PSEUDOCLEMENTE (SEGUNDA CARTA)

DicEc
 
Varios documentos antiguos importantes están atribuidos a >Clemente Romano, atestiguando así­ su importancia y el prestigio de la Iglesia de Roma en la Iglesia primitiva. Uno de ellos, el ejemplo más antiguo de predicación cristiana, es la Segunda carta. Todaví­a se usa en la liturgia en el oficio de lectura (semana 32), que la presenta justamente como una homilí­a de un autor del siglo II. Dado que cita el Nuevo Testamento como Escritura y, a pesar de su insistencia en las falsas doctrinas no se refiere claramente al gnosticismo, es probable que date de comienzos del siglo II. El contexto litúrgico de la homilí­a es claro, pero no está claro si el autor es un presbí­tero. La homilí­a es una exhortación a la pureza moral, a la perseverancia en la persecución y al arrepentimiento. Arremete contra la separación de la liturgia y la vida: «Que no parezca que prestamos atención y creemos simplemente ahora, cuando escuchamos la exhortación de los presbí­teros, sino también cuando estamos en casa; recordemos los mandamientos del Señor y no nos dejemos llevar por las concupiscencias del mundo». Un pasaje algo oscuro del capí­tulo 14 alude claramente a «la primera Iglesia, la espiritual, establecida antes que el sol y la luna» (Iglesia desde >Abel), y desarrolla la idea esponsal de Ef 5,23-32: «No creo, por lo demás, que ignoréis cómo la Iglesia es el cuerpo de Cristo, pues dice la Escritura: Creó Dios al hombre varón y mujer. El varón es Cristo; la mujer, la Iglesia. Como tampoco que los libros y los apóstoles nos enseñan cómo la Iglesia no es de ahora, sino de antes. Era, en efecto, la Iglesia espiritual, como también nuestro Jesús (…). Pero la Iglesia, siendo espiritual, se manifestó en la carne de Cristo, poniéndonos así­ de manifiesto que quien la guardare, la recibirá en el Espí­ritu Santo». El autor parece estar diciendo que la Iglesia se ha encarnado en Cristo; por eso, debemos ser respetuosos con la carne de la Iglesia, con su exterior, con su existencia corporal, en nosotros mismos y en los demás, si es que queremos pertenecer a la Iglesia espiritual creada antes que el sol y la luna. Tal doctrina acerca de la Iglesia, al mismo tiempo práctica y mí­stica, es un fuerte antí­doto contra el paganismo que envuelve al autor y a sus oyentes.

Se atribuyen también a Clemente dos cartas a las >ví­rgenes, pero lo cierto es que datan aproximadamente de finales del siglo III o comienzos del IV.

Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiologí­a, San Pablo, Madrid 1987

Fuente: Diccionario de Eclesiología