IGUALDAD

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Equivalencia, identidad o similitud de situaciones entre personas, grupos o condiciones sociales. Es un criterio que se ha vuelto exigente en los tiempos recientes, atendiendo sobre el predominio de una cultura horizontal sobre otra más vertical de tiempos pasados.

La demanda de igualdad se expresa en frecuentes exigencias sociales democráticas: igualdad ante la ley, igualdad de oportunidades, igualdad sexual, racial o religiosa. Es un progreso de la cultura y un fruto de las grandes campañas en favor de los derechos humanos. Pero en muchos aspectos no deja de ser un mito que está muy lejos de convertirse en forma habitual de vida.

La educación de la fe cristiana implica asumir la igualdad entre los hombres, desde una justificación teológica: la igualdad de todos ante Dios.

Pero reclama también una prudente huida de toda demagogia que ignora falazmente las limitaciones naturales ante la igualdad material: los hijos pequeños nunca serán iguales a los padres en autoridad y autodeterminación, los discí­pulos nunca serán iguales a los maestros en ciencia y experiencia, los que han recibido un ministerio en la Iglesia no puede ser iguales que quienes tienen otro diferente.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

La igualdad entre los hombres se basa en el reconocimiento de su misma dignidad y consiguientemente, en la afirmación -de la paridad de unos derechos de los que todos tienen que poder gozar.

El principio de la igualdad ha esta do sujeto a profundas transformaciones en las diversas sociedades. También la cultura occidental ha estado caracterizada, y en cierta medida todaví­a lo está, por discriminaciones raciales, de sexo y de clase social. Sólo en la época moderna, gracias al progreso de la categorí­a de los derechos del hombre, ha madurado la convicción de que todo ser humano, en cuanto tal, lleva consigo algunos derechos que nadie puede violar, ni siquiera el Estado. La igualdad substancial entre los seres humanos recibe así­ implí­citamente su primer sello. Pero hay que reconocer que este principio, próclamado en abstracto, no se refleja inmediatamente en la realidad. En el plano ético-filosófico, la dignidad de todo ser humano se convierte en imperativo moral con Kant, mientras que en el plano social todaví­a está lejos de haberse realizado la desaparición efectiva de las diferencias.

La tutela de la igualdad jurí­dica (no de la susbstacial) de los ciudadanos, en nombre de los derechos de libertad, toma consistencia en las declaraciones de los derechos producidas por la Revolución francesa a comienzos de 1789, en los Estados Unidos con la declaración de los derechos de 1791 y en los Estados constitucionales europeos en la segunda mitad del siglo XIX. Se trata, sin embargo, de derechos propios del hombre que tiene la posibilidad concreta de hacerlos valer, pero que de hecho no están al alcance de todos los hombres. Sólo con el paso del «estado de derecho» al «estado social» se amplí­a esta posibilidad, favoreciendo la actuación de una verdadera igualdad. Las cartas constitucionales del perí­odo posterior a la Segunda Guerra Mundial se mueven en esta dirección: junto a los tradicionales derechos de libertad (definidos preferentemente como «civiles y polí­ticos») van tomando pie los derechos de solidaridad o » económico-sociales » La búsqueda de la igualdad abandona así­ el terreno de los principios abstractos para emprender el camino de la actuación concreta. En la determinación de este giro ha tenido sin duda su importancia el desarrollo de la » doctrina social» de la Iglesia, ofreciendo los presupuestos teológicos de la dignidad de la persona e indicando cómo dar realmente curso a la afirmación de sus derechos. Imagen de Dios, convertido en hijo de Dios por Jesucristo, todo hombre goza de una dignidad absoluta y está llamado a hacerla transparente mediante la búsqueda de una fraternidad universal, construida en el respeto y en la promoción de cada uno y de todos.

Teóricamente reconocido, el principio de igualdad exige hoy una profundización en dos dimensiones. La primera está constituida por el paso de una forma todaví­a intra-estatal a una vigencia universal, es decir, al reconocimiento de los derechos de los pueblos, empezando por los más marginados. La segunda se refiere más bien a la gestión de los derechos en el ámbito de los paí­ses ya desarrollados. La evolución desde una visión estrictamente proteccionista del individuo a una visión solidaria plantea en este sentido un problema crí­tico que hay que afrontar con urgencia. Se trata de conjugar estrechamente el reconocimiento de la igualdad fundamental entre los hombres con el respeto a la alteridad de cada uno. Esto supone por una parte el rechazo de una lógica de diferenciación exasperada y por otra, la superación de un igualitarismo aplastante que engendra formas de masificación alienantes. Si los años 70 estuvieron caracterizados por la prevalencia de una ideologí­a igualitaria de cuño demagógico, los años que vivimos están marcados más bien por el peligro de una radicalización de las diferencias, que conduce a la penalización de las capas menos garantizadas de la población. La relación igualdad-diversidad debe replantearse por consiguiente dentro de una nueva óptica, reforzando por un lado la tutela y la promoción positiva de los derechos fundamentales de todas las personas y dejando espacio, por otro, a los derechos de la profesionalidad y de la responsabilidad social, sin caer por otra parte en posturas neoliberalistas que alimentan las desigualdades sociales, Esto significa que es preciso desarrollar formas de igualdad que respeten la dignidad de todos y que se muestren atentas a la unicidad de cada persona humana.

G. Piana

Bibl.: F, Compagnoni, Derechos del hombre, en NDTM, 347-358: AA. vv , Los derechos humanos en la Iglesia, San Esteban. Salamanca 1986; UNESCO, El derecho de ser hombre, Sí­gueme, Salamanca 1976; J Gonzalez Pérez, La dignidad de la persona, Civitas, Madrid 1986; A. A. Cuadrón, Manual de doctrina social de la Iglesia, BAC, Madrid

PACOMIO, Luciano [et al.], Diccionario Teológico Enciclopédico, Verbo Divino, Navarra, 1995

Fuente: Diccionario Teológico Enciclopédico