas. Ella fue la que durante su embarazo había dicho: ‘Los poderosos serán derribados de sus tronos, y serán exaltados los humildes, los hambrientos serán llenados de bienes, y a los ricos se dejará sin cosa alguna’. Ella era revolucionaria y comunista antes que naciera Jesús. Esas ideas ella las había recibido de los profetas de la Biblia. Y esas ideas las mamó Jesús junto con la leche’.
†¢ Carácter pascual. La eucaristía es la conmemoración de la muerte y resurrección de Jesús como centro y símbolo de la presencia salvadora de Dios en el mundo. A esta experiencia tiende toda comunidad cristiana viva. La eucaristía es una profesión de fe cristológica, y en toda confesión cristológica es la Pascua la que se convierte en principio y lectura de la persona y la vida de Jesús. Esto lo exalta quizá sobre todo la cristología de América Latina por su preocupación por no desconectar la Pascua de los misterios de la vida de Cristo, peligro que parece ser corriente.
Quedan otros muchos aspectos relacionados con las CEB, porque éstas han removido prácticamente todas las aguas embalsadas durante siglos. Pero creemos que lo que precede presenta una panorámica suficiente.
Conclusión
Esquemáticamente hemos seguido este fenómeno posconciliar, que contesta una vida cristiana dormida, al tiempo que añora, busca, prueba nuevas dimensiones de la misma. Son muchos los problemas que estas comunidades suscitan, muchas las esperanzas, algunas indiferencias y también algunas condenas.
No vamos a sintetizar lo que precede, porque sintético es cuanto hemos escrito. Nuestra conclusión van a ser unas palabras históricas de la Conferencia de Puebla»: «Se comprueba que las pequeñas comunidades, sobre todo las CEB, crean mayor interrelación personal, aceptación de la palabra de Dios, revisión de vida y reflexión sobre la realidad, a la luz del Evangelio; se acentúa el compromiso con la familia, con el trabajo, el barrio y la comunidad local. Señalamos con alegría, como importante hecho eclesial particularmente nuestro y como ‘esperanza de la Iglesia’, la multiplicación de pequeñas comunidades. Esta expresión eclesial se advierte más en la periferia de las grandes ciudades y en el campo. Son ambiente propicio para el surgimiento de los nuevos servicios laicales. En ellas se ha difundido mucho la catequesis familiar y la educación de la fe de los adultos, en formas más adecuadas al pueblo sencillo» (629).
Es cierto que América Latina no es Europa. Es cierto que los americanos, por boca de personas sensatas, hablan de las «deficiencias burguesas de las comunidades de base de algunos lugares de Europa». Pero, en el fondo, las comunidades de base de todo el mundo tienen suficientes aspiraciones y experiencias comunes como para que puedan sentirse hermanas.
José Manuel Cordobés
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Fuente: Nuevo Diccionario de Espiritualidad