PANNENBERG, WOLFHART

(n.1928)
DicEc
 
Nacido en Stettin (entonces, Alemania; hoy, Polonia), es el teólogo protestante de finales del siglo XX más influyente en el ámbito académico desde su docencia en Heidelberg, Wuppertal, Maguncia y, sobre todo, Munich entre 1967-1994. En 1961 publicó, junto con otros del «cí­rculo de Heidelberg», La revelación como historia, obra que supuso un desafí­o para las teologí­as protestantes dominantes en Alemania: la de K. Barth y la de R. Bultmann. Desde entonces ha ido desarrollando aquel programa en distintos campos marcados por diversas publicaciones: en el campo cristológico (Fundamentos de cristologí­a, 1964); en el de los fundamentos antropológicos (El hombre como problema, 1962; El destino del hombre, 1978; Antropologí­a en perspectiva teológica, 1983) y epistemológicos de la teologí­a (Teorí­a de la ciencia y teologí­a, 1973); y también en el campo ecuménico y de la ética (Etica y eclesiologí­a, 1977). El horizonte sistemático aparece ya en Teologí­a y reino de Dios, de 1971 y en los dos volúmenes de Cuestiones fundamentales de teologí­a sistemática de 1967 y 1980. Su gran obra de sí­ntesis es su Teologí­a sistemática (I, 1988; II, 1991; y III, 1993), considerada como «lo mejor que ha producido la teologí­a evangélica contemporánea» (según G. L. Müller, profesor de Munich; miembro de la Comisión Teológica Internacional).

Su preocupación eclesiológica se manifiesta ya en su Etica y eclesiologí­a, donde recoge diversos estudios elaborados en ámbito ecuménico, pero se desarrolla ampliamente en el tercer volumen de su Teologí­a sistemática de 1993. Para Pannenberg la tarea de la eclesiologí­a es mostrar la función de signo que la Iglesia cumple con referencia al reino de Dios, dando a los hombres la certeza —sin confundirla con el reino—, de ser partí­cipes de la salvación escatológica y proponiéndose ella misma, en una existencia vivida litúrgicamente, como lugar de la presencia del Espí­ritu en vistas al cumplimiento escatológico. Aparece así­ la Iglesia en el contexto más amplio de la doctrina del Espí­ritu Santo como don escatológico que lleva al cumplimiento de la salvación. A partir de este marco Pannenberg critica al protestantismo que frecuentemente no ha advertido la importancia que asume la Iglesia, valorada especialmente por su carácter unitario y comunional, para la autocomprensión de cada cristiano.

A partir de este enfoque dedica el capí­tulo más extenso de esta Teologí­a sistemática a la Iglesia, en el cual integra la tractación sobre la fe, la esperanza y la caridad, así­ como sobre las figuras simbólicas —así­ califica a los sacramentos— de la presencia salví­fica de Cristo centrada en el bautismo y la Cena del Señor, a los que une una reflexión sobre la ambigüedad del concepto sacramento y su aplicación al matrimonio, por razón de Ef 5,32 que lo califica como Mysterion-Sacramentum. Por otro lado, de forma novedosa en campo evangélico, dedica amplio espacio al ministerio de gobierno como signo e instrumento de la unidad de la Iglesia. A la pregunta de si conviene un servicio a la unidad de toda cristiandad, Pannenberg no lo excluye, pero fiel a la Reforma afirma que la autoridad de tal ministerio y de su titular no podrí­a ser sino de derecho humano, puesto que no puede mostrarse que provenga de una explí­cita institución de Jesús mismo. Por eso el Papa no deberí­a llamarse nunca caput de la Iglesia (>Vaticano I, o fundamento de su unidad (Vaticano II: LG 18), puesto que tales calificaciones se aplican de modo especí­fico y exclusivo a Jesucristo (lCor 11,3s; 12,12; Ef 1,22; 4,15; Col 1,18; 2,10).

A su vez plantea el tema de la Iglesia y el pueblo de Dios y lo orienta hacia la doctrina de la elección, ya que esta integra la doctrina de la Iglesia como concreción histórica de su realidad vivida en el mundo. En definitiva, pues, en Pannenberg se encuentra una nueva propuesta de eclesiologí­a luterana actualizada, con un tono exquisitamente respetuoso y dialogante, en el cual se percibe la influencia decisiva de los encuentros y publicaciones ecuménicos. Su conexión con la doctrina del Espí­ritu Santo y la elección, y su marcada dimensión escatológica, con la pregunta por un ministerio de unidad en la Iglesia, aparecen como sus aportes más significativos.

Christopher O´Donell – Salvador Pié-Ninot, Diccionario de Eclesiologí­a, San Pablo, Madrid 1987

Fuente: Diccionario de Eclesiología