HIPOLITO DE ROMA

[923] (170-235?)

Es una figura complicada de la Iglesia primitiva, por cuanto con su nombre se han transmitido varios escritos o datos de procedencia diversa, que han suscitado la curiosidad de los historiadores.

Durante mucho tiempo fue confundido con otros dos personajes del mismo nombre, Hipólito el griego, del siglo II, y otro desconocido Hipólito, autor de la Refutación de todas las herejí­as, que se sigue utilizando como fuente de información sobre este perí­odo y por sus valiosos datos acerca del gnosticismo y de otros grupos heterodoxos.

1. Personalidad

El Hipólito romano parece seguro que fue un sacerdote influyente en la iglesia de Roma bajo los Papas Ví­ctor (189-198) y Ceferino (199-217). Tuvo su primer protagonismo durante el pontificado del Papa Ceferino (198-217), a quien acusó de laxismo en el cumplimiento de la disciplina. Se opuso a Calixto, el archidiácono que fue Papa del 217 al 222, al que se oponí­a por su condescendencia al volver a dar la comunión a los culpables de adulterio y fornicación.

Parece que Hipólito entonces se instauró a sí­ mismo como antipapa, aunque no fue reconocido. En el año 235 o 236, durante la persecución de los cristianos por el emperador Maximino, Hipólito fue deportado a las minas de Cerdeña, donde se reconcilió con la Iglesia y donde murió como mártir al poco tiempo.

2. Obras y pensamiento

A él se puede atribuir, con cierta garantí­a, alguna de las obras exegéticas más significativas que escribió en Roma: «Comentario a Daniel, David y Goliat», «Comentario al Cantar de los Cantares», «Bendiciones de Jacob y de Moisés».

En ellas el común denominador es la exégesis alegórica de los «tipos» que representan a Cristo. Acaso fue él quien inició la exégesis católica de mirar los personajes bí­blicos como modelos y anuncios tí­picos del Mesí­as prometido y esperado.

La idea catequí­stica más significativa de este «Padre de la doctrina cristiana», se halla en su defensa «Contra Noeto», en donde amplia sus consignas. En ese escrito presenta la necesidad de poner a Cristo Logos en el centro de toda formación y de toda vida cristiana.

Superando el monarquianismo de Noeto, Cristo se presenta como diferente del Padre y desde luego como Dios verdadero y no como simple criatura divina.

3. Su catequesis
La obra atribuida a este Hipólito Romano es la «Tradición apostólica», que, al margen de que sea o no de él, siempre ha sido relacionada con su nombre. Es la fuente más completa sobre la organización social y litúrgica de la Iglesia Romana a finales del siglo II.

* En la primera parte describe la organización y disciplina del clero romano: sacerdotes, diácono, viudas, lectores. Contiene la más antigua de las versiones del canon de la Eucaristí­a.
* La segunda parte es la más catequí­stica, pues describe el catecumenado tal como se desarrollaba en Roma. Regula el Bautismo y la Eucaristí­a de los adeptos y reseña los trabajos o actividades incompatibles con el cristianismo.
* La tercera parte habla de la forma de vida de los cristianos: ayunos, plegarias, bendiciones, limosnas.

Al margen de su sentido restrictivo y de su estilo arcaico, la Traditio es la obra antigua que mejor fotografí­a la iglesia romana primitiva, teñida de rigorismo en el texto, aunque probablemente abierta a más flexibilidad en la vida que la normativa reflejada en el escrito.

Pedro Chico González, Diccionario de Catequesis y Pedagogí­a Religiosa, Editorial Bruño, Lima, Perú 2006

Fuente: Diccionario de Catequesis y Pedagogía Religiosa

Vida: De origen desconocido, si bien probablemente ni latino ni romano, afirmó haber sido discí­pulo de Ireneo. Se enfrentó con el papa Calixto al dulcificar éste la disciplina de los penitentes culpables de pecado mortal e incluso llegó a acusarlo de hereje sabelianista. Elegido papa por un grupo pequeño pero influyente, se convirtió en el primer antipapa de la historia. De hecho, siguió siéndolo bajo los pontificados de Urbano (223-230) y de Ponciano (230-235). Cuando finalmente Maximino el tracio desterró a este último y a Hipólito a Cerdefla, los dos renunciaron a la sede romana, se reconciliaron e Hipólito murió mártir (235), al parecer, tras haber vuelto al seno de la Iglesia romana. La Iglesia católica lo ha canonizado.

Obras: De pésima fortuna han disfrutado las obras de Hipólito. Por un lado, muchas debieron de ser destruidas dada su fama de hereje y cismático; por otro, otras no se conservaron al irse perdiendo el saber griego en el ámbito romano. Por si esto fuera poco, aún hoy en dí­a prosigue un encendido debate sobre la autorí­a de algunos de sus escritos. Entre ellos destacan los Filosofumena, el Sintagma, un tratado Acerca del Anticristo, algunos tratados exegéticos, la Crónica, el Cómputo pascual, algunas homilí­as y, especialmente, la Tradición apostólica que, con la excepción de la Didajé, es la constitución eclesiástica más antigua que poseemos.

Teologí­a: Cristológicamente, se opuso tanto al modalismo como al patripasianismo pero derivó en el subordinacionismo. Eclesialmente, el obispo ya es contemplado como un sacerdote, dotado de un poder de perdonar los pecados y en el que se manifiesta la sucesión apostólica (TA, III). Con todo, sabemos del enfrentamiento con Calixto en relación con la suavización de penas para los culpables de pecado mortal. Aparte de esto, Hipólito nos ha transmitido noticias sobre diversos órdenes de la época como los sacerdotes y diáconos, los confesores, las viudas, los lectores, las ví­rgenes, los subdiáconos y los que tení­an el carisma de curaciones, lo que señala un papel importante del carismatismo aún en esa época. Sacramentalmente, el bautismo conocido por Hipólito es por inmersión y de adultos (aunque hace alguna referencia a niños pero parece ser que ya de cierta edad [XXI]) y eso hace que sea muy minucioso a la hora de señalar los oficios incompatibles con la recepción del bautismo (poseedor de burdeles, militar, gladiador, guardián de í­dolos, mago, astrólogo, adivino, etc.) y al exigir que la instrucción catecumenal dure tres años. No parece tampoco claro si Hipólito creí­a en la presencia real en la Eucaristí­a y más bien da la impresión de que la contempla sólo como conmemoración (IV). De la misma forma Hipólito nos informa de que seguí­a celebrándose la comida comunitaria o ágape entre los fieles.

VIDAL MANZANARES, César, Diccionario de Patrí­stica, Verbo Divino, Madrid, 1992

Fuente: Diccionario de Patrística