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La recolección, que literalmente significa «recogida de cosecha o de objetos, se entendió en determinadas instituciones religiosas como «adhesión a sistemas de vida más exigente, más conforme con la reglas y usos primitivos».
Se entendió como sinónimo de «reformación» y a quienes la practicaban se les miró como más austeros, recogidos, penitentes y perfectos que el común de los miembros de la institución.
En diversos institutos, esos «recoletos o reformados» terminaron segregándose y formando una familia paralela diferente y con normas y gobierno propios, autorizados y promovidos por las autoridades de la Iglesia. Tal fue el caso de los cistercienses, carmelitas, franciscanos, agustinos, tanto en sus formas masculinas como femeninas.
Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006
Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa