CENIZAS

Cenizas (heb. ‘êfer, deshen, âfâr; gr. spodós, téfra). Entre los antiguos hebreos ponerse saco y cenizas, acostarse en ellos o esparcir cenizas sobre la cabeza era una señal de dolor y lamentación (2Sa 13:19; Est 4:1, 3; Job 2:8; Neh 9:1). Sentarse sobre cenizas era también un signo de penitencia (Jon 3:6; cf Job 42:6). Censo. Traducción del: 1. Heb. yajas, «alistarse por genealogí­a» (y de aquí­, «registro genealógico»; 1Ch 7:7, 9;2Ch 31:17). 2. Gr. apografe, «lista», «registro», «censo» (Luk 2:2). Este pasaje se refiere al empadronamiento que se realizó en uno de los censos romanos, el cual por lo general precedí­a a una recaudación de impuestos y a una tasación inmobiliaria. De esa ley romana proviene nuestra práctica de censos. Entre los antiguos hebreos el censo sólo registraba a los adultos sanos de 20 años para arriba, y se los contaba por tribu, familia y casa (Num 1:1-3,18). El 1er censo informal se realizó durante la estadí­a junto al monte Sinaí­, cuando se aplicó un impuesto de 1/2 siclo de plata a cada hombre adulto para la construcción del santuario. Pagaron el impuesto 603.550 hombres (Exo 38:25-27), sin contar los 22.000 levitas que estaban exentos de él (Num 3:39). Algunos meses más tarde se tomó un censo formal para determinar el número de hombres que podrí­an prestar servicio militar, y resultó la misma cifra: 603.550 (1:1-3, 45-47; 11:21). Al fin de la peregrinación por el desierto, unos 38 años más tarde, un 2º censo reveló una ligera disminución de la población masculina adulta: 601.730, y 23.000 levitas (26:1-3, 51, 62, 63). Un censo realizado por David hacia el fin de su reinado dio aproximadamente 1.300.000 adultos para el servicio militar (2Sa 24:1-9; cf 1Ch 21:1-6) y 38.000 levitas (1Ch 3:1-3). Otro censo, el de quienes regresaron de Babilonia con Zorobabel al fin del cautiverio, sumó 42.360, incluyendo los sacerdotes y

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

Término que suele emplearse en las Escrituras con referencia a los residuos de los materiales quemados, frecuentemente con connotaciones simbólicas o figurativas. La palabra †œcenizas† traduce dos términos hebreos. Uno de ellos (´é·fer, Nú 19:9) también se traduce †œpolvo†. (Mal 4:3.) Dé·schen, además de significar †œcenizas grasosas†, también puede referirse a †œgrosura†. (Le 1:16; Isa 55:2.) El nombre griego spo·dós significa †œceniza† (Mt 11:21), mientras que el verbo te·fró·o quiere decir †œreducir a cenizas†. (2Pe 2:6.) A los residuos de una quema también se les llamaba polvo (`a·fár). (Nú 19:17; 2Re 23:4.)
Todos los dí­as un sacerdote levita quitaba de sobre el altar las cenizas grasosas (dé·schen) de la quema de los sacrificios de animales y las llevaba †œa un lugar limpio fuera del campamento†. (Le 6:9-11.) Según el capí­tulo 19 de Números, también se degollaba una vaca roja sana y sin defecto sobre la que no habí­a venido ningún yugo y se la quemaba fuera del campamento. Las cenizas de esta †œofrenda por el pecado† se depositaban en un lugar limpio en el exterior del campamento (Nú 19:9), de modo que se conservaba una parte para mezclarla con agua y rociar a las personas o cosas inmundas que habí­a que purificar. (Nú 19:17.) El apóstol Pablo habló de la limpieza figurativa de la carne por medio de †˜la ceniza [gr. spo·dós] de novilla†™ para resaltar la limpieza, mucho más importante, de la †œconciencia de obras muertas†, posible mediante †œla sangre del Cristo†. (Heb 9:13, 14.)
Jeremí­as 31:40 habla de †œla llanura baja de los cadáveres y de las cenizas grasosas [wehad·dé·schen]†, al parecer una parte del valle de los hijos de Hinón. Hasta tiempos relativamente recientes ha habido cerca del valle de Cedrón un montí­culo de cenizas, muy conocido en la zona. Se dice que tení­a unos 150 m. de largo, 60 de ancho y 18 de profundidad, y hay quien considera que estaba relacionado con el lugar mencionado en Jeremí­as. Puede ser que se apartara una sección del valle de Hinón para arrojar las cenizas de los sacrificios quemados (Le 4:12) antes de que Josí­as hiciera inservible para adoración a Tófet, una parte de este valle. (2Re 23:10.) También es posible que se arrojaran a este valle los cadáveres de animales y criminales, y hasta cabe la posibilidad de que ese montí­culo contuviera las cenizas de seres humanos sacrificados en ritos religiosos falsos. (Jer 32:35.)
Era costumbre en tiempos bí­blicos quemar las ciudades conquistadas, de modo que †˜reducir un lugar a cenizas†™ hací­a referencia a su destrucción completa, como se muestra en los casos de Tiro, Sodoma y Gomorra. (Eze 28:18; 2Pe 2:6.)
Con las cenizas también se representó lo insignificante o sin valor. Abrahán reconoció ante Jehová que era †œpolvo y ceniza† (Gé 18:27; véase también Isa 44:20; Job 30:19), y Job comparó los dichos de sus falsos consoladores a †œproverbios de ceniza†. (Job 13:12.)
En tiempos bí­blicos era costumbre sentarse sobre ceniza o arrojársela encima como sí­mbolo de duelo, humillación y arrepentimiento. (Est 4:1-3; Jer 6:26; 2Sa 13:19.) La miseria y la aflicción profundas se relacionan con †˜comer ceniza†™ (Sl 102:9), y Job, afligido, se sentó †œen medio de ceniza†. (Job 2:8.)
El saco y las cenizas a veces se asociaban con ayuno, llanto o pesar. (Est 4:3; Isa 58:5; Eze 27:30, 31; Da 9:3.) Un ejemplo de humillación y arrepentimiento colectivos es el caso de Ní­nive en el tiempo de Jonás, cuando incluso su rey †œse cubrió de saco y se sentó en las cenizas†. (Jon 3:5, 6.) Jesús habló de arrepentirse en saco y ceniza (Mt 11:21), y Job respondió contristado a Jehová: †œMe arrepiento en polvo y ceniza†. (Job 42:6.)
Durante los setenta años de desolación de Judá, los judí­os que estaban en Babilonia se lamentaron de Sión, o Jerusalén, y su templo. Pero mediante Isaí­as se les dio la seguridad de que por el poder del espí­ritu de Jehová se tomarí­a acción †œpara hacer la asignación a los que están de duelo por Sión, para darles una prenda de adorno para la cabeza en vez de cenizas†. Jesucristo se aplicó a sí­ mismo el pasaje de Isaí­as 61:1-3, presentándose como el Libertador mesiánico al que se utilizarí­a para traer liberación de una desolación y un duelo espirituales mayores. (Lu 4:16-21.) También se predijo que los inicuos llegarí­an a ser para los justos como polvo, cenizas pulverizadas. Malaquí­as escribió: †œ†˜Y ustedes ciertamente pisotearán a los inicuos, porque ellos llegarán a ser como polvo [´é·fer] debajo de las plantas de sus pies el dí­a en que voy a actuar†™, ha dicho Jehová de los ejércitos†. (Mal 4:3.)

Fuente: Diccionario de la Biblia

1. Heb. ˒ēfer. El término más comúnmente utilizado para indicar cenizas pulverizadas. Como tales las cenizas aparecen solas o en relación con el *cilicio como símbolo de luto (2 S. 13.19; Est. 4.3; Is. 58.5; Jer. 6.26; Dn. 9.3). También significan objetos o ideas sin valor o envilecidos (Sa. 102.9; Is. 44.20), y en relación con esto se lo vincula a *“polvo”, ˒āfār (Gn. 18.27; Job 13.12; 30.19). ˒āfār ‘polvo’, se trad. “cenizas” en Nm. 19.17, y 2 R. 23.4, donde se refiere a las cenizas de una ofrenda de expiación y a las de los recipientes paganos, respectivamente. 2. El heb. dešen, ‘gordura’, se trad. “cenizas” con referencia a la mezcla de la grosura de los sacrificios y el combustible utilizado para consumirlos (Lv. 1.16; 6.10; 1 R. 13.3, 5). También se usa para los cadáveres incinerados. 3. El heb. pı̂ah, ‘hollín’, se trad. “cenizas” con referencia a los depósitos residuales de un horno, utilizados por Moisés para crear la plaga de las úlceras (Ex. 9.8, 10). 4. El gr. spodos se emplea en el NT para las cenizas utilizadas en casos de luto (Mt. 11.21; Lc. 10.13) o de purificación (He. 9.13).

W.O.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico

No es fácil llegar a la concepción fundamental del uso litúrgico de las cenizas. No hay duda de que nuestro ritual cristiano ha sido tomado de la práctica de los judíos, una práctica retenida en ciertos detalles del ceremonial de la sinagoga hasta el día de hoy, pero la costumbre judía propiamente dicha necesita una explicación. Una serie de pasajes en el Antiguo Testamento relaciona las cenizas (efer; hebreo, APR) con el luto, y se nos dice que el doliente se sentaba o se revolcaba sobre, laminados en sí mismo, se rociaba la cabeza o mezclaba su comida, con «cenizas», pero no está claro si en estos pasajes debemos más bien traducir efer como polvo. Las frases se utilizan con la palabra afar (hebrero ‘PR), que sin duda significa polvo. Puede ser que el polvo fue tomado originalmente de la tumba, en señal de que los vivos se sentían uno con los muertos, o puede ser que la humillación y el descuido en el aseo personal constituían la idea dominante; pues una manifestación de dolor similar era, sin duda, familiar entre los pueblos arios, por ejemplo, en Homero (Ilíada, XVIII, 23). Parece menos probable que las propiedades de detersión de las cenizas (aunque esto también se ha propuesto) se toman como significativas de la purificación moral. El principal fundamento para esta última sugerencia es el Rito de la Vaca Roja (Núm. 19,17) en el que las cenizas de la víctima mezcladas con agua tenían la eficacia ceremonial de purificación de los inmundos (cf. Heb. 9,13).

Sea como fuere, el cristianismo adoptó, indudablemente, desde una fecha temprana, el uso de las cenizas como símbolo de penitencia. Así Tertuliano prescribe que el penitente debe «vivir sin alegría en la aspereza del cilicio y la miseria de las cenizas» (De Poenitentia, X), y se podría citar muchos pasajes similares de San Cipriano y otros de los primeros Padres. En su relato de la apostasía y reconciliación de Natalis, Eusebio lo describe cuando llegó donde el Papa San Ceferino vestido de cilicio y salpicado de cenizas (spodon katapasamenon, Hist. Ecles., V.28). Esta era la vestimenta penitencial normal, y la aspersión de la cabeza con cenizas siempre jugó un papel importante en la expulsión de los condenados a hacer penitencia pública, tal como figura en los primeros pontificales.

De hecho, el rito se conserva en el Pontifical Romano hasta nuestros días. Con ese traje de penitencia debemos, sin duda, relacional la costumbre, tan frecuente en la alta Edad Media, de acostar al moribundo en el suelo sobre un cilicio espolvoreado con cenizas cuando estaba a punto de expirar. Los primeros rituales le ordenaban al sacerdote a rociarlo con agua bendita, diciendo: «Recuerda que polvo eres y al polvo has de volver.» Después de lo cual le preguntaba: «¿Estás satisfecho con el cilicio y las cenizas en testimonio de tu penitencia ante el Señor, en el día del juicio?» Y el moribundo le contestaba: «Sí, estoy contento».

Las cenizas también se usan en el rito de dedicación de una iglesia, en primer lugar para cubrir el pavimento de la iglesia en el que está escrito todo el alfabeto en griego y latín; y en segundo lugar para mezclar con el aceite y el vino en el agua que se bendice especialmente para la consagración de los altares. Este uso de las cenizas es probablemente anterior al siglo VIII.

Bibliografía: Kaulen, in Kirchenlex., s.v. Asche; Cabrol, Livre de la priere antique (París, 1900), 347-348; Jewish Encyclopedia, s.v. Ashes; Lesêtre in Vig., Dict. de la Bible, s.v. Cendres.

Fuente: Thurston, Herbert. «Ashes.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907.
http://www.newadvent.org/cathen/01776c.htm

Traducido por L H M.

Fuente: Enciclopedia Católica