La sed de Dios en el corazón del hombre
El ser humano ha buscado siempre a Dios, y hasta le ha deseado ardientemente. En realidad, se trata de una «aspiración profunda» o de una sed de «una vida plena» (GS 9). Porque, al preguntarse sobre sí mismo, el hombre se pregunta sobre Dios de dónde viene y hacia dónde va. «El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre» (CEC 27). Si el ser humano se ha planteado siempre el tema de Dios como pregunta imprescindible, es señal de que su ser está abierto al ser trascendente que le ha creado. Las huellas de este ser supremo son imborrables del corazón humano.
La búsqueda de Dios por parte del hombre es continua, porque la autoconciencia de su ser espiritual le hace preguntar por la trascendencia. Nada de lo que el hombre consigue con su reflexión, si no es Dios, le da una respuesta suficiente. El «misterio» de sí mismo le va abriendo al «misterio» de Dios. El hombre, si no se abre al Trascendente, se convierte él mismo en un falso absoluto, una subjetividad absurda.
El hombre está en relación consigo, con los demás, con la naturaleza. Es un ser profundamente relacionado. Ninguna respuesta le satisface, si no es «Alguien» trascendente. A Dios se le aceptará solamente desde la relación con él. Por esto, al experimentar su propia contingencia, el hombre presiente que sólo trascendiéndose puede encontrar sentido a su vida. «Nos has hecho, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta encontrarte a ti» (San Agustín, Confesiones 1,1,8)
La búsqueda cristiana de Dios
La misma búsqueda de Dios es ya un encuentro inicial Dios se deja entender así, sembrando en el corazón la búsqueda de la verdad y del bien. El hombre «por su interioridad es superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones, y donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino» (GS 14). «Tú estabas más íntimo que mi mayor intimidad» (San Agustín, Confesiones, 3.6.11).
Si la búsqueda constante de Dios equivale a la búsqueda sobre el misterio del hombre, por la fe cristiana afirmamos que Dios ha desvelado el misterio del hombre por medio de su Hijo Jesucristo «Cristo nuestro Señor, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación» (GS 22).
En el momento en que el cristianismo entró en el centro de la cultura griega, Pablo, predicando en el areópago de Atenas, hizo mención de una «búsqueda de Dios», aunque fuera «a tientas» (Hech 17,26-28). A esa búsqueda, suscitada por el mismo Dios, responde Jesús con un constante «Yo soy» (Jn 4,26; 6,20ss; 8,12ss; 10,7ss; 11,25; 14,6ss; 15,1ss; 18,5-8).
Referencias Agnosticismo, ateísmo, conocimiento de Dios, contemplación, Dios, experiencia de Dios, religiones, ver a Dios.
Lectura GS 7-10; CEC 27-30, 2566; RMi 38.
Bibliografía AA.VV., El hombre y Dios ( BAC, Madrid, 1995); J. ALFARO, De la cuestión del hombre a la cuestión de Dios (Salamanca 1988); U. Von BALTHASAR, El problema de Dios en el hombre actual (Madrid 1960); P.E. CHARBONNEAU, El hombre en busca de Dios (Barcelona 1985); J. GOMEZ CAFFARENA, Lenguaje sobre Dios (Madrid 1985); J. ESQUERDA BIFET, Hemos visto su estrella ( BAC, Madrid, 1996) cap. IX,1; J. de S. LUCAS, Dios, horizonte del hombre ( BAC, Madrid, 1994); X. PIKAZA, Experiencia religiosa y cristianismo (Salamanca 1981); X. ZUBIRI, Naturaleza. Historia. Dios (Madrid 1978); Idem, El hombre y Dios (Madrid 1984).
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización