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Aunque desde el Vaticano II suele hablarse de Iglesias más que de ritos, esta noción sigue siendo importante, por más que sea compleja y a menudo confusa. La palabra «rito» aplicada a una Iglesia o a un grupo de Iglesias se refiere no sólo a su liturgia, sino también a su jurisprudencia y su espiritualidad (OE 3; UR 14). Por un lado existe el rito romano o latino de Occidente, suficientemente conocido, [aunque históricamente se han dado otros ritos latinos: el rito afro-latino propio de Cartago y norte de Africa; el rito ambrosiano que tuvo en Milán su centro y que continúa vigente en aquella diócesis; el rito galicano, propio de Francia; el rito céltico, propio de Irlanda, y el rito hispánico, propio de la España visigótica y restablecido recientemente, especialmente para la diócesis de Toledo.]
En Oriente había originariamente cinco ritos: el alejandrino, el antioqueno, el armenio, el caldeo y el bizantino. A excepción del armenio, todos ellos tienen a su vez ritos derivados o variaciones canónicas y litúrgicas. Desde el siglo XIII se ha insistido en la necesidad de preservar estos ritos y se han establecido impedimentos canónicos para el cambio de rito por parte tanto de los individuos como de las Iglesias (cf OE 4). Por el bautismo, una persona no sólo se hace cristiana, sino que además entra a formar parte de un rito canónico. En la Iglesia católica se reconocen dieciocho ritos canónicos, pero el número de ritos litúrgicos es mucho menor: el número depende de los criterios que se usen para distinguirlos.
El rito antioqueno se encuentra en el patriarcado de Antioquía y entre algunos sirios. Es quizá el más antiguo, que habría dado origen a todos los demás, debido en parte al prestigio de la Iglesia de Antioquía (He 9-11). En el siglo IV se puso empeño en consignar por escrito la liturgia para evitar las corrupciones y los elementos heterodoxos. El rito antioqueno es llamado a veces rito sirio occidental (para distinguirlo del sirio oriental o caldeo). En la Iglesia católica suele conocérsele simplemente como rito sirio. La estructura de su liturgia se parece algo a la liturgia romana revisada, salvo por las frecuentes letanías, la mayor extensión de las oraciones y la >epiclésis después de la consagración.
El rito antioqueno, según se dice, fue llevado a Egipto por san Marcos, donde se convirtió en el rito alejandrino. Este dio a su vez origen a varios ritos litúrgicos coptos en Egipto y Etiopía. El rito alejandrino es importante por su tradición monástica, que se remonta a san Antonio, el padre del desierto.
El rito armenio tiene su origen en san Gregorio el Iluminador (siglo IV), si bien el cristianismo llegó antes a Armenia. En los siglos IV y V se tradujeron al armenio las Escrituras y un buen número de obras patrísticas. Durante siglos el patriarcado armenio fue monofisita, al menos nominalmente. Desde el concilio celebrado en 1911, los armenios uniatas han tenido su propio código de derecho canónico. Su elaborada liturgia usa sólo una anáfora (la plegaria eucarística del rito latino); al parecer, deriva de la liturgia de san Basilio, pero con un montón de adherencias latinas que fueron suprimidas en el siglo pasado.
El rito caldeo se remonta al siglo V, cuando su katholikos se hizo independiente de la Iglesia de Antioquía. Ya antes la Iglesia de la Siria oriental había dado un >doctor de la Iglesia universal: san Efrén. La Iglesia se hizo nestoriana, al menos de nombre, pero ya en el siglo XIII se hicieron intentos de establecer la unión con Roma. Es difícil determinar cómo era el rito litúrgico antes del siglo V, pero parece enlazarse con el rito antioqueno. Prácticamente no ha cambiado desde el siglo VII. Tiene tres anáforas: la usada más frecuentemente es la de los apóstoles Addai y Mari; las rara vez usadas liturgias de san Teodoro de Mopsuestia y de san Nestorio los católicos del rito las llaman, por razones obvias, «segunda» y «tercera». La liturgia de los apóstoles se caracteriza por dirigirse al Hijo, y no, como en casi todas las liturgias, al Padre. Por otro lado, la liturgia de Nestorio, para desconcierto de los liturgistas, carece del relato de la institución de la eucaristía.
El rito bizantino es con mucho el más extendido de los ritos tradicionales: a él pertenecen más de 100 millones de fieles católicos y ortodoxos. Evolucionó entre los siglos IV y X, y hoy se encuentra en un gran número de lenguas litúrgicas, antiguas y modernas. Hay dos anáforas: la liturgia de san Basilio, que se usa diez veces al año, y la liturgia de san Juan Crisóstomo; hay también una liturgia praesanctificatorum, usada en las ferias de cuaresma. Aparte de la Pascua, «la fiesta de las fiestas», hay doce grandes fiestas en la Iglesia ortodoxa, cuyo año litúrgico empieza el 1 de septiembre: la Natividad de la Madre de Dios (8 de septiembre), la Exaltación de la honorable y vivificante cruz (14 de septiembre), la Presentación de la Madre de Dios en el templo (21 de noviembre), la Natividad de Cristo (25 de diciembre), el Bautismo de Cristo en el Jordán (6 de enero), la Presentación de nuestro Señor en el templo (2 de febrero), la Anunciación de la Madre de Dios (25 de marzo), la Entrada de nuestro Señor en Jerusalén (una semana antes de Pascua), la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo (40 días después de Pascua), Pentecostés o Domingo de la Trinidad (50 días después de Pascua), la Transfiguración de nuestro Salvador Jesucristo (6 de agosto), la Dormición de la Madre de Dios (15 de agosto).
La actitud de la Iglesia romana con relación a los ritos ha variado a lo largo de los siglos. Parece que el primer papa que usó en un documento la palabra «rito» para designar los usos propios de los orientales fue Celestino III (1191-1 198). En el concilio IV de Letrán se estableció formalmente que los orientales, principalmente los griegos, podían tener celebraciones litúrgicas de acuerdo con sus propios ritos y costumbres (ritus et mores). En el concilio de Florencia parece que «rito» tiene el significado de «fe», acepción esta que difícilmente podía favorecer el uso de ritos distintos del latino.
La noción de rito se desarrolló especialmente después de Trento, con el fin de dar cuenta de la situación de algunas Iglesias orientales reconciliadas con Roma que convivían con las diócesis latinas, incluso dentro de ellas, pero querían mantener su antigua herencia. Sin embargo, especialmente en el siglo XVIII, hubo una tendencia a concederle la preeminencia (praestantia) al rito latino». El principio de la praestantia fue rechazado por León XIII en 1893, pero su espíritu y actitudes perduraron hasta el Vaticano II.
En 1990 se llevó a término la reforma del derecho canónico oriental (>Derecho canónico), tarea iniciada por Pío XI en 1927, parcialmente efectuada motu proprio (>Documentos romanos) por Pío XII (1949-1957) y modificada posteriormente para recoger el Vaticano II y los desarrollos subsiguientes.
Cada uno de los ritos tiene sus propios autores espirituales, algunos bien conocidos y patrimonio de la Iglesia universal, otros de ámbito particular o local. Cada rito tiene también sus propios santos y un modo distinto de determinar cómo llega una persona a ser venerada. Por último, en todos los ritos hay tanto >Iglesias uniatas como Iglesias que no están en comunión con Roma (>Iglesias orientales, >Iglesia ortodoxa).
Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiología, San Pablo, Madrid 1987
Fuente: Diccionario de Eclesiología
(v. culto, liturgia)
(ESQUERDA BIFET, Juan, Diccionario de la Evangelización, BAC, Madrid, 1998)
Fuente: Diccionario de Evangelización
(-> sacrificios, fiestas, sacerdotes). El rito forma parte de la experiencia religiosa de todos los pueblos. Los primeros ritos conocidos dentro de la Biblia son sacrificios y ofrendas, fiestas y celebraciones familiares y sociales. Pero en la Biblia y en las religiones que de ella derivan se ha dado una evolución muy significativa.
(1) Judaismo. Principios. El judaismo empezó siendo una religión sacrificial intensa, pues estaba vinculada a la comunidad del templo* (1), centrada en los sacrificios y ritos que se describen por ejemplo en el libro del Levítico y en otros documentos posteriores, como el Rollo del Templo, de Qumrán. Pe ro, a lo largo de una historia de rupturas que desembocó en la caída del segundo Templo (70 d.C.), el judaismo se va convirtiendo en religión del Libro, de tal manera que el culto sinagogal de la Palabra (realizado por escribas, en torno al Libro) fue sustituyendo al culto sacrificial del templo. Los sacerdotes del templo de Jerusalén perdieron su importancia práctica para muchos creyentes y fue surgiendo una religión de laicos, es decir, dirigida y representada por personas que no pertenecen a la aristocracia sacerdotal. Tras la derrota final del 135 d.C. (guerra de Adriano) ese proceso se vuelve irreversible: cesa el culto sacrificial estrictamente dicho y las comunidades judías se organizan en torno a sinagogas donde los rabinos (maestros laicos) sustituyen a los sacerdotes. El culto de la Palabra, centrado en la lectura de los textos sagrados y en la oración compartida, se vuelve expresión central de la vida religiosa del judaismo. Es evidente que sigue habiendo un tipo de culto religioso visibilizado en una serie de ceremonias y ritos de tipo sacral que marcan la identidad del grupo (circuncisión, baños purificadores, celebración de la pascua y de las fiestas, etc.), pero el conjunto del judaismo se ha vuelto secular, religión nacional, sin ritos.
(2) Los ritos del judaismo. Ciertamente, el judaismo se ha vuelto una religión secular. Por eso, sus ritos, que provienen en gran parte de la Biblia, definen la identidad del pueblo de la alianza, son ritos seculares, (a) Circuncisión. Judío es el que nace de una mujer judía, de manera que forma así parte de una nación particular: los judíos nacen, no se hacen. De todas formas, para introducirse en el judaismo no basta el nacimiento, sino que deben cumplirse algunos ritos especiales y asumirse ciertos compromisos. El primero es la circuncisión, como sacramento de varones, que llevan en su carne (miembro masculino) el signo de su dedicación a Dios. Los niños varones de familia judía se circuncidan a los ocho días (cf. Gn 17). Los convertidos se circuncidan al ser recibidos en la comunidad, (b) Bautismos y purificaciones. La circuncisión es un rito de varones. Hay, junto a ella, ritos de purificación, que suelen consistir en abluciones y baños, como los que realizaban Juan Bautista y otros judíos del tiempo de Jesús. Estos baños han sido minuciosos y distintos según las diversas ramas de judaismo. Actualmente, ellos afectan de un modo especial a las mujeres. También es importante el día en que el niño varón (a los trece años) es admitido como miembro pleno de la comunidad (Bar-Mitzvah) y la fiesta del matrimonio, (c) Fiestas. La más importante, de tipo general, ha sido y sigue siendo el Sábado, como día especial de presencia de Dios y descanso. Entre las fiestas particulares, algunas provienen de los tiempos más antiguos, como la Pascua (fiesta de los corderos, liberación de Egipto), Pentecostés (fiesta de la cosecha y de la Ley del Sinaí) y Tabernáculos (fiesta de la vendimia, esperanza escatológica). Algunas han sido recreadas más tarde, como el Yom Kippur (día penitencial), la Hanuka (dedicación del templo por los macabeos) o los Purini (fiesta de las Suertes, del tiempo de Ester). En todas ellas, la presencia de Dios va ligada a la vida del pueblo, (d) Instituciones rituales. Las más importantes han sido el Templo (que permanece como símbolo de elección) y El libro de la Ley (que es el verdadero Templo de Israel). El templo fue destruido el 70 d.C. y desde entonces no han podido realizarse los sacrificios rituales (entendidos ahora como símbolos); la explanada del viejo santuario, con las ruinas del Muro de las Lamentaciones, es para los judíos un signo importante. Pero mucha más importancia tiene ya el Libro de la Ley, con las Sinagogas, donde se lee la Biblia y se comentan los textos legales básicos, como la Misná y el Talmud. En ninguno de estos casos hacen falta sacerdotes. Los ritos judíos son ritos laicales.
(3) Cristianismo. Principios. El cristianismo comparte la misma evolución del judaismo, de manera que en principio puede tomarse como religión sin sacrificios. Ni Jesús ni los primeros cristianos fueron sacerdotes. Eran laicos y como tales establecieron un tipo de vinculación comunitaria desligada de templos y de ceremonias sacerdotales públicas, de tal forma que los antiguos romanos les pudieron llamar ateos, es decir, hombres sin una vinculación religiosa de tipo exterior. De todas formas, en proceso que resulta significativo, el recuerdo de la muerte y pascua de Jesús, vinculado a la memoria israelita (que aparece expresada de forma crítica en la carta a los Hebreos) y situado en el trasfondo del culto pagano de los misterios, ha suscitado un tipo de resacralización cultual del cristianismo, que se centra en la celebración de la eucaristía. Lógicamente, la Iglesia ha debido instaurar un tipo de ministerios oficiales (episcopado, presbiterado) que a veces suelen interpretarse como sacerdotales. Ha sido un proceso normal y quizá necesario. En esa línea, son muchos los que piensan que los sacerdotes resultan esenciales para el cristianismo, como mediadores cultuales entre el hombre y Dios. De todas formas, miradas las cosas desde su raíz, manteniendo la identidad bíblica de la Iglesia, resulta preferible resaltar la identidad laical cristiana y decir que, en sentido estricto, los ministros eclesiales de la celebración bautismal y eucarística no son sacerdotes. Estrictamente hablando, a diferencia de los liturgos de las religiones paganas, al igual que los rabinos judíos y los dirigentes de la oración musulmana, los ministros cristianos siguen siendo laicos (no son sacerdotes), aunque ejercen una función laical muy importante: presidir la vida eclesial (presbíteros) y vigilar (animar) la buena marcha de las comunidades (obispos), pudiendo así promover en las iglesias la fiesta propia de Jesús (el recuerdo de su Cena).
