MUDEJAR

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Del árabe «mudayyan», el que se queda. Se llamaban así­ a los mahometanos de religión y cultura, que se quedaban en territorios cristianos cuando eran conquistados o si, por diversos motivos, se trasladaban a ellos. Cultivaban su arte, sus formas de vida y sus costumbres. Eran equivalentes a los mozárabes, cristianos que quedaban en tierras de mahometanos. Los mudéjares viví­an en las ciudades y en los campos en comunidades pací­ficas, denominadas «morerí­as».

Los mudéjares sembraron de bellos, prácticos y excelentes edificios los territorios cristianos, no sólo en las formas arquitectónicas en las que eran consumados técnicos, sino en las maneras decorativas y en los estilos. Los enladrillados góticos originales y los ornamentos geométricos en yeserí­as y lacerí­as, los arcos de herradura lobulados, los artesonados admirables, resultaban agradables a los cristianos en un tiempo en el que la tolerancia religiosa era norma habitual en las regiones pluralistas y facilitaba la convivencia y el provecho mutuo de los habitantes.

El arte mudéjar y sus resonancias islámicas se extienden por toda la pení­nsula, siendo Zaragoza uno de sus lugares de cultivo prioritario, pero estando en Toledo las muestras más hermosas de sus producciones, como Santa Marí­a la Blanca o la Iglesia del Tránsito, construida por Samuel Leví­ entre 1355 y 1357. Junto con la existencia de los mozárabes, cristianos en territorios mahometanos, el espí­ritu mudéjar, con sus formas prácticas de ladrillo y sus preferencias pragmáticas y convivenciales, son un emblema histórico de la convivencia y de la solidaridad que debe existir entre las creencias religiosas.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa