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Son las marcas o señales que se ponen en las cosas para identificarlas y poder reclamarlas, clasificarlas, localizarlas, etc. Los signos se han usado a lo largo de toda la historia de la humanidad en vestidos, cerámica, piedras de construcción, documentos, animales e incluso en los esclavos.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa
La Biblia es, en gran parte, un libro de signos que marcan un camino que los lectores y fieles deben interpretar. La vida entera está hecha de señales, que empiezan por el Génesis (los astros son signo del orden de los tiempos: Gn 1,14) y culminan en el Apocalipsis, libro de los grandes signos y señales de Dios (cf. mujer y dragón de Ap 12,1-3). Señal de paz para todos los hombres es el arco iris en el cielo (Gn 9,12-13), y señal de alianza para el pueblo de Israel es la circuncisión (Gn 17,11). Señal liberadora de la presencia de Dios son las plagas de Egipto (cf. Ex 4,8; 8,23) y todavía más la sangre del cordero pascual en las jambas de las puertas (cf. Ex 12,13). Entre las señales más hondas de la identidad israelita están las palabras del shemá*, escritas y colgando entre los ojos de los fieles o en las jambas de las puertas de sus casas (Dt 6,8-9), lo mismo que las piedras del círculo sagrado de Gilgal (Je 4,6) o el fuego del sacrificio de Gedeón (Je 6,17). Así van jalonando los signos proféticos la historia de la fe de los israelitas: señal profética es el matrimonio de Oseas (Os 2,1) y el niño Emmanuel de Isaías (Is 7,14), lo mismo que los gestos extraños del profeta Ezequiel (Ez 12,6.11). El Nuevo Testamento asume y recrea algunas de las señales del Antiguo, como la del Emmanuel (Mt 1,24-25) o la de Jonás en la ballena (Mt 12,29-40). Por otra parte, el evangelio de Juan, el libro más «espiritual» del Nuevo Testamento, es un libro de señales (cf. Jn 4,54; 6,20; 10,41; etc.), lo mismo que el Apocalipsis (cf. Ap 15,1). Más aún, Jesús mismo es la Señal de Dios, signo discutido, doloroso y exultante, para aquellos que quieran descubrirlo (cf. Lc 2,34).
PIKAZA, Javier, Diccionario de la Biblia. Historia y Palabra, Verbo Divino, Navarra 2007
Fuente: Diccionario de la Biblia Historia y Palabra
«Expulsarán demonios en mi nombre, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes con sus manos y, aunque beban veneno, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos se curarán.» Las «señales que acompañarán a los que crean» no son directamente religiosas (ir a la iglesia, rezar), son signos civiles, humanos, sociales, que se refieren al conjunto de la vida como elección no violenta. Expresan la capacidad de afrontar realidades adversas superándolas de una manera inofensiva, sin polémicas, en una paz total, en una paz inerme. Por eso son un formidable signo de nuestro tiempo las vocaciones a ser creadores de paz, a elegir la mansedumbre evangélica, a no devolver mal por mal, a no ofender a quien nos ofende o podría ofendernos. Es la nueva vida en Cristo, el testimonio de que Jesús es Señor de la historia y produce una nueva generación de hombres y mujeres cuya característica es la paz, la capacidad de perdón —empezando por las circunstancias más pequeñas de la vida— y no la agresividad y la polémica. Son las señales de una profecía de paz, de una actitud que neutraliza las guerras; son las señales de una profecía del desarme, que muestra la inutilidad de las armas; son las señales de una confianza en la fuerza de una verdad pacificadora y no beligerante, de unos corazones curados de los venenos de la violencia. Por tanto, nosotros, aunque tengamos que reconocer que no sabemos agarrar las serpientes con nuestras manos ni tenemos el valor de tomar el veneno, sabemos que hemos sido fortalecidos por la indefensión de Cristo, por el poder de su cruz.
Carlo María Martini, Diccionario Espiritual, PPC, Madrid, 1997
Fuente: Diccionario Espiritual