(4) Los ritos cristianos. Desde la perspectiva anterior, partiendo de la misma Biblia (Nuevo Testamento), la Iglesia cristiana ha desarrollado siete ritos principales, llamados sacramentos, (a) Bautismo*. Constituye el rito de entrada y nuevo nacimiento. Los cristianos no nacen, se hacen, a través de un gesto de inserción en una comunidad que les acoge; el agua es signo de la nueva vida que reciben, uniéndose a Jesús, que se bautizó y murió por ellos, revelando de esa forma el gran misterio del Padre y del Espíritu (cf. Mt 28,16-20). Como una continuación del bautismo está la Confirmación, que expresa la madurez de la vida cristiana, y la Penitencia, sacramento o celebración del perdón para los ya bautizados, ritos que pueden fundarse en textos como Jn 20,22-23. (b) Eucaristía*. Es el rito básico de la vinculación comunitaria y de la apertura universal de los cristianos. Consta de una liturgia de la Palabra (se lee la Escritura) y del Sacramento (se comparte el Pan y Vino de Jesús). Ortodoxos y católicos destacan más la liturgia del sacramento. Los protestantes acentúan más la Palabra. Para unos y otros resulta esencial la celebración de la vida compartida, es decir, de la comunicación total de los creyentes. La presencia de Dios se identifica, según eso, con el mismo diálogo humano, centrado en el recuerdo de Jesús y expresado en el pan y el vino concreto de la comunicación entre los hombres. No hay ningún rito que pueda separarse de la vida, (c) Orden. Sacramento de la institución social o de los ministerios. Es muy importante para los ortodoxos y católicos, que interpretan la Iglesia como organización sagrada, con obispos y presbíteros. Los protestantes lo destacan menos, pues no aceptan la forma de ejercer la autoridad del Papa (obispo de Roma), ni el tipo de poder de los obispos católicos y ortodoxos; para ellos, el sacramento del orden forma parte de la misma dinámica de diálogo en amor y libertad de las comunidades, sin que sea necesario personalizarlo de manera fuerte en unos individuos. Jesús habría instituido este sacramento al decir «haced esto en memoria mía» (Lc 22,19; 1 Cor 11,24). (d) Matrimonio. Celebración del amor mutuo entre un hombre y una mujer, como signo de la fecundidad de Dios y de la Iglesia (cf. Jn 1,1-11; Ef 5,21-33). (e) Unción de los enfermos. Asume y continúa el gesto de Jesús que acoge, bendice, unge y cura a los enfermos. Estaría ratificado por la carta de Santiago que pide a los presbíteros de la comunidad que oren por los enfermos y les unjan (Sant 5,14-15). En estos siete casos, los sacramentos son inseparables de la vida concreta de los fieles. Así pueden llamarse sacramentos laicales. (5) Un apéndice. El islam ha llevado hasta el final el proceso judeocristiano de superación de los sacrificios y lo ha hecho de una forma programada y consecuente. Mahoma criticó los antiguos cultos paganos y creó una sociedad igualitaria de creyentes laicos, una sociedad donde no había sacerdotes porque en el sentido fuerte del término todos son sacerdotes: pueden orar solos si están a solas y pueden orar en común y dirigir la plegaria compartida si están en grupos. En el islam oficial no hay ritos, ni sacrificios, ni siquiera sacramentos. Junto a la profesión de fe, el culto básico se reduce a la oración, que se debe realizar cinco veces al día (a solas o en grupo: a la caída del sol, al mediodía, a media tarde, al ponerse el sol y una vez en la noche), sin necesidad de reunirse para ello en la mezquita (aunque en ella se reúnen muchos fieles, especialmente los viernes). De todas formas, el islam ha destacado cinco pilares o gestos rituales que derivan, en gran parte, de la tradición bíblica: confesión de fe, oración diaria, ayuno mensual, limosna y peregrinación a La Meca.
Cf. X. PIKAZA, El fenómeno religioso, Trotta, Madrid 1999; Las grandes religiones, Témpora, Salamanca 2002; G. VAN DER LEEUW, Fenomenología de la religión, FCE, México 1964; G. WIDENGREN, Fenomenología de la religión, Cristiandad, Madrid 1976.
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra